Valeria Grinberg Pla1

El narrador Argüello Mora entre la literatura y la historia

IV. Congreso Centroamericano de Historia
Mesa: Historia y Literatura
Panamá, 22 al 26 de julio de 2002

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Universidad de Frankfurt, Alemania

Notas* Obras citadas

1. Introducción

El escritor Manuel Argüello Mora (1834-1902)2 participa, junto con otros intelectuales costarricenses de su época, en la construcción de un imaginario nacional.3 En sus textos, un conjunto de rasgos culturales, sociales, raciales y religiosos del "costarricense" son presentados como los elementos constitutivos de la nacionalidad, entendida ésta no como una esencia independendiente de los textos y que se reflejaría en éstos, sino como un discurso en permanente construcción (Ovares/Rojas at. al. 1993).4

La recurrencia de la temática político-histórica en su obra responde a una necesidad de reflexionar sobre sucesos políticos percibidos como definitorios del destino de la incipiente nación-Estado, a través de un relato que transforma dichos eventos en una parte del mito fundacional de la democracia liberal costarricense y que articula este mito con una determinada idea de la nación entendida como proyección de la familia. Soy de la opinión de que, más allá de ello, el interés de Argüello Mora por la historia de los acontecimientos de los que fuera actor, testigo y finalmente cronista, responde a una necesidad personal de elaborar por medio de la escritura los sucesos políticos en los que participó, ya que éstos tuvieron para él un carácter traumático. Me refiero concretamente al derrocamiento de Juan Rafael Mora en 1959, su fallido intento de volver a tomar el poder y posterior fusilamiento en 1860, hechos que Argüello Mora relata repetidas veces en distintas obras. Así, los capítulos primero al octavo de las Páginas Históricas (Costa Rica: Imprenta El Fígaro 1898) están dedicados a narrar vida y obra de Juan Rafael Mora y en particular el desembarco de Mora y Cañas en Puntarenas y sus consecuencias. Estos hechos son también tematizados en tres de sus escritos literarios, a saber: Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita (publicados en Costa Rica Pintoresca. Sus leyendas y tradiciones. Colección de novelas y cuentos, historias y paisajes. San José: Imprenta y Librería Española María de Lines 1899). Las similitudes y diferencias en el tratamiento de los mismos acontecimientos en los textos históricos por un lado y los ficcionales por el otro, serán uno de los temas de mi ponencia. Abelardo Bonilla, en el prólogo a la edición de las Obras literarias e históricas de Argüello Mora (San José: ed. Costa Rica 1963), señala que [e]l señor Argüello Mora no era propiamente un historiador. Era, sobre todo, un narrador de muy notable fantasía y de fuerte pasión, humanamente muy explicable en todo lo relativo a Don Juan Rafael Mora (14), resaltando la habilidad de Argüello Mora para contar, es decir, para proponer versiones de los hechos históricos, aunque sin la objetividad que caracteriza a la escritura de la historia. Si bien es cierto que tanto los escritos históricos como los ficcionales comparten muchos rasgos, y en especial el hecho de ser narraciones, cada tipo textual se rige por convenciones de lectura que le son propias y que influyen, a mi entender, en los motivos que inducen a un autor a elegir narrar sucesos históricos desde un tipo textual u otro. A partir de los estudios de Northrop Frye (1957) y Hayden White (1986) es habitual reflexionar sobre las consecuencias para la historiografía en tanto que ciencia, de que la narración histórica responda a los mismos parámetros formales que la narración ficcional ya que en ambos casos se trata de relatos que organizan una serie de hechos previamente seleccionados de modo tal de producir una narración coherente de los mismos. Así, y esto es lo más importante, el sentido de la historia contada se contruye en y por la escritura. En otras palabras, sea ficcional o histórica, la narración organiza y estructura los hechos de manera tal de darles un sentido. Esta carecterística formal corresponde a las narraciones históricas y ficcionales en general, y dentro de éstas últimas tanto a aquellas que narren hechos inventados, como a aquellas que ficcionalicen sucesos reales. Este es el caso de los relatos de Argüello Mora que he mencionado (Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita), puesto que se trata de ficciones en las que se narran hechos reales –en contraposición a las Páginas Históricas del mismo autor-. Sin embargo, no es lo mismo contar una versión de los hechos que debe ser verdadera que contar una versión que tiene que ser verosímil. Y aunque en el siglo XIX las fronteras entre el ensayo y la novela histórica o política no están aún firmemente establecidas y es habitual encontrar autores que cultiven ambos géneros,5 piénsese en el guatemalteco Antonio José de Irisarri o el argentino Domingo Faustino Sarmiento, considero que Argüello Mora es consciente de esta distinción ya que en sus Páginas Históricas declara: Tiempo es ya de entrar en las serenas estepas de lo cierto y lo inevitable (24) mientras que en los textos literarios decide ficcionalizar los hechos históricos que narra. Por medio de un análisis de los textos que he mencionado espero poder mostrar en qué puntos la narración histórica y la literaria coinciden en sus objetivos y cómo cada tipo textual cumple una función particular que permite vislumbrar la especificidad y complementariedad de los discursos histórico y literario, respectivamente, en la configuración del pasado histórico y del imaginario nacional.

A nivel simbólico, tanto las Páginas Históricas como Elisa Delmar, La trinchera o Margarita forman parte de los textos constitutivos del imaginario nacional respondiendo a la necesidad de la clase dominante, a la cual Argüello Mora pertenecía, de establecer las bases morales y culturales para la identidad nacional. (véase Pérez Yglesias 1984: 65).6

En el caso concreto de Argüello Mora, la escritura de la propia historia más que llenar el vacío producido por el necesario alejamiento de España como marco de referencia histórico, tiende, al tratarse de relatos del pasado reciente relativos a la vida política del país con posterioridad a la fundación de la República de Costa Rica en 1848, a individualizar a Costa Rica respecto de las otras naciones centroamericanas. Esto se ve tanto en la insistencia en diferenciar la nacionalidad de los personajes como en las alusiones a las relaciones de Costa Rica con los países vecinos (Nicaragua, Guatemala, El Salvador). A su vez, la recurrencia de los sucesos de 1859 y 1860, y en particular del enfrentamiento armado y de la ejecución de Mora y Cañas, también demuestran el esfuerzo por establecer los orígenes de Costa Rica como república democrática, a diferencia de los otros países centroamericanos. Primero voy a discutir la individualización de Costa Rica por medio de alusiones a la nacionalidad y en segundo lugar, voy a explicar la función simbólica que cumple la tematización de los enfrentamientos entre moristas y antimoristas para establecer un discurso sobre la continuidad democrática en Costa Rica. En ambos casos me voy a referir a los textos históricos y ficcionales, tratando de mostar dónde coinciden en sus estrategias y mensajes y dónde cumplen funciones diferentes. Para concluir voy a presentar mis observaciones sobre los parámetros del discurso histórico en los textos de Argüello Mora y la función que cumplen a mi entender las ficciones históricas del mismo autor.

2. Todo lo que no era costarricense de raza blanca huyó7 o la exclusión de los otros como condición necesaria para definir el uno

La individualización de Costa Rica frente a los demás países centroamericanos responde a los esfuerzos por construir un imaginario nacional costarricense diferente del de los otros países del Istmo que funcionara como sustento cultural, social e histórico de la república costarricense constituida en 1848.8 En este sentido hay que entender el parlamento que Argüello Mora le atribuye a Mora, en el que responde negativamente a la propuesta del presidente de los EEUU, de que Mora intentara –con su apoyo- ejercer la presidencia de toda Centroamérica:

Centro América en general ganaría mucho con la unión de las cinco Repúblicas; pero Costa Rica lo perdería todo, su tranquilidad, sus hábitos de orden y trabajo, y hasta su sangre, que estaría en la necesidad de derramar sofocando revoluciones y procurando un acuerdo imposible, dada la grandísima diferencia que hay entre mi país nativo y las otras cuatro agrupaciones del Centro. Diferencias de raza, de costumbres y de aspiraciones nos separan de un modo radical; hay más puntos de homogeneidad entre Colombia y Costa Rica que entre ésta y Nicaragua, la más vecina de las cuatro. Sé que para muchos mi patriotismo es estrecho y mezquino; pero mi conciencia, quizá por mi ignorancia o poca ilustración, me obliga a proceder así. (Páginas Históricas: 47)

Aunque Argüello Mora admite su desilusión frente a la negativa de Mora, ésta no se debe a que no comparte las razones argüidas por su tío y padre adoptivo, sino a que le da pena renunciar a la gloria que implicaría para él tan brillante porvenir. (ver pág. 47, más arriba)

En efecto, en sus propias apreciaciones sobre otros países centroamericanos y Costa Rica, siempre resalta el adelanto de ésta última frente a las naciones vecinas. Tal es el caso de Nicaragua y El Salvador, que se benefician de los adelantos y el progreso que obtienen de Costa Rica:

Don Juan Rafael Mora volvió al Salvador en diciembre y se dedicó a cultivar el café, industria enteramente desconocida en ese país en aquella fecha. También hizo grandes plantaciones de tabaco, mejorando el sistema de beneficio que allí encontró muy primitivo. [...] Más de seiscientas personas siguieron a los proscriptos costarricenses; así es que el motín del 14 de Agosto fue una gran fortuna para la República del Salvador, porque obligó a muchos de los nuestros a trasladar sus familias, sus capitales y sus industrias a esa hospitalaria nación. (Páginas Históricas: 30)

Aquí Argüello utiliza un vocabulario similar al de Mora para definir la relación de Costa Rica con los otros países: es de ganacia o beneficio pero no mutuo, sino para los otros. Un episodio relativo a la estancia de Mora en Nicaragua, también pone de manifiesto el atraso de esta nación respecto a Costa Rica, y cómo ésta última contribuye al progreso de la primera:

Mora [...] regaló pequeñas porciones [de hielo] a los principales vecinos de Rivas, lo que produjo un gran asombro, pues el hielo en aquella fecha era desconocido en Nicaragua. (Páginas Históricas: 41)

También respecto a la campaña contra Walker, Argüello Mora resalta que Costa Rica es el país que más sufre las consecuencias de la guerra, ejemplo de que cuando Costa Rica se relaciona con las otras naciones del Istmo, sale perdiendo: es el entonces presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, quien convoca a la lucha para preservar la autonomía de Centroamérica. En contra parte, Costa Rica debe reparar las ruinas que dos años de guerra y el cólera asiático le habían causado. (Páginas Históricas: 31) y el presidente Mora debe ocuparse de restañar las heridad nacionales procurando aliviar a las víctimas de la guerra y de la peste. (Páginas Históricas: 24). Como si esto no bastara, Argüello Mora califica de "calvario" la guerra contra Walker, junto con las revoluciones y el cólera (ver pág. 23). En una palabra, el resultado del compromiso de Costa Rica en defensa de intereses comunes centroamericanos puede llegar a ser nefasto para ésta. La construcción del extranjero como el lugar de donde proviene una influencia negativa también es observada por Ovares y Rojas (1993) en los textos de Mora Porras. A éste respecto las autoras señalan que:

Esta percepción del mal como algo externo, como una amenaza que viene de fuera, colabora en la cohesión interna del grupo y a la vez asegura la condición armónica categorizándola como propia de los costarricenses: cualquier elemento perturbador viene del extranjero, ninguno puede engendrarse internamente. (40)

Por otra parte, la individualización de Costa Rica se basa también en la presunción de que el costarricense se diferencia de los ciudadanos de otras nacionalidades por características que le son propias, tal y como se desprende de la cita que Argüello atribuye a Mora que comenté más arriba. Por eso no sorprende que en La trinchera el narrador sostenga que la educación en el exterior suele ser contraproductiva

porque se contraen en el extranjero lazos indisolubles que introducen en la familia costarricense un elemento heterogéneo y exótico que casi nunca lleva a la dicha y la tranquilidad del hogar. (163)

Esta aversión contra todo lo que sea extraño al supuesto carácter costarricense se expresa en un rechazo a los extranjeros de las nacionalidades más diversas que atraviesa tanto los textos históricos como los literarios de Argüello Mora.9 Tal vez por eso, en los relatos de éste autor, el fracaso de la expedición de Mora y Cañas recae casi exclusivamente sobre los hombros de los extranjeros. (La excepción más notable la constituye el traidor morista que delata al gobierno de Montealegre las intenciones de Mora y Cañas de desembarcar en Puntarenas. Ver págs. 54 y 175.10)

Según Argüello Mora, el hecho que más contribuyó a la derrota de la expedición morista fue la toma del río Barranca (ver pág. 56). Los responsables de este fracaso son, siempre según el relato de las Páginas Históricas, un tal Arancivia de nacionalidad chilena, quien con su comportamiento cobarde precipita la derrota y al que por consiguiente Argüello Mora llama "el maldito chileno" (58) y un francés, llamado Mr. Lefebre. Este último, al caer prisionero de una trampa que le tiende el enemigo, delata –por miedo a que lo ejecuten- a sus compañeros de lucha, informando sobre la posición de los moristas (ver pág. 61). Otro caso de un extranjero que perjudica a los moristas es el del español apellidado Tapia quien no hizo más que mandar correos secretos al gobierno, espiarnos, y darle cuenta de nuestra situación. (Páginas Históricas: 79). Argüello Mora explicita que sabiendo este hecho, decidieron no hacer nada en su contra precisamente por su condición de extranjero. (ver pág. 79 más abajo). Queda claro que la nacionalidad es de suma importancia para Argüello Mora, quien construye entre costarricenses y extranjeros un muro prácticamente infranqueable que se expresa con mayor brutalidad en las palabras con que en una carta, Juan Valera, el protagonista de La Trinchera, describe el combate a un amigo: Todo lo que no era costarricense de raza blanca huyó. (182)

Esta imagen del costarricense blanco, justo y valiente se sostiene a costa de la condena y la exclusión de los otros, que no pueden compartir con el costarricense las características que lo individualizan.11

En la novela folletinesca Misterio, cuya trama se desarrolla en San José, el narrador describe a Rakosky, un extranjero millonario y extravagente, de una manera ambigua. Por un lado, físicamente desagradable (ver pág. 214) y por el otro de una gran bondad y generosidad en sus actos. Su fealdad física y su maneras rudas y poco convencionales lo oponen a Julio Espinosa, "el león de San José", simpático, valiente, liberal: era imposible tratarlo sin amarlo y admirarlo (215-6). Así, el narrador construye un prototipo del costarricense ideal, encarnado en Julio, a quien le opone la figura exótica del extranjero. Tanto Rakosky como su criado nubio, Puk, funcionan como metáforas de la otredad, en oposición a la cual se construye la imagen ideal del mismo. Ovares y Rojas (1993) en su análisis de esta novela subrayan que Rakosky, por su condición de extranjero sin familia, no puede ser integrado en el espacio de Costa Rica y por eso debe partir, al final de la novela. (ver pág. 98)

La ficción histórica La Trinchera, que sitúa la educación de su protagonista –Julio Valera- en Inglaterra le permite al autor expresar por un lado, una idealización de Costa Rica que se justifica por la nostalgia que siente el protagonista y por el otro, articular una visión estereotipada negativa de los ingleses: En el colegio era apreciado y estimado en su verdadero valor , y el jefe lo quería, cuanto cabe querer a un inglés metalizado y con ribetes de luterano anti-papista. (164) Cuando el director del colegio recibe una carta en la que le informan que los padres de Julio han muerto y por tanto nadie puede hacerse cargo de pagarle les estudios, se niega a otorgarle una beca a su pupilo, pese a tenerle aprecio. El narrador establece una oposición entre la reacción normal de un latino católico y la de un anglosajón protestante:

... un inglés legítimo creería ofensivo a su dignidad el parar mientes en semejantes bagatelas; así fue que se limitó a ponerle una libra esterlina en la mano, entregarle su maletilla y darle su bendición luterana, encargándole mucha economía. (166)

Así reza la descripción de la despedida de Julio. A partir de ahí, el joven tico susbsiste como puede en Inglaterra hasta que la sorpresiva aparición de un comerciante costarricense lo salva de su destino. El comerciante, al enterarse de la penosa situación de su compatriota, se solidariza con éste, le paga el pasaje de regreso y lo presenta al presidente, Mora Porras, quien se hará cargo de él. El narrador insiste una vez más en la función cohesionadora de la nacionalidad: la ayuda que el inglés no es capaz de darle, pese a conocerlo personalmente y a tenerle afecto, le es otorgada por un desconocido que se reconoce en la comunidad imaginada de la nación costarricense y por eso actúa solidariamente con aquél no percibido como otro sino como uno, es decir como compatriota.

3. Las luchas por el poder en la segunda mitad del siglo XIX y los orígenes de la democracia costarricense en el discurso nacional de Argüello Mora

Los textos de Argüello Mora que son objeto de estudio en este trabajo tematizan una y otra vez la expedición de Mora en 1860 desde diversos ángulos y centrándose en distintos capítulos de la misma: los preparativos, el desembarco en Puntarenas, la construcción de la trinchera y el posterior asalto, la batalla de La Angostura, las ayudas y traiciones, la derrota, las represalias, los fusilamientos y el destierro. Se trata pues de relatos de las luchas por el poder que siguieron a la constitución de Costa Rica como república independiente, luego del fracaso de la federación centroamericana. En otras palabras, el enfretamiento entre los seguidores de Mora y Montealegre es un ejemplo de las pugnas entre grupos rivales de la burguesía que, entre 1840 y 1870, apelaron al cuartelazo para despalzar a sus competidores y dominar el Estado. La creciente complejización del país, sin embargo exigía superar un tipo de política en extremo amateur y personalista. (Molina/Palmer 1997: 54). Escribir sobre los primeros pasos de la aristocracia en sus empeños por lograr que Costa Rica se estableciera como Estado, forma parte del proceso de elaboración de los sucesos que precedieron y posibilitaron el establecimiento de las insituciones democráticas que deberían finalmente dar paso a la vida normal, a la vida de trabajo y de adelanto moral y material (90), al decir de Argüello Mora en las Páginas Históricas. Más adelante, en referencia a su contribución en la elección de Jesús Jiménez como candidato a la presidencia aceptado por ambos bandos confiesa que [su] amor propio quedaba satisfecho por haber contribuido a aquella obra que cerraba la puerta de Jano revolucionaria y nos prometía largos años de paz y de progreso. (96)

Es decir que el lema "paz y progreso" simbolizaba la idea de nación moderna a la que aspiraban todos los políticos, independientemente de que pertenecieran a un partido u otro.12

Argüello Mora, sin duda, aún tiene una concepción personalista de la política: tanto en sus escritos políticos como en los literarios, discute la aptitud de los hombres, sus calidades personales para gobernar, su entereza moral, etc. nunca un programa político. De hecho, la oposición entre los moristas y antimoristas no es de índole ideológica, según la definición del propio Argüello Mora:

los tres bandos eran más bien grupos unidos no por las ideas sino por las personas, y por eso ninguno se engalanaba con el nombre de liberal, democrático, republicano ni cosa parecida. (Páginas Históricas: 101-2)

Esto se ve claramente en las descripciones que Argüello Mora hace de los diversos protagonistas de la actividad política y militar:

Tanto la naturaleza como la educación se propusieron a porfía hacer de Cañas uno de los más simpáticos y hermosos tipos de la belleza humana; pues así en lo físico como en lo moral, el general Cañas fue un modelo de perfección en su género. (Elisa Delmar: 143)

Don Francisco Montealegre fue siempre enemigo de Mora; pero era leal y franco en sus ataques. Hombre de primer impulso y de ardientes pasiones... (Páginas Históricas: 73)

Aunque en realidad el señor Jiménez algo intervino en la administración Montealegre, su conducta fue tan justa y correcta... (Páginas Históricas: 95)

Por último, viene el presidente, y en él se encuentra la suprema civilidad y el buen tono [...] Julio y Roberto eran amigos personales y adictos al gobernante, porque lo creían justo y honrado. (Misterio: 252)

Qué simpática, qué clara y varonil me pareció su voz [...] [sobre el Gral. Blanco] Nunca olvidaré la alegría de esos jóvenes amigos míos, valientes, generosos y nobles corazones. [sobre Bonilla, Salazar y Rojas] (Páginas Históricas: 77)

En cuanto a su visión de Mora, éste constituye el gobernante ideal porque representa la figura del padre ejemplar.13 En el capítulo de las Páginas Históricas titulado "Ligero esbozo de la vida de don Juan Rafael Mora" lo describe como un comerciante de mediana fortuna (21), que para 1848 se convierte en el agricultor cafetalero más importante del país (22).14 Es decir que en su persona se encuentran tanto el "adelanto material" indispensable para el progreso del país como el hecho de que éste progreso sea producto del trabajo. Pero además, el autor nos refiere que Juan Rafael Mora había jurado hacer las veces de padre, no sólo de sus nueve hermanos, sino aún de los hijos de sus hermanos (22) y que no se cansaba de hacer sacrificios por los suyos. (23)15 Es decir que también cuenta con el "adelanto moral" necesario para asumir la responsabilidad de gobernar destinos ajenos. A la hora de referirse al gobierno de Mora Porras entre los años 1850 y 1856, Argüello Mora lo describe como una etapa tranquila y feliz (23), aludiendo con estos epítetos a la "paz y el progreso". Significativamente, Argüello Mora se refiere al gobierno de Mora en términos de administración paternal (24). Así vemos como Argüello Mora extrapola las características de padre ejemplar de Mora a nivel de su actuación en la política nacional. También Ovares y Rojas han constatado que en la segunda mitad del siglo XIX en Costa Rica

[e]n el discurso nacional se instaura una jerarquía que coincide con la patriarcal, en el sentido de que los términos de razón, orden y realidad se suponen propios al padre y se valoran positivamente por esto mismo. (1993: 6)

Como hemos visto, el protagonista de La Trinchera es un joven llamado Julio Valera que por su condición de huérfano injustamente desposeido de su fortuna es protegido por el presidente Mora, quien al enterarse de la situación penosa e injusta por la que pasa el muchacho se hace cargo de él. En esta constelación se vislumbra claramente como la función de padre protector que Mora cumplió con su familia se extiende a otros costarricenses. La anécdota le sirve a Argüello Mora para afirmar que aquél ha ejercido la función de presidente con la autoridad y la benevolencia de un buen padre.16

Pero la concepción de la política en un sentido personalista, reducida a conflictos interpersonales y en dónde las cualidades positivas o negativas de los participantes son de carácter humano, no se limitan al símbolo del padre condensado en la figura de Mora, como lo explica el mismo autor, en las Páginas Históricas: En realidad, el gobierno lo ejercían dos grandes familias y sus respectivos adherentes: la de los Montealegre y la de los Tinoco. (87)

El narrador de La Trinchera nos cuenta que José María Montealegre, el opositor político de Juan Rafeal Mora, sin embargo está casado con una hermana de éste, Ana María Mora (ver pág. 171), en donde se ve hasta qué punto el poder estaba en manos de una cuantas familias relacionadas entre sí. También Margarita Rojas ha señalado que Argüello Mora hace una defensa de los valores familiares en su obra.

Por ello, éste autor expresa los conflictos políticos en términos de relaciones personales que muchas veces responden a enemistades familiares, razón por la cual los problemas sociopolíticos se originan en la falta de respeto a la autoridad paterna. (ver Rojas 2001: 1-2). Me parece entrever que el autor va más allá de una defensa de los valores tradicionales de la familia. Al proyectar dichos valores sobre la nación, Argüello Mora nos muestra que él concibe a la nación como una familia a gran escala, en el seno de la cual Mora representa al padre ideal, símbolo del buen gobernante.

Sin embargo, en el marco de un conflicto entre grupos antagónicos pertenecientes a una misma clase social –e incluso hasta emparentada-, la burguesía cafetalera, que no se diferencia entre sí por perseguir distintos ideales,17 ¿cómo elaborar e incluso justificar la traumática experiencia de la lucha fratricida inter pares de 1860?

Nuevamente, por medio de la ficción en La Trinchera el autor logra representar la tragedia de la guerra civil18 a través de un conflcito humano y familiar, en donde otra vez se ve la superposición de la familia con la patria. El conflcito se expresa en el amor que siente el protagonista, Julio Valera, por una de las hijas de Montealegre, llamada Ester. La devoción y gratitud filial de Valera hacia Mora, como en el caso del mismo Argüello Mora, se transforma en adhesión política a su padre adoptivo, lo que le impide casarse con la hija del que firmó la orden de fusilar a Mora (190). Esta situación tiene un desenlace trágico: Valera, quien no acepta tampoco que ningún otro hombre se case con Ester Montealegre, se bate a duelo con un inglés19 que tiene intenciones de pedir la mano de la joven. Curiosamente, Julio Valera no le dispara a su oponente sino al aire, es alcanzado por las balas de su contrincante y muere. Momentos antes de morir le leen en voz alta una carta que ha redactado Ester en la que dice:

Cualquiera de esos dos señores que dé la muerte al otro por mi causa, será objeto de horror y de antipatía para mí, y la memoria del que sea víctima, encontrará cariñosa tumba en mi recuerdo y en mi corazón. (195)

De este modo, la víctima, resulta victoriosa al recibir el afecto póstumo de la mujer amada. El hecho de que Juan Valera no intente matar a su adversario y camine hacia éste, transforma el duelo en una ejecución en la cual el protagonista se sacrifica voluntariamente. Aquí se ve un paralelismo con los relatos de las ejecuciones de Mora y Cañas, quienes participan activamente en su destino de víctimas, ya que son ellos quienes dan la orden de fuego.20 Entonces este particular duelo de Juan Valera con el inglés es una variante ficcional del motivo del fusilamiento. Esta anécdota puede ser leida como metáfora del reconocimiento que el pueblo costarricense, y en particular las mujeres21, guarda para los fusilados Mora y Cañas. El traumático episodio del fusilamiento de Mora y Cañas como resultado del fracaso de la expedición de 1860 es un tema recurrente en los textos de Argüello Mora. En las tres obras de ficción que tratan el tema del desembarco de 1860 el clímax del relato es siempre la muerte: de Cañas, en Elisa Delmar, de Valera en La trinchera y de Mora en Margarita. La escritura se presenta, entonces, como una forma de elaborar un episodio traumático en particular: la ejecución de los generales Mora y Cañas, y otro de índole general, el enfrentamiento armado entre hermanos en Puntarenas.

Es sabido que las guerras tienen tanto para la memoria individual como para la colectiva un significado primordial. Escribir sobre la experiencia de la guerra no sirve sólo para eleborar el momento vivido sino también para integrarla en la propia memoria y de este modo adquirir sentido en la interpretación del destino personal y del nacional.22 La función clave de las guerras en la memoria colectiva se percibe tanto en la atención especial que éstas reciben por parte de historiadores y cronistas como por parte de novelistas, en numerosas obras de ficción, y particularmente en novelas históricas que centran su atención en períodos de guerra.23

Los tres relatos de Argüello Mora, Elisa Delmar, Margarita y La trinchera, aunque no acusen los rasgos formales de una novela son claramante un intento de inscribir en la memoria las luchas de 1860 y en ese sentido responden a la misma intención que las novelas históricas. Por eso es importante considerarlos como ficciones históricas, ya que son un ejemplo del rol social de la literatura en su intento de crear historias que den sentido a hechos traumáticos del pasado.

Además hay que tener en cuenta que, tal y como lo cuenta en el capítulo "Condenado a muerte" de las Páginas Históricas, el mismo Argüello Mora estuvo a punto de ser fusilado. La escritura es otra vez el lugar en el cual elaborar la angustia sufrida ante la inminencia de la propia muerte a la temprana edad de 22 años. Mientras que en las Páginas Históricas el autor relata con lujo de detalles su detención, encarcelamiento, condena e indulto, pasando por amenzas, maltratos e insultos, en sus textos de ficción no habla de eso sino que prefiere fabular el momento del fusilamiento de aquellos que sí fueron ejecutados y de variar este motivo en el episodio del duelo. Probablemente, escribir una y otra vez sobre esas otras muertes –paralelas a la que hubiera podido ser la suya- sea también una manera de elaborar la proximidad de la muerte propia. Así lo expresa Jorge Semprún en su novela Le mort qu’il faut (París 2001), en la cual, él vive la proximidad de su propia muerte a través de la muerte efectiva de su doble en el campo de concentración de Buchenwald.24

Pero, ¿cuál es el sentido de una lucha por el poder en la que todos por igual aspiran a una república a imagen y semejanza de Francia, moderna y progresista?25 Para un pensador como Argüello Mora, que concibe a la nación como una extensión de la familia, y en la que la familia, a su vez, se repliega sobre la idea de nación transmiténdole sus valores, Mora representa el gobernante ideal. La revolución de 1859, que destituye a Mora del poder, es entendida como una rebeldía frente al "padre de la patria", que en 1856, en la llamada Campaña Nacional, había defendido la soberanía nacional frente a los intereses anexionistas de Walker. Tanto la actuación de Mora y Cañas en esta campaña, como el perfil de Mora como padre ejemplar, hacen de éste a los ojos de Argüello Mora el gobernante legítimo de Costa Rica.26 Sólo así se justifica la posición de los moristas frente a la de sus opositores.

Al principio de este trabajo he sostenido que las luchas entre éstos constituyen la génesis de la democracia costarricense, a la cual Argüello Mora contribuye, participando en la elección de Jiménez y posterioremente ocupando cargos políticos durante diferentes gobiernos. Hay que tener en cuenta que los textos no son contemporáneos de los hechos que narran, sino que fueron publicados en 1898, los históricos, y en1899, los ficcionales, o sea mediando casi cuarenta años entre unos y otros. Para esa época, la democracia tenía una modesta tradición de elecciones periódicas en las que los partidos políticos competían constitucionalmente por el acceso al poder y que a través de la producción simbólica afirmaban la idea de Costa Rica como una república democrática.27

En este contexto es que Argüello Mora publica los textos que nos acupan y por tanto, desde su perspectiva, relata las pugnas por el poder que precedieron al establecimiento de una continuidad democrática. En este sentido, son relatos que tratan del origen de la democracia costarricense. Al mismo tiempo se trata de un hecho traumático, con un costo político y personal muy alto: la muerte de Juan Rafael Mora, construido por la prosa de Argüello Mora como el padre de la nación. A este respecto es interesante resaltar que Argüello Mora está convencido de que todo el pueblo avala la causa morista porque también percibe a Mora como una figura patriarcal y benévola:

Don Juan Rafael Mora era uno de esos hombres cuasi adorados por el pueblo, que no admitía la idea de que Don Juanito, como cariñosamente lo llamaban, pudiera equivocarse, ni mucho menos hacer el mal conscientemente. (Páginas Históricas: 64)

En donde se postula que Mora era percibido como una autoridad paternal por el pueblo costarricense, dispuesto a acepar la "natural" autoridad que éste ejercía. Así, Argüello Mora articula la idea de que el "pueblo" reconocía en Mora al gobernante legítimo, justificando la expedición de 1860:

en 1860 millares de ciudadanos costarricenses nos llamaron con el objeto de apoyar un levantamiento general [...] y encontramos a Puntarenas y Esparta en plena fiesta y celebrando la vuelta de su legítimo gobernante. (Páginas Históricas: 67)

4. Los parámetros del discurso histórico y la función de la ficción literaria

Mientras que los textos ficcionales, como hemos podido apreciar, le permiten elaborar el trauma e integrarlo a a la memoria colectiva, los textos históricos están escritos desde la perspectiva de quien fue actor y testigo de sucesos claves para la historia nacional. Por eso, el discurso histórico está construido sobre las premisas de autenticidad y veracidad. El carácter de testigo presencial de los hechos legitima el relato de las Páginas Históricas, en tanto que el hecho de haber sido partícipe de los eventos que narra le confiere autoridad moral para juzgarlos e interpretarlos. Recordemos que la publicación se produce a casi cuarenta años del desembarco en Puntarenas y que forma parte de un pasado común que Argüello Mora desea integrar a la memoria colectiva.

El texto de las Páginas Históricas es atravesado por un discurso basado en la oposición verdadero-falso, como criterio válido para juzgar la escritura de la historia.

En lo que voy a contar, ese es el velo que voy a correr, pues en este asunto, como en todos los demás relativos a nuestra historia política, las publicaciones oficiales, las gacetas y periódicos oficiosos, sólo cuentan lo que al círculo conviene que se sepa; siendo en la mayor parte de los casos todo lo contrario de la verdad; y en un país como éste, donde los que conocen esa verdad no quieren certificarla, ni aún siquiera consignarla por escrito en memorias, en cartas, o de cualquier otro modo [...] (32-3)

Además de establecer su propósito de escribir un relato verdadero, el autor critica los relatos que falsean la verdad y más adelante plantea que en base a los escritos que tergiversan los hechos por motivos políticos no pueden basarse estudios históricos (ver pág. 33 más abajo). Indirectamente está proponiendo su crónica como fuente fidedigna para ser tenida en cuenta por los historiadores. Teniendo en cuenta que el texto se autoatribuye valor de verdad, aunque más no sea en la intención28, es posible clasificar las Páginas Históricas como un texto construido según las reglas discursivas de la historiografía, en el sentido de quiere ser leído según la dicotomía verdadero-falso. La autodefinición de las Páginas Históricas de Argüello Mora corresponde a la de un relato verídico de los hechos pasado. En lo que respecta a la objetividad del raconto, ésta es definida como producto de la distancia temporal entre éste y los hechos narrados, frente al apasionamiento característico de los relatos contemporáneos a los sucesos narrados en los que se suele percibir una intención propagandística. La objetividad no es producto de un método científico, ya que el criterio de cientificidad es ajeno al texto de Argüello Mora, sino del distanciamiento que enfría las pasiones políticas y el deseo de legar a la posteridad un relato fidedigno de eventos que él considera cruciales para la historia de Costa Rica. Discursivamente, la objetividad se articula en las oposiciones pasión/veracidad y contemporaneidad/distancia histórica. La legitimación del discurso se produce por la calidad de testigo del autor: [c]onsigno lo que he visto y oído. (19)

En cambio, los ejes entorno a los cuales se organizan los relatos de ficción Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita no son ni la veracidad, ni la autenticidad. Muy por el contrario, el argumento gira alrededor de un drama personal, concretamente un conflicto amoroso, pero estrechamente vinculado con los hechos históricos, como lo afirma el narrador de Margarita:

El día de reyes se verificó la boda de Margarita, y se realizó este idilio tan intimamente ligado con el drama más sangriento de nuestra historia. (305)

En efecto, Margarita tiene tres pretendientes: Jorge, el elegido de su corazón, Patricio, probablemente el elegido por los padres de ésta y Ricardo. Para complacer a la protagonista, los tres pretendientes se alistan en un regimiento que parte a sumarse al ejército morista. Patricio muere en el combate de un balazo que recibe misteriosamente por la espalda, dejando sólo a dos de los candidatos. Finalmente se descubre que el asesino a traición de Patricio no fue otro que Ricardo, quien había intentado hacer recaer la culpa del asesinato en Jorge y así librarse de sus dos competidores. La confesión de Ricardo se produce poco antes de su muerte. De esto modo, sólo Jorge puede aspirar a la mano de Margarita. Ella acepta casarse con él porque se siente orgullosa de que él haya luchado del lado de Mora (ver pág. 303). La cita que leí anteriormente, que hace referencia a la boda de Jorge y Margarita cierra el relato.

Este hecho es crucial a la hora de decidir si se trata o no de una ficción histórica: como vimos, el destino personal de los protagonistas está intrínsecamente ligado a la lucha entre moristas y antimoristas en Puntarenas. Y esta es precisamente la característica que según Lukács (1957) define la novela histórica: el hecho de que los sucesos históricos incidan de manera fundamental en la vida de los personajes, en lugar de que el pasado histórico sirva como telón de fondo para un conflicto personal que no tenga relación ninguna con el devenir histórico.

Aunque como ya expliqué anteriormente, las ficciones históricas de Argüello no reúnan las carecterísticas genéricas de la novela, es importante resaltar tanto su carácter ficcional como su temática histórica: pues ambas características son constitutivas de estos relatos. Por medio de las tres ficciones históricas, Argüello Mora inscribe en la memoria colectiva hechos que considera fundacionales para la nación costarricense y en ese sentido, estos textos también comparten el propósito de las novelas históricas. Tanto en Margarita, como en Elisa Delmar y en La Trinchera, la imaginación literaria sirve para elaborar hechos traumáticos del pasado.

Dado que el argumento desarrolla en los tres casos el conflicto amoroso de los protagonistas imbrincado en la política nacional de una forma netamente narrativa, no me parece apropiado definir estas narraciones como crónicas, según sugieren Ovares y Rojas (ver pág. 95), más bien se trata de cuentos o novelas cortas. La forma no es clara ni corresponde a un género literario en particular; pero lo importante no es recalcar las deficiencias formales o falta de definición genérica de los relatos de Argüello Mora, sino entender que son productos de la imaginación literaria con una trama narrativa que ficcionaliza hechos históricos.

Los conflictos amorosos que constituyen el núcleo de la trama representan distintos tipos de amor. En Elisa Delmar se trata fundamentalmente del amor filial que Elisa siente por su padre, el Gral. Cañas. Aunque también se plantean el amor paternal de Cañas hacia su hija, y conyugal, de Cañas hacia su mujer, y pasional: de Cañas por todas las mujeres y de Alberto Villalta por Elisa. Por último el amor entre el narrador y Cañas es de tipo fraternal (ver pág. 155). En sentido figurado, el sentimiento de los soldados por Cañas y de éste hacia aquellos también se exprese en términos de amor filial-paternal, dado que como vimos, las relaciones políticas son planteadas como proyecciones de las relaciones familiares.

El amor filial de Elisa juega sin embargo el rol principal porque desencadena la acción del relato. En Margarita, el motor de la narración es el amor pasional entre ésta y Jorge. En ambos casos, es el amor de una mujer el que hace avanzar el relato. Otro paralelismo lo constituye el hecho de que el tema histórico sea en ambos casos un fusilamiento.

Mientras que en las Páginas Históricas, se hace referencia a las ejecuciones de Mora y Cañas pero no se las describe en detalle, las ficciones históricas narran con lujo de detalles e incluyendo diálogos la escena y el momento de los fusilamientos: el de Cañas en Elisa Delmar, el de Mora en Margarita. Finalmente, en La Trinchera Julio Valera siente tanto amor pasional por Ester Montealegre, como amor filial por Juan Rafael Mora. Ester, por su lado sólo siente reconocimiento y respeto por Julio pero no amor. El amor filial es más fuerte que el pasional: Julio no quiere casarse con Ester por amor a Mora. Y como ya he señalado, el duelo de Julio permite variar el motivo del fusilamiento y reelaborarlo.

A través de los conflictos amorosos, sean filiales o pasionales, el autor introduce a las mujeres en el relato de los sucesos de 1860, dándoles un rol protagónico que no tienen en las Páginas Históricas que responde a su convicción –ya citada- de que las mujeres costarricenses apoyaban a Mora.

Las tres ficciones históricas comparten otro rasgo más que las diferencia de las Páginas Históricas. En las ficciones, el autor pone en escena las ejecuciones, como en una obra de teatro, aunque no haya sido testigo presencial de las mismas, pero poco importa, porque se encuentra en el espacio de la imaginación literaria. Y es precisamente esta libertad que caracteriza a la literatura de ficción que le permite fabular en cada caso un intento por impedir el fusilamiento y el duelo: Elisa Delmar, temiendo lo peor, entra de incógnito a la cárcel para ayudar a escapar a su padre, éste se niega y por eso el intento fracasa. En Margarita, es otra mujer, la Lorenza, una mujer del pueblo, quien intenta salvar la vida de Mora. La Lorenza, nos cuenta el narrador, quería a todo el mundo pero por Cañas y Mora sentía una verdadera adoración. Es probable que para la Lorenza lo que más valía después de Dios era estos dos hombres tan singularmente dotados por la naturaleza. (298) El personaje de la Lorenza funciona como prototipo del pueblo en general y de las mujeres en especial, que según Argüello profesaban un amor incondicional tanto a Mora como a Cañas.

Pero el plan de la Lorenza no tiene éxito. Es también ella quien en La Trinchera y a pedido de Ester Montealegre intenta evitar el duelo, pero tampoco tiene éxito porque llega tarde. Julio, quien repite el destino de Mora y Cañas, tampoco puede salvarse.

Desgraciadamente, el plan de la Lorenza para salvar a Mora y a Julio no funciona, como tampoco funciona el de Elisa Delmar para salvar a Cañas, pero en todos los casos el narrador imagina que hubo un intento -aunque fallido- de querer evitar los ajusticiamientos que él percibe como injustos e innecesarios.

La literatura es inequívocamente el espacio en el que Argüello Mora puede fabular – e inscribir en la memoria colectiva – la existencia de algunas mujeres, quienes guiadas por el amor que sentían por Mora y Cañas hicieron todo lo posible por evitar que los fusilaran. Los autores de estudios significativos sobre la historia de la literatura y la narrativa costarricense que he consultado (Bonilla, Quesada Soto, Bogantes-Zamora) coinciden en afirmar que la primer novela de la literatura costarricense es El moto (1900) de Joaquín García Monge,29 a la vez que consideran las "novelas históricas" de Argüello Mora como obras de poco valor literario por sus problemas formales (ver también Pérez Yglesias, pág. 64). El valor que se les atribuye es el de ser "precursoras" de la novelística nacional, que se iniciaría recién con El moto. En esta decisión se trasluce la importancia atribuida al género novela, probablemente porque consideraban que éste era el más idóneo, sobre todo en su variante realista, para definir una fisonomía nacional. (ver por ej. Aguado Andreut 1978: 5) Así mismo, el tema y el lenguaje debían reflejar la supuesta idiosincrasia costarricense. Quesada Soto (2000), es consciente de las operaciones por medio de las cuales los historiadores literarios han establecido las obras clave del canon nacional al recalcar que El moto, fue considerada por algunos la primera novela nacional (17). En su Breve historia de la literatura costarricense, este autor subraya la importancia de los escritores de la generación del Olimpo, en la que no incluye a Argüello Mora, para establecer por medio de la literatura una nueva mitología oficial costarricense, con sus héroes, gestas y monumentos; con su historia, su cultura y su literatura nacionales. (15)

Como hemos podido ver en el presente trabajo, las ficciones históricas de Argüello Mora no sólo son contemporáneas de los textos a los que se refiere Quesada Soto, sino que además cumplen exactamente con la misma función, lo que hace la omisión un tanto insólita.

Por su parte, Pérez Yglesias (1984) en su ya citado artículo sobre la obra de Argüello Mora ya ha criticado que los estudiosos de la literatura costarricense han construido un canon de la narrativa nacional que se iniciaría con la aparición de la primer novela realista, dejando de lado la producción de Argüello Mora. Para esta estudiosa, la historiografía literaria costarricense ha fijado el comienzo de la literatura nacional en el realismo literario, determinando así que ésta sería una característica fundamental de la narrativa "nacional" costarricense y no teniendo en cuenta expresiones literarias que se encuadran en el romanticismo, como muchos de los textos de Argüello Mora (ver págs. 73-4). Pérez Yglesias propone reconsiderar esta decisión para incorporar la producción de Argüello Mora a la serie de la literatura nacional, dado que en los textos de dicho autor se encuentran muchos de los elementos estilísticos y temáticos que reaparecen en los textos posteriores (ver pág. 83).

Todo intento de escribir una historia literaria nacional (o regional) implica decidir con qué obra iniciar la serie y adjudicar directa o indirectamente el atributo de "fundador" a un texto en particular. Sin duda alguna, nuevas historias literarias deberán revisar los criterios y argumentos según los cuales El moto ha sido leída como la primera novela costarricense y reconsiderar qué lugar deben ocupar en el contexto de la narrativa nacional las obras de ficción de Argüello Mora. En lo que respecta a las ficciones históricas en particular, espero haber podido mostrar que éstas cumplen una función social similar a las obras de los autores la llamada generación del Olimpo: reelaborar hechos traumáticos del pasado e inscribir una idea particular de la nación en la memoria colectiva, precisamente por su carácter literario. Según esta aproximación, la literariedad de la prosa de Argüello Mora tiene más que ver con el uso que éste hace de la imaginación literaria y el poder simbólico de lo ficcional que con el cumplimiento de requisitos formales que permitan leer sus textos como expresión de un género literario ya establecido –preferentemente en Europa- como la novela histórica. Es de esperar que nuevos estudios sobre la producción literaria costarricense en particular y centroamericana en general contribuyan a esclarecer la función específica que los textos literarios desempeñaron en su momento y así repensar qué, --cuándo y por qué- se entiende por literatura.


Notas

Arriba

vuelve 1. Agradezco muy especialmente a Ligia Bolaños sin cuya invitación no me hubiera sido posible realizar la investigación que dio origen a este trabajo. Asimismo agradezco a Víctor Hugo Acuña y al personal del CIICLA, quienes me facilitaron el acceso a las fuentes bibliográficas durante mi estadía en San José en marzo del 2001.

vuelve 2. El objeto de este estudio no es ofrecer un panorama de la vida y la obra de Argüello Mora. Un estudio general sobre él mismo lo constituye el ensayo de María Pérez Yglesias Entre la tradición y la ruptura: Manuel Argüello Mora, un humanista del siglo XIX. (Revista de Filología y lingüística 10 (2), 1984: 63-87.) Otro estudio de la obra literaria de Argüello Mora se encuentra en Ovares/Rojas at. al. (1993), págs. 95-107.

vuelve 3. A este respecto Margarita Rojas señala que [l]es premiers écrivans costariciens participerent à l’effort général de leur époque, occupée à la construction d’une image nationale. Pour offrir à la conscience nationale un temps et des événemnts fondateurs, ils se sont référés à l’histoire de leur patrie. Le Costa-Rica se concevait lui-même, à ce moment-la, comme une grande famille, unie sous l’autorité paternelle. Rojas 2001: 1. Véanse también Pérez Yglesias (1984: 65) y el artículo de Alvaro Quesada Soto (1992: 102-104) sobre identidad nacional y literatura nacional en Costa Rica. Aunque dicho autor se refiera específicamente a los autores de la llamada "generación del Olimpo", sus apreciaciones sobre los intelectuales de la época son –a mi entender- válidas para explicar el rol que cumplió la obra de Argüello Mora.

vuelve 4. Ovares y Rojas explican éste concepto del modo siguiente: el proceso de surgimiento y consolidación de la nacionalidad implica siempre una elaboración textual. De este modo, se puede concluir que no existe una conciencia nacional previa e idndependiente de los textos y la retórica que la constituyen y expresan. (1993: 3).

vuelve 5. Sobre la mezcla de géneros en Costa Rica en particular véase Rojas 2001: 1 y Quesada Soto 1992: 105. Sobre la vocación política y literaria de los intelectuales latinoamericanos en general, Franco 1975: 56-7.

vuelve 6. También Ana Méndez Castillo (1992), citando a Quesada Soto, sostiene que Argüello Mora fue uno de los miembros de la oligarquía cafetalera que asumió la tarea, junto con otrso políticos e intelectuales, de generar una producción simbólica acorde con los intereses de dicho grupo. (ver págs. 26-7).

vuelve 7. La trinchera: 182.

vuelve 8. La necesidad de definir una identidad común al costarricense configura una imagen del otro –el que no es costarricense- como carentes de los valores considerados propiamente nacionales [...]. (Ovares/Rojas (1993): 7).

vuelve 9. Cabe sin embargo acotar que esta constante no tiene carácter absoluto: a lo largo del texto se encuentran algunos personajes costarricenses que son indignos o traidores (un ejemplo de ellos es Ramón Castro Araya, ver págs. 153 y 157) y en el caso de los extranjeros, también se hacer referencia a algunos que sí son valientes y justos. Las excepciones más sobresalientes son: Cañas, quien pese a ser salvadoreño es considerado como un patriota costarricense. Argüello Mora pone en boca de Cañas las siguientes palabras, que confirman sus sentimientos patrióticos para dicha nación: la escuálida Parca me mira tranquila y se burla al considerarme víctima, no de mis enemigos, sino de mi Patria adoptiva y de mis amigos. ¡No importa! [...] comenzaré a vivir en el lugar que Dios tiene destinado para los que hemos vivido según sus leyes, y haciendo cuanto bien hemos podido, a la familia, a la Patria y a la humanidad en general. (Elisa Delmar: 156) A este respecto es interesante el dato, sin duda significativo para Argüello Mora, de que Cañas estaba casado con una hermana de Mora y por lo tanto formaba parte de la "familia", probablemente también en la acepción más amplia de la patria (ver pág. 149). Otro caso es el de un inglés llamado Rogers del que se dice que vivió lleno de gloria y de años rodeado del respeto y cariño de los costarricenses. Y que "[c]ada arruga de su rostro [era] una página de heroicos sacrificios por su patria adoptiva. (Elisa Delmar: 150). Curiosamente, en las Páginas Históricas, Argüello Mora lamenta que Rogers veget[e] olvidado por la ingratitud republicana. (81) Teniendo en cuenta que el último comentario está hecho en el marco de un texto histórico mientras que el primero es la apreciación del narrador de un texto de ficción, Elisa Delmar, más que tratarse de una contradicción creo que nos encontramos frente a un típico caso de las posibilidades que ofrece la imaginación literaria para proyectar el deseo de que el pasado o la realidad se inscriba de una manera determinada en la memoria colectiva.

vuelve 10. El narrador de La Trinchera también hace recaer la responsabilidad del fracaso morista en una sola persona: Ignacio Torres, quien resulta ser un traidor.

vuelve 11. Carlos Cortés considera que la individualización de Costa Rica reposa en el mito del aislamiento y la insularidad y reflexiona sobre este feómeno del modo que sigue: Le costaricien a du mal à "s’accepter", à se voir, à se contempler dans le miroir métis ou moulatre de la "centroamericanité". Il préfère la sécurité, sans fêlures ni contrastes, de son propre miroir biaisé dans lequel il ne voit de lui-même que ce qu’il veut voir: la différence, la distance. (Cortés 2001: 2).

vuelve 12. Así lo señala también Jussi Pakkasvirta (1997): [L]os conflictos entre las diferentes élites locales o regionales reflejaron la falta de un Estado eficiente central y la lucha por la hegemonía nacional. Durante la segunda mitad del siglo [XIX], especialmente los liberales de los países del continente consideraron la idea de la nación como una forma perfecta de la comunidad política para su proyecto de luchar por la libertad de comercio, por la modernización, por el progreso y por la integración regional y comunal más eficientes. En muchos países el lema positivista orden y progreso era el dogma de los liberales que entraban con fuerza en la escena nacional. (61-2) En este sentido, el último capítulo de las Páginas Históricas (págs. 110-5), que reproduce el texto del discurso pronunciado por Argüello Mora con motivo de la inauguración de la vía mixta al Atlántico por el entonces presidente Tomás Guardia, es una articulación del lema "paz y progreso", ya que es una alabanza al progreso y a la modernización que reafirma el ideal de Francia como modelo de nación.

vuelve 13. Ver también Ovares/Rojas (1993), págs. 99-102.

vuelve 14. Sobre el café como símbolo de la nación costarricense, véase el análisis de la pintura "Café de Costa Rica" de Volker Wünderich (2000) y el ensayo de Acuña Ortega (2000). Sobre la influencia de la burguesía cafetalera en la conformación de un ideario nacional que lógicamente buscaba identificar al conjunto de la población de Costa Rica con los propios intereses, ver Quesada Soto (1992), págs. 97-9.

vuelve 15. El mismo Argüello Mora, quien queda huérfano siendo aún niño, es criado y educado bajo la tutela y protección de su tío por parte de madre, Juan Rafael Mora. (Véanse: Argüello Mora 1963: 22-3; Pérez Yglesias 1984: 66).

vuelve 16. Mora cuando se trataba de hacer el bien no se paraba ante un acto dictatorial. [...] Julio fue el objeto de uno de esos actos de benéfico absolutismo, como veremos más tarde. Por lo pronto fue incorporado a la comitiva del presidente, quien le declaró que en su casa tenía un cuarto para habitar y un lugar en su mesa. (169).

vuelve 17. Sino que por el contrario son considerados por Argüello Mora según sus cualidades morales independientemente del bando al que pertenezcan (como en el caso de Blanco, Jiménez, Montealegre).

vuelve 18. La lucha fue corta, pero terriblemente sangrienta y llena de heroicos y sublimes episodios [...]. Hermano contra hermano, de ambos lados se batían como leones [...] Yo vi y maldije sin inculpar a su autor, el hecho de un padre que dirigía la mortífera bayoneta al pecho de su hijo entre los maderos de La Trinchera. (Argüello Mora. Páginas Históricas: 68).

vuelve 19. Como en Misterio, a la figura prototipo del costarricnese ideal se le opone la figura de un extranjero. En el caso de Julio Espinosa es Rakosky, en el de Julio Valera, "un inglés", que tiene también en su juventud malas expereincias con los ingleses.

vuelve 20. Así fue como se le permitió morir como mueren los bravos y él mismo [Mora] dio las voces de mando como si se tratara de dirigir cualquier simple operación militar. (Margarita: 301) y El viejo guerrero [Cañas] con voz llena, alta y clara, dio las órdenes. (Elisa Delmar: 158).

vuelve 21. Sobre la adhesión a Mora que Argüello atribuye a las mujeres: Teníamos armas, dinero, brazos en millares y un colaborador precioso y competente, que era el bello sexo. Las mujeres todas, inclusive una mitad de las del enemigo, eran nuestras, pues las hijas de Eva siempre están del lado donde se sufre y se lucha contra la injusticia. (Páginas Históricas: 90).

vuelve 22. Ver a este respecto la introducción de Winfried Speitkamp al libro Krieg und Erinnerungen. Fallstudien zum 19. und 20. Jahrhundert (Gottinga 2000), págs. 9-13.

vuelve 23. En la literatura latinoamericana, las guerras de independencia es uno de los temas claves de la novela histórica, tanto del siglo XIX como del XX.

vuelve 24. Ce mort vivant était un jeune frère, mon double peut-être, mon Doppelgänger: un autre moi-même ou moi-même en tant qu’autre. C’ était l’alterité reconnue, l’identité existentielle perçue comme possibilité d’être autre, précisément, qui nous rendait si proches. (Semprún 2001, 43) Garscha comenta al respecto que el recurso de elaborar el trauma del propio destino por medio de una estructura dialógica-dialéctica de un narrador y su doble marca ya el primer texto de Semprún sobre Buchenwald. (En: Del cambio de nombre y de muerte: sobre Le mort qu´il faut de Jorge Semprún, en prensa).

vuelve 25. [T]odos éramos semi-liberales o semi-democráticos y republicanos en la forma. La verdad es que el pueblo sólo aspiraba a vivir en paz, bajo un gobierno que le garantizara la propiedad, la vida y la tranquilidad, y los jefes de los partidos lo que querían era mandar cada uno con exclusión del otro. (Páginas Históricas: 102).

vuelve 26. Sobre el ideario nacional de Mora Porras expresado en textos sobre la Campaña Nacional, ver el análisis de Ovares/Rojas (1993), págs. 35-7.

vuelve 27. Ver Molina y Palmer (1997), pág. 56. Sobre la creación del mito de Costa Rica como nación democrática por los políticos liberales de fines de siglo XX, y en particular a partir de los años 80, ver Pakkasvirta (1997), págs. 115-20.

vuelve 28. Argüello Mora admite que su texto pueda contener errores involuntarios en tanto y en cuanto recalca que nunca es conscientemente falso. (19-20).

vuelve 29. Curiosamente, la novela El problema, de Máximo Soto Hall, publicada en 1899, un año antes que El moto, no ha sido considerada dentro del canon nacional porque su autor era guatemalteco, pese a que la novela fue publicada en Costa Rica y el tema se refiere a dicho país.


Obras citadas
Arriba

  • Argüello Mora, Manuel (1963): Obras literarias e históricas. San José.
  • Acuña Ortega, Víctor Hugo (1993): Historia General de Centroamérica. Tomo IV. Madrid.
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  • Anderson, Benedict (1983): Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nacionalism. Londres.
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  • Bogantes-Zamora, Claudio (1990): La narrativa socialrealista en Costa Rica. 1900-1950. Aarhus.
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  • Cortés, Carlos (2001): «Insula rarissima (insularité, mythes et démocratie).» En: Nuit blanche, N° 82, primavera 2001. www.nuitblanche.com/SOMMET/costa_rica_insula.htm
  • Franco, Jean (1975): Historia de la literatura latinoamericana. Barcelona.
  • Frye, Northrop (1957): Anatomy of Criticism. Four Essays. Princeton.
  • Garscha, Karsten: Del cambio de nombre y de muerte: sobre Le mort qu´il faut de Jorge Semprún. (en prensa)
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