Nicasio Urbina
Historia y ficción
en las memorias y autobiografías nicaragüenses
Tulane University
Las memorias son ficciones del ego,
mejor que sean poemas, invenciones más puras
PAC, Biopoesía
Estimados colegas centroamericanistas:
La relación entre ficción y realidad es problemática
en todo género de discurso literario, pero esta relación es conflictiva
especialmente cuando se trata de textos que pretenden tener una referencialidad
concreta y anclada en la realidad. Esta es la situación cuando examinamos
autobiografías, memorias, y/o testimonios, géneros que aunque
nada nuevos, han tenido una importancia central en las últimas décadas
de la historia de América Central. En el caso de Nicaragua, que es el
que voy a tratar esta mañana, los últimos tres años han
visto la publicación de al menos cuatro textos de corte autobiográfico,
de autores importantes, que de una forma u otra problematizan la definición
del géenero, y su relación con la(s) realidad(es) histórica(s),
y la(s) representación(es) de la historia. Los textos a los que me refiero
son Vida perdida. (Barcelona: Seix Barral, 1999; Managua: Anamá,
1999) de Ernesto Cardenal, con dos tomos más recientemente publicados: Los años de Granada. Continuación de vida perdida (Managua:
Anamá, 2002) y Las ínsulas extrañas. Memorias 2 (Madrid: Rditorial Trotta, 2002). Adios muchachos, Una memoria de la revolución
sandinista (México: Aguilar, 1999) de Sergio Ramírez Mercado;
la más reciente entrega de Gioconda Belli, El País bajo mi
piel. Memorias de amor y guerra (México: Plaza & Janés,
2000), y los poemas de Pablo Antonio Cuadra, "Biopoesía" (El
pez y la serpiente, 41 (mayo-junio 2001): 73-108). Cuatro textos de cuatro
figuras importantes de la vida intelectual y política de Nicaragua. Cuatro
textos que de alguna manera significan y señalan el fin de una era revolucionaria
en Nicaragua, el fracaso de una de las gestas más hermosas y románticas
de América Latina. Cuatro textos que parecen poner fin a unas vidas que
giraron en torno a esos eventos, que de cierta forma con-formaron esos eventos,
que los vivieron, los prota-gonizaron, vivieron en, por, y a través de
esos eventos. Esto nos lleva al primer problema heurístico que presentan
las memorias. ¿Es el ser humano/autor el que se (re)presenta en el texto
a través de los eventos, o son los eventos los que (re)presentan al ser
humano/autor? Estamos ante un dilema hermeneutico sin solución, donde
la representación de los hechos es particularmente individual, perspectivista
y subjetiva.
La teoría sobre las memorias y las autobiografías
es bastante extensa, y cuando sumamos a ella la teorización que sobre
el testimonio se ha dado en los últimos veinte años, nos encontramos
con un corpus teórico formidable. Desde San Agustín y sus Confesiones hasta nuestros días la autobiografía y las memorias han sufrido
una serie de transformaciones en los propósitos del/a autor/a, en las
intenciones textuales, y los propósitos de los lectores. La vida tormentosa
de Benvenuto Cellini demostró en el Renacimiento que una vida interesante
era digna de contarse, y que la gente la compraba y la leía. La novel
picaresca le sacó partido a la narración autobiográfica,
ficcionalizando la primera persona narrativa. A partir de ahí, las líneas
divisorias entre ficción y (auto) biografía/ memoria será
muy difícil de establecer. A la ficcionalización de la escritura
planteada en Tristam Shandy o en Ulysses, podríamos oponer
el afán ejemplificador de la Autobiografía de Benjamin Franklin o The Education of Henry Adams. ¿Dónde situar en este marco
teórico Speak, Memory de Vladimir Nabokov, o qué
valor testimonial tendría por ejemplo Armies of the Night de Norman
Mailer? ¿Podemos decir que todos estos textos son "narraciones de
transformación"? como lo ha analizado Carolyn A. Barros en Autobiography
: Narrative of Transformation. (Ann Arbor: University of Michigan Press,
1998), o debemos plantearnos con Sylvia Molloy la no-referencialidad del género
autobiográfico, ya que la autobiografía no descansa sobre los
eventos narrados, sino sobre la articulación de esos eventos almacenados
en la memoria y reproducidos a traves de la rememorización y la verbalización
de esos eventos (At Face Value. Autobiographical Writing in Spanish America.
Cambridge: Cambridge U.P., 1991, 5.)
Un factor importante en el análisis de la producción
y publicación de autobiografías y memorias, es el factor generacional.
Cada movimiento literario o social va viendo a sus líderes envejecer,
hasta que llega un momento determinado en el que varios de los integrantes sienten
el llamado a escribir sus memorias y publicarlas. Así podemos ir viendo
en la historia oleadas de publicaciones de textos de compañeros de generación.
Por factores cronológicos naturales, esas personas envejecen juntas,
los hechos que los unieron caducan a un tiempo determinado, y eso hace que podamos
identificar oleadas de publicaciones. El fenómeno de Nicaragua del que
voy a hablar hoy, tiene el precedente de la memorias de Tomás Borge La
paciente impaciencia (1980), el libro de Omar Cabezas La montaña
es algo más que una inmensa estepa verde (1982), y una lista muy
larga de testimonios, autobiografías y memorias de diferentes extensiones
y valores narrativos que uds. conocen muy bien.
Es importante señalar que la autobiografía y
el testimonio, por su función testimonial, ejemplar y agencial, tiene
un papel muy importante en el desarrollo de los procesos identitarios y de toma
de conciencia, tal y como lo ha demostrado Steven V. Hunsaker en Autobiography
and national identity in the Americas. (Charlottesville : University Press of
Virginia, 1999). El mejor ejemplo en nuestra disciplina es la función
que han tenido textos de corte autobiográfico en la historia del siglo
XX en América Central, donde a partir de Me llamo Rigoberta Menchú,
y así me nació la conciencia (1980) se da un fenómeno
importantísimo de escrutinio e interés por el relato testimonial,
biográfico y etnológico.
El texto de Sergio Ramírez no es una memoria autobiográfica
en el sentido clásico. Adios muchachos, subtitulado Una memoria
de la revolución sandinista (México: Aguilar, 1999) no pretende
memoriar la vida del escritor, -aunque implícitamente lo hace-, sino
que se sitúa en el centro del acontecer histórico de la revolución
sandinista, y reflexiona sobre ella. "Una memoria" entre muchas otras,
mi memoria de la revolución sandinista, parece decir el autor. "Como
yo la viví, y no como me contaron que fue"(13). Lo que nosotros
podríamos parafrasear diciendo: como Ramírez la vivió y
ahora nos lo cuenta. La frase aclaratoria más importante de la introducción
es probablemente la siguiente: "No empuñé armas en la revolución,
no llevé nunca uniforme militar, ni me encuentro al borde del olvido
por demasiado viejo, ni nadie me está disputando con otro libro los hechos
vividos"(14). Aclaración importante ya que Ramírez está
escribiendo estas memorias dos años después de que fuera expulsado
de la Dirección Nacional Conjunta. Después de haber sufrido todo
tipo de ataques por parte de la nomenclatura del FSLN, y lo más doloroso
para él, después de que su hija María sufriera todo tipo
de embestidas, con "insidias de pandilleros"(288). Ramírez
tiene entonces que curarse en salud, tiene que aclarar cuál fue su participación,
hasta dónde llega su responsabilidad, y lo más importante, que
nunca se dice, pero está presente a lo largo de las 300 páginas
del libro, es ¿de quién es la culpa del fracaso de la revolución
sandinista?
Adiós muchachos es una narración que
problematiza la coherencia y la ideología de la revolución sandinista.
Las estrategias discursivas que emplea el autor para presentar su situación,
desestabilizan la historia oficial de la revolución sandinista mientras
que salvaguardan la posición y la coherencia ideológica del escritor.
Con la maestría de narrador consagrado que lo caracteriza, Ramírez
desarrolla una narrativa emocionante y vívida de los eventos en torno
a la revolución sandinista. La estructura temporal de la narración
es anacronísticas en el senido genettiano, es decir, hay cambios constates
en el tiempo de la narración, llevándonos de un tiempo a otro,
armando una tela urdida con la habilidad del escritor que tejió la novela
más compleja estructuralmente que se haya escrito en centroamérica: Te dio miedo la sangre (1979). Si bien en cierto que Adios muchachos no es una autobiografía, y se dedica más a los hechos de la revolución
que a los hechos vitales del autor, el libro empieza con un testimonio personal
de las vicisitudes del autor y su familia, por su entrega a la revolución
sandinista. Muy apropiadamente titulado "Confesión de parte"
las quince páginas del capítulo son una narración de la
participación de sus hijos y su esposa en los trabajos de la revolución.
Ramírez, vicepresidente del país, deja que sus hijos vayan al
frente de batalla en el norte, se siente orgulloso de que participen en los
cortes y en la alfabetización, y no usa su autoridad para proteger a
sus hijos como lo hicieron otros comandantes. Este capítulo confesional,
prepara al lector y le dice que el que habla, es un individuo que se ha sacrificado
por la revolución y que ha sacrificado a su familia. Una persona que
tiene por tanto, autoridad moral para hablar y para criticar, y que está
por supuesto, libre de toda culpa.
El lector informado de la situación político-social
de Nicaragua, sabe que Ramírez está tratando de contestar a una
serie de preguntas que flotan en el aire como una nube agorera, pero especialmente:
"..[P]or qué no había dado el paso de salir del FSLN sino
cuando ya no estaba[n] en el poder, algo que no tenía una fácil
respuesta"(32-33). Pregunta que en realidad quedan sin contestar plenamente
en el texto, pero que por inferencia se entiende que el autor está exonerado
de toda culpa. ¿Por qué entonces escribe Sergio Ramírez
este libro? El autor afirma que es porque la revolución ha sido olvidada
en los 90, por "exceso de olvido"(14) dice literalmente. "Un
olvido injusto. En los recuentos de los acontecimientos que hoy se hace del
siglo XX, falta la revolución sandinista"(14). ¿Salvar a
la revolución del olvido o salvar su nombre e imagen de una serie de
acusaciones de corrupción e ineptitud que hoy siguen pesando sobre los
actores de la revolución? El que fuera su jefe y compañero de
fórmula, Daniel Ortega, luego se convirtió en su enemigo, lo persiguió
y calumnió a su familia, y finalmente lo expulsó de la Dirección
Nacional. El dilema es verdaderamente obtuso. A lo largo de las páginas
de Adios muchachos se siente que Ramírez quiere demostrar su inocencia
y buena fe en los eventos de la revolución, quiere demostrar su honestidad
y su idealismo. No sé si lo logra. Por el momento vamos a pasar a los
otros textos que pometí para esta charla y dejaré que cada uno
de uds. formule su respuesta.
Los tres volúmenes de memorias de Ernesto Cardenal
son totalmente diferentes. Esta sí es relidad una autobiografía,
un texto donde Cardenal se ha propuesto contar su vida, confesar puntual y verídicamente
una gran cantidad de detalles sobre su vida. Vida perdida es un documento
que aporta muchísimos datos importantes para la historiografía
literararia de Nicaragua. El poeta y sacerdote Ernesto Cardenal sitúa
toda su experiencia de vida como un producto de la voluntad de Dios. El texto
entero está permeado por la predestinación, por la seguridad de
que Dios habla por medio de los hechos, aveces baladíes, pero que indefectiblemente
contienen un mensaje inapelable del Señor Todopoderoso. Este principio
que parece regir la vida de Cardenal, como hombre de Dios, monje trapense y
sacerdote, es importantísimo para descifrar cómo leer su autobiografía.
El principio rector de alguna manera sobresee al sujeto de la narración
y lo descalifica, ya que sus acciones y sus decisiones son emitidas por una
fuerza mayor, inapelable e inescrutable. La existencia es un texto en el que
hay que descifrar los mensajes de Dios, ya que todo se hace por voluntad de
El. El hecho capital de su vida fue la decisión de entregarse a Dios,
hecho que ocurre como un mensaje de Dios que llega, irónicamente, por
medio de Somoza. La escena es verdaderamente paradójica. Fue el 2 de
junio de 1956. El odio a Somoza, el despecho por la novia que había perdido
y que se casaba ese día con la hija de un ministro de Somoza, y la imposibilidad
de derrocar al dictador abrieron su corazón a Dios que lo "penetró
placenteramente" (Telescopio en la noche oscura, 93). He aquí
la narración de esos hechos: "El sábado 2 de junio al mediodía,
a la hora de la boda estaba yo en mi librería, sin otra persona más
que la muchacha que atendía, y de pronto se oyeron en esa calle, que
era la Avenida Roosevelt, las estridentes sirenas de la caravana de Somoza,
que paralizaban el tráfico como bomberos y ambulancia mientras corría
a la máxima velocidad. Era Somoza que venía de la boda en la Catedral
y se dirigía a la casa Presidencial. Aquellas estruendosas sirenas sonaron
en mis oídos como clarines de triunfo. Un triunfo sobre mí. Por
extraño que parezca, rápido como un flash mi mente percibió
una superposición de Dios y el dictador como si fueran uno solo; uno
solo que había triunfado sobre mí..... Entonces me rendí
a Dios. Pensé que ya había luchado mucho infructuosamente. Que
no me quedaba más que probar a Dios"(89-90). El encuentro con Dios
por lo tanto fue un subproducto de una serie de relaciones amorosas frustradas
por una razón o por otra, y de una lucha infructuosa contra una dictadura
que cada vez parecía consolidarse más.
Podríamos decir que toda la autobiografía de Cardenal es una narración
acerca de los encuentros y los mensajes de Dios, la relación con Dios,
el deberse a Dios. Si las primeras cien páginas son la narración
de sus novias y sus aventuras amorosas, las trescientas cincuenta páginas
restantes son la narración de su relación con Dios. Cardenal ve
la relación con Dios como un matrimonio ya que como el autor dice: "...
yo muchas veces me repetía que debía mantener siempre la frescura
de este amor de los primeros días; evitar que mi matrimonio se volviera
rutina"(125).
Voy a terminar mi comentario acerca de Vida perdida con una nota de caracter estilístico. Si Adios muchachos es un
libro estructuralmente complejo, Vida perdida deja ver el caracter espontáneo
de la prosa. El texto está lleno de marcas que demuestran la espontaneidad
con que va escribiendo, los deslices de la memoria, y las nimiedades de las
que está hecha la vida. En contraste con El país bajo mi piel,
donde Belli ha depurado el texto de las asperezas de una vida recordada, para
brindarnos una prosa que se lee con gran placer, pero que parece más
una novela bien planificada y bien escrita, Vida perdida adolesce a veces
de torpezas que reiteran los errores que cometemos al conversar libremente o
en intimidad. "Lo tengo en la punta de la lengua pero no me acuerdo",
"ahora he perdido el hilo", "no sé ni por qué les
estoy contando esto" son ejemplos de algunas de las muchas marcas de la
oralidad que demuestran que no ha sido elaborado como un producto narrativo
deliberadamente acabado, sino que es producto de un acto narrativo sin mayor
preparación editorial.
El País bajo mi piel. Memorias de amor y guerra (Plaza & Janés, 2000) de Gioconda Belli es una obra que juega en
forma muy intereante con la naturaleza de la autobiografía y la forma
de la novela. Con un estilo desenfadado y valiente, evidente en Belli desde
los años de sus primeros poemarios, la autora confiesa una serie de secretos
sobre su vida íntima y sentimental, que difícilmente nosotros
quisiéramos que se supieran acerca de nuestras vidas. El país
bajo mi piel es un libro de memorias pero que en realidad está contado
como una novela. La autora ha dividido su vida en segmentos y nos va contando
en forma alterna, pasajes de su juventud y su gesta guerrillera, y pasajes de
su vida actual en Santa Mónica, uno de los barrios más elitistas
de Los Angeles. Los capítulos en que ha dividido el texto vienen encabezados
por acápites similares a los utilizados por Cervantes en Don Quijote.
El capítulo 1 reza: "Donde dan inicio, con olor a pólvora,
estas rememoraciones." y así sucesivamente, los 58 capítulos
están acompañados de un acápite que remite al contenido
del capítulo. La estructura novelística de las Memorias,
combinada con el explícito interés de la autora por presentarnos
a un sujeto heróico, nos da un texto híbrido que se sitúa
entre la autobiografía y la novela, entre el testimonio y la ficción.
Esta combinación no deja de ser problemática, ya que pone en tela
de juicio la veracidad del texto, elemento indispensable para la autobiografía.
Por el otro lado, esta estrategia hace del texto un paisaje muy atractivo para
el lector, inscribiendo una saga política y personal que toca la imaginación
del lector de muchas formas diferentes.
La sexualidad siempre ha sido un tema de gran interés
para Gioconda Belli. Desde sus primeros poemas de 1970, Belli ha demostrado
un compromiso ineludible con la liberación del cuerpo femenino, con un
feminismo que aunque no se expresa directamente a través de una teorización
abstracta de la problemática, se revela claramente a través del
planteamiento de la concatenación de las relaciones de poder entre los
sexos. En El país bajo mi piel, Belli nos revela lo secretos de
su vida sentimental demostrando la dificultad de una mujer guapa y atractiva
como ella, para desenvolverse en un mundo dominado por hombres, y ser tratada
siempre con objetividad intelectual y ética revolucionaria. Su belleza
física y su atractivo se convierte en un problema al tratar con hombres
poderosos que piensan que la mujer debe depender de ellos y someterse a su dominio.
Así el encuentro con Fidel Castro y con Omar Torrijos, se convierte en
una lucha donde poder y sexualidad (que también es una forma de poder
como nos enseñó Michel Foucault) se imbrican en una conjunción
interesante y explosiva. El encuentro con Fidel Castro en La Habana en 1978
refleja muy bien esta ambigüedad. Hay una mezcla en Fidel de coquetería
y manipulación. Por un lado quiere seducir a la joven poeta revolucionaria,
utilizando su personalidad, su poder y su carisma; por el otro quiere sacarle
información sobre las problemáticas internas del Frente Sandinista.
Belli se siente muy alagada por la distinción especial que el Comandante
le ha hecho pero se siente utilizada al ver que le quiere sacar información.
Al final de ese capítulo 41 Belli afirma:
"Aunque el significado de esa noche sigue siendo inexplicable para mí,
atesoro el recuerdo como una de esas cosas mágicas y ligeramente perversas
que le pasan a uno en la vida. A la luz de los años, el episodio en vez
de aclararse se ha oscurecido. ¿Necesitaba Fidel que yo le diera esa
información? Parece improbable. Contaría con medios suficientes
para enterarse sin mi concurso. Modesto se lo habría dicho sin duda.
¿A qué obedecía entones su insistencia? ¿Quiso simplemente
tener un pretexto para justificar su deseo de verme, hablarme, examinarme como
mariposa bajo el microscopio, estudiar mi reacción ante el poder que
él blandía? ¿Quería seducirme? No lo sé.
Supongo que nunca lo sabré. A mí me quedó este recuerdo.
Literatura"(296).
Vemos pues el tipo de posición que Belli adopta en sus memorias. Hay
en ella un gesto continuo de rechazo y de adhesión. La personalidad y
la carisma del Comandante Fidel Castro juega un papel tan importante en el horizonte
de la vida narrada, que Belli ha escogido el encuentro con Castro para iniciar
sus Memorias. El capitulo 1 se sitúa en La Habana, en 1979, cuando Belli
está recibiendo entrenamiento militar y Castro la observa. Unos días
después se vuelven a encontrar y los comentarios de Fidel están
siempre cargados de picardía e insinuación. La dinámica
oscila siempre entre la admiración por el héroe revolucionario
y el alago por la coquetería y la conquista. No voy aquí a discutir
la veracidad de todos los encuentros que Belli narra en su libro ya que no tengo
elementos para hacerlo. Sábato afirma que no hay nada más falso
que las autobiografías. Me voy a limitar aquí a señalar
la forma en que se maneja esta dinámica en el libro. Al ser objeto de
admiración por parte de personajes muy importantes, Belli eleva su estatus
como mujer deseable situándose en la esfera del deseo de hombres preponderantes;
y al rechazar a hombres de la estatura de Castro o Torrijos, eleva todavía
más su situación de mujer, de revolucionaria, de feminista.
Develar estas intimidades es por tanto un gesto de auto-alabanza,
y adoptar un tono humilde e ingenuo es una forma de posicionarse frente al lector.
Esta estrategia narrativa es muy efectiva y Belli la ha manejado con maestría.
En El país bajo mi piel Belli noveliza su vida, presentándonos
un testimonio autobiográfico que problematiza tanto la esencia del testimonio
como la esencia de la autobiografía, que se mueve entre la novela y la
biografía demostrando que en la posmodernidad es imposible distinguir
claramente entre los géneros, y que así como la novela se nutre
de la realidad, la realidad de nutre de la ficción.
El último texto del que me voy a ocupar difiere de los anteriores en
cuanto a la sustancia de la expresión, en el sentido hemlsleviano de
la palabra. No es un texto en prosa sino en verso, no está compuesto
de capítulos sino de poemas. "Poemas/memorias" les llama Pablo
Antonio Cuadra, y son una mezcla de versos narrativos y versos metafóricos,
que importan una novedad interesante al género autobiográfico,
modalidad que no habíamos visto desde el siglo XVI. El epígrafe
con el que empecé estas palabras es sumamente significativo. PAC está
desarticulando desde el principio el presupuesto del que parten casi todas las
memorias, al reclamar verosimilitud, fidelidad y desinterés en el acto
creador. Recuerden los títulos cada vez más enfáticos de
las Crónicas de Indias: Verdadera historia.... Verdadera relación...
Real y verdadera historia... Todos clamando tener la verdad, asegurando escribir
sinceramente, sin interés personal, para salvar del olvido los hechos
heroicos e importantes. Nadie afirma estar inventando nada, nadie acepta que
lo que en realidad le interesa es relatar su participación en esos eventos.
Que el mundo sepa lo que él/ella hizo por la nación. "Ficciones
del ego" dice Pablo Antonio Cuadra. Sus biopoemas son también ficciones
de su ego, son creaciones que generan una realidad donde él es el epicentro
de revolución, donde los grandes poetas y escritores latinoamericanos
entran y salen de escena, hablan con Pablo Antonio y entretejen la historia
literaria del siglo XX.
Por lo que he expuesto es claro que el acto narrativo autobiográfico
importa una serie de problematizaciones de la situación narrativa. La
bibliografía sobre este tema es bastante copiosa y extensa.Desde los
trabajos de Phillip Lejeune en su ya clásico Le contrat autobiographique (1975) y los tres libros que le sucedieron sobre este tema, hasta el libro de
Jacques Derrida, Without Alibi (2002). Problemas de punto de vista narrativo,
de intentio lectoris como dice Umberto Eco, de focalización, de
memoria, falta de memoria, o memoria selectiva. Los comentarios sumamente iluminadores
de Sylvia Molloy en At Face Value (1991) nos demuestran que en América
Latina se ha dado un sincretismo entre la historia personal, la escritura de
la esa historia, y la historia da la nación y la escritura de la nación.
En fin, toda autobiografía presenta un problema de representación
ideológica y problemas de interpretación de los hechos narrados,
que como hemos visto en esta charla, no siempre son fáciles de establecer
y dilucidar. Espero que el estudio de estos cuatro ejemplos de la producción
literaria nicaragüense reciente hayan demostrado algunas de estas facetas.
Muchas gracias
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