Consuelo Meza Márquez*
Profesora-Investigadora
Departamento de Sociología
Area: Estudios Culturales y de Género
Centro Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma de Aguascalientes
Av. Universidad 940, C.P. 20100
Aguascalientes, Ags., México
PANORAMA DE LA NARRATIVA DE MUJERES
CENTROAMERICANAS
PONENCIA PARA SER PRESENTADA EN LA MESA DE HISTORIA Y LITERATURA
EN EL VI CONGRESO CENTROAMERICANO DE HISTORIA. PANAMA, JULIO 22 AL 26 DEL
2002
cmeza@correo.uaa.mx
Notas*Obras
citadas
Resumen
Un primer acercamiento al estado de la cuestión de la narrativa de
mujeres centroamericanas permite conocer la producción de 116 autoras
que se ubican como sigue: 19 narradoras hondureñas, 21 guatemaltecas,
32 costarricenses, 12 salvadoreñas, 11 panameñas y 21 nicaragüenses.
No es el objetivo de esta ponencia el rescatar las aportaciones de el conjunto
de estas autoras, pero sí mostrar algunas de las contribuciones más
significativas en la historia literaria de la región, no solo para
una escritura de mujeres sino, con frecuencia, para la literatura en su conjunto.
En México se da un vacío acerca de la producción
literaria de las escritoras centroamericanas. Se conoce la producción
de autoras sudamericanas, se ha realizado abundante crítica sobre ellas
pero se da un gran desconocimiento acerca de las aportaciones de las centroamericanas
a pesar de la cercanía y posibles afinidades. En los estudios pioneros
acerca de la producción literaria de escritoras latinoamericanas, realizados
por Aralia López y Sara Sefchovich, son incorporadas, aunque en su mayoría
tratan de autoras sudamericanas y mexicanas.
Sara Sefchovich publica una antología de cuentos en
dos tomos de narradoras latinoamericanas denominada Mujeres en espejo.
En el primer tomo (1983) de 27 escritoras seleccionadas se encuentran tres centroamericanas:
las costarricenses Julieta Pinto y Carmen Lyra, y la panameña Moravia
Ochoa. En el segundo tomo (1985) de 32 escritoras son cuatro las centroamericanas:
la hondureña Argentina Díaz Lozano, Yolanda Oreamuno de Costa
Rica, Teresa López de Vallarino de Panamá y la guatemalteca Leonor
Paz y Paz.
Aralia López escribe uno de los primeros textos que
tratan del desarrollo de la escritura de mujeres latinoamericanas, si bien el
texto es escrito en 1976, se publica en 1985. De la intimidad a la acción.
La narrativa de escritoras latinoamericanas y su desarrollo analiza la producción
novelística de trece escritoras, entre las cuales se encuentra la costarricense
Yolanda Oreamuno.
Sin embargo, la crítica contemporánea las ha olvidado. Son dos
las instituciones mexicanas que han generado las revistas y textos de crítica
literaria sobre escritoras latinoamericanas: la Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa y El Programa Interdisciplinario de Estudios de la
Mujer de El Colegio de México.
La primera institución publica en la Revista Iztapalapa
un número monográfico denominado Escritoras Latinoamericanas (1995). La publicación reúne ensayos sobre la obra de dieciséis
escritoras de México, Perú, Brasil, Puerto Rico, Cuba y el Cono
Sur. Las centroamericanas se encuentran ausentes.
Mujeres latinoamericanas del siglo XX. Historia y Cultura (1998) es una obra en dos tomos que surge de la misma institución en
coedición con La Casa de las Américas de La Habana, Cuba. La obra
reúne más de ochenta trabajos que en su mayoría abordan
la literatura de mujeres en el continente. Respecto a las centroamericanas,
solo aparece un ensayo sobre los cuentos de la costarricense Emilia Macaya que
escribe Catharina Vallejo, investigadora de Concordia University de Canadá.
En 1999, El Colegio de México publica una compilación
de ensayos denominada De pesares y alegrías. Escritoras latinoamericanas
y caribeñas contemporáneas que analiza la obra de dieciséis
escritoras, catorce narradoras y dos poetas. Se incluyen ensayos sobre la poeta
panameña Diana Morán y sobre la narradora costarricense Rima de
Vallbona.
Un panorama más amplio lo ofrece la antología 17 narradoras latinoamericanas (1996) que surge de una Coedición
Latinoamericana asesorada por Ramón Acevedo y auspiciada por CERLALC/UNESCO,
que se reimprime en México en 1998. Se encuentra producción cuentística
de la salvadoreña Claribel Alegría, de la guatemalteca Isabel
Garma y de la costarricense Carmen Naranjo.
Pareciera que sólo existen unos cuantos nombres: Las costarricenses Carmen
Lyra (1888-1949), Julieta Pinto (1922-), Yolanda Oreamuno (1916-1956), Carmen
Naranjo (1931-), Rima de Vallbona (1931-) y Emilia Macaya (1950-); las panameñas
Teresa López de Vallarino(¿?), Moravia Ochoa (1939-) y Diana Morán
(1932-1987); la hondureña Argentina Díaz Lozano (1912-1999); las
guatemaltecas Leonor Paz y Paz (1932-) e Isabel Garma (1940-1998); y la salvadoreña
Claribel Alegría (1924-).
Sin embargo, cuando se inicia la búsqueda, surgen numerosas autoras con
una producción de gran calidad e incluso que han innovado en cánones
de escritura no sólo en relación con la escritura de mujeres sino
en la literatura de su país. Un primer acercamiento al estado de la cuestión
de la narrativa de mujeres centroamericanas permite conocer la producción
de 116 autoras que se ubican como sigue: diecinueve narradoras hondureñas,
veintiún guatemaltecas, treinta y dos costarricenses, doce salvadoreñas,
once panameñas y veintiún nicaragüenses. No es el objetivo
de este ensayo el rescatar las aportaciones de estas autoras, pero si mostrar
algunas de las contribuciones más significativas de las narradoras centroamericanas
en la historia literaria de la región.
Se iniciará el recorrido con las observaciones que Nydia Palacios y Barbara
Dröscher realizan acerca de la producción literaria de las narradoras
centroamericanas. Ambas investigadoras, desde diferente perspectiva, ofrecen
un panorama actual de la literatura de mujeres de la región, señalando
cuales son las obras y autoras más importantes. Posteriormente se procederá
a rescatar, en lo posible, la figura de la primera narradora de cada país
para finalmente proceder a presentar un panorama sintético de la narrativa
de mujeres de cada uno, aclarando que en esta apretada síntesis no se
pretende agotar el universo de escritoras antes mencionado, sino apenas señalar
las más importantes y los posibles ejes temáticos en los que se
ubican.
LA CRITICA LITERARIA CENTROAMERICANA Y LA NARRATIVA DE
MUJERES
La crítica literaria nicaragüense Nydia Palacios Vivas analiza la
producción femenina en Centroamérica en el género de la
novela, seleccionando a las que considera las autoras y obras más representativas
de cada país, aquellas que constituyen un legado de la historia de la
literatura centroamericana y en particular de la literatura de mujeres.
La hondureña Lucila Gamero de Medina (1873-1964) es
la primera mujer centroamericana que escribe cuento (1894) y novela (1897).
Además, es una autora que, ya en 1903 con Blanca Olmedo, elige
a la mujer como sujeto de su narrativa, concediéndole un espacio para
expresar su desacuerdo con la ideología patriarcal. En Costa Rica, la
narrativa femenina se inicia con Carmen Lyra (1888-1949), sin embargo, es Yolanda
Oreamuno (1916-1956) la que transgrede las normas estéticas tradicionales.
Es la primera en este país, entre el conjunto de escritores de ambos
sexos, que rompe con la temática regionalista, sustituye los personajes
masculinos por femeninos y les ofrece un espacio para expresar sus dilemas existenciales,
penetrando en la psique de sus protagonistas. Oreamuno es la primera escritora
vanguardista de Costa Rica y representa uno de los principales antecedentes
de la vanguardia centroamericana. La novela La ruta de su evasión (1949) realiza una crítica de la dominación patriarcal y se rebela
ante la condición de la mujer como posesión del hombre: cosificada,
silenciada e invisibilizada. Oreamuno no encuentra una salida a esta situación,
solo la autodestrucción o la muerte.
Carmen Naranjo (1931-?), considera la investigadora, es la
escritora costarricense más representativa de ese país. Su novela Los perros no ladraron (1966) relata la vida de un empleado atrapado
y aplastado por la maquinaria burocrática. Naranjo escribe toda su obra
asumiendo el punto de vista masculino. Entre sus aportes se encuentra su interés
en mostrar, a través de la vida de sus personajes, el funcionamiento
de un sistema desprovisto de valores.
Julieta Pinto (1922-) es otra de las autoras costarricenses que en la narrativa
ha realizado grandes contribuciones a la historia de la literatura de su país.
Pinto empieza a publicar a finales de la década de 1960 y su producción
es constante hasta el presente.
En Guatemala destaca la presencia de las escritoras Argentina Díaz Lozano
(1912-1999), Elisa Hall de Arévalo y Malín DEchevers (seudónimo
de Amalia Cheves) cuya aportación principal radica en el hecho de haberse
incorporado al panorama de la novela guatemalteca de predominio masculino.
Rosario Aguilar (1938-), de origen nicaragüense, es la
primera escritora centroamericana que aborda la temática de la guerrilla
en la novela El guerrillero (1976). Al igual que antes lo hiciera Oreamuno,
Aguilar penetra en las mentes de sus protagonistas que son todas mujeres. A
lo largo de su obra se puede observar un proceso de concientización de
las mismas que culmina con Siete relatos sobre el amor y la guerra (1986)
en los que se encuentran heroínas combatientes que han madurado política
e ideológicamente. Este rasgo de Aguilar lo compartirán, posteriormente,
las heroínas de Gioconda Belli y de Claribel Alegría.
En La mujer habitada (1988) de Gioconda Belli (1948-),
las mujeres participan en la revolución asumiendo el liderazgo político
y formando parte de comandos militares, al igual que los hombres.
Entre los aportes de Claribel Alegría (1924-) a la
narrativa femenina de El Salvador, Palacios señala, se encuentra la problemática
planteada acerca de la condición de la mujer anulada por el marido y
los prejuicios sexistas y de clase. Esta situación no se resuelve en
la primer novela Cenizas de Izalco (publicada en 1966 en España
y en 1976 en El Salvador) sino hasta No me agarran viva (1983). La escritora
iguala la condición de la mujer y el campesino. Los considera como seres
marginados sufriendo, las primeras, el rigor del poder patriarcal; y, el último,
el poder de las fuerzas políticas represivas.
La escritora panameña Gloria Guardia (1940-) al igual
que antes lo hicieran Rosario Aguilar, Gioconda Belli y Claribel Alegría,
desarrolla la novela de tema guerrillero en su obra El último juego (1977). El protagonista es el encargado del régimen militar cuya residencia
es tomada por asalto por un comando guerrillero. A través de la mirada
de éste, el lector palpa las crisis políticas e ideológicas
de la sociedad panameña. La riqueza de la novela radica en la experimentación
con el lenguaje y la forma, que la autora realiza: multiplicidad de planos narrativos,
intercalación de un relato dentro de otro y la técnica de collage.
Finalmente, señala Palacios, todas estas escritoras,
en mayor o menor grado, rompieron las barreras que imposibilitaban la libre
expresión de la escritura femenina con plena conciencia del oficio narrativo,
contribuyendo de esta manera al desarrollo de la literatura de los seis países
centroamericanos (Palacios, 1998: 91).
Barbara Dröscher de Freien Universitat de Berlín estudia el cambio
de la literatura escrita por mujeres en América Central, a partir de
la década de 1970 hasta el presente. Encuentra que una figura literaria
femenina frecuente y central en la literatura centroamericana es una protagonista
huérfana.
Las más conocidas de estas figuras son Mariana en El
último juego (1977) de Gloria Guardia; Olga en Sobrepunto (escrita en 1976 y publicada en 1986) de Carmen Naranjo; y Sofía y Melissandra
en Sofía de los Presagios (1990) y Waslala (1996) de Gioconda
Belli.
La investigadora señala que al principio de los setenta
todavía se sentían los efectos de los proyectos democráticos
de los cincuenta que fueron interrumpidos ya sea por gobiernos autoritarios
u obstruídos por la burocracia. Estas aspiraciones democráticas
quedaron grabados en una generación de intelectuales, que los unió
a los impulsos del movimiento de 1968 de los Estados Unidos y Europa. Lo anterior
hizo posible, entre otras cosas, una revaloración de la posición
de la mujer en la sociedad. El cambio de roles de la mujer llevó a
una ruptura con el concepto tradicional de la mujer en ciertos círculos
de las clases alta y media. Los textos de estos años dejan ver que este
proceso se mostró especialmente en el rehusamiento a aceptar la alternativa,
o virgen o madre, como única opción (Dröscher, 1999:
183).
El comportamiento sexual de esas figuras literarias huérfanas es de mujeres
que insisten en el derecho a expresar su propio deseo sexual y que no respetan
las normas morales impuestas a las mujeres en la sociedad centroamericana. Ellas
contradicen las normas sexuales de continencia y de castidad antes del matrimonio,
de fidelidad conyugal y de pasividad sexual.
La capacidad para transgredir los límites parece resultado
de la pérdida de los padres, y especialmente la de la madre. De esta
manera la ruptura en la relación tradicional entre madre e hija se muestra
como una condición previa para el desarrollo de una érotica femenina
y un anhelo sexual activo y agresivo de estas mujeres (Dröscher, 1999:
187).
Otras características de estas figuras que se encuentran marcadas por
el afán de autodeterminación son: Las mujeres son de la clase
alta; se encuentran de cierta manera extrañas en su propio país
ya sea porque han sido educadas en el extranjero o por el contacto cercano con
otras culturas más desarrolladas; y como transgresoras de los límites
culturales y las fronteras nacionales ocupan una posición marginal en
la sociedad.
Ambas investigadoras, Palacios y Dröscher, ofrecen posibles categorías
a partir de las cuales poder ubicar en temáticas al numeroso conjunto
de escritoras centroamericanas.
LAS PRIMERAS NARRADORAS CENTROAMERICANAS
El objetivo de este apartado es el de proporcionar un primer acercamiento a
las autoras de narrativa, cuento y novela, de los seis países centroamericanos
con la finalidad de conocer las aportaciones que la literatura escrita por mujeres
ha tenido en la historia de la literatura. Se ordenaran según el año
en que surgió la primera mujer narradora de cada país respecto
al conjunto. La pauta la proporciona Honduras y Lucila Gamero que publica cuento
en 1894 y novela en 1897; Guatemala y Magdalena Spínola que por primera
vez publica cuento en 1915; Costa Rica y Carmen Lyra que publica su primera
novela en 1918; El Salvador y María Guadalupe Cartagena que publica novela
en 1927; Panamá y Graciela Rojas Sucre que publica cuento en 1931, y,
por último, Nicaragua y Carmen Mantilla que publica novela en 1935.
La narrativa centroamericana de mujeres se inicia con Lucila
Gamero de Medina (1873-1964), escritora hondureña a quien le corresponde
el honor adicional de publicar la primera novela de su país. Adriana
y Margarita (1897) fue financiada por su padre e impresa por la Editora
Garault de París, el único tomo que se conoce se encuentra en
la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en Washington, D.C.. La novela Angelina (1898) de Carlos F. Gutiérrez se considero por mucho
tiempo como la primera (Mejía, 1998: 211). En ese mismo año, Gamero
publica Páginas del corazón que se imprime en la Tipografía
Nacional y se envía a la Exposición de Guatemala donde obtuvo
Mención Honorífica y Medalla de Plata en el Certamen Literario.
Gamero publica un total de 7 novelas y un libro de cuentos, e incluye otros
en varias de sus novelas, además, se encuentran cuentos dispersos en
revistas de la época. Sus tres últimas novelas fueron publicadas
en México. La novela que la llevo a la fama es Blanca Olmedo (1903).
Fue reeditada varias veces: 1933, 1954, 1972, 1982 y 1990. En ésta, se
da una fuerte crítica anticlerical y toca temas tabú poco comunes
en la producción de mujeres, como el celibato. Los padres de familia
y sacerdotes, no aconsejaban la lectura de la novela por considerarla una obra
inmoral. En Aída (1948), critica a los partidos políticos
y a los militares, expone la urgente necesidad de la educación laica,
defiende la libertad del pensamiento y el derecho a opinar en cuestiones estéticas
y literarias, ataca las construcciones de femineidad y masculinidad, y expresa
el derecho de la mujer a ser independiente, dueña de su trabajo, de su
vida y de su cuerpo. En esta novela introduce el concepto de la patria potestad
ejercida por ambos conyugues, no será hasta cincuenta años después
que esto se proponga en el Código de Familia de Honduras. En su obra,
la ideología liberal y sus ideas respecto a la religiosidad afloran de
los labios de sus personajes principales que son mujeres. Las protagonistas
son jóvenes, bellas, inteligentes, cultas, buenas, valientes y casi todas
huérfanas. La obra de Lucila Gamero de Medina es doblemente transgresora:
escribe novela y los temas que trata y las ideas que expresa no se consideran
como "femeninas".
A Gamero le corresponde, asimismo, el haber realizado uno de los primeros esfuerzos
sistemáticos por elaborar un corpus cuentístico coherente (Umaña,
1999: 30). Lucila Gamero tiene a su haber por lo menos veintidós cuentos
publicados, sin contar aquellos dispersos en revistas literarias. Además
de los publicados en la colección Betina (1941) y los dos que se incluyen
en cada una de las novelas La secretaria y Amor exótico (1954), en la
publicación Cuentos completos de Lucila Gamero de Medina (1997), la compiladora
Carolina Alduvín recupera doce textos más escritos entre 1894
y 1895. Estos primeros cuentos representan una voluntad férrea tras el
objetivo de escribir y una carencia todavía de las técnicas narrativas.
En estos se da un sometimiento absoluto a la estética romántica
respecto a los temas: el amor idealizado, la muerte cuando los amores se ven
contrariados, la imposibilidad de encontrar la pareja ideal, la presencia de
personas intrigantes, y la valoración del código moral de la época.
Sin embargo, ya en esos cuentos asoma la rebeldía que caracterizará
posteriormente a sus novelas. En la colección de los seis cuentos que
integran Betina aflora ya el cuestionamiento al status de la mujer, advierte
la realidad injusta que se le impone, el sometimiento respecto al varón
y la ideología machista que prevalece. Sin embargo, los conflictos de
los personajes los resuelve en conformidad con los valores correspondientes
a la visión tradicional-romántica en la relación hombre-mujer
(Umaña, 1999: 30-37).
La guatemalteca Magdalena Spínola (1897-1991) es la primera mujer narradora
de su país. Escribe su primer cuento "Nubia" en 1915 y fue
publicado en la revista Guatemala Informativo. Estimulada por ello, envía
colaboraciones periodísticas al Diario La República, a la revista
La Esfera, y al Diario de los Altos de Quetzaltenango. Ya casada y exilada de
Guatemala por actividades políticas del marido, Magdalena inicia su peregrinar
por El Salvador, Honduras y finalmente Nicaragua. Magdalena escribirá
para diferentes periódicos y publicaciones de manera sostenida hasta
1977. A pesar de las repetidas ausencias de su país, sus colaboraciones
no dejaron de aparecer, una de éstas es el cuento "Lirios que mueren"
que se publica en 1929 por la revista Guatemala Informativa. Estas colaboraciones
son de diversa índole: cuento, poesía, ensayo de crítica
literaria y de temas diversos, artículos de opinión, culturales
y otros referidos a personajes de los diferentes ámbitos de la cultura,
con un especial interés en las mujeres. Publicó, inclusive, un
ensayo denominado "Panorama sintético de las escritoras de Honduras"
que apareció en el Diario El Imparcial de Guatemala el 5 y 6 de diciembre
de 1947.
Magdalena Spínola regreso a su país en febrero de 1931. La escritora
muere el 7 de enero de 1991, a los 94 años de una gripe que se complica
con herpes en la espalda (Aguilar, 1998:35-79).
Carmen Lyra (1888-1949) es el seudónimo de María Isabel Carbajal
y es la única mujer, entre el conjunto de poetas y narradores costarricenses,
cuyas producciones iniciales se dan en las primeras dos décadas del siglo
veinte. Una característica de estos autores y de Carmen Lyra en particular,
es su identificación con los personajes populares y femeninos. Estos
pasan a tener roles protagónicos y a expresar posiciones y puntos de
vista antagónicos al discurso y la moral oligárquicos. En su obra
se da una crítica de las relaciones socio-económicas que despojan,
oprimen y marginan a los personajes, y una búsqueda de nuevas formas
de relación humana. En relatos como "Perfume de recuerdo",
"Balada de noviembre", "Vida en las cosas", "Vidas
estériles", "Mi calle", "Humildes cántaros
rotos" y "Las Madamas Bovary", entre otros, se establece una
oposición entre la subjetividad de los personajes (forjada por los sueños,
aspiraciones e ilusiones) y la realidad objetiva que los margina y despoja destruyendo
sus vidas.
La primera obra publicada de Carmen Lyra es una novela juvenil llamada En una
silla de ruedas (1918) y Las fantasías de Juan Silvestre en el mismo
año. Cuentos de mi tía Panchita (1920) es un libro de historias
infantiles que inaugura un discurso literario en él que la voz del narrador
asume como propios los discursos populares, un nuevo tipo de diálogo
entre la voz del narrador y las voces populares.
Por otro lado, gran parte de la obra de Carmen Lyra tiene un enfoque feminista
que denuncia la discriminación sexual, social e intelectual de las mujeres.
En Bananos y hombres (1931), además de la denuncia de este tipo de discriminación,
alude a la explotación de los trabajadores bananeros a manos de las empresas
transnacionales aliadas a los gobiernos.
La influencia de Carmen Lyra en temas y lenguaje marcó el camino que
seguirían las generaciones de las décadas de 1930 y 1940 (Quesada,
2000: 25-38).
En El Salvador, la narrativa de mujeres se inicia con María Guadalupe
Cartagena que en 1927 publica dos novelas: Nobleza de alma y La perla de las
Antillas (Gallegos, 1996: 310).
Graciela Rojas Sucre (1904-), la primera narradora panameña ha dedicado
su vida a la enseñanza. Termino su licenciatura en la Escuela Normal
de Institutoras y realizo estudios de posgrado en Chile y en Estados Unidos.
En 1931 se publica en Santiago de Chile su libro de cuentos infantiles Terruñadas
de lo chico (Jaramillo, 1991: 197).
La primera novela publicada por una mujer en Nicaragua es Los piratas (1935).
Fue escrita por Carmen Mantilla de Talavera (18??-19??) quien bajo el seudónimo
de Nilla Clara Melida Ravetalla colaboraba como ensayista en diferentes revistas
en los años 30. Su hija, Carmen Talavera Mantilla (19??-196?, después
de 1967) publicó Tormenta en el Norte (1947) bajo el seudónimo
de Madame Fleure (Ramos, 2000) . La novela constituye la otra cara de la moneda
de la gesta sandinista puesto que realiza una crítica de los excesos
y abusos de los seguidores del General Sandino (Palacios, 1998: 68-69).
UN BREVE RECORRIDO POR LA ESCRITURA DE LAS NARRADORAS DE CADA PAIS
En un intento de sistematización se realizarán algunas observaciones
respecto a la escritura de cada país para después proceder a establecer
una línea de continuidad respecto a los temas y aportaciones del conjunto.
HONDURAS
Llama la atención que Honduras sea tan rico en autoras que innovaron
la escritura de su país y de la región. Es el caso de Lucila Gamero
(1873-1964), primer novelista de su país y primer mujer novelista centroamericana.
Características de su obra es que por primera vez coloca en el centro
a la mujer y demanda su derecho al acceso al conocimiento y a ser dueña
de sí y de su trabajo; asimismo, realiza una fuerte crítica a
la iglesia como institución, a la política y a la educación.
Sin ser este el objetivo, en su obra se encuentra una primera reflexión,
desde la mirada femenina, acerca de la identidad y las construcciones culturales
de femineidad y de las relaciones de género.
Los cuentos de Paca Navas de Miralda (1900-1999) son cuentos de denuncia sobre
problemas como la agresión sexual de la que frecuentemente es objeto
la mujer y el incesto.
Argentina Díaz Lozano (1912-1999) es probablemente la primera mujer narradora
que profesionaliza su actividad. Escribe novela y cuento. Los temas de sus cuentos
se refieren, entre otros, a la ruptura de los lazos conyugales y a la infidelidad
femenina. Sus protagonistas son mujeres autosuficientes, poseedoras de una mirada
colocada en dos direcciones de manera simultánea, una mirada fija en
la construcción cultural de femineidad que la tradición le demanda
y la otra libre y creativa ensayando nuevas formas de ser mujer.
Mimí Díaz Lozano (1928-) es la precursora de la literatura de
vanguardia de su país, sin embargo la crítica y la historia literaria
de su país la ha ignorado. Otra autora que al igual que Mimí Diaz
Lozano no trata la problemática femenina pero cuya riqueza radica en
el acercamiento es Rubenia Díaz de Ortega (1929-) que escribe cuentos
oníricos y de lo tenebroso.
Elvia Lya Castañeda (1932-) reescribe los cuentos de hadas; en estos
se plantean temas como la insatisfacción femenina y la búsqueda
de elementos que definan una nueva identidad y mirada alejada de la masculina.
Leticia de Oyuela (1935-) inaugura en su país relatos que fusionan la
investigación histórica y el discurso literario. En cuanto a los
temas de sus cuentos, rescatan la subjetividad de mujeres y hombres, las motivaciones
de las personas comunes y el papel protagónico de estos en la configuración
de la Honduras actual. La autora tiene como protagonistas a hombres y mujeres,
pero una característica de estas es que son mujeres rebeldes que subvierten
el contexto social objetivo de índole tradicional. En varias de esas
mujeres se encuentra la crítica ante la desigualdad femenina pero la
riqueza radica en que no se da la victimización sino que es propositiva.
En varios de los cuentos se encuentran planteamientos alternativos de masculinidad
y propuestas de formas de relación de pareja basadas en la tolerancia
y empatía.
Aída Castañeda de Sarmiento (1940-) escribe cuentos en los que
denuncia problemas sociales como el SIDA, la situación de los indocumentados
en los Estados Unidos, las condiciones de vida de los niños de la calle
y los viejos, y el narcotráfico. Respecto a la problemática femenina
escribe sobre la cosificación femenina, la violencia que se ejerce sobre
ella por parte de la pareja, y la búsqueda de la mujer por su autosuficiencia.
María Eugenia Ramos (1959-) es la primera mujer hondureña que
escribe relato corto de post-vanguardia. Entre sus temas se encuentra el cuento
de la guerra, cuentos que critican las relaciones de género, y cuentos
que rescriben los relatos infantiles. En el caso de estos últimos, al
igual que los clásicos, la mujer no logra escapar de la pasividad y de
su condición como subordinada. Una característica de su obra es
que las condiciones objetivas se imponen a sus personajes, mujeres y hombres.
En los cuentos de Rocío Tábora (1964-) y en algunos de los minicuentos
de Débora Ramos (1962-) es posible observar ya una intencionalidad y
propuesta feminista. La primera toca temas sobre sexualidad, relaciones de pareja
y sobre la insatisfacción de la mujer bajo la construcción tradicional
de femineidad. En sus cuentos no hay salida, en este sentido coincide con María
Eugenia Ramos, pero en Tábora esta situación solo se resuelve
con la muerte o el suicidio.
GUATEMALA
Los cuentos de Magdalena Spínola (1897-1991) no se han compilado y se
encuentran dispersos en periódicos y revistas; y al igual que la de Romelia
Alarcón de Folgar (1900-1970) es recuperada por el investigador Willy
O. Muñoz en una Antología de cuentistas guatemaltecas. Ambas escritoras
en lo que se refiere a la poesía transgredieron los cánones de
lo considerado como adecuado para ser recreado por una mujer.
La hondureña Argentina Díaz Lozano, radicada desde joven y muerta
en Guatemala publica su primera novela en 1935, y junto con Elisa Fernández
Hall de Arévalo y Malín DEchevers que publican en 1939 y
1946, respectivamente, rompen con el monopolio masculino que en este país
tradicionalmente se ha tenido en el género de novela.
En el grupo de la Generación Comprometida se ubica a Leonor Paz y Paz,
es la única mujer que publica cuento en los años tempranos de
la segunda mitad del siglo XX. Norma García Mainieri (1940-1998) le da
continuidad y en 1987, 1994 y 1998 escribe cuentos de diferente temática
entre los que se encuentra el tema de la guerra. García Mainieri es la
única mujer que ha impartido un taller de creación literaria para
mujeres, sin embargo no hizo escuela ya que su obra se dio al margen de los
movimientos y círculos literarios. Su interés radicaba en ser
leída por las clases populares, en su mayoría todavía analfabetas.
La obra de García Mainieri es escrita bajo el seudónimo de Isabel
Garma.
Ana María Rodas (1937-) es la escritora que representa el parteaguas
de una escritura de mujeres en Centroamérica con Poemas de la izquierda
erótica de 1973. Es hasta 1996 que publica su primer libro de cuento
en el que se encuentran relatos de diferentes temáticas, entre estas,
la expresión de la sensualidad del cuerpo femenino y la crítica
a la desigualdad erótica de la mujer, que reprime el ejercicio de su
sexualidad. Su obra propone nuevos contenidos para la identidad femenina y masculina,
negociando estas construcciones con el contexto social. Este proceso no siempre
es exitoso.
Ivonne Recinos (1953) escribe relatos que retoman los temas de la hondureña
Paca Navas de Miralda, como son la mujer golpeada por el marido (que la esposa
asesina) y el incesto; pero agrega otro que ha sido tabú, el del aprendizaje
de la sexualidad femenina entre dos mujeres.
Mildred Hernández (1966) es una cuentista que tratara, también,
temas como la violencia doméstica, la cosificación de la mujer,
la insatisfacción femenina como producto de la construcción cultural
de los géneros, y el vacío de mujeres y hombres que se encuentran
atrapados en esa construcción de roles. La única salida es la
muerte o la homosexualidad. Ha escrito, asimismo, cuento de guerra y su último
libro cae dentro de la categoría de narrativa erótica.
Respecto a la producción de novela guatemalteca cabe destacar a Irina
Darlee que ha finales del siglo XX representa la presencia femenina en la novela
con un enfoque feminista y temas centrados en la identidad femenina y las relaciones
de género.
COSTA RICA
En Costa Rica la escritura de Carmen Lyra (1888-1949) surgirá con una
fuerte identificación con los personajes populares y femeninos quienes
tendrán roles protagónicos que expresan posiciones antagónicas
al discurso y la moral de la clase privilegiada. Lyra, asimismo, denunciará
la discriminación sexual, social e intelectual de la mujer. La generación
de esta escritora y en especial Lyra será reconocida en la historia literaria
por hacer visible esa brecha entre la subjetividad de los personajes que se
expresa en sueños, aspiraciones e ilusiones, y la realidad objetiva que
los margina y despoja.
Luisa González (1899-1982), por su parte, denuncia las condiciones de
vida de la clase trabajadora urbana a través de la mirada de una mujer,
que tiene como cualidad una actitud solidaria con las otras mujeres (Rojas y
Ovares, 1995: 126).
Una importante figura de la literatura costarricense es Lilia Ramos (1905-1987)
que escribió cuatro libros de cuento, dos novelas y sus memorias, pero
que pasa a la historia por ser la fundadora de la Editorial Costa Rica, que
hasta el presente, es el principal órgano de difusión literaria
del país (Calvo, 1998:100).
Yolanda Oreamuno (1916-1956) es una figura clave de la literatura costarricense
y de mujeres, a la vez. Oreamuno es el primer escritor en Centroamérica
que incorpora tendencias de vanguardia, temas existencialistas y enfoques psicológicos
en la novela La ruta de la evasión (1949). Con ello, da un viraje de
los temas folclóricos-regionalistas; sustituye, asimismo, los personajes
masculinos por los femeninos y les brinda un espacio para expresar esa voz silenciada
por una estructura patriarcal y androcéntrica. La novela traslada la
crítica del poder de la oligarquía en la estructura social a la
del varón en el ámbito familiar. Oreamuno no plantea una solución
al dilema, el final es abierto, aunque pareciera que la única vía
para que la mujer escape de su situación es la muerte (Quesada, 2000:
62-63).
La mujer logra el derecho al voto en 1949 y la presencia de las mujeres en el
panorama literario se incrementa de una manera importante. Surgen numerosas
novelas y cuentos en los que el tema central será la reflexión
sobre la identidad femenina, de manera explícita. Una parte de la producción
de Julieta Pinto (1922-), Rima de Vallbona (1931-), Carmen Naranjo (1931-?),
y Myriam Bustos (1933-) exploraran temas de la vida familiar, la discriminación
sexista y las relaciones de género vistas desde una óptica femenina.
De Vallbona tocara, asimismo, temas tabú como lo son el incesto, el lesbianismo,
la frigidez y el autoerotismo. Carmen Naranjo es una importante figura porque,
además, su obra requiere de un lector cómplice y activo en la
interpretación del texto (Quesada, 2000: 70-74).
Otra línea narrativa que surge a finales del siglo XX es la literatura
lúdica en la que puede ubicarse parte de la narrativa de Julieta Pinto
y Myriam Bustos (Quesada, bis, 2000:8).
La década de 1980 marca el ingreso de una nueva generación de
narradoras: Linda Berrón (1951-), Ana Cristina Rossi (1952-), Dorelia
Barahona (1959-) y Tatiana Lobo (1939-). Linda Berrón profundiza en la
temática femenina y en las relaciones de género. Su compromiso
radica no solo con la mujer como individuo-lectora sino, asimismo, con la mujer
como creadora. Funda la Editorial Mujeres de Costa Rica, que ha publicado dos
antologías de narradoras. Estas incluyen a escritoras destacadas y a
otras que se encuentran en el inicio de su producción literaria.
Rossi y Barahona denuncian la marginación social y cultural de la mujer
y se unirán a las voces que, a finales de la década de los ochenta
y durante la de los noventa, harán referencia a las discusiones, acontecimientos
y luchas que marcaron las utopias juveniles de las décadas de 1960 y
1970; o bien, a la lucha revolucionaria nicaragüense, a finales de los
70 y principios de los 80. Estos relatos adquieren un formato testimonial donde
se recuerda el aprendizaje erótico, social y político de estos
jóvenes y la ruptura frente al contexto de tipo conservador. El erotismo
es el papel central y en su mayoría las protagonistas son mujeres. La
recreación de la experiencia de ellas hace de los textos un estudio de
las relaciones de género (Quesada, bis, 2000: 10). Esto sucede aún
en el caso de Magda Zavala, la única autora que no tiene como protagonista
una mujer pero que, sin embargo, su novela Desconciertos en un jardín
tropical (1999) contiene una propuesta feminista. En los cuentos de Zavala,
si se observan protagonistas femeninas, mujeres en los que se encuentra ausente
la victimización y que en el momento de elegir entre el mándato
cultural de la mujer como madre y esposa o la soledad, eligen para sí
y se lanzan a la aventura de construir alternativas identitarias. Se encuentran
en este grupo, además de las ya mencionadas, a Alicia Miranda Hevia (1952-)
y Rosibel Morera (1948-).
La novela María la noche (1985) de Rossi es una novela paradigmática
que recoge las preocupaciones ideológicas de esta generación pero
que explora, por primera vez, el tema de las relaciones homosexuales en el contexto
de intolerancia provocado por la aparición del SIDA. Esta inclusión
del SIDA como temática será continuada por la hondureña
Aída Castañeda de Sarmiento en la década de 1990 y por
la nicaragüense Rosario Aguilar en el 2001.
Tatiana Lobo (1939-), al igual que la hondureña Leticia de Oyuela, fusiona
la investigación histórica con el discurso literario. Escribe
cuento y novela histórica en la que se preocupa por realizar una revisión
crítica de la historia oficial recuperando la riqueza de la cultura indígena,
la presencia de la raza negra y su importancia en el desarrollo de Costa Rica,
y las relaciones entre los diferentes grupos sociales y étnicos en la
época colonial. Sus novelas tienen como centro a la mujer y es a través
de la mirada y sensibilidad femeninas que se recrean los acontecimientos. Ello
la coloca entre las escritoras que iluminan la construcción de la identidad
y las relaciones entre los géneros. Con esta escritora se da inicio a
la nueva novela histórica en Costa Rica.
EL SALVADOR
En este país, Yolanda Consuegra Martínez escribe sobre el problema
racial en los matrimonios entre los inmigrantes europeos o norteamericanos y
los indígenas. Análoga, además las cualidades de lo superior
y lo masculino con la cultura occidental y las de lo inferior y lo femenino
con la cultura indígena. Aunque esta no fuera su intención, no
sólo se plantea el conflicto entre las razas sino también entre
los géneros.
Matilde Elena López Fischnaler (1922-) fue integrante del Grupo de los
Seis, grupo de escritores cuya labor política no se redujo a la creación
literaria sino que incluyo la realización de conferencias y publicación
de artículos en los que se criticaba al gobierno dictatorial en 1944.
La mayoría de su obra es lírica pero ha publicado un libro de
cuentos. Es la primera mujer integrante de la Academia Salvadoreña de
la Lengua.
Claribel Alegría (1924-) es la autora más conocida de El Salvador.
Su obra refleja una profunda preocupación de la situación de la
mujer en las sociedades centroamericanas. Sus protagonistas son mujeres, y al
igual que las nicaragüenses Rosario Aguilar y Gioconda Belli, a lo largo
de su producción narrativa se puede observar el proceso a través
del cual sus heroínas van asumiendo su papel como sujetos de cambio.
Este proceso corre paralelo a una reflexión identitaria que al plantearse
el cambio como mujer, se incorpora a la lucha libertadora, ingresando con ello
a la historia de su país. La novela histórica Cenizas de Izalco
(1966) y No me agarran viva (1987), obra de testimonio, se refieren a dos distintas
épocas de la historia de El Salvador. Cubren un periodo de cincuenta
años, de 1930 a 1980, en el que papel de la mujer se transformó.
Ello se refleja en su obra.
Carmen González Huguet (1950?-) es reconocida como poeta pero su colección
de cuentos Mujeres (1997) gano el primer lugar del "II Certamen Centroamericano
de Literatura Femenina" de 1997.
Jacinta Escudos (1961-) es la figura de la narrativa contemporánea de
mujeres. Ha escrito una novela que relata la experiencia juvenil de los movimientos
y de las luchas de las masas salvadoreñas en la década de 1970,
rescatando el protagonismo de la mujer salvadoreña en estos procesos.
Asimismo, escribe cuento en el que como forma de resistencia a la construcción
hegemónica del género (que ostenta entre sus características
la relación heterosexual como la única aceptable), otras formas
de relación entre los sexos que incluyen la relación entre dos
mujeres.
Claudia Hernández (1975) escribe relatos postmodernistas que incluyen
la temática de la guerra.
PANAMA
La obra de la panameña Rosa María Britton (1936-) representa una
utopia literaria en la que se proponen construcciones alternativas identitarias
de mujer que desafian las murallas sociales y académicas en la prosecusión
de un sueño de libertad y de acceso al conocimiento que no tenga porque
dejar fuera el del amor. Britton es una de las autoras más prolíficas
de Panamá.
Isis Tejeira, al igual que Britton, rechaza la condición de la mujer
como objeto y la coloca en ese proceso en el que la mujer en su deseo de romper
con su situación de dependencia y afirmarse como ser autónomo,
frecuentemente tiene que replegarse en lo conocido como estrategia o como descanso.
Esto sucede porque en la sociedad actual, las mujeres son producto de construcciones
culturales vigentes pero ya caducas, que se encuentran en transición
hacia otras formas de ser mujer, y a otras expresiones de relación con
la pareja y con el contexto social.
Gloria Guardia (1940) es una de las principales figuras de la literatura panameña.
Ha publicado novela, cuento, testimonio, ensayo, entrevista y crítica
literaria. Su primer novela cae dentro de la temática guerrillera. En
esta denuncia la incapacidad de la oligarquía de su país para
asumir de manera plena la soberanía de su país. El narrador es
el encargado del régimen militar, y es a través de este que el
lector se entera de las consultas y negociaciones con los norteamericanos y
de la historia de amor frustrada con la protagonista Mariana. La segunda es
una novela histórica y se sitúa en Nicaragua y el conflicto con
César Augusto Sandino, su protagonista es una mujer de la clase burguesa
que participa en la lucha como informante de las decisiones que se toman en
los círculos de la élite militar. Ambas protagonistas, Esmeralda
y Mariana, presentan las características de ser huérfanas y de
pertenecer a la oligarquía. Asimismo, en las dos novelas se da un planteamiento
de alternativas identitarias femeninas y una negociación con el contexto
social.
Bessy Reyna (1942-) es una cuentista comprometida con la difusión de
la producción literaria de mujeres centroamericanas. Radica en Estados
Unidos, ha publicado varias antologías en inglés y es la editora
de la revista bilingüe El Taller Literario.
Para Consuelo Tomas (1957-) escribir significa ordenar, reinventar y proporcionar
un nuevo colorido al mundo. Su producción cae dentro de las utopías
literarias.
NICARAGUA
Nicaragua es reconocido como el país de sus poetas varones y mujeres;
y la narrativa en general ha tenido un desarrollo tardío pero no por
ello menos cualitativamente importante, muestra de ello es la producción
novelística de Rosario Aguilar y Gioconda Belli. La crítica literaria
Helena Ramos se ha dedicado a la recuperación de una historia de la literatura
de mujeres en Nicaragua que hasta mediados del año 2000, se había
concretizado en un directorio que comprendía a 110 autoras nacidas entre
1850 y 1979, 34 de éstas escriben narrativa.
Otra figura importante en el panorama literario nicaragüense es María
Teresa Sánchez (1918-1994) que escribió poesía y narrativa
pero que dedicó su vida a la promoción cultural. Sánchez
funda y dirige, en 1940, la Editorial Nuevos Horizontes, El Círculo de
Letras del mismo nombre y a partir de 1944 la Revista Nuevos Horizontes y ,
posteriormente, otra llamada Pipil. En 1944, la Editorial adquiere una imprenta
donde se publicaron numerosas obras claves de la literatura nacional, entre
ellas la primera Antología de Poesía Nicaragüense (1948)
en la que se rescato del olvido a numerosas mujeres poetas hasta entonces desconocidas.
Además es la única persona que ha obtenido el "Premio Rubén
Darío" en cuatro ocasiones por su obra en poesía y narrativa
corta (Ramos, bis, 2000: 18).
Rosario Aguilar es una de las escritoras más importantes de Nicaragua.
Aguilar retoma la corriente psicológica que inaugurara la costarricense
Yolanda Oreamuno, penetrando en la mente de sus heroínas, sobre todo
en sus primeras cuatro novelas: Primavera sonámbula (1964), Quince barrotes
de izquierda a derecha (1965), Rosa Sarmiento (1968) y Aquel mar sin fondo ni
playa (1970). Aguilar es la primera escritora centroamericana que publica narrativa
con la temática de la guerrilla. Escribe dos novelas El Guerrillero (1976)
y Siete relatos sobre el amor y la guerra (1986). En 1992, Aguilar se incorpora
a los escritores de la nueva novela histórica. En La niña blanca
y los pájaros sin pies recupera el protagonismo de mujeres indígenas,
españolas, criollas y mestizas en el proceso de conquista y en la administración
colonial. En el 2001 publica la novela La promesante que tiene como protagonista
a una jovencita infectada por el VIH.
Gioconda Belli (1948) retomará el tema de la guerrilla y el protagonismo
femenino en la lucha sandinista en La mujer habitada (1988). Sofía de
los presagios se refiere a un momento histórico posterior en el que al
ensayo de formas democráticas de gobierno corresponde una mujer de otro
tipo, libre de toda forma de subyugación, autónoma y responsable.
La novela reflexiona en las construcciones identitarias de mujer y varón
y en las relaciones de pareja, propone nuevas formas basadas en la equidad.
Sofía, la protagonista es huérfana y rica. En la búsqueda
de sus orígenes va tomando conciencia de su deseo por construir un mundo
más justo para ella y su hija. Esto coloca a la obra como una expresión
útopica literaria, al igual que su última novela Waslala: memorial
del futuro (1996) en la que de nuevo, la protagonista Melissandra es huérfana
y la búsqueda de los padres corre paralela a un proceso de toma de conciencia
personal, social y política. Melissandra encuentra ese lugar mítico
en el que un grupo de intelectuales pretendió hacer realidad sus planteamientos
utópicos acerca de una nueva forma de sociedad. Esta novela inaugura
una temática que se identifica con el feminismo ecológico. El
último libro de Belli, El país bajo mi piel. Memorias de amor
y guerra (2001) es una obra autobiográfica.
Mónica Zalaquett (1954) publica, en 1992, una novela testimonial que
tiene como fuente sus experiencias como periodista de guerra en Nicaragua.
Marisela Quintana (1958) es una escritora que utiliza la ironía como
un recurso para tematizar el desarrollo de la subjetividad femenina y como una
crítica de las relaciones estereotipadas entre los sexos.
CONCLUSION
A partir del recorrido anterior es posible observar que la escritura de mujeres
surge, en el conjunto del panorama centroamericano, en un periodo que va de
finales del siglo diecinueve hasta las primeras tres décadas del siglo
veinte. Surge comprometida con la condición de género, aún
en aquellas autoras cuya preocupación central radica en otros grupos
sociales como el campesinado o los grupos urbanos populares, algunos de los
textos expresan la condición de la mujer dentro de esos estratos. Se
puede afirmar, por tanto, que en la escritura de mujeres centroamericanas se
encuentra, en menor o mayor grado una crítica social referida a la problemática
femenina y/o la denuncia social a los problemas, de diferente índole,
que enfrenta cada país. Sin embargo, conforme se va afirmando la escritura,
las autoras rescatan el protagonismo de la mujer dentro de los diferentes procesos
históricos, políticos o sociales.
Se pueden observar cuatro grandes temas de la narrativa femenina contemporánea:
La narrativa de tema guerrillero o de la guerra, la narrativa histórica,
la narrativa que tiene como objetivo la reflexión alrededor de la identidad
femenina y/o las relaciones de género, y aquella en la que se encuentra
una propuesta acerca de nuevas formas de sociedad. Cabe aclarar que frecuentemente
la temática de la identidad cruza las fronteras de las otras, sobre todo
cuando el objetivo es rescatar el protagonismo de la mujer en los procesos históricos
o en las luchas guerrilleras; o cuando el plantear nuevas formas de sociedad
lleva implícito nuevas formas identitarias y nuevas expresiones de relación
de pareja.
En la narrativa de la guerra se encuentran dos categorías: las obras
de denuncia y las obras testimoniales. Las escritoras más importantes
de la novela de denuncia son Rosario Aguilar, Gioconda Belli, Claribel Alegría,
Gloria Guardia y Jacinta Escudos. La obra testimonial la han desarrollado Claribel
Alegría y Mónica Zalaquett, aunque esta última no coloca
el acento en la mujer. En lo que se refiere al cuento de guerra, se encuentran
las guatemaltecas Norma García Mainieri, Ana María Rodas, Mildred
Hernández y Circe Rodriguez; la hondureña María Eugenia
Ramos y la salvadoreña Claudia Hernández.
La nueva narrativa histórica es desarrollada por Rosario Aguilar, Tatiana
Lobo, Gloria Guardia y Leticia de Oyuela.
La narrativa centrada en la identidad se divide en dos tipos: aquellas que desde
una perspectiva psicológica colocan su interés en la subjetividad
femenina y las que colocan el acento en las condiciones objetivas y la influencia
que ejercen sobre la acción de la mujer. En el primer grupo se encuentra
como precursora a la costarricense Yolanda Oreamuno y La ruta de la evasión
(1949). Le sigue la nicaragüense Rosario Aguilar y su producción
novelística que va de 1964 a 1970; y Rima de Vallbona con la novela vanguardista
Noche en vela (1968). La nicaragüense Marisela Quintana ha escrito tres
libros de cuento, entre 1993 y 1999, que colocan el enfásis en el desarrollo
de la subjetividad femenina pero no desde una perspectiva psicológica
sino partiendo del contexto social patriarcal y de las construcciones estereotipadas
de los sexos. Son las escritoras costarricenses, sobre todo, las que han centrado
un interés explícito en desarrollar la influencia de las condiciones
objetivas sobre la acción de la mujer, en profundizar en esa brecha entre
subjetividad y objetividad referida al contexto social, que la mujer debe tomar
en cuenta para ejercer una acción transformadora sobre sí misma
y sobre el mundo. Un catalizador que dinamiza este proceso es la apropiación
que las mujeres realizan de su cuerpo y el erotismo como fuerza creadora. Se
encuentran en este grupo Ana Cristina Rossi, Dorelia Barahona, Alicia Miranda,
Rosibel Morera y Magda Zavala. Autoras que visibilizan la discriminación
sexista son Julieta Pinto, Rima de Vallbona, Linda Berrón y Myriam Bustos.
Asimismo se da un importante grupo de autoras que escriben narrativa de denuncia
sobre temáticas derivados de la condición de subordinación
de la mujer, o de los roles que se suponen son de preocupación femenina:
la violencia doméstica, el incesto y la violación; y la problemática
de la vejez y de los niños de la calle. Se ubican aquí Paca Navas
de Miralda, Aída Castañeda de Sarmiento, Norma García Mainieri,
Rima de Vallbona, Ivonne Recinos y Mildred Hernández.
Aída Castañeda, Ana Cristina Rossi y Rosario Aguilar escribirán
sobre el SIDA, la primera en cuento y las dos últimas en novela. Las
hondureñas Elvia Lya Castañeda y María Eugenia Ramos realizan
una reescritura de los cuentos infantiles. Asimismo, se encuentran autoras con
una visión fatalista del destino de la mujer: Yolanda Oreamuno, María
Eugenia Ramos, Rocío Tabora, Mildred Hernández y Jacinta Escudos;
asi como aquellas propositivas: las panameñas Consuelo Tomas, Rosa María
Britton e Isis Tejeira; la nicaragüense Gioconda Belli, la hondureña
Leticia de Oyuela y la costarricense Magda Zavala.
Por otra parte, es importante destacar la labor de difusión de la producción
literaria que las propias escritoras han realizado. La costarricense Lilia Ramos
y la nicaragüense Ma. Teresa Sánchez fundan y dirigen las primeras
y más importantes editoriales de sus países; y Linda Berrón
la Editorial Mujeres de Costa Rica.
Cabe aclarar que esta síntesis no agota el vasto panorama de la narrativa
centroamericana pero si muestra la pobreza de conocimiento que prevalece en
México sobre la importancia y trascendencia de la producción de
las autoras centroamericanas.
Notas
arriba
vuelve * Consuelo Meza Márquez
es socióloga con maestría en investigación y diversos estudios
de posgrado en género por parte del Programa Interdisciplinario de Estudios
de la Mujer de El Colegio de México y de la Universidad de Sussex en
Inglaterra. Actualmente cursa el Doctorado en Humanidades en el Programa Interinstitucional
de Doctorado en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma
Metropolitana-I/Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAM-I/UAA). Es
profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la UAA en el
Area Académica de Estudios Culturales desde hace 18 años. Es productora
y conductora de programas de radio universitaria sobre temáticas feministas
desde hace doce años. Ha publicado artículos y/o presentado ponencias
sobre la radio como medio de comunicación alternativo, y mujer y literatura,
así como el libro La Utopía Feminista. Quehacer Literario de
Cuatro Narradoras Mexicanas Contemporáneas.
Obras citadas
Arriba
- Aguilar Umaña, Isabel. "Un tributo póstumo a la muerte". En Volver a imaginarlas, retratos de escritoras, retratos de escritoras centroamericanas (Comp. Janet N. Gold). Editorial Guaymuras, Honduras, 1998. pp. 35-79.
- Calvo Fajardo, Yadira. "Lilia Ramos: la memoria es el espejo". En Volver
a imaginarlas, retratos de escritoras centroamericanas (Comp. Janet N.
Gold). Editorial Guaymuras, Honduras, 1998. p. 100.
- Dröscher, Barbara. "No tienen madres: deseo, traición y desaparición
en la literatura centroamericana escrita por mujeres". En Afrodita en el
Trópico: erotismo y construcción del sujeto femenino en obras
de autoras centroamericanas (Comp.Oralia Preble Niemi). Scripta Humanistica,
Catholic University of America. Maryland, USA, 1999. p.183.
- Gallegos Váldez Luis. Panorama de la literatura salvadoreña:
del periodo precolombino a 1980. UCA Editores. Universidad Centroamericana
José Simeón Caña. 1996 (Primera Edic., 1981). p. 310.
- Jaramillo Levi, Enrique. When New Flowers Bloomed: Short Stories by Women
Writers from Costa Rica and Panama. Latin American Literary Review Press.
Pittsburgh, PA, 1991. p.197.
- Mejía, Martha Luz."Lucila Gamero de Medina: primera novelista de
Honduras". En Volver a imaginarlas, retratos de escritoras centroamericanas (Comp. Janet N. Gold). Editorial Guaymuras, Honduras, 1998. p. 211.
- Palacios Vivas, Nydia. Voces femeninas en la narrativa de Rosario Aguilar.
Ediciones del Siglo/JEA. Managua, Nicaragua, 1998.
- Quesada Soto, Alvaro. Breve historia de la literatura costarricense.
Editorial Porvenir. San José, Costa Rica, 2000. pp. 25-38.
- Quesada Soto, Alvaro, bis. "Historia y narrativa en Costa Rica (1965-1999)".
Ponencia presentada en el V Congreso Centroamericano de Historia en la Mesa
de Historia y Literatura en la Universidad de El Salvador, San Salvador del
18 al 21 de julio del 2000. p. 8.
- Ramos, Helena. Directorio biográfico y bibliográfico de escritoras
nicaragüenses. Managua, Nicaragua. Abril del 2000. Resultados preliminares
de investigación en curso.
- Ramos Helena. bis. "Escritoras nicaragüenses: un festín
de marginalidad". Ponencia presentada en el V Congreso Centroamericano
de Historia en la Mesa de Historia y Género en la Universidad de El
Salvador, San Salvador, del 18 al 21 de julio del 2000. p. 18.
- Rojas, Margarita y Ovares, Flora. 100 años de literatura costarricense.
Ediciones FARBEN, San José, Costa Rica, 1995. p. 126.
- Umaña Helen. Panorama crítico del cuento hondureño
(1881-1999). Editorial Letra Negra 1999/Editorial Iberoamericana 1999.
Guatemala/Honduras, 1999. p.30.
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