Valeria Grinberg Pla1
El narrador Argüello Mora
entre la literatura y la historia
IV. Congreso Centroamericano de Historia
Mesa: Historia y Literatura
Panamá, 22 al 26 de julio de 2002
DRAFT: Please do not cite without author's permission.
BORRADOR: Por favor, no citar sin el permiso del autor.
Universidad de Frankfurt, Alemania
Notas* Obras
citadas
1. Introducción
El escritor Manuel Argüello Mora (1834-1902)2 participa, junto con otros intelectuales costarricenses de su época,
en la construcción de un imaginario nacional.3 En sus textos, un conjunto de rasgos culturales, sociales, raciales y religiosos
del "costarricense" son presentados como los elementos constitutivos
de la nacionalidad, entendida ésta no como una esencia independendiente
de los textos y que se reflejaría en éstos, sino como un discurso
en permanente construcción (Ovares/Rojas at. al. 1993).4
La recurrencia de la temática político-histórica
en su obra responde a una necesidad de reflexionar sobre sucesos políticos
percibidos como definitorios del destino de la incipiente nación-Estado,
a través de un relato que transforma dichos eventos en una parte del
mito fundacional de la democracia liberal costarricense y que articula este
mito con una determinada idea de la nación entendida como proyección
de la familia. Soy de la opinión de que, más allá de ello,
el interés de Argüello Mora por la historia de los acontecimientos
de los que fuera actor, testigo y finalmente cronista, responde a una necesidad
personal de elaborar por medio de la escritura los sucesos políticos
en los que participó, ya que éstos tuvieron para él un
carácter traumático. Me refiero concretamente al derrocamiento
de Juan Rafael Mora en 1959, su fallido intento de volver a tomar el poder y
posterior fusilamiento en 1860, hechos que Argüello Mora relata repetidas
veces en distintas obras. Así, los capítulos primero al octavo
de las Páginas Históricas (Costa Rica: Imprenta El Fígaro
1898) están dedicados a narrar vida y obra de Juan Rafael Mora y en particular
el desembarco de Mora y Cañas en Puntarenas y sus consecuencias. Estos
hechos son también tematizados en tres de sus escritos literarios, a
saber: Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita (publicados en Costa
Rica Pintoresca. Sus leyendas y tradiciones. Colección de novelas y cuentos,
historias y paisajes. San José: Imprenta y Librería Española
María de Lines 1899). Las similitudes y diferencias en el tratamiento
de los mismos acontecimientos en los textos históricos por un lado y
los ficcionales por el otro, serán uno de los temas de mi ponencia. Abelardo
Bonilla, en el prólogo a la edición de las Obras literarias
e históricas de Argüello Mora (San José: ed. Costa Rica
1963), señala que [e]l señor Argüello Mora no era propiamente
un historiador. Era, sobre todo, un narrador de muy notable fantasía
y de fuerte pasión, humanamente muy explicable en todo lo relativo a
Don Juan Rafael Mora (14), resaltando la habilidad de Argüello Mora
para contar, es decir, para proponer versiones de los hechos históricos,
aunque sin la objetividad que caracteriza a la escritura de la historia. Si
bien es cierto que tanto los escritos históricos como los ficcionales
comparten muchos rasgos, y en especial el hecho de ser narraciones, cada tipo
textual se rige por convenciones de lectura que le son propias y que influyen,
a mi entender, en los motivos que inducen a un autor a elegir narrar sucesos
históricos desde un tipo textual u otro. A partir de los estudios de
Northrop Frye (1957) y Hayden White (1986) es habitual reflexionar sobre las
consecuencias para la historiografía en tanto que ciencia, de que la
narración histórica responda a los mismos parámetros formales
que la narración ficcional ya que en ambos casos se trata de relatos
que organizan una serie de hechos previamente seleccionados de modo tal de producir
una narración coherente de los mismos. Así, y esto es lo más
importante, el sentido de la historia contada se contruye en y por la escritura.
En otras palabras, sea ficcional o histórica, la narración organiza
y estructura los hechos de manera tal de darles un sentido. Esta carecterística
formal corresponde a las narraciones históricas y ficcionales en general,
y dentro de éstas últimas tanto a aquellas que narren hechos inventados,
como a aquellas que ficcionalicen sucesos reales. Este es el caso de los relatos
de Argüello Mora que he mencionado (Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita),
puesto que se trata de ficciones en las que se narran hechos reales en
contraposición a las Páginas Históricas del mismo
autor-. Sin embargo, no es lo mismo contar una versión de los hechos
que debe ser verdadera que contar una versión que tiene que ser verosímil.
Y aunque en el siglo XIX las fronteras entre el ensayo y la novela histórica
o política no están aún firmemente establecidas y es habitual
encontrar autores que cultiven ambos géneros,5 piénsese en el guatemalteco
Antonio José de Irisarri o el argentino Domingo Faustino Sarmiento, considero
que Argüello Mora es consciente de esta distinción ya que en sus Páginas Históricas declara: Tiempo es ya de entrar en
las serenas estepas de lo cierto y lo inevitable (24) mientras que en los
textos literarios decide ficcionalizar los hechos históricos que narra.
Por medio de un análisis de los textos que he mencionado espero poder
mostrar en qué puntos la narración histórica y la literaria
coinciden en sus objetivos y cómo cada tipo textual cumple una función
particular que permite vislumbrar la especificidad y complementariedad de los
discursos histórico y literario, respectivamente, en la configuración
del pasado histórico y del imaginario nacional.
A nivel simbólico, tanto las Páginas Históricas como Elisa Delmar, La trinchera o Margarita forman parte de los textos
constitutivos del imaginario nacional respondiendo a la necesidad de la clase
dominante, a la cual Argüello Mora pertenecía, de establecer las
bases morales y culturales para la identidad nacional. (véase Pérez
Yglesias 1984: 65).6
En el caso concreto de Argüello Mora, la escritura de la propia historia
más que llenar el vacío producido por el necesario alejamiento
de España como marco de referencia histórico, tiende, al tratarse
de relatos del pasado reciente relativos a la vida política del país
con posterioridad a la fundación de la República de Costa Rica
en 1848, a individualizar a Costa Rica respecto de las otras naciones centroamericanas.
Esto se ve tanto en la insistencia en diferenciar la nacionalidad de los personajes
como en las alusiones a las relaciones de Costa Rica con los países vecinos
(Nicaragua, Guatemala, El Salvador). A su vez, la recurrencia de los sucesos
de 1859 y 1860, y en particular del enfrentamiento armado y de la ejecución
de Mora y Cañas, también demuestran el esfuerzo por establecer
los orígenes de Costa Rica como república democrática,
a diferencia de los otros países centroamericanos. Primero voy a discutir
la individualización de Costa Rica por medio de alusiones a la nacionalidad
y en segundo lugar, voy a explicar la función simbólica que cumple
la tematización de los enfrentamientos entre moristas y antimoristas
para establecer un discurso sobre la continuidad democrática en Costa
Rica. En ambos casos me voy a referir a los textos históricos y ficcionales,
tratando de mostar dónde coinciden en sus estrategias y mensajes y dónde
cumplen funciones diferentes. Para concluir voy a presentar mis observaciones
sobre los parámetros del discurso histórico en los textos de Argüello
Mora y la función que cumplen a mi entender las ficciones históricas
del mismo autor.
2. Todo lo que no era costarricense de raza blanca huyó7 o la exclusión de los otros como condición necesaria para definir
el uno
La individualización de Costa Rica frente a los demás países
centroamericanos responde a los esfuerzos por construir un imaginario nacional
costarricense diferente del de los otros países del Istmo que funcionara
como sustento cultural, social e histórico de la república costarricense
constituida en 1848.8 En este sentido hay que entender el parlamento que Argüello
Mora le atribuye a Mora, en el que responde negativamente a la propuesta del
presidente de los EEUU, de que Mora intentara con su apoyo- ejercer la
presidencia de toda Centroamérica:
Centro América en general ganaría mucho con la unión
de las cinco Repúblicas; pero Costa Rica lo perdería todo, su
tranquilidad, sus hábitos de orden y trabajo, y hasta su sangre, que
estaría en la necesidad de derramar sofocando revoluciones y procurando
un acuerdo imposible, dada la grandísima diferencia que hay entre mi
país nativo y las otras cuatro agrupaciones del Centro. Diferencias
de raza, de costumbres y de aspiraciones nos separan de un modo radical; hay
más puntos de homogeneidad entre Colombia y Costa Rica que entre ésta
y Nicaragua, la más vecina de las cuatro. Sé que para muchos
mi patriotismo es estrecho y mezquino; pero mi conciencia, quizá por
mi ignorancia o poca ilustración, me obliga a proceder así.
(Páginas Históricas: 47)
Aunque Argüello Mora admite su desilusión frente
a la negativa de Mora, ésta no se debe a que no comparte las razones
argüidas por su tío y padre adoptivo, sino a que le da pena renunciar
a la gloria que implicaría para él tan brillante porvenir.
(ver pág. 47, más arriba)
En efecto, en sus propias apreciaciones sobre otros países centroamericanos
y Costa Rica, siempre resalta el adelanto de ésta última frente
a las naciones vecinas. Tal es el caso de Nicaragua y El Salvador, que se benefician
de los adelantos y el progreso que obtienen de Costa Rica:
Don Juan Rafael Mora volvió al Salvador en diciembre y se dedicó
a cultivar el café, industria enteramente desconocida en ese país
en aquella fecha. También hizo grandes plantaciones de tabaco, mejorando
el sistema de beneficio que allí encontró muy primitivo. [...]
Más de seiscientas personas siguieron a los proscriptos costarricenses;
así es que el motín del 14 de Agosto fue una gran fortuna para
la República del Salvador, porque obligó a muchos de los nuestros
a trasladar sus familias, sus capitales y sus industrias a esa hospitalaria
nación. (Páginas Históricas: 30)
Aquí Argüello utiliza un vocabulario similar al de Mora para definir
la relación de Costa Rica con los otros países: es de ganacia
o beneficio pero no mutuo, sino para los otros. Un episodio relativo a la estancia
de Mora en Nicaragua, también pone de manifiesto el atraso de esta nación
respecto a Costa Rica, y cómo ésta última contribuye al
progreso de la primera:
Mora [...] regaló pequeñas porciones [de hielo] a los principales
vecinos de Rivas, lo que produjo un gran asombro, pues el hielo en aquella
fecha era desconocido en Nicaragua. (Páginas Históricas: 41)
También respecto a la campaña contra Walker,
Argüello Mora resalta que Costa Rica es el país que más sufre
las consecuencias de la guerra, ejemplo de que cuando Costa Rica se relaciona
con las otras naciones del Istmo, sale perdiendo: es el entonces presidente
de Costa Rica, Juan Rafael Mora, quien convoca a la lucha para preservar la
autonomía de Centroamérica. En contra parte, Costa Rica debe reparar las ruinas que dos años de guerra y el cólera asiático
le habían causado. (Páginas Históricas: 31)
y el presidente Mora debe ocuparse de restañar las heridad nacionales
procurando aliviar a las víctimas de la guerra y de la peste. (Páginas
Históricas: 24). Como si esto no bastara, Argüello Mora califica
de "calvario" la guerra contra Walker, junto con las revoluciones
y el cólera (ver pág. 23). En una palabra, el resultado del compromiso
de Costa Rica en defensa de intereses comunes centroamericanos puede llegar
a ser nefasto para ésta. La construcción del extranjero como el
lugar de donde proviene una influencia negativa también es observada
por Ovares y Rojas (1993) en los textos de Mora Porras. A éste respecto
las autoras señalan que:
Esta percepción del mal como algo externo, como una amenaza que viene
de fuera, colabora en la cohesión interna del grupo y a la vez asegura
la condición armónica categorizándola como propia de
los costarricenses: cualquier elemento perturbador viene del extranjero, ninguno
puede engendrarse internamente. (40)
Por otra parte, la individualización de Costa Rica
se basa también en la presunción de que el costarricense se diferencia
de los ciudadanos de otras nacionalidades por características que le
son propias, tal y como se desprende de la cita que Argüello atribuye a
Mora que comenté más arriba. Por eso no sorprende que en La
trinchera el narrador sostenga que la educación en el exterior suele
ser contraproductiva
porque se contraen en el extranjero lazos indisolubles que introducen en
la familia costarricense un elemento heterogéneo y exótico que
casi nunca lleva a la dicha y la tranquilidad del hogar. (163)
Esta aversión contra todo lo que sea extraño al supuesto carácter
costarricense se expresa en un rechazo a los extranjeros de las nacionalidades
más diversas que atraviesa tanto los textos históricos como los
literarios de Argüello Mora.9 Tal vez por eso, en los relatos de éste
autor, el fracaso de la expedición de Mora y Cañas recae casi
exclusivamente sobre los hombros de los extranjeros. (La excepción más
notable la constituye el traidor morista que delata al gobierno de Montealegre
las intenciones de Mora y Cañas de desembarcar en Puntarenas. Ver págs.
54 y 175.10)
Según Argüello Mora, el hecho que más contribuyó
a la derrota de la expedición morista fue la toma del río Barranca
(ver pág. 56). Los responsables de este fracaso son, siempre según
el relato de las Páginas Históricas, un tal Arancivia de
nacionalidad chilena, quien con su comportamiento cobarde precipita la derrota
y al que por consiguiente Argüello Mora llama "el maldito chileno"
(58) y un francés, llamado Mr. Lefebre. Este último, al caer prisionero
de una trampa que le tiende el enemigo, delata por miedo a que lo ejecuten-
a sus compañeros de lucha, informando sobre la posición de los
moristas (ver pág. 61). Otro caso de un extranjero que perjudica a los
moristas es el del español apellidado Tapia quien no hizo más
que mandar correos secretos al gobierno, espiarnos, y darle cuenta de nuestra
situación. (Páginas Históricas: 79). Argüello
Mora explicita que sabiendo este hecho, decidieron no hacer nada en su contra
precisamente por su condición de extranjero. (ver pág. 79 más
abajo). Queda claro que la nacionalidad es de suma importancia para Argüello
Mora, quien construye entre costarricenses y extranjeros un muro prácticamente
infranqueable que se expresa con mayor brutalidad en las palabras con que en
una carta, Juan Valera, el protagonista de La Trinchera, describe el
combate a un amigo: Todo lo que no era costarricense de raza blanca huyó. (182)
Esta imagen del costarricense blanco, justo y valiente se sostiene a costa de
la condena y la exclusión de los otros, que no pueden compartir con el
costarricense las características que lo individualizan.11
En la novela folletinesca Misterio, cuya trama se desarrolla
en San José, el narrador describe a Rakosky, un extranjero millonario
y extravagente, de una manera ambigua. Por un lado, físicamente desagradable
(ver pág. 214) y por el otro de una gran bondad y generosidad en sus
actos. Su fealdad física y su maneras rudas y poco convencionales lo
oponen a Julio Espinosa, "el león de San José", simpático,
valiente, liberal: era imposible tratarlo sin amarlo y admirarlo (215-6).
Así, el narrador construye un prototipo del costarricense ideal, encarnado
en Julio, a quien le opone la figura exótica del extranjero. Tanto Rakosky
como su criado nubio, Puk, funcionan como metáforas de la otredad, en
oposición a la cual se construye la imagen ideal del mismo. Ovares y
Rojas (1993) en su análisis de esta novela subrayan que Rakosky, por
su condición de extranjero sin familia, no puede ser integrado en el
espacio de Costa Rica y por eso debe partir, al final de la novela. (ver pág.
98)
La ficción histórica La Trinchera, que
sitúa la educación de su protagonista Julio Valera- en Inglaterra
le permite al autor expresar por un lado, una idealización de Costa Rica
que se justifica por la nostalgia que siente el protagonista y por el otro,
articular una visión estereotipada negativa de los ingleses: En el
colegio era apreciado y estimado en su verdadero valor , y el jefe lo quería,
cuanto cabe querer a un inglés metalizado y con ribetes de luterano anti-papista. (164) Cuando el director del colegio recibe una carta en la que le informan
que los padres de Julio han muerto y por tanto nadie puede hacerse cargo de
pagarle les estudios, se niega a otorgarle una beca a su pupilo, pese a tenerle
aprecio. El narrador establece una oposición entre la reacción
normal de un latino católico y la de un anglosajón protestante:
... un inglés legítimo creería ofensivo a su dignidad
el parar mientes en semejantes bagatelas; así fue que se limitó
a ponerle una libra esterlina en la mano, entregarle su maletilla y darle
su bendición luterana, encargándole mucha economía. (166)
Así reza la descripción de la despedida de Julio. A partir de
ahí, el joven tico susbsiste como puede en Inglaterra hasta que la sorpresiva
aparición de un comerciante costarricense lo salva de su destino. El
comerciante, al enterarse de la penosa situación de su compatriota, se
solidariza con éste, le paga el pasaje de regreso y lo presenta al presidente,
Mora Porras, quien se hará cargo de él. El narrador insiste una
vez más en la función cohesionadora de la nacionalidad: la ayuda
que el inglés no es capaz de darle, pese a conocerlo personalmente y
a tenerle afecto, le es otorgada por un desconocido que se reconoce en la comunidad
imaginada de la nación costarricense y por eso actúa solidariamente
con aquél no percibido como otro sino como uno, es decir como compatriota.
3. Las luchas por el poder en la segunda mitad del siglo
XIX y los orígenes de la democracia costarricense en el discurso nacional
de Argüello Mora
Los textos de Argüello Mora que son objeto de estudio
en este trabajo tematizan una y otra vez la expedición de Mora en 1860
desde diversos ángulos y centrándose en distintos capítulos
de la misma: los preparativos, el desembarco en Puntarenas, la construcción
de la trinchera y el posterior asalto, la batalla de La Angostura, las ayudas
y traiciones, la derrota, las represalias, los fusilamientos y el destierro.
Se trata pues de relatos de las luchas por el poder que siguieron a la constitución
de Costa Rica como república independiente, luego del fracaso de la federación
centroamericana. En otras palabras, el enfretamiento entre los seguidores de
Mora y Montealegre es un ejemplo de las pugnas entre grupos rivales de la
burguesía que, entre 1840 y 1870, apelaron al cuartelazo para despalzar
a sus competidores y dominar el Estado. La creciente complejización del
país, sin embargo exigía superar un tipo de política en
extremo amateur y personalista. (Molina/Palmer 1997: 54). Escribir
sobre los primeros pasos de la aristocracia en sus empeños por lograr
que Costa Rica se estableciera como Estado, forma parte del proceso de elaboración
de los sucesos que precedieron y posibilitaron el establecimiento de las insituciones
democráticas que deberían finalmente dar paso a la vida normal,
a la vida de trabajo y de adelanto moral y material (90), al decir de Argüello
Mora en las Páginas Históricas. Más adelante, en
referencia a su contribución en la elección de Jesús Jiménez
como candidato a la presidencia aceptado por ambos bandos confiesa que [su] amor propio quedaba satisfecho por haber contribuido a aquella obra que cerraba
la puerta de Jano revolucionaria y nos prometía largos años de
paz y de progreso. (96)
Es decir que el lema "paz y progreso" simbolizaba la idea de nación
moderna a la que aspiraban todos los políticos, independientemente de
que pertenecieran a un partido u otro.12
Argüello Mora, sin duda, aún tiene una concepción personalista
de la política: tanto en sus escritos políticos como en los literarios,
discute la aptitud de los hombres, sus calidades personales para gobernar, su
entereza moral, etc. nunca un programa político. De hecho, la oposición
entre los moristas y antimoristas no es de índole ideológica,
según la definición del propio Argüello Mora:
los tres bandos eran más bien grupos unidos no por las ideas sino
por las personas, y por eso ninguno se engalanaba con el nombre de liberal,
democrático, republicano ni cosa parecida. (Páginas Históricas:
101-2)
Esto se ve claramente en las descripciones que Argüello Mora hace de los
diversos protagonistas de la actividad política y militar:
Tanto la naturaleza como la educación se propusieron a porfía
hacer de Cañas uno de los más simpáticos y hermosos tipos
de la belleza humana; pues así en lo físico como en lo moral,
el general Cañas fue un modelo de perfección en su género.
(Elisa Delmar: 143)
Don Francisco Montealegre fue siempre enemigo de Mora; pero
era leal y franco en sus ataques. Hombre de primer impulso y de ardientes
pasiones... (Páginas Históricas: 73)
Aunque en realidad el señor Jiménez algo intervino
en la administración Montealegre, su conducta fue tan justa y correcta...
(Páginas Históricas: 95)
Por último, viene el presidente, y en él se
encuentra la suprema civilidad y el buen tono [...] Julio y Roberto eran amigos
personales y adictos al gobernante, porque lo creían justo y honrado.
(Misterio: 252)
Qué simpática, qué clara y varonil me
pareció su voz [...] [sobre el Gral. Blanco] Nunca olvidaré
la alegría de esos jóvenes amigos míos, valientes, generosos
y nobles corazones. [sobre Bonilla, Salazar y Rojas] (Páginas Históricas:
77)
En cuanto a su visión de Mora, éste constituye
el gobernante ideal porque representa la figura del padre ejemplar.13 En el capítulo de las Páginas Históricas titulado
"Ligero esbozo de la vida de don Juan Rafael Mora" lo describe como
un comerciante de mediana fortuna (21), que para 1848 se convierte en el agricultor
cafetalero más importante del país (22).14 Es decir que en su persona se encuentran tanto el "adelanto material"
indispensable para el progreso del país como el hecho de que éste
progreso sea producto del trabajo. Pero además, el autor nos refiere
que Juan Rafael Mora había jurado hacer las veces de padre, no sólo
de sus nueve hermanos, sino aún de los hijos de sus hermanos (22) y que
no se cansaba de hacer sacrificios por los suyos. (23)15 Es decir que también cuenta con el "adelanto moral" necesario
para asumir la responsabilidad de gobernar destinos ajenos. A la hora de referirse
al gobierno de Mora Porras entre los años 1850 y 1856, Argüello
Mora lo describe como una etapa tranquila y feliz (23), aludiendo con
estos epítetos a la "paz y el progreso". Significativamente,
Argüello Mora se refiere al gobierno de Mora en términos de administración
paternal (24). Así vemos como Argüello Mora extrapola las características
de padre ejemplar de Mora a nivel de su actuación en la política
nacional. También Ovares y Rojas han constatado que en la segunda mitad
del siglo XIX en Costa Rica
[e]n el discurso nacional se instaura una jerarquía que coincide
con la patriarcal, en el sentido de que los términos de razón,
orden y realidad se suponen propios al padre y se valoran positivamente por
esto mismo. (1993: 6)
Como hemos visto, el protagonista de La Trinchera es
un joven llamado Julio Valera que por su condición de huérfano
injustamente desposeido de su fortuna es protegido por el presidente Mora, quien
al enterarse de la situación penosa e injusta por la que pasa el muchacho
se hace cargo de él. En esta constelación se vislumbra claramente
como la función de padre protector que Mora cumplió con su familia
se extiende a otros costarricenses. La anécdota le sirve a Argüello
Mora para afirmar que aquél ha ejercido la función de presidente
con la autoridad y la benevolencia de un buen padre.16
Pero la concepción de la política en un sentido
personalista, reducida a conflictos interpersonales y en dónde las cualidades
positivas o negativas de los participantes son de carácter humano, no
se limitan al símbolo del padre condensado en la figura de Mora, como
lo explica el mismo autor, en las Páginas Históricas: En realidad,
el gobierno lo ejercían dos grandes familias y sus respectivos adherentes:
la de los Montealegre y la de los Tinoco. (87)
El narrador de La Trinchera nos cuenta que José
María Montealegre, el opositor político de Juan Rafeal Mora, sin
embargo está casado con una hermana de éste, Ana María
Mora (ver pág. 171), en donde se ve hasta qué punto el poder estaba
en manos de una cuantas familias relacionadas entre sí. También
Margarita Rojas ha señalado que Argüello Mora hace una defensa de
los valores familiares en su obra.
Por ello, éste autor expresa los conflictos políticos
en términos de relaciones personales que muchas veces responden a enemistades
familiares, razón por la cual los problemas sociopolíticos se
originan en la falta de respeto a la autoridad paterna. (ver Rojas 2001: 1-2).
Me parece entrever que el autor va más allá de una defensa de
los valores tradicionales de la familia. Al proyectar dichos valores sobre la
nación, Argüello Mora nos muestra que él concibe a la nación
como una familia a gran escala, en el seno de la cual Mora representa al padre
ideal, símbolo del buen gobernante.
Sin embargo, en el marco de un conflicto entre grupos antagónicos
pertenecientes a una misma clase social e incluso hasta emparentada-,
la burguesía cafetalera, que no se diferencia entre sí por perseguir
distintos ideales,17 ¿cómo
elaborar e incluso justificar la traumática experiencia de la lucha fratricida inter pares de 1860?
Nuevamente, por medio de la ficción en La Trinchera el autor logra representar la tragedia de la guerra civil18 a través de
un conflcito humano y familiar, en donde otra vez se ve la superposición
de la familia con la patria. El conflcito se expresa en el amor que siente el
protagonista, Julio Valera, por una de las hijas de Montealegre, llamada Ester.
La devoción y gratitud filial de Valera hacia Mora, como en el caso del
mismo Argüello Mora, se transforma en adhesión política a
su padre adoptivo, lo que le impide casarse con la hija del que firmó
la orden de fusilar a Mora (190). Esta situación tiene un desenlace
trágico: Valera, quien no acepta tampoco que ningún otro hombre
se case con Ester Montealegre, se bate a duelo con un inglés19 que tiene
intenciones de pedir la mano de la joven. Curiosamente, Julio Valera no le dispara
a su oponente sino al aire, es alcanzado por las balas de su contrincante y
muere. Momentos antes de morir le leen en voz alta una carta que ha redactado
Ester en la que dice:
Cualquiera de esos dos señores que dé la muerte al otro
por mi causa, será objeto de horror y de antipatía para mí,
y la memoria del que sea víctima, encontrará cariñosa
tumba en mi recuerdo y en mi corazón. (195)
De este modo, la víctima, resulta victoriosa al recibir
el afecto póstumo de la mujer amada. El hecho de que Juan Valera no intente
matar a su adversario y camine hacia éste, transforma el duelo en una
ejecución en la cual el protagonista se sacrifica voluntariamente. Aquí
se ve un paralelismo con los relatos de las ejecuciones de Mora y Cañas,
quienes participan activamente en su destino de víctimas, ya que son
ellos quienes dan la orden de fuego.20 Entonces este particular duelo de Juan Valera con el inglés es una variante
ficcional del motivo del fusilamiento. Esta anécdota puede ser leida
como metáfora del reconocimiento que el pueblo costarricense, y en particular
las mujeres21, guarda
para los fusilados Mora y Cañas. El traumático episodio del fusilamiento
de Mora y Cañas como resultado del fracaso de la expedición de
1860 es un tema recurrente en los textos de Argüello Mora. En las tres
obras de ficción que tratan el tema del desembarco de 1860 el clímax
del relato es siempre la muerte: de Cañas, en Elisa Delmar, de
Valera en La trinchera y de Mora en Margarita. La escritura se
presenta, entonces, como una forma de elaborar un episodio traumático
en particular: la ejecución de los generales Mora y Cañas, y otro
de índole general, el enfrentamiento armado entre hermanos en Puntarenas.
Es sabido que las guerras tienen tanto para la memoria individual como para
la colectiva un significado primordial. Escribir sobre la experiencia de la
guerra no sirve sólo para eleborar el momento vivido sino también
para integrarla en la propia memoria y de este modo adquirir sentido en la interpretación
del destino personal y del nacional.22 La función clave de las guerras
en la memoria colectiva se percibe tanto en la atención especial que
éstas reciben por parte de historiadores y cronistas como por parte de
novelistas, en numerosas obras de ficción, y particularmente en novelas
históricas que centran su atención en períodos de guerra.23
Los tres relatos de Argüello Mora, Elisa Delmar, Margarita y La trinchera, aunque no acusen los rasgos formales
de una novela son claramante un intento de inscribir en la memoria las luchas
de 1860 y en ese sentido responden a la misma intención que las novelas
históricas. Por eso es importante considerarlos como ficciones históricas,
ya que son un ejemplo del rol social de la literatura en su intento de crear
historias que den sentido a hechos traumáticos del pasado.
Además hay que tener en cuenta que, tal y como lo cuenta
en el capítulo "Condenado a muerte" de las Páginas
Históricas, el mismo Argüello Mora estuvo a punto de ser fusilado.
La escritura es otra vez el lugar en el cual elaborar la angustia sufrida ante
la inminencia de la propia muerte a la temprana edad de 22 años. Mientras
que en las Páginas Históricas el autor relata con lujo de detalles
su detención, encarcelamiento, condena e indulto, pasando por amenzas,
maltratos e insultos, en sus textos de ficción no habla de eso sino que
prefiere fabular el momento del fusilamiento de aquellos que sí fueron
ejecutados y de variar este motivo en el episodio del duelo. Probablemente,
escribir una y otra vez sobre esas otras muertes paralelas a la que hubiera
podido ser la suya- sea también una manera de elaborar la proximidad
de la muerte propia. Así lo expresa Jorge Semprún en su novela Le mort quil faut (París 2001), en la cual, él vive
la proximidad de su propia muerte a través de la muerte efectiva de su
doble en el campo de concentración de Buchenwald.24
Pero, ¿cuál es el sentido de una lucha por el poder en la que
todos por igual aspiran a una república a imagen y semejanza de Francia,
moderna y progresista?25 Para un pensador como Argüello Mora, que concibe
a la nación como una extensión de la familia, y en la que la familia,
a su vez, se repliega sobre la idea de nación transmiténdole sus
valores, Mora representa el gobernante ideal. La revolución de 1859,
que destituye a Mora del poder, es entendida como una rebeldía frente
al "padre de la patria", que en 1856, en la llamada Campaña
Nacional, había defendido la soberanía nacional frente a los intereses
anexionistas de Walker. Tanto la actuación de Mora y Cañas en
esta campaña, como el perfil de Mora como padre ejemplar, hacen de éste
a los ojos de Argüello Mora el gobernante legítimo de Costa Rica.26 Sólo así se justifica la posición de los moristas frente
a la de sus opositores.
Al principio de este trabajo he sostenido que las luchas entre éstos
constituyen la génesis de la democracia costarricense, a la cual Argüello
Mora contribuye, participando en la elección de Jiménez y posterioremente
ocupando cargos políticos durante diferentes gobiernos. Hay que tener
en cuenta que los textos no son contemporáneos de los hechos que narran,
sino que fueron publicados en 1898, los históricos, y en1899, los ficcionales,
o sea mediando casi cuarenta años entre unos y otros. Para esa época,
la democracia tenía una modesta tradición de elecciones periódicas
en las que los partidos políticos competían constitucionalmente
por el acceso al poder y que a través de la producción simbólica
afirmaban la idea de Costa Rica como una república democrática.27
En este contexto es que Argüello Mora publica los textos que nos acupan
y por tanto, desde su perspectiva, relata las pugnas por el poder que precedieron
al establecimiento de una continuidad democrática. En este sentido, son
relatos que tratan del origen de la democracia costarricense. Al mismo tiempo
se trata de un hecho traumático, con un costo político y personal
muy alto: la muerte de Juan Rafael Mora, construido por la prosa de Argüello
Mora como el padre de la nación. A este respecto es interesante resaltar
que Argüello Mora está convencido de que todo el pueblo avala la
causa morista porque también percibe a Mora como una figura patriarcal
y benévola:
Don Juan Rafael Mora era uno de esos hombres cuasi adorados por el pueblo,
que no admitía la idea de que Don Juanito, como cariñosamente
lo llamaban, pudiera equivocarse, ni mucho menos hacer el mal conscientemente.
(Páginas Históricas: 64)
En donde se postula que Mora era percibido como una autoridad paternal por
el pueblo costarricense, dispuesto a acepar la "natural" autoridad
que éste ejercía. Así, Argüello Mora articula la
idea de que el "pueblo" reconocía en Mora al gobernante legítimo,
justificando la expedición de 1860:
en 1860 millares de ciudadanos costarricenses nos llamaron con el objeto
de apoyar un levantamiento general [...] y encontramos a Puntarenas y Esparta
en plena fiesta y celebrando la vuelta de su legítimo gobernante. (Páginas
Históricas: 67)
4. Los parámetros del discurso histórico
y la función de la ficción literaria
Mientras que los textos ficcionales, como hemos podido apreciar,
le permiten elaborar el trauma e integrarlo a a la memoria colectiva, los textos
históricos están escritos desde la perspectiva de quien fue actor
y testigo de sucesos claves para la historia nacional. Por eso, el discurso
histórico está construido sobre las premisas de autenticidad y
veracidad. El carácter de testigo presencial de los hechos legitima el
relato de las Páginas Históricas, en tanto que el hecho
de haber sido partícipe de los eventos que narra le confiere autoridad
moral para juzgarlos e interpretarlos. Recordemos que la publicación
se produce a casi cuarenta años del desembarco en Puntarenas y que forma
parte de un pasado común que Argüello Mora desea integrar a la memoria
colectiva.
El texto de las Páginas Históricas es
atravesado por un discurso basado en la oposición verdadero-falso, como
criterio válido para juzgar la escritura de la historia.
En lo que voy a contar, ese es el velo que voy a correr, pues en este asunto,
como en todos los demás relativos a nuestra historia política,
las publicaciones oficiales, las gacetas y periódicos oficiosos, sólo
cuentan lo que al círculo conviene que se sepa; siendo en la mayor
parte de los casos todo lo contrario de la verdad; y en un país como
éste, donde los que conocen esa verdad no quieren certificarla, ni
aún siquiera consignarla por escrito en memorias, en cartas, o de cualquier
otro modo [...] (32-3)
Además de establecer su propósito de escribir
un relato verdadero, el autor critica los relatos que falsean la verdad y más
adelante plantea que en base a los escritos que tergiversan los hechos por motivos
políticos no pueden basarse estudios históricos (ver pág.
33 más abajo). Indirectamente está proponiendo su crónica
como fuente fidedigna para ser tenida en cuenta por los historiadores. Teniendo
en cuenta que el texto se autoatribuye valor de verdad, aunque más no
sea en la intención28,
es posible clasificar las Páginas Históricas como un texto
construido según las reglas discursivas de la historiografía,
en el sentido de quiere ser leído según la dicotomía verdadero-falso.
La autodefinición de las Páginas Históricas de Argüello
Mora corresponde a la de un relato verídico de los hechos pasado. En
lo que respecta a la objetividad del raconto, ésta es definida como producto
de la distancia temporal entre éste y los hechos narrados, frente al
apasionamiento característico de los relatos contemporáneos a
los sucesos narrados en los que se suele percibir una intención propagandística.
La objetividad no es producto de un método científico, ya que
el criterio de cientificidad es ajeno al texto de Argüello Mora, sino del
distanciamiento que enfría las pasiones políticas y el deseo de
legar a la posteridad un relato fidedigno de eventos que él considera
cruciales para la historia de Costa Rica. Discursivamente, la objetividad se
articula en las oposiciones pasión/veracidad y contemporaneidad/distancia
histórica. La legitimación del discurso se produce por la calidad
de testigo del autor: [c]onsigno lo que he visto y oído. (19)
En cambio, los ejes entorno a los cuales se organizan los
relatos de ficción Elisa Delmar, La Trinchera y Margarita no son ni la veracidad, ni la autenticidad. Muy por el contrario, el argumento
gira alrededor de un drama personal, concretamente un conflicto amoroso, pero
estrechamente vinculado con los hechos históricos, como lo afirma el
narrador de Margarita:
El día de reyes se verificó la boda de Margarita, y se realizó
este idilio tan intimamente ligado con el drama más sangriento de nuestra
historia. (305)
En efecto, Margarita tiene tres pretendientes: Jorge, el elegido de su corazón,
Patricio, probablemente el elegido por los padres de ésta y Ricardo.
Para complacer a la protagonista, los tres pretendientes se alistan en un regimiento
que parte a sumarse al ejército morista. Patricio muere en el combate
de un balazo que recibe misteriosamente por la espalda, dejando sólo
a dos de los candidatos. Finalmente se descubre que el asesino a traición
de Patricio no fue otro que Ricardo, quien había intentado hacer recaer
la culpa del asesinato en Jorge y así librarse de sus dos competidores.
La confesión de Ricardo se produce poco antes de su muerte. De esto modo,
sólo Jorge puede aspirar a la mano de Margarita. Ella acepta casarse
con él porque se siente orgullosa de que él haya luchado del lado
de Mora (ver pág. 303). La cita que leí anteriormente, que hace
referencia a la boda de Jorge y Margarita cierra el relato.
Este hecho es crucial a la hora de decidir si se trata o no de una ficción
histórica: como vimos, el destino personal de los protagonistas está
intrínsecamente ligado a la lucha entre moristas y antimoristas en Puntarenas.
Y esta es precisamente la característica que según Lukács
(1957) define la novela histórica: el hecho de que los sucesos históricos
incidan de manera fundamental en la vida de los personajes, en lugar de que
el pasado histórico sirva como telón de fondo para un conflicto
personal que no tenga relación ninguna con el devenir histórico.
Aunque como ya expliqué anteriormente, las ficciones
históricas de Argüello no reúnan las carecterísticas
genéricas de la novela, es importante resaltar tanto su carácter
ficcional como su temática histórica: pues ambas características
son constitutivas de estos relatos. Por medio de las tres ficciones históricas,
Argüello Mora inscribe en la memoria colectiva hechos que considera fundacionales
para la nación costarricense y en ese sentido, estos textos también
comparten el propósito de las novelas históricas. Tanto en Margarita,
como en Elisa Delmar y en La Trinchera, la imaginación
literaria sirve para elaborar hechos traumáticos del pasado.
Dado que el argumento desarrolla en los tres casos el conflicto amoroso de los
protagonistas imbrincado en la política nacional de una forma netamente
narrativa, no me parece apropiado definir estas narraciones como crónicas,
según sugieren Ovares y Rojas (ver pág. 95), más bien se
trata de cuentos o novelas cortas. La forma no es clara ni corresponde a un
género literario en particular; pero lo importante no es recalcar las
deficiencias formales o falta de definición genérica de los relatos
de Argüello Mora, sino entender que son productos de la imaginación
literaria con una trama narrativa que ficcionaliza hechos históricos.
Los conflictos amorosos que constituyen el núcleo de
la trama representan distintos tipos de amor. En Elisa Delmar se trata
fundamentalmente del amor filial que Elisa siente por su padre, el Gral. Cañas.
Aunque también se plantean el amor paternal de Cañas hacia su
hija, y conyugal, de Cañas hacia su mujer, y pasional: de Cañas
por todas las mujeres y de Alberto Villalta por Elisa. Por último el
amor entre el narrador y Cañas es de tipo fraternal (ver pág.
155). En sentido figurado, el sentimiento de los soldados por Cañas y
de éste hacia aquellos también se exprese en términos de
amor filial-paternal, dado que como vimos, las relaciones políticas son
planteadas como proyecciones de las relaciones familiares.
El amor filial de Elisa juega sin embargo el rol principal
porque desencadena la acción del relato. En Margarita, el motor
de la narración es el amor pasional entre ésta y Jorge. En ambos
casos, es el amor de una mujer el que hace avanzar el relato. Otro paralelismo
lo constituye el hecho de que el tema histórico sea en ambos casos un
fusilamiento.
Mientras que en las Páginas Históricas,
se hace referencia a las ejecuciones de Mora y Cañas pero no se las describe
en detalle, las ficciones históricas narran con lujo de detalles e incluyendo
diálogos la escena y el momento de los fusilamientos: el de Cañas
en Elisa Delmar, el de Mora en Margarita. Finalmente, en La
Trinchera Julio Valera siente tanto amor pasional por Ester Montealegre,
como amor filial por Juan Rafael Mora. Ester, por su lado sólo siente
reconocimiento y respeto por Julio pero no amor. El amor filial es más
fuerte que el pasional: Julio no quiere casarse con Ester por amor a Mora. Y
como ya he señalado, el duelo de Julio permite variar el motivo del fusilamiento
y reelaborarlo.
A través de los conflictos amorosos, sean filiales
o pasionales, el autor introduce a las mujeres en el relato de los sucesos de
1860, dándoles un rol protagónico que no tienen en las Páginas
Históricas que responde a su convicción ya citada- de
que las mujeres costarricenses apoyaban a Mora.
Las tres ficciones históricas comparten otro rasgo
más que las diferencia de las Páginas Históricas.
En las ficciones, el autor pone en escena las ejecuciones, como en una obra
de teatro, aunque no haya sido testigo presencial de las mismas, pero poco importa,
porque se encuentra en el espacio de la imaginación literaria. Y es precisamente
esta libertad que caracteriza a la literatura de ficción que le permite
fabular en cada caso un intento por impedir el fusilamiento y el duelo: Elisa
Delmar, temiendo lo peor, entra de incógnito a la cárcel para
ayudar a escapar a su padre, éste se niega y por eso el intento fracasa.
En Margarita, es otra mujer, la Lorenza, una mujer del pueblo, quien
intenta salvar la vida de Mora. La Lorenza, nos cuenta el narrador, quería
a todo el mundo pero por Cañas y Mora sentía una verdadera
adoración. Es probable que para la Lorenza lo que más valía
después de Dios era estos dos hombres tan singularmente dotados por la
naturaleza. (298) El personaje de la Lorenza funciona como prototipo del pueblo
en general y de las mujeres en especial, que según Argüello profesaban
un amor incondicional tanto a Mora como a Cañas.
Pero el plan de la Lorenza no tiene éxito. Es también
ella quien en La Trinchera y a pedido de Ester Montealegre intenta evitar
el duelo, pero tampoco tiene éxito porque llega tarde. Julio, quien repite
el destino de Mora y Cañas, tampoco puede salvarse.
Desgraciadamente, el plan de la Lorenza para salvar a Mora y a Julio no funciona,
como tampoco funciona el de Elisa Delmar para salvar a Cañas, pero en
todos los casos el narrador imagina que hubo un intento -aunque fallido- de
querer evitar los ajusticiamientos que él percibe como injustos e innecesarios.
La literatura es inequívocamente el espacio en el que
Argüello Mora puede fabular e inscribir en la memoria colectiva
la existencia de algunas mujeres, quienes guiadas por el amor que sentían
por Mora y Cañas hicieron todo lo posible por evitar que los fusilaran.
Los autores de estudios significativos sobre la historia de la literatura y
la narrativa costarricense que he consultado (Bonilla, Quesada Soto, Bogantes-Zamora)
coinciden en afirmar que la primer novela de la literatura costarricense es El moto (1900) de Joaquín García Monge,29 a la vez que consideran las "novelas históricas" de Argüello
Mora como obras de poco valor literario por sus problemas formales (ver también
Pérez Yglesias, pág. 64). El valor que se les atribuye es el de
ser "precursoras" de la novelística nacional, que se iniciaría
recién con El moto. En esta decisión se trasluce la importancia
atribuida al género novela, probablemente porque consideraban que éste
era el más idóneo, sobre todo en su variante realista, para definir
una fisonomía nacional. (ver por ej. Aguado Andreut 1978: 5) Así
mismo, el tema y el lenguaje debían reflejar la supuesta idiosincrasia
costarricense. Quesada Soto (2000), es consciente de las operaciones por medio
de las cuales los historiadores literarios han establecido las obras clave del
canon nacional al recalcar que El moto, fue considerada por algunos
la primera novela nacional (17). En su Breve historia de la literatura
costarricense, este autor subraya la importancia de los escritores de la
generación del Olimpo, en la que no incluye a Argüello Mora, para
establecer por medio de la literatura una nueva mitología oficial
costarricense, con sus héroes, gestas y monumentos; con su historia,
su cultura y su literatura nacionales. (15)
Como hemos podido ver en el presente trabajo, las ficciones históricas
de Argüello Mora no sólo son contemporáneas de los textos
a los que se refiere Quesada Soto, sino que además cumplen exactamente
con la misma función, lo que hace la omisión un tanto insólita.
Por su parte, Pérez Yglesias (1984) en su ya citado artículo sobre
la obra de Argüello Mora ya ha criticado que los estudiosos de la literatura
costarricense han construido un canon de la narrativa nacional que se iniciaría
con la aparición de la primer novela realista, dejando de lado la producción
de Argüello Mora. Para esta estudiosa, la historiografía literaria
costarricense ha fijado el comienzo de la literatura nacional en el realismo
literario, determinando así que ésta sería una característica
fundamental de la narrativa "nacional" costarricense y no teniendo
en cuenta expresiones literarias que se encuadran en el romanticismo, como muchos
de los textos de Argüello Mora (ver págs. 73-4). Pérez Yglesias
propone reconsiderar esta decisión para incorporar la producción
de Argüello Mora a la serie de la literatura nacional, dado que en los
textos de dicho autor se encuentran muchos de los elementos estilísticos
y temáticos que reaparecen en los textos posteriores (ver pág.
83).
Todo intento de escribir una historia literaria nacional (o
regional) implica decidir con qué obra iniciar la serie y adjudicar directa
o indirectamente el atributo de "fundador" a un texto en particular.
Sin duda alguna, nuevas historias literarias deberán revisar los criterios
y argumentos según los cuales El moto ha sido leída como
la primera novela costarricense y reconsiderar qué lugar deben ocupar
en el contexto de la narrativa nacional las obras de ficción de Argüello
Mora. En lo que respecta a las ficciones históricas en particular, espero
haber podido mostrar que éstas cumplen una función social similar
a las obras de los autores la llamada generación del Olimpo: reelaborar
hechos traumáticos del pasado e inscribir una idea particular de la nación
en la memoria colectiva, precisamente por su carácter literario. Según
esta aproximación, la literariedad de la prosa de Argüello Mora
tiene más que ver con el uso que éste hace de la imaginación
literaria y el poder simbólico de lo ficcional que con el cumplimiento
de requisitos formales que permitan leer sus textos como expresión de
un género literario ya establecido preferentemente en Europa- como
la novela histórica. Es de esperar que nuevos estudios sobre la producción
literaria costarricense en particular y centroamericana en general contribuyan
a esclarecer la función específica que los textos literarios desempeñaron
en su momento y así repensar qué, --cuándo y por qué-
se entiende por literatura.
Notas
Arriba
vuelve 1. Agradezco muy especialmente
a Ligia Bolaños sin cuya invitación no me hubiera sido posible
realizar la investigación que dio origen a este trabajo. Asimismo agradezco
a Víctor Hugo Acuña y al personal del CIICLA, quienes me facilitaron
el acceso a las fuentes bibliográficas durante mi estadía en San
José en marzo del 2001.
vuelve 2. El objeto de este
estudio no es ofrecer un panorama de la vida y la obra de Argüello Mora.
Un estudio general sobre él mismo lo constituye el ensayo de María
Pérez Yglesias Entre la tradición y la ruptura: Manuel Argüello
Mora, un humanista del siglo XIX. (Revista de Filología y lingüística
10 (2), 1984: 63-87.) Otro estudio de la obra literaria de Argüello Mora
se encuentra en Ovares/Rojas at. al. (1993), págs. 95-107.
vuelve 3. A este respecto Margarita
Rojas señala que [l]es premiers écrivans costariciens participerent
à leffort général de leur époque, occupée
à la construction dune image nationale. Pour offrir à la
conscience nationale un temps et des événemnts fondateurs, ils
se sont référés à lhistoire de leur patrie.
Le Costa-Rica se concevait lui-même, à ce moment-la, comme une
grande famille, unie sous lautorité paternelle. Rojas 2001: 1. Véanse también Pérez Yglesias (1984: 65) y el artículo
de Alvaro Quesada Soto (1992: 102-104) sobre identidad nacional y literatura
nacional en Costa Rica. Aunque dicho autor se refiera específicamente
a los autores de la llamada "generación del Olimpo", sus apreciaciones
sobre los intelectuales de la época son a mi entender- válidas
para explicar el rol que cumplió la obra de Argüello Mora.
vuelve 4. Ovares y Rojas explican
éste concepto del modo siguiente: el proceso de surgimiento y consolidación
de la nacionalidad implica siempre una elaboración textual. De este modo,
se puede concluir que no existe una conciencia nacional previa e idndependiente
de los textos y la retórica que la constituyen y expresan. (1993:
3).
vuelve 5. Sobre la mezcla de
géneros en Costa Rica en particular véase Rojas 2001: 1 y Quesada
Soto 1992: 105. Sobre la vocación política y literaria de los
intelectuales latinoamericanos en general, Franco 1975: 56-7.
vuelve 6. También Ana
Méndez Castillo (1992), citando a Quesada Soto, sostiene que Argüello
Mora fue uno de los miembros de la oligarquía cafetalera que asumió
la tarea, junto con otrso políticos e intelectuales, de generar una producción
simbólica acorde con los intereses de dicho grupo. (ver págs.
26-7).
vuelve 7. La trinchera:
182.
vuelve 8. La necesidad de
definir una identidad común al costarricense configura una imagen del
otro el que no es costarricense- como carentes de los valores considerados
propiamente nacionales [...]. (Ovares/Rojas (1993): 7).
vuelve 9. Cabe sin embargo
acotar que esta constante no tiene carácter absoluto: a lo largo del
texto se encuentran algunos personajes costarricenses que son indignos o traidores
(un ejemplo de ellos es Ramón Castro Araya, ver págs. 153 y 157)
y en el caso de los extranjeros, también se hacer referencia a algunos
que sí son valientes y justos. Las excepciones más sobresalientes
son: Cañas, quien pese a ser salvadoreño es considerado como un
patriota costarricense. Argüello Mora pone en boca de Cañas las
siguientes palabras, que confirman sus sentimientos patrióticos para
dicha nación: la escuálida Parca me mira tranquila y se burla
al considerarme víctima, no de mis enemigos, sino de mi Patria adoptiva
y de mis amigos. ¡No importa! [...] comenzaré a vivir en el lugar
que Dios tiene destinado para los que hemos vivido según sus leyes, y
haciendo cuanto bien hemos podido, a la familia, a la Patria y a la humanidad
en general. (Elisa Delmar: 156) A este respecto es interesante el
dato, sin duda significativo para Argüello Mora, de que Cañas estaba
casado con una hermana de Mora y por lo tanto formaba parte de la "familia",
probablemente también en la acepción más amplia de la patria
(ver pág. 149). Otro caso es el de un inglés llamado Rogers del
que se dice que vivió lleno de gloria y de años rodeado del
respeto y cariño de los costarricenses. Y que "[c]ada arruga de
su rostro [era] una página de heroicos sacrificios por su patria adoptiva.
(Elisa Delmar: 150). Curiosamente, en las Páginas Históricas,
Argüello Mora lamenta que Rogers veget[e] olvidado por la ingratitud
republicana. (81) Teniendo en cuenta que el último comentario está
hecho en el marco de un texto histórico mientras que el primero es la
apreciación del narrador de un texto de ficción, Elisa Delmar,
más que tratarse de una contradicción creo que nos encontramos
frente a un típico caso de las posibilidades que ofrece la imaginación
literaria para proyectar el deseo de que el pasado o la realidad se inscriba
de una manera determinada en la memoria colectiva.
vuelve 10. El narrador de La Trinchera también hace recaer la responsabilidad del fracaso
morista en una sola persona: Ignacio Torres, quien resulta ser un traidor.
vuelve 11. Carlos Cortés
considera que la individualización de Costa Rica reposa en el mito del
aislamiento y la insularidad y reflexiona sobre este feómeno del modo
que sigue: Le costaricien a du mal à "saccepter",
à se voir, à se contempler dans le miroir métis ou moulatre
de la "centroamericanité". Il préfère la sécurité,
sans fêlures ni contrastes, de son propre miroir biaisé dans lequel
il ne voit de lui-même que ce quil veut voir: la différence,
la distance. (Cortés 2001: 2).
vuelve 12. Así lo
señala también Jussi Pakkasvirta (1997): [L]os conflictos entre
las diferentes élites locales o regionales reflejaron la falta de un
Estado eficiente central y la lucha por la hegemonía nacional. Durante
la segunda mitad del siglo [XIX], especialmente los liberales de los países
del continente consideraron la idea de la nación como una forma perfecta
de la comunidad política para su proyecto de luchar por la libertad de
comercio, por la modernización, por el progreso y por la integración
regional y comunal más eficientes. En muchos países el lema positivista
orden y progreso era el dogma de los liberales que entraban con fuerza en la
escena nacional. (61-2) En este sentido, el último capítulo
de las Páginas Históricas (págs. 110-5), que reproduce
el texto del discurso pronunciado por Argüello Mora con motivo de la inauguración
de la vía mixta al Atlántico por el entonces presidente Tomás
Guardia, es una articulación del lema "paz y progreso", ya
que es una alabanza al progreso y a la modernización que reafirma el
ideal de Francia como modelo de nación.
vuelve 13. Ver también
Ovares/Rojas (1993), págs. 99-102.
vuelve 14. Sobre el café
como símbolo de la nación costarricense, véase el análisis
de la pintura "Café de Costa Rica" de Volker Wünderich
(2000) y el ensayo de Acuña Ortega (2000). Sobre la influencia de la
burguesía cafetalera en la conformación de un ideario nacional
que lógicamente buscaba identificar al conjunto de la población
de Costa Rica con los propios intereses, ver Quesada Soto (1992), págs.
97-9.
vuelve 15. El mismo Argüello
Mora, quien queda huérfano siendo aún niño, es criado y
educado bajo la tutela y protección de su tío por parte de madre,
Juan Rafael Mora. (Véanse: Argüello Mora 1963: 22-3; Pérez
Yglesias 1984: 66).
vuelve 16. Mora cuando
se trataba de hacer el bien no se paraba ante un acto dictatorial. [...] Julio
fue el objeto de uno de esos actos de benéfico absolutismo, como veremos
más tarde. Por lo pronto fue incorporado a la comitiva del presidente,
quien le declaró que en su casa tenía un cuarto para habitar y
un lugar en su mesa. (169).
vuelve 17. Sino que por el
contrario son considerados por Argüello Mora según sus cualidades
morales independientemente del bando al que pertenezcan (como en el caso de
Blanco, Jiménez, Montealegre).
vuelve 18. La lucha fue
corta, pero terriblemente sangrienta y llena de heroicos y sublimes episodios
[...]. Hermano contra hermano, de ambos lados se batían como leones [...]
Yo vi y maldije sin inculpar a su autor, el hecho de un padre que dirigía
la mortífera bayoneta al pecho de su hijo entre los maderos de La Trinchera.
(Argüello Mora. Páginas Históricas: 68).
vuelve 19. Como en Misterio,
a la figura prototipo del costarricnese ideal se le opone la figura de un extranjero.
En el caso de Julio Espinosa es Rakosky, en el de Julio Valera, "un inglés",
que tiene también en su juventud malas expereincias con los ingleses.
vuelve 20. Así
fue como se le permitió morir como mueren los bravos y él mismo
[Mora] dio las voces de mando como si se tratara de dirigir cualquier simple
operación militar. (Margarita: 301) y El viejo guerrero
[Cañas] con voz llena, alta y clara, dio las órdenes. (Elisa
Delmar: 158).
vuelve 21. Sobre la adhesión
a Mora que Argüello atribuye a las mujeres: Teníamos armas, dinero,
brazos en millares y un colaborador precioso y competente, que era el bello
sexo. Las mujeres todas, inclusive una mitad de las del enemigo, eran nuestras,
pues las hijas de Eva siempre están del lado donde se sufre y se lucha
contra la injusticia. (Páginas Históricas: 90).
vuelve 22. Ver a este respecto
la introducción de Winfried Speitkamp al libro Krieg und Erinnerungen.
Fallstudien zum 19. und 20. Jahrhundert (Gottinga 2000), págs. 9-13.
vuelve 23. En la literatura
latinoamericana, las guerras de independencia es uno de los temas claves de
la novela histórica, tanto del siglo XIX como del XX.
vuelve 24. Ce mort vivant
était un jeune frère, mon double peut-être, mon Doppelgänger:
un autre moi-même ou moi-même en tant quautre. C était
lalterité reconnue, lidentité existentielle perçue
comme possibilité dêtre autre, précisément,
qui nous rendait si proches. (Semprún 2001, 43) Garscha comenta al
respecto que el recurso de elaborar el trauma del propio destino por medio de una estructura dialógica-dialéctica de un narrador y su doble
marca ya el primer texto de Semprún sobre Buchenwald. (En: Del
cambio de nombre y de muerte: sobre Le mort qu´il faut de Jorge
Semprún, en prensa).
vuelve 25. [T]odos éramos
semi-liberales o semi-democráticos y republicanos en la forma. La verdad
es que el pueblo sólo aspiraba a vivir en paz, bajo un gobierno que le
garantizara la propiedad, la vida y la tranquilidad, y los jefes de los partidos
lo que querían era mandar cada uno con exclusión del otro.
(Páginas Históricas: 102).
vuelve 26. Sobre el ideario
nacional de Mora Porras expresado en textos sobre la Campaña Nacional,
ver el análisis de Ovares/Rojas (1993), págs. 35-7.
vuelve 27. Ver Molina y Palmer
(1997), pág. 56. Sobre la creación del mito de Costa Rica como
nación democrática por los políticos liberales de fines
de siglo XX, y en particular a partir de los años 80, ver Pakkasvirta
(1997), págs. 115-20.
vuelve 28. Argüello
Mora admite que su texto pueda contener errores involuntarios en tanto y en
cuanto recalca que nunca es conscientemente falso. (19-20).
vuelve 29. Curiosamente,
la novela El problema, de Máximo Soto Hall, publicada en 1899,
un año antes que El moto, no ha sido considerada dentro del canon nacional
porque su autor era guatemalteco, pese a que la novela fue publicada en Costa
Rica y el tema se refiere a dicho país.
Obras citadas
Arriba
- Argüello Mora, Manuel (1963): Obras literarias e históricas.
San José.
- Acuña Ortega, Víctor Hugo (1993): Historia General de Centroamérica.
Tomo IV. Madrid.
- Acuña Ortega, Víctor Hugo (2000): "Der Kaffee in der
Kultur Costa Ricas." En: "café mundo". Kirschen
körbe kunstgenuss. Ausstellungskatalog. Zürich.
- Anderson, Benedict (1983): Imagined Communities. Reflections on the Origin
and Spread of Nacionalism. Londres.
- Aguado Andreut (1999): "Opinión sobre "El moto"."En:
García Monge, Joaquín: El moto. (ed. De Eugenio García
Carrillo). San José. (1? ed. 1978)
- Bogantes-Zamora, Claudio (1990): La narrativa socialrealista en Costa
Rica. 1900-1950. Aarhus.
- Bonilla, Abelardo (1981): Historia de la literatura costarricense.
(3? ed.) San José.
- Cortés, Carlos (2001): «Insula rarissima (insularité,
mythes et démocratie).» En: Nuit blanche, N° 82, primavera
2001. www.nuitblanche.com/SOMMET/costa_rica_insula.htm
- Franco, Jean (1975): Historia de la literatura latinoamericana. Barcelona.
- Frye, Northrop (1957): Anatomy of Criticism. Four Essays. Princeton.
- Garscha, Karsten: Del cambio de nombre y de muerte: sobre Le mort
qu´il faut de Jorge Semprún. (en prensa)
- Le Goff, Jacques (1992): Geschichte und Gedächtnis. Frankfurt
am Main.
- Lukács, Georg (1956): Der historische Roman. Probleme des Realismus
III. Berlín.
- Méndez Castillo, Ana (1992): La intertextualidad en los artículos
periodísticos de Manuel Argüello Mora y Edgar Espinoza. Memoria
de licenciatura. Ciudad Universitaria Rodrigo Facio.
- Molina, Iván/Steven Palmer (1997): Historia de Costa Rica.
San José.
- Ovares, Flora/Margarita Rojas/Carlos Santander et. al. (1993): La casa
paterna. Escritura y nación en Costa Rica. San José.
- Pakkasvirta, Jussi (1997): ¿Un continente, una nación?
Intelectuales latinoamericanos, comunidad polítia y las revistas culturales
en Costa Rica y en el Perú (1919-1930). Helsinki.
- Pérez Yglesias, María (1984): «Entre la tradición
y la ruptura: Manuel Argüello Mora, un humanista del siglo XIX. En: Filología
y Lingüística. N° 10 (2), págs. 63-87.
- Quesada Soto, Álvaro (1986): La formación de la narrativa
nacional costarricense (1890-1910). San José.
- Quesada Soto; Álvaro (1992): "Identidad nacional y literatura
nacional en Costa Rica: la "generación del Olimpo"."
En: Revue canadienne des études latino-américaines et caraïbes,
vol. 17, N° 34 (1992) págs. 97-113.
- Quesada Soto, Álvaro (2000): Breve historia de la literatura costarricense.
San José.
- Rojas, Margarita (2001): «Entre le village et le monde: cent ans de
littérature costaricienne.» En: Nuit blanche, N° 82,
primavera 2001. www.nuitblanche.com/SOMMET/costa_rica_cent.htm
- Semprún, Jorge (2001): Le mort qu'il faut. París.
- Speitkamp, Winfried (2000): "Einleitung." En: Krieg und Erinnerungen.
Fallstudien zum 19. und 20. Jahrhundert. Gottinga, págs. 9-13.
- White, Hayden (1986): Auch Klio dichtet oder Die Fiktion des Faktischen.
Studien zur Tropologie des historischen Diskurses. Stuttgart.
- Wünderich, Volker (2000): "Das Bild Café de Costa
Rica" von Julio Solera Oreamuro." En: "café mundo".
Kirschen körbe kunstgenuss. Ausstellungskatalog. Zürich.
*Istmo*
*¿Por qué existe
Istmo? *¿Qué es Istmo? *¿Quiénes
hacen la revista? *¿Cómo
publicar en Istmo?*
*Consejo Editorial *Redacción *Artículos y Ensayos *Proyectos *Reseñas*
*Noticias *Foro
Debate *Buscar *Archivo *Enlaces*
*Dirección: Associate Professor Mary
Addis*
*Realización: Cheryl Johnson*
*Istmo@acs.wooster.edu*
*Modificado10/20/02*
*? Istmo, 2001*
|