Marie-C Seguin

El espacio ¿un dolor compartido en la poesía centroamericana?
Un ensayo entre poesía Costarricense y Guatemalteca contemporánea

Notas

El espacio puede ser entendido como un conjunto de relación que une a los individuos a su medio ambiente. El espacio está hecho de un juego de correspondencias entre los varios componentes de la naturaleza, de la cultura, del individuo y de la sociedad. Es un juego original cuya originalidad califica el espacio al diferenciarlo de los demás, expresando así la identidad de un grupo. Dos racionalidades gobiernan el espacio, el primer tipo es simbólico, constituye un espacio percibido desde el interior, el segundo tipo neutraliza las calidades sensibles del espacio dedicándole un papel geométrico. En la area simbólica, todo lo que el hombre hace está ligado con la experiencia del espacio. El sentimiento del espacio resulta de la síntesis de numerosos datos sensoriales, de orden visual, auditivo, olfactivo y kinestísico y térmico. En Tlön, en Borges, el mundo no es una reunión de objetos en el espacio, es una serie heterogénea de actas independientes, el espacio es no espacial, es sucesivo, es una manifestación fluctuante de la duración. La dimensión espacial se manifiesta en la intimidad social y en el dispositivo simbólico. Además, recordamos que para la filosofía tántrica1, el mundo está constituido por seis elementos: tierre, agua, aire, fuego, espacio y conciencia. Estos datos de inicio nos conllevan a una serie de interrogantes frente a la poesia centroamericana, compartiendo una historia social a la vez una y diferenciada en las últimas décadas.

El espacio por el cual nombran los poetas su interiorización de lo exterior ase la intimidad de este exterior no sólo como un lugar físico sino como un enlace entre los lugares. El espacio no sólo es una sucesión de lugares reales o símbolos de lugares sino que implica una relación compacta del mundo, en la cual se inscriben palabras en un tiempo dado. En este espacio se tejan los vinculos entre los lugares. Los lugares serían así espacio de espera, de encuentro, de vuelta, de odio y de temor, o de sufrimiento, porque no se apartan de valores humanos. En efecto, el ser ofrece su intimidad al nombrar los lugares que recorre, con los cuales sueña, y los imagina según su participación. Espacio compartido si los sueños y las imaginaciones se entrecruzan en la escritura a pesar de las diferencias culturales entre Costa Rica y Guatemala. Entre los diferentes tipos de espacios que encontramos tanto en la poesía de Costa Rica como la de Guatemala, trataremos de los espacios que revelan el miedo, la soledad aunque existan espacios de amor y de sosiego según los autores. La intensidad y también la intimidad están descritos de manera diferente, porque se puede encontrar espacios de introspección más grande en ciertos poemas, que marcan así un alejamiento de la realidad.

De la primera generación que publicó entre los años 40-50, en Costa Rica, Isaac Felipe Azofeifa forma parte de los poetas (también Alfredo Cardona Peña) que se sienten solidarios de la Historia y describen la realidad de la vida aunque conservan interrogantes vinculados con el sentido de lo poético y del poeta, así como cierta actitud contemplativa. Sin embargo en el conjunto de escritores y poetas de aquella época que siguen el camino romántico-modernista con temas universales2, se halla en Isaac felipe Azofeifa una nota de denuncia. La poesía no se implica, por lo tanto, en el proceso histórico.

En la poesía de Isaac Felipe Azofeifa, el cielo y su población, la noche, la tierra y la roca, y el agua son susceptibles de albergar terrores humanos. Son receptáculos de la esencia de la vida y también, son espacios rondados por la muerte. La noche, el silencio y el vacío vinculados con el sueño están propicios al despliego de los murmuros, mientras que el día y la luz, también el astro lunar, se llenan de esterilidad y de errancia. La tierra, incluso, experimenta el mal vivir del hombre y su fracaso, lo experimenta emocionalmente:

"mientras el planeta vieja entre los astros con su carga/ de grandes causas perdidas, metas sin cumplimiento/ impurezas y muerte" (p. 108, a)3

"fuera, lejos, absorta, retendrá la noche/ su fiel jauría de sombras" (p. 17, a)

"Y en la noche sin luz trajeron su cadaver" (p. 77, a)

"negro de sangre el aire ya vestido para la fiesta del día" (p. 47, a)

"una gota de sangre de pájaro en la roca, en el mar y en el/ cielo" (p. 47, a)

"Morirá primero, y otra vez, la luna/ en una guerra de ensayo/ para ocupar su vientre de cal estéril/ su fría faz de piedra,/ sus pálidos cementerios/ " (p. 53, a)

"hasta que el día es una alberca de peces muertos y agua/ inmóvil" (p. 50, a)

"mis días transcurrían herméticos, llenos de vastas claridades/ y terribles sombras, como quien transita por un bosque/ sin hallar la salida" (p. 60, a)

"y del muro del silencio que golpeamos" (p. 51, a)

"cada uno va y viene sin poder sentarse/ a conversar tranquilo al calor del sol/ o bajo los árboles" (p. 41, b)

El mundo de arriba como él de abajo se puebla de murmuros que reflejan la pena del hombre. El silencio y la vacuidad son lugares de crímenes. Los espacios materializan el miedo y la codicia del hombre. El terror ronda y provoca un miedo infantil en una alegoría de la amenaza norte-americana:

"por los que caen sin llanto asesinados en las muertas ciudades" (p. 75, a)

"entre frías paredes de bancos y almacenes restregando/ su baba rabiosa" (p. 76, a)

"¿Sabían ustedes que el ogro/ que vivía aquí cerca/…/ pero era un ogro cautivo?/ Sí, porque era/ esclavo del rico Gigante/ que vivía en el Norte/…/ … se protegía bajo el nido de los soberbios halcones,/ un nido en forma de pentágono" (p. 95, a)

El espacio cerrado no existe, sin embargo, paradojalmente, el vacío es un espacio con límites, porque parece que el mundo es permeable, y crea así su propio encierre y sus barreras aunque no las hayan, o bien el encierre es un macrocosmos.En efecto, la casa no es un lugar a la medida del hombre sino que el ser vive sobre el planeta entera. Pero, si existen, a veces, barreras, hay que destruirlas porque no permiten dejar pasar a la bondad, a los sentimientos benevólos del hombre; en esta lógica, la injusticia se coloca en los lugares cerrados:

"Eramos jóvenes entonces y sentíamos crecer/ la ira contra la inhumanidad enseñoreada/ de nuestra casa planetaria" (p. 49, b)

"aunque el pueblo no tiene murallas, hay murallas" (p. 88, a)

"/…y sufres/ porque hay muchas puertas que romper/ y te impiden/ derramar sobre el mundo/ tu alma como un torrente" (p. 38, b)

"Cuando hablaban de derechos humanos los poderosos/ escondían la justicia en sus palacios" (p. 49, b)

La escala espacial supera al hombre, en la poesía de Isaac Azofeifa, como si la intensidad de la pena estuviera tan elevada que el ser no pudiera contenerla para si mismo; por eso, el hombre se sitúa en un espacio intermedio, entre el mundo y entre sí, está descolocado porque no encuentra sitio para ubicarse, tiene que alejarse de si mismo para poder sentirse vivo. El ser es, a la vez, suyo y los demás, el yo se construye porque le habitan los demás y, al inverso, la realidad del otro se materializa por su experiencia de lo vivido:

"ahora soy el ser entre sí y el mundo/. El entre ser,/ el ser consigo y fuera de sí." (p. 69, b)

"Y andas dentro de mi, con mis pasos," (p. 62, b)

La poesía costarricense progresa hacia la retórica de vanguardia entre los años 50 y 60, no obstante sólo dos figuras (Arturo Montero Vega y Virginia Grütter) van a destacarse de la ideología modernista que está en vigor dentro de los círculos de poetas, habrá que esperar la crisis estructural que afecta la economía costarricense para encontrar, en el final de los años 60, una poesía solidaria de la problemática social. El grupo de los poetas Turrialbeños se amplia con una nueva generación, conducida por Laureano Albán o sea "el Círculo de Poetas Costarricenses"4, en la que se halla la figura peculiar de Jorge Debravo, por su implicación en la realidad, su anhelo de comunicar y su denuncia.

La poesía de Jorge Debravo es de excepción si consideramos la cantidad de los espacios que representan una inseguridad designada por el miedo, la tristeza y el ser desesperado. Las manifestaciones que la acompañan son los gritos, las quejas y la ira. Este espacio inseguro es provocado por acciones humanas derivadas de la injusticia, de la guerra, de la denuncia absurda, de la miseria y del hambre acompasadas por una intensidad del horror. El espacio también representa el lugar de la errancia y de la búsqueda de algo que tiene que superar el espacio al que se rehuza, por la desigualdad que engendra. El espacio también se presenta ambivalente, puesto que su doble cara muestra tanto la vida como la muerte; el espacio tiene un potencial dialéctico al evocar los polos inversos y muestra una lucha entre ambos.

Con intensidad, cada espacio hueco evoca un lugar que esconde algo que temer, algo que amenaza no sólo al poeta sino que invade todos los sentidos, sin que sea razonable, esto es probada o argumentada. También los ángulos son lugares donde se anidan el temor y la miseria. Todo lo que pueda albergar una sombra de día, es sinónimo de espacios de azor y de miseria y son favorables a una resonancia específica del sonido. Los huecos y intersticios de sombra son los espacios íntimos de la pena y del terror, mientras que la ciudad, o los espacios exteriores, evocan un bullicio, un rumor universal, una como coalición unida en contra de un ser. Es el espacio donde no se controla la violencia, y se hace pública. El olor se inmiscuye en los espacios para complementar el azor anidado en las ciudades:

"y esquinas donde nunca entra un almuerzo" (p. 102, a)5

"de alguno que parece morir estrangulado en medio de dos puertas" (p. 103, a)

"la miseria ladraba en los umbrales" (p. 105, a)

"muchas cuevas de hambre en tu vestido" (p. 105, a)

"sangra una niña sobre un lecho lúbrico" (p. 71, a)

"En las calles se agita/ la resaca del odio y de la blasfemia" (p. 101, a)

"y te arrojaron a la calle con/ tu carga de miseria" (p. 105, a)

"Os repito que hay fieras en sitios ciudadanos" (p. 93, a)

"Pero yo sé que hay ciudades/ hechas con pulpas humanas/ y que hau huesos disfrazados/ en los marcos de las ventanas" (p. 24, a)

"Hay un chorro de miedo siempre a nuestras orillas" (p. 77, a)

"…las ciudades huelen/ a sangre." (p. 52, c)

La noche y el agua son los espacios predilectos de la propagación del temor y de la miseria y consiguen dominar la tierra y el mundo en su globalidad, por fragmentos, al colmar cada intersticio. El agua, espacio limitado, se ve como un contenido incapaz de mantener la ira o la tristeza, y la tierra, inmensidad potente, se iguala a la suma de odio en su grandeza y de muerte en su anchura. El espacio de violencia o de tristeza, tan intensamente experimentado por los lugares habitados por los hombres, se armoniza con la naturaleza, y el cielo y la tierra habitan el sentimiento íntimo de los espacios humanos. En este ámbito, no hay más espacio libre para el sosiego, y los caminos o las carreteras por los cuales se podrían huir tampoco se libran del peligro: espacios de acecho y de acoso, las últimas vías para escapar de este mundo hóstil no existen, incluso en el espacio más íntimo de la vida, el ser se siente vigilado:

"oigo entonces en la noche/… anchos quejidos de muerte," (p. 75, a)

"El mundo que persigues es un niño/ nacido muerto" (p. 36, a)

"…hay muñecos/ de pena en los rincones más tiernos de la tierra" (p. 77, a)

"Debajo de la tierra oigo sonidos roncos" (p. 79, a)

"y ve ríos de guerra desbordando de cólera,/ arrasar los palacios,…" (42, a)

"como un mar desbordado de soledad humana" (p. 81, a)

"…, las montañas que has colmado de muerte,…" (p. 27, b)

"Hay barreras de odio grandes como montañas" (p. 77, a)

"… El cielo es denso,/ como de barro, oscuro." (p. 52, c)

"… Oigo/ la soledad caer sobre la tierra/ enferma…" (p. 52, c)

"son verdugos que andan por los caminos buscando pobres" (p. 67, c)

"Y desde el fondo de todas las placentas/ seguirás vigilándonos y oyéndonos" (p. 22, b)

Los espacios intermedios entre el interior y el exterior: las aberturas, las ventanas y las puertas representan un miedo que se ovilla en ellas, o, al contrario, sale la miseria de ellas. También se percata como el espacio vacío entre dos lugares se rellena del espacio del temor y de la pena, y como dibuja un vínculo entre el exterior y el interior. El espacio que une los lugares habitados es un lugar donde se camina bajo una amenaza, y la intensidad de la violencia aumenta en este espacio intermedio, en el espacio donde no tendría que tener nada, se huelen, se oyen la violencia y la muerte. Así, los espacios se compenetran para formar una unidad del terror:

"la muerte…/…/ es una piedra blanca,/ una pared escueta, una muralla/ dura y definitiva" (p. 28, c)

"si en todas las ventanas anida la injusticia/ como una culebra" (p. 102, a)

"un olor a hambre diara/ sale de las ventanas, tan espeso,/…/…/…Que hasta el zapato huérfano debajo de la cama,/ nos mira con tristeza" (p. 97, a)

"y el miedo anda descalzo por las calles/ y el miedo entra a la iglesia/ y a las escuelas…" (p. 45, a)

"entre dos puertos de rencor camino/ como un navío eterno/ bajo un cielo de bombas/ cada vez más colérico" (p. 15, b)

"… Entre los muros se oye sangre" (p. 53, c)

Los espacios cerrados, las casas o templos e iglesias, son espacios donde se encierran penas violentas, injusticias y gritos íntimos: incluso conservan la intensidad del dolor hasta mucho tiempo después de los sucesos. Son los espacios de más sufrimiento, espacios antropófagos de los más desemparados. Estos espacios son tan intensos en su violencia que el cristo los mantiene a escondidas. Porque el espacio de la casa alberga todo tipo de temor y está hecho con materiales humanos. El espacio íntimo de las casas está empapado de tristeza y de violencia, esto es que el espacio se hace microscópico y las partículas más ínfimas se pueden rellenar de otro espacio. Los lugares cerrados tienen también espacios en su profundidad, un espacio hueco debajo de su edificación que se rellena de violencia. El remedio, al ámbito abrumador de tal mundo, en el que los seres humanos sólo existen por la carga emocional frente a la violencia que rellena los espacios, es una lucha. Los espacios dedicados a tal tarea son los que rodean al hombre en su vida cotidiana. Es el trabajo del hombre directamente ligado a la tierra que puede cambiar la violencia engendrada por el hombre. Estos espacios expresan un retorno, una vuelta porque de inhóspitos se convierten en fructíferos:

"hay templos donde comen la carne de los pobres/ en nombre de un profeta" (p. 78, a)

"los hombres le han llenado de blasfemias la casa" (p. 58, a)

"debajo de las casas huele a pena reciente" (p. 81, a)

"los gritos de las casas olvidadas" (p. 54, a)

"y los cristos, en pilas, obstruyen los caminos,/ tapian las puertas" (p. 92, a)

"los que fabrican casas con maderas sangrientas/../ y pegáis las paredes con argamasa humana" (p. 86, a)

"a trabajar la tierra más feroz y más ancha/ y sembrar semillas de vida" (p. 21, a)

"y arrancar de la tierra el hambre y la miseria/ con navajas…" (p. 42, a)

"Comprenden que la tierra sabe amarga/ y que deben sembrarle frutos nuevos" (p. 62, a)

Dentro de la misma generación, la poesía de Laureano Albán desarrolla el tema del esfuerzo, de la pena acompañada de un dolor más retórico que el de la poesía de Jorge Debravo, sin embargo, en su traducción de los Sonetos Laborales, la naturaleza y las herramientas -que parecen actuar por su propia voluntad– tienen emociones humanas. El dolor lo experimenta no sólo él que lo recibe sino también el instrumento que lo propicia. La intensidad del labor se expresa por el dolor que siente no sólo el ser sino también lo que rodea al ser, así como la piel. La herida aumenta hasta volverse universal. En efecto, el dolor no se contiene en espacios cerrados, tampoco toma recorridos marcados, sino que participa del mundo natural de forma inasible y contribuye a la errancia del ser. Sin embargo, cuando aparecen curvas suele aparecer amenaza. Además, La pena parece mecida entre una atracción hacio lo alto y hacia lo bajo, como si siguiera el recorrido del mercurio, el dolor cae o se alza:

"Nervio de acero que reparte herida" (p. 17, a)6

"Vas buscando la savia adolorida,/ la seca flor que gime en la madera" (p. 17, a)

"la piel y el aire gimen apresados" (p. 75, a)

"ala de acero que abre sin cesar/ heridas en la alta libertad./… Es un herido vuelo vertical/ donde anidó el inmenso amanecer/ vencido por un fuego de metal." (p. 87, a)

"yo ne entiendo esta noche,/ pero me pierdo entre sus ojos solos/ como vacíos que caen al espacio" (p. 20, b)

"… ciego modo/ de ir precipitado hasta el recodo/ certero de la muerte…" (p. 24, b)

"Como sube el dolor, cae el dolor" (p. 38, b)

En este espacio libre dialéctico, existen obstáculos contra los cuales se tropieza o que mantienen una carrera. Luego, el silencio propaga el miedo tal como el movimiento de la vacuidad del espacio y el viento callado, hasta que el silencio se convierta en el espacio del miedo. De forma similar, el color gris, el frío del invierno encarnan el espacio de la angustia y de la soledad:

"Es el hombre el que cae, sólo el hombre,/investido de escombro y desemparo/ contra el último muro" (p. 29, b)

"remolino de todas las heridas" (p. 69)

"…el viento mudo/ de la muerte en las flores destruidas" (p. 69, b)

"…herida/ por el vasto silencio que perdura" (p. 43, b)

"el orden agresivo del invierno,/ su lóbrega inquietud,/ su gris sin nadie"( p. 44, b)

En la poesía de Alfonso Chase, que pertenece a la misma generación de poetas, el espacio del dolor continúa esta perspectiva desarrollada en los versos de Laureano Albán, ésta que realiza una estética poética, sin embargo versos consiguen una intensidad en la pesadilla de forma peculiar, casi pictural. La naturaleza expresa emociones y también se hace universal. Además, no se sabe si la naturaleza comunica su tristeza a los seres o si los seres proyectan su dolor en la naturaleza, pero el vaivén es continuo en un espacio de comunicación. También, la noche conlleva un silencio que provoca tristeza o quejas y recuerda sentimientos que el hombre tiene guardado en su corazón y en su cuerpo. No obstante, la soledad que invade a los seres y a la naturaleza rehuza una compenetración amistosa, y agrandece así este sentimiento. En este mundo el dolor es la única comunicación entre los hombres y la naturaleza. Y si se hace predilecto del universo también existe en el interior de los cuerpos, está en el aire y en la densidad de las cosas, así como en el más hondo del espíritu. El espacio del miedo o de la tristeza se comunica por extensión y por moverse libremente en el aire, luego al habitar cada cosa y cada ser del mundo provoca un contacto repelente entre los seres:

"Lejos entonces del grito maduro de la noche…" (p. 15)7

"Anochece./ Sola y desnuda la ciudad semeja/ un niño triste" (p. 20)

"y se abren los largos silencios de las casas" (p. 20)

"los negros arboles gimen/ apretando el verano" (p. 16)

"y se consume el día/ bajo el peso del cielo./ El reino del dolor,/ su adusta sombra,/ es presentido en el vibrar de espacios/ y palabras,/ y entre las hojas del árbol más anciano/ que se muere callado/ sin la queja total de su corteza" (p. 21)

"Llueve un súbito/ celaje gris/ sobre mi alma" (p. 29)

"Nazco al dolor/ y a la sed o comunión/ del otro cuerpo" (p. 43)

"y aquella soledad de astro dormido/ se negaba el espacio de otras manos" (p. 18)

"habita el aire de tu destrucción/ mi carne" (p. 49)

"…. Pues sí, es el cumpleaños/ de una patria que no nos pertenece, que se aleja como un barco/ para esconderse en el espacio que deja el dolor en nuestro cuerpo" (p. 226)

"y me sumergo/ en el abismo glauco/ de mi alma" (p. 53)

"voraces caricias como cuchillos/ devastan el sueño" (p. 73)

"te destrozan mis dedos,…" (p. 99)

"y con un terror de lenguas hambrientas/ viene a estallarse hasta tu piel", "que se adentra en el cuerpo y que me envuelve/ como un grito feroz desenfundado de pronto" (p. 84)

"cuantas veces extendí la mano/ me la mordieron.", "Otras veces puse mi boca contra el aire/ y me golpeó el frío de la noche" (p. 158)

"y esa muerte cayendo sobre el mundo/ en la figura de un niño asfixiado" (p. 104)

"sobre mis manos el mundo repite su oficio de horror:/ escinde, comunica, emborracha, esclaviza" (p. 103)

El espacio más aterrorizante es el vacío, presente por su angustiante ausencia, porque se materializa en el porvenir y en lo desconocido. El paroxismo del dolor se revela gracias a este ambiente desmoronante que no sólo desliza sobre los cuerpos sino que impregna cada partícula de las cosas y de los seres. El dolor tiene la predilección del microscosmos para concretar el macrocosmos. La permeabilidad del dolor es agobiante, porque su espacio es inasible, no tiene obstáculos e invade los sueños. El poeta va hasta la exasperación del dolor. La introspección, que elabora, demuestra la profundidad de este dolor intimamente ligado a la vida, a todo lo viviente en la tierra, y empeora hasta afirmar que no existen vías para escaparse, ni muros que puedan arrestarlo:

"nada me queda entre las manos" (p. 58)

"…despoblada el alma" (p. 62)

"Su precisión prepara/ el gran vacío inminente/ y atraviesa mi cuerpo/ Pánico con alas" (p.58)

"tengo un terror que ne he vivido./ Un soplo leve,/…/y terrible como el gemido del viento/ enroscado a la potencia de los árboles" (p. 66)

"la soledad/ expresa/ la dimensión del hombre" (p.42)

"y abismarse en el minimo sueño desorbitado/ del silencio" (p. 39)

El análisis del espacio en la poesía de Guatemala de los años 40 hasta 90 muestra un intento similar al de los poetas de Costa Rica, porque todos abandonan un espacio figurativo, aunque quedan marcas retóricas, para dejar librar su experiencia de lo que les rodea: íntimamente y personalmente. El primer poeta que se destaca de la "Generación de los 40", Otto Raúl González muestra calidades innovadoras en cuanto al deseo de comunicarse con todos los grupos sociales, mientras que en los años 30, praticaban los poetas un discurso de influencia modernista8. El poeta establece un diálogo entre su intimidad y su país, pasa de la individualidad a la realidad, realzando la tradición cultural india. Esta corriente seguirá viva entre los poetas de la segunda generación poética, la "Generación del fracaso", después del 54, con la figura más representante de Otto Rene Castillo. El espacio de la pena, a pesar de reflejarse aún en la naturaleza, pasa, poco a poco, al espacio habitado por los hombres, y la descripción de este espacio urbano, él de la vida económica, aumenta la injusticia y el dolor experimentados por los seres explotados.

El dolor es un grito entre los elementos naturales, porque la ira que lo acompaña desborda del espacio íntimo del ser. Los espacios del hambre y de la pobreza se materializan en montes rocosos, y el mal vivir de los seres se refleja desde el suelo hasta los aires. La noche, incluso, se une a este dolor abrumador para agrandar la sensación de agobio. El dolor está fuera y dentro de las cosas y contenido en herramientas como las espadas o las bayonetas:

"sordo rumor de cólera profunda/ que surge como una ola/ que desborda, que inunda/ de protestas el aire en que se funda" (p. 16)9

"y quebrarse las uñas para buscar la piedra/ en las sólidas canteras del hambre y de la miseria." (p. 48)

"los pies… no importa;/ que siempre estuvieron y están dentro del lodo" (p.54)

"para el alud de un grito/ que desflorece los aires/ y para la tempestad de una protesta airada" (p. 56)

"si todavía gimen millones de existencias/ bajo el peso sombrío de la noche cerrada" (p.72)

"cayó sobre el maíz la hambrienta noche/ como una enorme e implacable hiena" (p. 250).

Los espacios exteriores son predilectos para clamar el dolor, es allí donde la pena ostenta la injusticia. Las calles y las carreteras aumentan el dolor y la miseria que se viven dentro de las casas. El espacio cerrado, la casa, se desnuda para ser el símbolo de la tristeza y de la pobreza de todas las casas. Las fábricas molen a los hombres por sus máquinas y aparece el dolor marcado en los músculos, en las manos y el pecho. Y se amplian el dolor y la injusticia a todos los lugares de la vida pública, a los espacios que forman la red de una ciudad:

"…que arrastran por las calles/ tristes gemidos,/ lúgubres gestos" (p.25)

"viejos trabajadores despedidos/ que alargan en los parques/ manos vacías,/ voces del hambre" (p. 28)

"entre desvencijados caserones/ con miedo de caerse por los niños/ en largas avenidas de sollozos/ por donde el frío suelta sus lebreles" (p. 59)

"en una casa y otra del miserio suburbio" (p. 33)

"Bronce para tus músculos restregados/ contra el áspero hierro de las máquinas" (p. 41)

"Bronce para tus manos/-obrero de todas las fábricas de la tierra-/ mordidas por las prensas" (p. 42)

"Allí es amplio pecho como un abierto cráter/ hirviendo de protestas y de gritos" (p. 44)

"en la industria, en la banca y el comercio,/ secretarias estatales, despachos y oficinas/ y otros cubiles donde a diario se condena/ al hombre por simple delito de ser hombre" (p. 347)

Entre los primeros, Otto-Raúl González expresa el dolor de la exclusión, de forma rotunda, gracias a la descripción de la conversión de los espacios. El espacio de renovación está descrito en su injusticia, porque no arregla el problema fundamental de la pobreza, sino que la descoloca hacia más lejos. También describe el abandono de los espacios urbanos y los que representan la memoria del pueblo, por culpa de la guerra, lo que provoca un sentimiento de fraude, de pérdida total para el hombre obligado a un éxodo en medio del mundo. Otto Rene Castillo, poeta de la literatura del exilio dentro y fuera del país, seguirá dando más fuerza a esta errancia: "ahora morimos llenos de Guatemala,/ qué muerte más alta hay?10. El sufrimiento procede de la tragedia colectiva, pero desde el exilio se experimenta el dolor de no participar a la acción del país: "De un lejano país en Centroamérica había venido./ Hacia esa lejanía debían retornar mi rostro y mis manos,/ para luchar contra los enemigos del hombre"11. El espacio de la lejanía se alarga para transformarse en el espacio del destierro: "…/ con estas manos/ ciegas/ que palpan/ la distancia,/ hacia donde se huye,/ para no retornar jamás, porque las manos/ seguirán siempre/ de largo hacia las sombras12? Versos que se equiparan a los de Otto-Raúl González, años antes:

"Aquí se alzará una casa/ quizás un rascacielo", "Las gentes que habitaron este predio/ sólo tuvieron chozas y barracas/ pero niños y pájaros tenían"

"si me pongo a buscar en los escombros,/ encontraré cadáveres de pájaros" (p.69)

"si me pongo a buscar en los escombros/ encontraré las lágrimas de un niño", "Naúfragos en la tierra/ en las afueras buscan el refugio/ que la ciudad les niega ahora" (p. 70)

"Cuando la calamidad cubría con sus pardas telerañas/ la pureza brillante de las viejas ciudades./ El éxodo principiaba, Madre./ Allí quedaban nuestras ciudades/ cubiertas de cenizas y de pesares/con sus plazas centrales por las que ya no pasearía nadie,/con sus desiertas calles…", "destruidos los palacios, rotos los barandales,/ los templos mutilados,…" (p. 290)

Así, el espacio nacional se revela por la tristeza convertida en una herida inherente al ser, y más, al lado suyo, islas, tierras ajenas igualan la misma pena. El dolor resulta una expresión compartida en Centroamérica, sin que haya remedio porque la pena es tan grande que el ser la trae consigo hacia donde camina:

"…Amo a Centro América/ y me duele dejarla sola entre las sombras,/ como dentro de una casa que agrietarán las pesadumbres…" (p. 335)

"la isla es una perla de doliente sustancia" (p. 162)

"Qué amarga es esta isla del azúcar/ con amargura de fusil y llanto" (p. 159)

"camino hacia el norte con mi propio cadaver" (p. 199)

La década de los 60 es tan violenta y represiva que, a pesar de los trabajos, la poesía se esparce a favor de la novela. El exilio y el temor a la persecución es tan grande que la poesía volverá inscrita en una corriente alrededor de los años 80. Un cambio decisivo, sin embargo, da como resultado una poesía endulzada, al abandonar su meta principal de denuncia. El temor provoca un ensimismamiento que se lee por la soledad del poeta, por su indivualismo frente a la acontecimientos sociales, hasta dejar de lado al aspecto revolucionario de la poesía13. La poesía se destaca de la realidad cotidiana para retomar valores estéticas, propias a la escritura poética modernista, y al ser íntimo. De allí que la poesía refleja más espacios del alma que los de la realidad. Dos ejemplos muestran de forma fragante las nuevas preocupaciones de esta generación de transición. Primero, la poesía de Roberto Guillermo Monzón, de la cual Dante Barrientos Tecún subraya la angustia, la soledad y nos revela el capullo que construye el poeta para ampararse de la sociedad: "ciudadando Laberintos, poesía de sitio… y otras urbanas contingencias": "Voy afuera deambulando/ laberintos cotidianos/ otros hombres me acompañan/ con la puerta de su espalda/ cerrada y anónima/ como mi propia puerta./ Cerre la puerta a mis espaldas/ y en el umbral de este minísculo/ espacio exteriorizado/ la puerta de mi frente permanece abierta./ Otros me ocupan otros que me temen/ salidos de su cuarto puertas/ de su hogar seguro/ Su Refugio/"14. Luego en la poesía de Francisco Nájera el dolor y la pena pueden visualizarse en la naturaleza alcanzando al mundo entero. Sin embargo, el sufrimiento más feroz es la soledad del yo íntimo formado por un espacio cerrado y también lo que está fuera de sí, lo desconocido. Es el espacio exterior él que representa la soledad mayor y el temor más grande. El elemento predilecto del horror es la pareja niebla-nieve, repetidas veces se lee el miedo que tiene el poeta hacia ella, incluyendo a la noche, -que recuerda los versos de Otto-Raúl Gonzalez-, porque la noche, como el silencio, amplia el fenómeno temible de la angustia y de la soledad:

"terrible oscuridad que a menudo/ nos hiere y es esta angustia" (p. 66)15

"En el silencio de la noche/ aguza la voz para llorar" (p. 156)

"su angustia creció y se encerró en si mismo./ Ahora vivir la mayor parte del tiempo en una región oscura, cubierta de nieve", "Pero al llegar a la acera descubrió con horror, con indecible angustia, que la ciudad estaba también toda cubierta de nieve" (p. 171)

"la niebla que cubría los cadáveres/ ha escapado montaña arriba" (p. 87)

"Soledad ¡Hogar bestialmente mío!" (p. 325)

"todo arrasado ahora,/ todo olvidado/ bajo el sol cegador y desnudo/ de esta planicie calcinada y muerta" (p. 15)

"el horror reside en las hojas" (p. 16)

"y su temor, el horror que le llena al dejar al palacio/ el horror y la angustia de saberse libre,/ de sentirse solo,/ y la angustia del otro,/ solo también en el patio del palacio." (p. 23)

"afuera me espera el espanto natural de la vida/ afuera me espera el horror" (p. 132) "afuera me espera el espanto brutal de la vigilia/ afuera me espera el horror" (p. 266).

El dolor parece espiritualizado, esto es que se encuentra en la forma del vivir desde el yo íntimo, el mal estar del ser se traduce por una soledad reflejada por el mundo y no parece haber remedios, la historia del ser se desarrolla bajo un cataclismo ordenado por una voz superior, o Dios, sin que el ser pueda tener esperanza, porque la felicidad de la que habla el poeta es la alegría primigenia, la del tiempo de inocencia:

"la Historia representa un espacio de imposición entre las criaturas,/ espacio cerrado, prisión que las aísla de ese ámbito inolvidable que es/ la verdadera felicidad" (p. 327)

"y Adán, sabiéndose para siempre abandonado, fue paso a paso dejando/ atrás –tratando de olvidar- su paraíso" (p. 293)

Los espacios cerrados, pocos empleados, fuera del cuerpo humano que contiene ya todo el dolor, representan el horror de la soledad y del olvido: dentro, la soledad alcanza su punto extremo, hasta que parezca diluirse en la materia, como ablandada, para recibirla:

"he hecho de tu cuerpo una casa/ y en ella he colocado a la muerte/ para que te habite" (p. 305),

"el silencio de una habitación/ sus paredes que se expanden/ hacia la soledad. Hay momentos en que la realidad/ es real" (p. 38)

"el lugar, la pequeña habitación oscura,/ sin ventanas,/ una mesa, un camastro./ Mi cuerpo", " Violenta la noche me penetra. Se abre", "caigo a otro espacio-/ espacio vacío/ de ausencias./ El silencio, atroz, me destroza los oídos;/ en él me ahogo" (p. 79).

Este mundo va hasta aniquilarse por tanta soledad y por la vacuidad, parece que el vacío, como fenómeno, repetidas veces evocado, acaba con la pesadumbre del ser en medio de su sufrimiento: mundo de desencanto, en el que no existen esperanza ni razones de vivir, aunque sea por la huida, que ne resuelve nada:

"Extraño dolor el polvo de estas palabras/ que barren una región vacía en la que/ nada existe/y en la que yo/ ausente/ apenas si empiezo a escuchar/ el silencio" (p. 400)

"Y así hubo de partir, para siempre/ en este viaje/ ignorando que la razón del mismo era haber sido condenado/ a no alcanzar jamás/ la tan ansiada meta" (p. 240).

Esta vía sin salida, inscrita en los años 80, en la que el poeta creaba su propio mundo verbal, y en la que el discurso auto-referencial estaba acompañado de un desencanto, procediente de un sentimiento de impotencia, la va a suplantar la poesía de cultura y tradición india, al renovar el sentimiento de la existencia en una sociedad mestiza acabada. En la poesía de Humberto Ak'abal, el espacio del ser está más cerca de la naturaleza que el del medio ambiente urbano. Poesía elemental, en el sentido en que se remite a la fuerza cosmogónica de la naturaleza y la de los animales, pero también que utiliza como vector las emociones humanas. La naturaleza ora comunica su tristeza ora comulga con la de los seres en una armonía que no se puede escindir:

"¡hasta el aire siente miedo!" (p. 25, c)16

"la perra no movía la cola,/ sentía miedo y estaba echada/ lejos de casa", "En la madrugada siguiente/ un terremoto alargó el sueño/ de los que no hicieron caso" (p. 16, b)

"Ayer encontré a una nube llorando./ Me contó que había llevado su agua/ a la ciudad/ y se perdió./ Buscó paisajes/ y la ciudad se los había tragado./ Descalza, triste y sola,/ regresó." (p. 64, c)

"el río", "yo estaba triste/ y él retrató mi tristeza" (p. 37, c)

Los espacios cerrados, muy escasos, encierran la voz de los antepasados, para darla en el olvido e intentan esconder la miseria humana:

"En los templos/ no hay cielo/ sólo voz encarcelada;" (p. 6, a)

"No puedo olvidar/ cómo la pobreza se arrastraba/ por el piso de tierra/ de la casa sin encalar;/ desde entonces/ sufro dos veces." (p. 105, a)

Sin embargo, a pesar de que el poeta quiera recordar la miseria y el dolor, muestra cierta reserva. Esto es que el dolor es el espacio íntimo de los seres, es púdico en comparación con él de Jorge Debravo, por ejemplo. Nunca se oyen gritos a pesar de que el poeta lo reivindique. Los espacios exteriores están libres del dolor, porque no se encamina en las vías públicas, incluso cuando sale a la calle, por los caminos, el dolor se retrae, queda el dolor :"a la orilla del camino". El efecto provocado es a contrapelo de la poesía anterior, el dolor es un sentimiento que tiene que quedar retraído, algo casi indicible, aunque temido puesto que no se comparte fácilmente. La tristeza acongoja a los demás, así el poeta parece negar divulgársela por caridad a los demás, le prefiere la alegría, el optimismo. Mas, el dolor es una presencia inasible que rodea a los vivientes creando espanto y terror infantil:

"¡Ay, quiero llorar a gritos!", "Aquí estamo/ parados a la orilla de los caminos/ con la mirada rota por una lágrima…/ y nadie nos ve." (p. 127, c)

"Sentíamos su presencia/ y nos daba miedo/ la butaca vacía./ El espanto se río" (p. 32, c)

"Sentí un terrible miedo/ que hasta me acalambré" (p. 46, c)

"Y me duele/ su silencio de amarillo triste:/ color de tarde que se muere" (p. 53, c)

"porque le daba tristeza/ verme/ caminar/ solo…" (p. 100, c)

"Te asustó mi soledad," (p. 111, c)

"un pueblo mudo/ es un pueblo muerto" (p. 127, c)

En conclusión, varios datos permiten acercar a los poetas en cuanto al espacio del dolor, a pesar de su distancia espacial y temporal, y de la evolución del discurso poético. De antemano, un trío compuesto de la soledad, del silencio y de la vacuidad, se impone en cada poeta excepto en la poesía de Jorge Debravo y de Otto-Raúl González en la que estos valores tienen un modo particular. Este espacio representa el sufrimiento del hombre, también se puebla de crímenes en la poesía de Isaac Felipe Azofeifa, pero aumenta aún, en los poemas de Francisco Nájera, para simbolizar un sentimiento de azor provocado por el olvido que crea este espacio. De forma similar, en la poesía de Humberto Ak'abal, el silencio y la soledad, sobre todo, son dolores mayores por ser vividos como espacios de muerte del ser y del grupo. En Laureano Albán este espacio se hace vector del miedo y de la muerte. Actúa como espacio de propagación, pero existe más arriba, en otro lugar, sin que conozcamos su ubicación. Esto es que, a semejanza de Franciso Nájera, hay una dialéctica del dolor, el espacio íntimo y el espacio exterior se animan en su crecimiento. Esta dialéctica del descuartizamiento entre dentro y fuera, entre el aquí y el allá, o más bien entre el ser y el no ser, se hace vigente en sus poemas, porque el dolor es un espacio inasible y no existen obstáculos que puedan mantenerlo. Tanto en la poesía de Laureano Albán, como en Alfonso Chase y en Francisco Najéra, el dolor provocado por la soledad, el silencio y la vacuidad no se puede aprehender. Y por eso, quizás, entre la mayoría de los poetas, no existen espacios cerrados, porque, como en Isaac Felipe Azofeifa, el espacio del dolor está en el macrocosmos. Este dato, por supuesto, procede de cierta concepción modernista, porque la inmensidad aumenta a medida que la intimidad se ahonda17.

Sin embargo, hay puntos levemente diferentes entre ellos, porque si el silencio, la soledad y la vacuidad es un espacio de comunicación tan negativa que desemboca en un espacio repelente, en una negación de la comunicación en la poesía de Alfonso Chase, al contrario, en la poesía de Humberto Ak'abal, este espacio, compartido por la naturaleza, -en armonía con los sentimientos humanos, tiene que callarse por caridad a los demás. El espacio del dolor provocado por estos sentimientos es púdico.

También la naturaleza experimenta el dolor de modo variado en su intensidad y en su manifestación. El espacio y la conciencia se añaden a los cuatro elementos naturales y facultan matices. Por ejemplo, en la poesía de Isaac Felipe Azofeifa la naturaleza sólo es un receptáculo, alberga los terrores humanos, pero no los puede contener en su totalidad, mientras que en la poesía de Laureano Albán, de Alfonso Chase y de Francisco Nájera, la naturaleza sigue la intensidad del dolor del ser, hasta dilatarse para recirbir la suma entera. Esto es que el espacio de la naturaleza se hace permeable al dolor hasta el remate. El efecto provocado es agobiante, porque todo acaba por aniquilarse sin que haya remedio alguno. Excepto, quizás, en el caso de Isaac Felipe Azofeifa, porque intenta escapar en un espacio intermedio en él que el ser, desgraciadamente, se halla descolocado y extraviado.

Casos aparte, las poesías de Jorge Debravo y de Otto-Raúl González, que se componen de una gradación del espacio del dolor mucho más marcado. La naturaleza, también, es predilecta para la propagación del dolor y de la miseria y agranda la pena del ser, pero la definición del espacio del dolor es perceptible en su diversidad y en su abundancia. Los espacios cerrados, las casas, los templos, son el símbolo del ser concentrado. La casa, celda, es el mundo, reconstruye el dolor de fuera y lo hace en profundidad, colmando cada huecos, cada espacio vacío entre dos paredes, inmiscuyéndose en la sombra propia de los rincones más leves. Da como resultado una disgracia que brinda su forma atormentada a los espacios, y provoca un sentimiento de acoso. No obstante, ambos poetas nos ofrecen una conversión del espacio de dolor. En Otto-Raúl González, la conversión del espacio de miseria en lugar de lujo sólo crea exclusión y exilio. El espacio urbano se moderniza sin dirigirse al pueblo residente; el poeta denuncia la injusticia por apartar la miseria, sin resolverla. Al contrario, y de forma adecuada a la ideología revolucionaria, en la poesía de Jorge Debravo, el espacio del dolor puede convertirse en un espacio de alegría por el trabajo del hombre. Esta faena es propia del trabajo de la tierra. Esto es que el espacio del dolor ha sido recuperado, se ha vuelto propiedad antes de facilitar su renovación.

Por fin, el espacio del dolor comparte numerosos puntos comunes entre los poetas de Costa Rica y de Guatemala, porque más arriba de él la imaginación obra recordando la intimidad del ser. El espacio del dolor profundamente humanizado franquea los límites de un territorio para espacirse en una realidad social con contenido simbólico concreto. Habrá que preguntarse si la estructura significante del espacio del amor y de la lucha pueda matizar el estatuto del espacio del dolor entre los poetas centroaméricanos.


Notas

Arriba

vuelve 1. Jorge Luis Borges, Alicia Jurado: Qu'est-ce que le bouddhisme? Version francesa, éd. Gallimard, 1979 de: Qué es el budismo? Columba. SACEIIFA, Buenos-Aires, 1976, p. 104.

vuelve 2.Veáse en Dante Barrientos Tecun, Amérique Centrale, Etude de la poésie contemporaine, l'horreur et l'espoir, ed. l'Harmattan, 1998, 634 p., para más detalles acerca de las corrientes poéticas de aquella época pp. 140-149.

vuelve 3. Isaac Felipe Azofeifa, Antología poética, ed. Educa, ed. Universitaria, col. Septimo día, San José, Costa Rica, 1994, 118 p.; Orbita, ed. Farben, Grupo editorial Norma, San José, Costa Rica, 1997, 75 p. Los versos citados en este estudio pertenecen de ambas obras, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados, con letra a), b), Antología poética = a, Orbita=b.

vuelve 4. Veáse en Dante Barrientos Tecún, op. cit., pp. 312-316.

vuelve 5. Jorge Debravo, Nosotros los hombres, ed. Costa Rica, 5° ed, 1998, San José, 108 p.; Guerrilleros, ed. de la Universidad de Costa Rica, San José, 1988, 54 p.; Los Despiertos, ed. Costa Rica, 4° ed, 1998, 53p. Los versos citados en este estudio pertenecen a las tres obras, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados, con letra a), b), c) respectivamente con las tres obras: Nosotros los hombres=a, Guerrilleros= b, Los Despiertos= c.

vuelve 6. Laureano Albán, Sonetos Laborales, ed. Costa Rica, 1992, 93p.; La voz amenazada, ed. de la Universidad Nacional, EUNA, 1980, 73 p. Los versos citados en este estudio pertenecen a ambas obras, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados, con letra a), b) respectivamente: Sonetos Laborales =a, La voz amenazada =b.

vuelve 7. Alfonso Chase, Obra en marcha, poesía 1965-1980, ed. Costa Rica, 1982, 275 p. Todos los versos citados pertenecen de esta obra.

vuelve 8. Veáse en Dante Barrientos Tecún, op. cit., pp. 44-53.

vuelve 9. Otto-Raúl González, Poesía Fundamental, 1943-1967, col. Creación literaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 1973, 520 p. Los versos citados en este estudio pertenecen a esta obra, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados.

vuelve 10. Otto Rene Castillo: "Asesinados en junio", Informe de una injusticia, p. 116. Cité dans Dante Barrientos Tecun, op. cit., pp. 253-254.

vuelve 11. Otto Rene Castillo: "Conmigo a pesar de todo", idem, p. 261, cité dans Dante Barrientos Tecun, op. cit, p. 255.

vuelve 12.Otto Rene Castillo: "El antepasado más antiguo", El sabor de la sal, ed. Oscar de Léon Palacios, ed. Col. Profecias, marzo de 1999, Guatemala, pp. 13-14.

vuelve 13. Veáse en Dante Barrientos Tecun, op. cit., pp. 406-410, para más detalles acerca de este cambio.

vuelve 14. Roberto Guillermo Monzón, "Salir de casa", Ciudadando laberintos…, p. 61. Cité dans Dante Barrientos Tecun, op. cit., p. 407.

vuelve 15. Los versos citados en este estudio pertenecen a esta obra, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados: Francisco Nájera: Libro de la Historia Universal, impreso DyM, Guatemala, agosto 2000, 450 p.

vuelve 16. Humberto Ak'abal: Lluvia de luna en la cipresalada, Artemis Edinter, Guatemala, 1996, 2000, 112 p.; Desnuda como la primera vez, Artemis Edinter, Guatemala, 2000, 118p.; Guardián de la caída del agua, Artemis Edinter, Guatemala, 1996, 2000, 138p. Los versos citados en este estudio pertenecen a las tres obras, a las que nos referimos agregando las páginas de los poemas a los versos citados, con letra a), b), c) respectivamente con las tres obras: Lluvia de luna en la cipresalada = a, Desnuda como la primera vez = b, Guardián de la caída del agua= c.

vuelve 17. Veáse acerca de esta concepción Gaston, Bachelard, La poétique de l'espace, ed. Quadrige, PUF, Paris,1992 , p. 169, pp. 178-179.


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