Patricia Alvarenga
Venutolo
La inmigración extranjera
y la nación costarricense*
Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica
palvaren@una.ac.cr
En este artículo analizamos los proyectos de inmigración
de trabajadores y colonizadores campesinos promovidos por el Estado costarricense
desde los últimos decenios del siglo XIX, período en que toma
impulso el proceso de creación de la identidad nacional, hasta mediados
del siglo XX, cuando tiene lugar el último proyecto de colonización
extranjera con amplia participación estatal. Aunque estos proyectos fueron
poco exitosos, los discursos que generaron, se fundamentaron, y a la vez contribuyeron,
en el proceso de creación de la identidad nacional. Intentando contestar
al interrogante acerca de quiénes serían los llamados a inmigrar,
los estadistas contribuyeron a establecer las fronteras culturales al interior
del universo social ubicado en el país y entre este y el resto del mundo.
También estudiamos cómo se generaron las predominantes corrientes
inmigratorias de trabajadores durante la primera mitad del siglo XX. Siguiendo
las pistas de la construcción de la "inmigración deseada",
la "inmigración no deseada" y la "inmigración como
mal necesario", vamos descubriendo la jerarquización del universo
de los inmigrantes que realiza el Estado y también, cómo esta
jerarquización es desafiada cotidianamente por silenciosas corrientes
de inmigrantes que retan la concepción de la exclusividad costarricense
en el universo centroamericano.
La "raza ideal" y los procesos migratorios
en América Latina
En la segunda mitad del siglo XIX los gobernantes de América Latina,
especialmente aquellos que se ubicaron en países de escasa población,
promovieron inmigraciones masivas desde Europa. Fueron muchos los ensayos que
gobiernos como los de Argentina y Brasil efectuaron antes de que los proyectos
colonizadores tuvieran éxito. Solamente cuando se crearon condiciones
que resultaron relativamente aceptables para los inmigrantes, estos países
lograron atraer las masas humanas requerida para poblar ricas regiones agrícolas,
idóneas para abastecer al mercado europeo en gran expansión.1
Durante la época colonial la inmigración laboral
en América Latina había sido fundamentalmente negra. Mediante
el desplazamiento forzado de millones de africanos se logró solucionar
los problemas de carencia de mano de obra, especialmente en las regiones de
escasa población indígena. Pero en la tercera década del
siglo XIX, como resultado de la participación de la población
negra y mulata en los procesos de independencia, en la América Españla
es abolida la esclavitud. Aunque Brasil continúa fundamentando su economía
en la esclavitud, enfrenta serios problemas de reproducción de su mano
de obra, que dependía de la constante importación de hombres y
mujeres jóvenes, debido a que el traslado forzoso de africanos al continente
americano se dificulta por la legislación que prohíbe la trata
de esclavos.2
Sin embargo en el Caribe la migración negra anglófila adquiere
gran dinamismo. Son estos trabajadores los que, en los países centroamericanos
resuelven, en gran medida, los problemas de mano de obra (especialmente de una
mano de obra apta para el clima tropical) requerida por la construcción
de ferrocarriles, la expansión de las grandes empresas bananeras, y de
una de las más grandiosas obras del continente: el canal interoceánico.3
No obstante, la inmigración negra ya no es bien vista por los sectores
dominantes latinoamericanos. Apenas se tolera como un "mal necesario"
cuando se convierte en indispensable para el desarrollo de ciertas actividades
económicas. Aquellos estados que abogan por la inmigración, en
realidad no están dispuestos a recibir a cualquier grupo étnico.
Miles de inmigrantes chinos, dispuestos a aceptar condiciones laborales que
serían rechazadas por los inmigrantes blancos, encontraron muchas dificultades
para lograr asentarse en los países latinoamericanos. En realidad se
busca atraer fundamentalmente a población blanca proveniente de la Europa
Occidental.4
Esta política selectiva de los grupos inmigrantes, presente prácticamente
en toda Latinoamérica, se explica por el creciente predominio en el discurso
nacional de las teorías científicas eugenésicas. El darwinismo
social construye a los grupos étnicos que no provienen directamente de
Europa como "razas inferiores". En efecto, el racismo no es de ninguna
manera una novedad en Latinoamérica y El Caribe. La esclavitud y la subordinación
del indígena tienen como sostén ideológico el argumento
de la inferioridad dada por la naturaleza de estos grupos. Sin embargo, no es
hasta el siglo XIX, en el contexto de la transición de una sociedad de
castas a una sociedad nacional, cuando surge la preocupación por la composición
racial y étnica de la población que integra el territorio de las
nacientes naciones latinoamericanas. El liberalismo positivista encuentra en
el ideal del progreso la meta fundamental de los espacios geográficos
que se están constituyendo en naciones. Pero este progreso es un privilegio
exclusivo del mundo blanco. Es decir, no se concibe en regiones donde predominan
poblaciones de "razas inferiores". La nación, elemento constutivo
básico de una sociedad civil, es decir de una sociedad que crea entre
sus miembros elementos comunes de identificación, tiene como fundamento
la etnicidad. Aquellos proyectos de nación con poblaciones indígenas
significativas, abogan por el mestizaje biológico y cultural, que es
considerado el único mecanismo posible (a excepción del genocidio,
practicado solo en casos excepcionales) para mejorar las condiciones raciales
de los habitantes del país.5
Los proyectos colonizadores en la nación blanca
costarricense
Ya a finales del siglo XIX la población de Costa Rica integrada al proyecto
nacional: aquella ubicada en el Valle Central, se considera "racialmente"
homogénea y predominantemente blanca. Los sectores dominantes, aunque
satisfechos con la composición étnica de la población,
están para entonces convencidos de que su escaso número es impedimento
para el progreso. Por ello, la baja tasa de crecimiento de la población
resulta preocupante para las autoridades nacionales. Por ejemplo la Memoria
de Gobernación, Policía y Fomento de 1905-1906, señala
que la cifra de nacimientos de 1905 que asciende a 3389 "es desconsoladora"
especialmente considerando que hay un "saldo negativo" de 432 personas
que emigraron hacia Panamá para participar en la construcción
del canal interoceánico.6 Los gobernantes ya desde mediados del siglo
XIX decidieron apoyar empresas de colonización siempre y cuando, por
supuesto, estas trajeran la ansiada población europea. En 1850 el gobierno
de Costa Rica crea la Junta Protectora de las Colonias con el fin de incentivar
la inmigración de colonos europeos y en 1862, con la Ley de Bases y Colonización
se prohibe la colonización de "razas africanas y chinas" y,
en caso de que esta inmigración sea imprescindible, el gobierno queda
facultado para limitarla y controlarla.7
En el Caribe costarricense dos grandes empresas: la construcción del
Ferrocarril, dada en concesión al empresario Minor Keith, y luego la
producción bananera a gran escala en manos de la transnacional UFCO,
habían propiciado la inmigración de chinos y, especialmente de
jamaiquinos. Esta inmigración fue tolerada por el gobierno debido por
una parte, a su limitada capacidad para imponerse a las empresas transnacionales
y, por otra, a que esta era la única mano de obra dispuesta a inmigrar,
en gran escala, al Caribe costarricense.
No obstante, el gobierno costarricense, continúa intentando incrementar
la población del país con inmigrantes europeos. De tal forma,
durante la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo
XX se firman varios contratos entre el gobierno central y compañías
privadas orientadas a la introducción de inmigrantes. En los proyectos
de colonización del Estado costarricense no se menciona a las poblaciones
mestizas del resto de Centroamérica. No obstante, como lo veremos más
adelante, esta inmigración, especialmente proveniente de Nicaragua, fue
apenas "tolerada" especialmente en zonas lejanas al Valle Central,
pero de ninguna manera fue considerada "solución" al problema
de la escasez poblacional. Los proyectos migratorios que a continuación
analizamos parten de una premisa implícita: una positiva inmigración
debe provenir de poblaciones que compartan características culturales
y físicas similares a las de los costarricenses (es decir, vallecentralinos)
y esta inmigración ideal no se localiza en Centro América; es
eminentemente europea.
Inmigrantes blancos para contrarrestar la inmigración
negra
En 1881 el presidente Tomás Guardia al calor del entusiasmo por la construcción
del Ferrocarril al Atlántico que creaba nuevas y muy atractivas posibilidades
de colonización, firma un ambicioso e irreal contrato con el español
Esteban Perera quien traería inmigrantes para poblar tierras que el ferrocarril
posibilitaba incorporar a la economía mercantil. El sr. Perera debería
introducir nada menos que "un número de inmigrantes de raza blanca
que no bajara de ocho mil quinientas personas de ambos sexos, aptas para los
trabajos de agricultura"8 Perera sería recompensado con una inmensa
cantidad de tierras ubicadas entre la desembocadura del Parismina hasta los
volcanes Turrialba e Irazú. Pero estas tierras dadas en usufructo solo
las iría obteniendo en propiedad paulatinamente, conforme a la cantidad
de inmigrantes que se asentaran en el país.9 A los inmigrantes el gobierno
les concedería exención de impuestos mientras conservaran su nacionalidad
y un viaje de segunda clase gratis en el Ferrocarril al Atlántico.
De tal forma, se infiere del contrato que las condiciones de la inmigración
serían negociadas directamente entre Perera y los inmigrantes. El contrato
en ningún momento menciona entrega de tierras a los colonos, lo que sugiere
que este proyecto convertiría a Perera en un gran terrateniente que,
mediante un sistema posiblemente de colonato, mantendría bajo su control
a los inmigrantes.
Este contrato muestra la falta de experiencia de las autoridades nacionales
en lo que respecta a las iniciativas para promover la inmigración. Los
países que se propusieron atraer grandes masas de inmigrantes blancos,
solo lo lograron cuando ofrecieron a estos condiciones aceptables de traslado
(por lo general el gobierno se hacía cargo de los gastos de viaje) y
de instalación. En cuanto llegaban contaban con un salario o un subsidio
(dependiendo de las relaciones de propiedad que se establecieran) y se instalaban
en explotaciones agrícolas ubicadas en zonas de gran dinamismo económico.
Evidentemente los gobernantes nacionales se equivocaban al creer que bastaba
con contratar a un comerciante para que por su cuenta trajera miles de inmigrantes
europeos a las inhóspitas tierras del Caribe. No consideraron que para
ello fuera necesaria, además de la existencia de un evidente proyecto
de integración de esta región al mercado internacional, que el
gobierno asumiera seriamente responsabilidades con los nuevos colonizadores.
Tampoco tomaron en cuenta las dificultades para aclimatarse al clima tropical
que encontrarían nuevos inmigrantes europeos.
Creemos que este proyecto constituyó un esfuerzo del Estado por contrarrestar
la masiva inmigración negra promovida por Minor Keith para la construcción
del Ferrocarril y el desarrollo de las plantaciones bananeras. Esta inmigración
aumenta considerablemente a partir de finales de la década de 1870.10 En
este contexto se desprende que la intencionalidad del Estado era crear una inmensa
área de explotación bananera cuya mano de obra estaría
integrada por inmigrantes europeos. En esta forma, según los cálculos
de los gobernantes se contrarrestaría el peso demográfico de una
inmigración no deseada pero que era un mal necesario pues resultaba imprescindible
para terminar el ferrocarril y dar impulso a la actividad bananera.
Inmigrantes blancos para poblar la hacienda cafetalera
En 1896 el diputado Francisco Oreamuno presenta a la Asamblea una nueva propuesta
para crear un decreto que faculte al Poder Ejecutivo a invertir dinero en la
promoción de la inmigración. El diputado Oreamuno lamenta el fracaso
de anteriores proyectos colonizadores pues, ante las promesas irrealizables
de los empresarios, los inmigrantes se regresaron a su país o abandonaron
las labores agrícolas migrando a las ciudades. Propone que se dediquen
50.000 pesos del presupuesto para que el gobierno pague el pasaje de estos.
Además propone "fijar las características de raza, hábitos
y profesión que han de distinguir(los)."11 Pero este proyecto tiene
diferencias fundamentales con el analizado anteriormente. Para entonces la expansión
de la actividad bananera atrae a muchos trabajadores del Valle Central. Las
explotaciones cafetaleras no tienen capacidad de competencia, en cuanto a salarios,
con las empresas bananeras. Por ello, pese a las condiciones inhóspitas
del Caribe, pequeños productores y, en especial, campesinos que han perdido
el acceso a la tierra, aceptan el reto de voltear la selva a cambio de la posibilidad
de obtener buenos ahorros en pocos años. Por otra parte, ya a inicios
del siglo XX las pequeñas ciudades se convierten en foco de atracción
para jóvenes campesinos.12 Además, es necesario recordar que la
Meseta Central, hasta mediados del siglo XX, fue zona expulsora de población:
hubo una emigración permanente hacia áreas de colonización.
De tal forma, unido a la tradicional corriente emigratoria, la atracción
de las plantaciones de banano, han provocado una escasez importante de trabajadores
cafetaleros en el Valle Central. En este contexto el diputado Oreamuno propone
importar trabajadores para los hacendados, es decir, peones para las explotaciones
cafetaleras. El procedimiento propuesto era el siguiente: se abriría
una matrícula en la que los hacendados se inscribirían solicitando
la introducción de un determinado número de inmigrantes. A la
llegada de estos el gobierno pagaría el pasaje, valor que le sería
condonado al hacendado si lograba conservar a sus trabajadores.
El diputado propone traer trabajadores de diversas procedencias lo que permitirá
"decidir o entresacar nacionalidades extrañas que más se
asimilen a las nuestras"13. Además, otra ventaja, asegura el legislador,
"si vienen trabajadores de procedencias diversas faltaría la
homogeneidad de origen que varias veces ha dado por resultado que todos ellos
obedezcan a la voz de un cabecilla que los solivianta por frívolos
pretextos dándonos una muestra de lo que son las huelgas en otros países".14
La Comisión de Fomento avala el proyecto y opina que para lograr una
inmigración "útil y estable" lo mejor es dejarla "al
cuidado de los particulares que son los directamente interesados en esta".15 Con el fin de que el gobierno cuente con medios suficientes para auxiliarlos
proponen aumentar al doble la suma propuesta por el diputado Oreamuno. El gobierno
central avala el proyecto pero tiene un par de objeciones. Pide que se le aclare
si el proyecto se propone atraer colonizadores o "simples braceros o jornaleros
que se introdujeren por los agricultores para satisfacer necesidades inmediatas
de nuestra industria agrícola". Ante esta solicitud la comisión
de Fomento le aclara que la finalidad es introducir braceros pero como el Ejecutivo
queda facultado para reglamentar la inmigración puede dar la interpretación
más conveniente de acuerdo a las circunstancias. Por otra parte, al gobierno
central le preocupa que la ley propuesta no tome en cuenta "los prejuicios
que al país podrían venirle del cruzamiento de razas". Por
ello recomienda "prescinda la ley de la [raza] negra y de la amarilla o
por lo menos les señale zonas limitadas de nuestro territorio donde únicamente
puedan establecerse".16 Finalmente el 29 de julio de 1896 Rafael Iglesias
aprueba el decreto propuesto con algunas modificaciones: la suma que invertirá
el Ejecutivo se fija en 50,000 pesos anuales, como había sido originalmente
propuesto. El artículo 2 dejaba en manos de la iniciativa particular
el cuidado de introducir los inmigrantes. En el artículo 4 se establecía
que los inmigrantes "podían ser simples braceros o familias de labradores".
En el artículo 5 el ejecutivo queda facultado "para rechazar la
inmigración de razas que a su juicio sean perjudiciales al país
o para circunscribirlas a determinadas regiones".17
Sabemos que este proyecto también fracasó. Quizá si se
hubiese aprobado tal y como lo proponía el diputado Oreamuno, se hubiese
abierto un portillo en la ley para que los hacendados pudieran introducir inmigrantes
al Valle Central pertenecientes a las llamadas "razas perjudiciales".
Pero cuando el Ejecutivo cierra este portillo, para los hacendados atraer braceros
europeos por su propia cuenta se convierte en una misión casi, sino,
imposible en un contexto en que países grandes de mucho mayor crecimiento,
lograban desarrollar estrategias inmigratorias que les permitían monopolizar
la masiva "inmigración deseada".
Este proyecto de inmigración de jornaleros no es excepcional en el contexto
de extrema carencia de mano de obra en el Valle Central. En la primera década
del siglo XX este problema se agudiza pues los hacendados, además de
competir con el proceso de migración interna y la demanda de mano de
obra de la compañía bananera, también deben hacerlo con
la obra de construcción del Canal de Panamá que por los altos
salarios ofrecidos atrae mano de obra de la región central de Costa Rica.18 En general, los proyectos de inmigración abogaban por la creación
de colonias de pequeños productores. Desde el punto de vista de los estadistas,
esta era la mejor alternativa para poblar áreas vacías. Además,
encontramos que en el discurso oficial a la vuelta del siglo XX, existe una
relación entre el predominio de pequeños propietarios agrícolas
y el dinamismo económico. Eloy Truque, sub secretario de Estado de Hacienda,
nos sorprende en 1901 con un discurso bastante similar al cepalino de la decáda
de 1960 cuando afirma que es necesario crear un sistema de protección
de las pequeñas propiedades que deben ser la base del sistema fabril.19 Pero este planteamiento de promoción de la pequeña propiedad,
se combina en esta época con el de la necesaria multiplicación
de la mano de obra para las grandes explotaciones agrícolas del Valle
Central. De tal forma disentimos con la investigadora Rita Bariatti cuando sostiene
que los proyectos de inmigración europea en Costa Rica "estaban
orientados a formar una clase de campesinos propietarios... y no a proveer mano
de obra a la economía cafetalera".20 También nos parece importante
cuestionar las siguientes observaciones realizadas en el Diagnóstico
Demográfico de la Organización de Estados Americanos: "...cuando
se origina una escasez de mano de obra en la recogida del café... inexplicablemente
no se arbitra una política inmigratoria para aliviar el problema".21 Al contrario, los proyectos de 1896 y, como lo veremos a continuación,
de 1906, evidencian que, en el contexto de la creciente carencia de mano de
obra en la Meseta Central, las autoridades nacionales diseñaron planes
para multiplicar mediante la inmigración, el número de jornaleros.
Ello nos muestra que estadistas de entonces intentaron trascender el orden social
creando las condiciones laborales necesarias para el rápido desarrollo
de las grandes explotaciones cafetaleras. Posiblemente si hubiesen aceptado
inmigración "no deseada" del Istmo o de las Antillas, la estructura
agraria del país y en particular del Valle Central, habría evolucionado
hacia una mayor concentración de la tierra.
En 1906 el diputado José Figueredo presenta un nuevo proyecto para promover
la inmigración. Señala que
"es cosa sabida por todos los señores diputados que en Costa
Rica caben holgadamente, cuatro millones de habitantes, de manera que ya se
comprenderá el poco espacio que ocupamos los 334.000 que la poblamos."22
Figueredo también se refiere a la existencia de amplias regiones del
país, "ávidas de ser explotadas" (los valles de Santa
Clara y del General, las sabanas de Guanacaste, la región de Río
Frío) y para ello es imprescindible la inmigración. Desde su punto
de vista, sería un error trasladar gente del país de un punto
a otro pues "gente de fuera, sana, vigorosa, trabajadora y por familias
es lo que nos hace falta para poblar aquellos sitios."23 Para ello propone
que el estado incentive la inmigración entregando la tierra en propiedad
y en enfiteusis a los colonos que, "deben ser de la raza blanca, [inmigrar]
por familias, con preferencia agricultores [y] de nuestro propio idioma si fuera
posible".24
La comisión del Congreso encargada de dictaminar el proyecto, retomando
las fallidas experiencias de promoción de la inmigración, sostienen
que el proyecto daría buenos frutos solo si el gobierno ofrece a los
inmigrantes los subsidios necesarios para dar inicio a su empresa agrícola
y sobrevivir mientras obtienen beneficios de esta.
Por otra parte, rescatando el proyecto de importación de trabajadores
de 1896, la comisión recomienda que se le permita al ejecutivo dedicar
una suma de dinero para colaborar con los hacendados de la Meseta Central que
deseen traer trabajadores. Finalmente el congreso aprueba este proyecto el 8
de julio de 1907 autorizando en el artículo 1.
"al Ejecutivo para invertir en el fomento de la inmigración
durante 8 años la suma de 40,000 colones anuales de los cuales 20,000
serán para pagar los pasajes de las familias de agricultores que traigan
los hacendados de la antiplanicie (sic) central."25
Evidentemente estos proyectos fracasan. Sin embargo, nos resultan interesantes
en cuanto nos muestran que las élites no habían aceptado pasivamente
los límites que, a la acumulación de riqueza imponía la
existencia de una población mayoritaria de pequeños y medianos
productores. En el imaginario nacional costarricense era posible transformar
esta realidad importando masivamente trabajadores destinados a servir como mano
de obra en la hacienda. Pero la gran limitante que imponía el imaginario
nacional se encontraba en las fronteras étnicas que este creaba: solo
era posible concebir en el Valle Central una inmigración masiva procedente
de Europa Occidental.
Voces disidentes: promover la inmigración japonesa
En general los proyectos inmigratorios buscaron promover la inmigración
europea occidental. Pero en el contexto de los constantes fracasos para atraer
inmigrantes de esta región del mundo, en 1907 don Federico Mora propone
la inmigración de japoneses y el periódico La Prensa Libre secunda
la idea. El editorialista se pregunta "si convendría admitir japoneses
o quedarnos estacionarios hasta cuando pudiéramos contar con inmigrantes
a nuestra satisfacción".26 Para convencer a su audiencia de lo atinado
del proyecto sostiene que en Estados Unidos los japoneses no son mal vistos
pues se les considera ambiciosos y listos. El editorialista reta las jerarquías
étnicas creadas por las teorías científicas eugenésicas,
cuando afirma lo siguiente:
"aspiramos a la inmigración de buenas razas y nos cautiva sobre
todo, la inmigración alemana pero al mismo tiempo debemos confesar
que si no fuera por los chinos, tal vez no se ponía uno aquí
camisa limpia".
Sin embargo, este discurso fue excepcional. En general los proyectos inmigratorios
claramente afirmaron la importancia de la inmigración europea por ser
esta, según los estadistas, la más cercana a la idiosincracia
y a las características fenotípicas de los costarricenses.
Inmigración europea vs. la colonizació
interna
En 1908 se propone un nuevo proyecto para promover la inmigración. Se
trata de un contrato entre el Secretario de Estado y de Fomento Oscar Rohrmoser
y el empresario José Trepat y Galán. Este, quizá recuperando
la experiencia anterior es mucho más modesto. Mientras en 1881 el gobierno
firmó un contrato con Perera para que este trajera nada menos que 8,500
inmigrantes, este nuevo contrato con José Trepat y Galán, se propone
traer en los siguientes cuatro años cien familias españolas con
el fin de fundar una colonia agrícola en Santa Clara. Para ello se destinarían
3,500 hectáreas de las que una parte sería vendida a los inmigrantes
(1,500 a 4 colones por hectárea) y el resto se distribuiría gratuitamente
obsequiando 15 hectáreas por familia. El Estado recompensará los
servicios del señor Trepat otorgándole 500 hectáreas.
La Comisión de Caminos y Colonias del Congreso integrada entre otros
congresistas por P. Pérez Zeledón, alaba la iniciativa con argumentos
que, para entonces son clásicos: la inmigración europea, especialmente
española puede exitosamente "amalgamarse" a la población
nativa. En esta forma da a entender que la población vallecentralina
es, fundamentalmente, de origen europeo. En efecto, como lo muestra Steven Palmer
ya desde fines del siglo XIX es hegemónico el discurso de la igualdad
étnica costarricense. Francisco Montero Barrantes en su libro Geografía
de Costa Rica publicado en 1892 y utilizado como texto escolar, se afirma que
"con poquísima, casi insignificante diferencia, todos los habitantes
de Costa Rica pertenecen a la raza blanca...La población es homogénea
y forma un todo compacto."27 De tal forma, desde el punto de vista de los
contemporáneos los proyectos inmigratorios consolidarían dicha
homogeneidad ya que no habría mucha dificultad en integrar a los nuevos
habitantes, provenientes de Europa, a la cultura nacional, pues estos, en términos
genéticos y culturales, tienen muchas similitudes con la población
del país.
Los congresistas, al igual que en proyectos anteriores, mencionan los éxitos
de una "inmigración idónea y bien dirigida" en países
como Estados Unidos, Canadá y la República Argentina.28 De nuevo
los congresistas se refieren al secreto del éxito de estos proyectos:
ofrecer al inmigrante condiciones propicias para su instalación como
subvención del Estado mientras logran obtener beneficios de las nuevas
explotaciones agrícolas, construir una carretera que vincule la colonia
con el Ferrocarril al Atlántico, preparar los terrenos que sembrarán
a su arribo los inmigrantes. En fin, según los congresistas es necesario
efectuar toda una serie de inversiones para recibir a los inmigrantes que, según
sus cálculos "sin incluir gastos religiosos, escolares, de policía,
de correo y mil más que por obvias [razones] no se mencionan, la suma
de las partidas anotadas alcanzan a 75,000 colones".29 De tal forma, la comisión
llega a la concluisión de que el país no se encuentra en condiciones
para fomentar la colonización europea en sus baldíos especialmente
cuando es urgente invertir la mayor cantidad posible de recursos en la finalización
del Ferrocarril al Pacífico. En todo caso, continúan reflexionando
los integrantes de la comisión, si hubiese recursos para invertir, es
mucho más urgente utilizarlos en cruzadas de higiene para disminuir la
mortalidad infantil, para mejorar la salubridad, proveer de agua potable a comunidades
que aun no la poseen. Por consiguiente, la comisión no recomienda la
aprobación del contrato Rohrmoser-Trepat. Sin embargo, con unas pocas
modificaciones el 3 de noviembre de 1908, el Congreso lo aprueba.
Tal y como lo vaticinara la Comisión de Caminos y Colonias este proyecto
también fracasó. Aunque los argumentos de los integrantes de esta
comisión no triunfaron en el debate legislativo, empezaban ya para entonces
a tomar fuerza. En efecto, el mismo presidente Cleto González Víquez
pese a que aprobó este nuevo proyecto para promover la inmigración,
insistía en que era más conveniente dotar de servicios médicos
y de buenas condiciones de salubridad a los habitantes del país para
que la población tenga un rápido crecimiento natural antes que
traer inmigrantes "que no siempre resultan útiles" al país.30 En efecto, ya para entonces visualizamos un cambio importante en la política
de fomento de colonización y de incremento de la población. En
las siguientes décadas, el énfasis de las políticas estatales
se centrará en el mejoramiento de las condiciones higiénicas y
de salud de la población nacional y en promocionar proyectos de inmigración
interna.31
La inmigración "no deseada" se impone
Era preocupación central de los proyectos migratorios que los nuevos
habitantes del país se dedicaran a labores agrícolas. Así
por ejemplo cuando el diputado José Figueredo presentó en 1906
un proyecto para promover la inmigración, la Comisión de Gobernación
expresó su preocupación de que estos nuevos colonos no encontrasen
condiciones propicias para explotar la tierra, y entonces "se traería
gente que vendría a aumentar el número de los que comercian y
se dedican a otra clase de trabajos que les proporcionen el modo de vivir o
lo que sería peor que vendrían solamente a consumir y a aumentar
la plaga de los viciosos, de los vagos y mal entretenidos."32 Sin embargo,
la mayoría de los pocos inmigrantes pertenecientes a los grupos étnicos
"atractivos" que se quedaron en el país se radicaron en las
áreas urbanas. Como lo muestra Rita Bariatti en relación con la
inmigración italiana (la segunda inmigración europea en importancia
numérica) esta tendía a concentrarse en San José y a dedicarse
a ocupaciones características del mundo urbano: especialmente artesanía
y comercio. Bariatti en los censos no encuentra italianos ubicados en la categoría
"jornaleros" y para 1927 de los 427 italianos residentes en San José
registrados en el censo de ese año, hay solamente 5 en la categoría
de "agricultores".33
Los datos sobre juzgamientos que localizamos para los años 1904 y 1905
nos permiten apreciar la distribución geográfica de la población
considerada "extranjera" aunque tienen la limitante de que estas estadísticas
no detallan su nacionalidad. En 1905 en la ciudad de San José son juzgados
1239 costarricenses y 115 extranjeros. En cambio en el resto de las poblaciones
de la provincia son juzgados 551 costarricenses y apenas 5 extranjeros. En la
ciudad de Alajuela son juzgados 572 costarricenses y 15 extranjeros mientras
que en las otras poblaciones de la provincia el dato corresponde a 397 costarricenses
y apenas 5 extranjeros. Los 10 extranjeros sometidos a juicio en la provincia
de Heredia, fueron juzgados en la ciudad de Heredia, mientras que de los 464
costarricenses sometidos a juicio, 332 corresponden a la ciudad de Heredia y
132 a las otras poblaciones de esta provincia.
La situación cambia cuando se analizan los casos de las provincias de
Limón, Puntarenas y Guanacaste. En Limón, tanto en la ciudad como
en sus otras poblaciones la mayoría de las personas juzgadas son extranjeras.
Ello se debe a la importante inmigración extranjera jamaiquina y, en
menor grado nicaragüense y de indígenas panameños que son
atraídos por los altos salarios de las plantaciones bananeras. Pero,
además, también se debe a un fenómeno particular que se
detallará más adelante: buena parte de la población negra
nacida en Costa Rica es considerada "extranjera". De tal forma, en
Limón la tendencia del Valle Central completamente se revierte: el número
de costarricenses juzgados asciende a 373 minetras el de extranjeros a 893.
En el caso de Puntarenas encontramos también un importante número
de extranjeros sometidos a juicio: 150, aunque el número de costarricenses
es bastante mayor: 652. En concordancia con la tendencia del Valle Central la
gran mayoría de extranjeros se ubica en la capital de provincia: 136.
Sin embargo, hay una población donde la tendencia se revierte, en Golfo
Dulce donde encontramos 2 costarricenses y 11 extranjeros juzgados. Este alto
número de extranjeros sometidos a juicio en la ciudad de Puntarenas y
en Golfo Dulce se explica por las constantes visitas de embarcaciones de otras
nacionalidades.
El caso de Guanacaste en 1905 también muestra sus particularidades: en
esta provincia hay un importante número de extranjeros juzgados: 41,
aunque el número de costarricenses sometidos a juicio es bastante superior:
176. En este caso los extranjeros no se concentran en la capital de provincia:
solo hay 11 juzgamientos en Liberia mientras que en poblaciones pequeñas
encontramos un elevado número de extranjeros juzgados: 17 y 10 respectivamente
en Santa Cruz y en Las Cañas. Ello indudablemente responde a la inmigración
temporal o permanente de nicaragüenses. Los vínculos culturales
y familiares existentes entre los habitantes de la provincia de Guanacaste y
la región sur de Nicaragua incentivaron el desarrollo de un flujo migratorio
permanente al interior de esta región que se desarrolla al margen de
los proyectos migratorios estatales. Es interesante que en Guanacaste encontramos
un grupo importante de procesados que se localizan en la categoría "ignorados".
Estos son 45 y tienden a localizarse en Liberia (19) Santa Cruz (14) y Las Cañas
(4). Esta categoría posiblemente refiere a un sector poblacional que
tienen una actividad de vida que podríamos llamar "transfronteriza",
es decir, que su radio de acción geográfico trasciende el límite
fronterizo. Posiblemente con frecuencia los descendientes de este sector no
eran registrados en ninguno de los dos países. Por otra parte, dada la
fluidez de las relaciones de intercambio en la región fronteriza, es
posible que el rubro "ignorado" en Costa Rica se utilizara para designar
a esta población "indocumentada".34
Las tendencias a la concentración de inmigrantes en Limón Guanacaste
y Puntarenas que encontramos en los datos estadísticos sobre los juicios
de 1905, se aprecian en los resultados del censo de 1927. Mientras el porcentaje
de personas nacionalizadas en la provincia de San José es de un 0.3%,
en Alajuela y Heredia 0.1%, en Cartago 0.2%, en Puntarenas, Guanacaste y Limón
es significativamente mayor: 0.8, 1.2 y 3.0% respectivamente.35
Como se puede apreciar del extenso análisis de los datos estadísticos
sobre procesos judiciales en 1905, el proyecto migratorio del Estado costarricense
enfrentaba dos importantes problemas: En primer lugar la inmigración
"deseada" que llegaba al Valle Central, no se dedicaba a las labores
agrícolas, más bien, tendía a incorporarse a la vida citadina.
Esta tendencia solo es revertida recientemente cuando encontramos un creciente
predominio numérico de los nicaragüenses sobre el resto de la población
inmigrante. Buena parte de esta masiva afluencia de población extranjera
se dirige hacia las zonas rurales incorporándose a las actividades de
recolección de productos agrícolas. Sin embargo, el censo de 1973,
que precede esta masiva inmigración, nos muestra que los nicaragüenses,
así como los jamaiquinos, panameños y chinos, a diferencia del
resto de los inmigrantes, no tienden a concentrarse en San José. Los
nicaragüenses ya para entonces, constituían el grupo minoritario
que se había establecido en forma más dispersa en el país.
En cambio, la migración, tradicionalmente deseada, es decir, de origen
europeo, seguía conservando para entonces, al igual que en la actualidad,
su carácter eminentemente citadino.36
En segundo lugar, aunque para entonces existían tendencias inmigratorias
en dos de las tres provincias más marginales (Limón y Guanacaste)
el Estado costarricense no tenía interés en promocionarlas. La
inmigración negra aparece claramente en el discurso oficial como un "problema"
que debe tolerarse en aras del desarrollo de los trabajos del ferrocarril y
posteriormente de la compañía bananera. Pero el Estado, lejos
de proponer la "integración" del Caribe con el "universo
costarricense" creó esta región como "excepción".
Es decir, de acuerdo a Carmen Murillo, el Caribe fue concebido "como tierra
con pobladores diferentes, de lenguas y costumbres 'extrañas' con leyes
y actividades económicas distintas..."37
Aunque no hay manifestaciones oficiales acerca de una posible inmigración
masiva proveniente de otros países centroamericanos, resulta obvio en
las políticas estatales que esta es considerada como poco atractiva.
No obstante, es la inmigración caribeña y del istmo centroamericano
la que tendrá mayor presencia numérica en el transcurso del siglo
XX. De acuerdo a los datos censales existentes desde 1864 hasta 1984 la población
extranjera está compuesta prioritariamente por nicaragüenses, luego
por jamaiquinos (a partir del censo de 1883 hasta el de 1950), seguida por los
panameños (que existen como tales en estos datos censales a partir del
censo de 1927) y, finalmente, la europea. Si bien esta tendencia se afianza
en el siglo XX no se evidencia aun en las últimas décadas del
siglo XIX. Por ejemplo en el censo de 1892 predominan los europeos: corresponden
a 2,339 de los 6289 extranjeros registrados. En este censo encontramos 1302
nicaragüenses, 634 jamaiquinos y 676 colombianos (seguramente la mayoría
de ellos provenientes de la región que corresponderá a Panamá).
Consideramos que, muy probablemente, haya sido significativo el subregistro
de inmigrantes, especialmente de Nicaragua y Panamá ubicados en los territorios
fronterizos de ambos extremos y en áreas rurales donde difícilmente
llegaban los funcionarios estatales. Además, recordemos que, todavía
a inicios de siglo se utiliza la categoría "indefinido" para
hacer referencia a una población que no se sabe en que sector del borde
fronterizo ha nacido. Este carácter nacional "indefinido" de
un grupo de la población debe también haber contribuido al subregistro
en los censos.
En el siglo XX, en cambio, hay una clara tendencia al predominio de la población
migrante de otros países centroamericanos (Nicaragua y Panamá
en primero y segundo lugar respectivamente) mientras la importancia numérica
de la migración europea definitivamente tiende a descender. Si en 1927
se contabilizaban 6614 europeos, en 1973 su número ascendía apenas
a 3611 y en 1984 a 5309. En cambio la población nicaragüense que
asciende a 10673 en 1927, se ha triplicado para 1973 cuando llega a ascender
a 32347. Aunque disminuye en 1977 a 25223 (quizá por el auge económico
que entonces vive Nicaragua) para 1984, debido, en gran medida, a la masiva
afluencia de la población que huye de la guerra en Nicaragua, el número
de inmigrantes tiene de nuevo un considerable aumento: asciende a 45,918.
En cambio la población jamaiquina aparece como la población extranjera
más importante en el censo de 1927 cuando asciende a 17,248. No obstante,
en el transcurso del siglo desciende abruptamente: en 1950 desciende a 7,316,
en 1973 a 979 y en 1984 a 454. La inmigración de Guatemala, El Salvador
y Honduras se mantiene bastante baja hasta 1950 en que llega a sumar 1213, cifra
muy reducida en comparación con la de nicaragüenses que para ese
año asciende a 16559. La inmigración proveniente de Guatemala,
El Salvador y Honduras adquiere mayor relevancia en 1977 y 1984, cuando la violencia
política aumenta la cifra a 5994 en 1977 y a 11748 en 1984. La población
nacida en China, aunque el período es relativamente pequeña, muestra
un dinamismo importante a partir de mediados del siglo XX: aumenta significativamente
desde 1950 cuando cuenta apenas con 723 inmigrantes, hasta 1984 en que estos
ascienden a la cifra de 2164.38 Pero en los últimos tres censos (1963,
1973 y 1984) se advierte una tendencia a la disminución de las nacionalidades
que componen la población migrante mientras la población nicaragüense
tiende a afirmarse como la población inmigrante mayoritaria con aproximadamente
la mitad del número total de inmigrantes.39 Estas tendencias inmigratorias
del siglo XX se impusieron pese a que estuvieron en contradicción con
las políticas del Estado costarricense. La inmigración jamaiquina
se convirtió en un "mal necesario" que debía ser tolerado
al menos en coyunturas de alta necesidad de mano de obra en el Caribe. La inmigración
nicaragüense y panameña se impuso porque sus vínculos sociales,
económicos y hasta familiares trascendían las artificiales fronteras
creadas por los estados contemporáneos. No obstante, estos grupos, encontraron
cada vez mayores obstáculos para ingresar y establecerse en el país.
Las políticas migratorias hasta la década
de 1930
En efecto, mientras los estadistas intentaban crear condiciones propicias para
atraer la inmigración deseada, también se dieron a la tarea de
crear una legislación migratoria que les permitiese rechazar el ingreso
de la inmigración no deseada. En la constitución de 1871 no se
imponía ningún obstáculo a la inmigración extranjera.
Sin embargo, en las décadas siguientes, se crean leyes para restringir
la inmigración con el fin de ofrecer al Estado un instrumento jurídico
que les permitiera seleccionar a los inmigrantes.40 Estas leyes específicamente
se proponen impedir el ingreso de determinados grupos étnicos. Por ejemplo,
en 1897 se prohíben nuevas inmigraciones de chinos y en 1904 de árabes,
armenios, turcos y gitanos. En 1904 se había prohibido el ingreso de
árabes, turcos, armenios y gitanos pero en 1910 se permite de nuevo el
ingreso de estos grupos siempre que presentaran al ingresar una suma no menor
de 1,000 colones. En 1914 se establece que los inmigrantes deben presentar la
suma de 100 colones al ingresar al país.41
En la legislación encontramos una clara influencia de las teorías
eugenésicas no solo en cuanto a la construcción de razas superiores
e inferiores, sino también en cuanto a la selección de individuos
por sus características físicas individuales. En 1905 durante
la administración de Ascensión Esquivel se aprueba una nueva legislación
inmigratoria para restringir el ingreso de indigentes, valetudinarios, personas
procesadas o personas con impedimentos físicos permanentes para el trabajo,
a menos que probaran que tienen bienes propios para vivir. Además, se
aprovecha la ocasión para prohibir el ingreso de "anarquistas manifiestos."42 Sin embargo, estos proyectos de control de la migración extranjera, como
lo veremos en las siguientes líneas, entran en contradicción con
las tendencias migratorias internas.
En 1922 el congreso discute la "Ley de emigración de trabajadores
costarricenses". Esta tiene como finalidad facilitar el traslado, por medio
de contratistas, de trabajadores costarricenses a las costas hondureñas.
En efecto, los altos salarios ofrecidos en la actividad bananera en expansión,
resultaron atractivos incluso para campesinos del Valle Central. Los diputados
que avalaron el proyecto argumentaron que había escasez de trabajo en
el país, y que, además, esta era una buena oportunidad para que
estos trabajadores mejoraran sus condiciones de vida. Al contrario, el diputado
Montero Barrantes se oponía a la propuesta alegando lo siguiente: "Se
de hacendados en cuyas fincas ganan [los trabajadores] hasta cinco colones diarios
y se también de un amigo que ha perdido de 400 a 900 fanegas de café
por falta de brazos para su recolecta..."43
Pero ¿cómo es posible que los diputados tuvieran posiciones encontradas
en un asunto que parece tan elemental como la escasez o abundancia de trabajo?
En realidad creemos que estas discrepancias responden a las condiciones mismas
de la explotación cafetalera que obliga a incrementar significativamente
el número de trabajadores durante el período de recolección
de la cosecha. De tal forma, es posible que haya en explotaciones agrícolas
escasas posibilidades laborales para trabajadores permanentes y, a la vez, que
estas experimenten escasez de mano de obra en el período de recolección.
En efecto, en la década de 1920 la carencia de mano de obra para las
explotaciones cafetaleras se ha convertido en problema crónico.En 1924
se presenta en el Congreso un proyecto para eliminar la sección del decreto
del 31 de agosto de 1914 que establece que los inmigrantes deben traer consigo
una suma mínima de cien colones. La Comisión de Gobernación
está de acuerdo con tal propuesta pues, aseguran sus integrantes, esta
ley de "altas tendencias defensivas" está teniendo efectos
negativos en la economía y, a la vez, ha contribuido a provocar una migración
interna no deseada. Explican que, debido a las dificultades que enfrentan los
cultivadores de la zona Atlántica para importar braceros del exterior,
han acudido a la fuerza laboral del interior del país atrayéndola
con las promesas de altos salarios. Ello ha agravado los problemas de carencia
de mano de obra lo que tuvo dos efectos negativos: que los jornales y los productos
agrícolas se elevaran considerablemente. También la comisión
alega otro motivo de gran importancia para modificar esta ley: la salud. Como
se señaló anteriormente la baja tasa de crecimiento de la población
era una de las preocupaciones centrales del Estado costarricense pues, se consideraba
que la escasa población se convertía en un importante obstáculo
para el crecimiento económico. Por eso, las políticas estatales
en torno a la salud pública ocupan un lugar central. Los congresistas
se valían de esta fundamental temática para justificar su propuesta
de abrir más espacio a la migración laboral: "Por centenares
emigran de los diferentes puntos de la Meseta Central, de Puntarenas y Guanacaste,
a esos traicioneros climas de la región Atlántica nuestros sanos
y robustos campesinos... cuando después de algún tiempo retornan
a sus hogares, las economías con que soñaron apenas sí
les alcanzan para medicamentos y de sus vigores solo quedan siluetas macilentas..."44 Gracias a estos argumentos el proyecto es aprobado.
En síntesis durante este período el Estado se propuso crear una
legislación migratoria que permitiera tanto seleccionar a los grupos
nacionales "dignos" de integrarse a la nación costarricense
como a los individuos que, por sus características físicas, prometieran
descendientes saludables e inteligentes. Sin embargo, esta "estricta selección"
del universo de inmigrantes, se constituyó en una limitante para el desarrollo
económico del país. En efecto, la inmigración interna del
Valle Central hacia el Caribe, que agudizaba la escasez de mano de obra en las
explotaciones cafetaleras, está vinculada con la selectiva política
de inmigración extranjera. Ante esta contradicción, el Estado
se verá obligado a "agilizar" su política inmigratoria
permitiendo el ingreso de poblaciones "no deseadas".
Políticas migratorias durante la crisis de 1930
En el contexto de la crisis de 1930, el problema de la escasez
de mano de obra se revierte pues, por primera vez el país se enfrenta
a la amenaza del crecimiento incontrolable del desempleo. Además, los
países vecinos se encontraban en situaciones similares y era previsible
que, la escasez de empleos dinamisara las migraciones laborales. De tal forma,
durante la crisis, el Estado "echa atrás" en su política
de apertura a la inmigración extranjera "no deseada" inaugurada
en los veintes, estableciendo estrictos controles sobre los trabajadores provenientes
de otras regiones del istmo y del Caribe. Es entonces cuando encontramos una
clara tendencia a la penalización de los inmigrantes que ingresan al
país sin efectuar los trámites demandados.
Con la creación del "Registro de identificación inmigratoria"
en 1930 se crean fuertes controles burocráticos y policiacos sobre los
extranjeros. Estos deberán presentarse a las autoridades policiacas de
la localidad donde residirán para rendir cuentas exactas de sus actividades,
del tiempo que piensan residir en el país, de los medios de subsistencia
con que cuentan y ofrecer, si es posible, nombres de personas de conocida reputación
que los conozcan. Además el extranjero debe obtener una cédula
de inmigración que debe ser renovada cada dos años. Se establece
en el artículo 9 que los dueños de hoteles, fondas y pensiones
que alojen extranjeros que lleguen al país, deben declararlo a la Dirección
de Policía bajo pena de arresto en su grado mínimo o multa de
1 a 30 colones. El artículo 8 indica que el extranjero que ingrese al
país clandestinamente, sin los documentos requeridos, "estará
obligado a salir inmediatamente del país. Si no lo hiciere, se le tendrá
por el mismo hecho como extranjero pernicioso y será expulsado del territorio
nacional." Pero estas drásticas medidas para seleccionar a los extranjeros
que "merecen" residir en el país y para mantener bajo estricta
vigilancia a aquellos que son aceptados, no se aplican por igual a todos ellos.
Por supuesto quedan exentos de este sistema de control los miembros del cuerpo
diplomático y demás representantes de instituciones o corporacines
internacionales, así como personas que ocuparan cargos distinguidos en
su país de origen. Además, el artículo 14 establece que
"el director General de Policía queda autorizado para eximir de
las formalidades del presente decreto a los demás extranjeros que a su
juicio merezcan esa atención con base en su reconocida honorabilidad".45 En esta forma la ley establece una importante distinción entre "extranjeros
distinguidos" que son bien recibidos y "extranjeros sospechosos"
que, aun cuando sean aceptados, es necesario mantenerlos bajo estricto control.
¿A donde se encuentran los límites entre uno y otro? Estos los
establecen las autoridades y es fácil adivinar que en la selección
el criterio étnico tendría especial importancia. Además,
intuimos que, dejar abierta esta distinción, era un instrumento para
controlar la inmigración de otros países de Centro América
sin crear una legislación que fuera explícitamente discriminatoria.
De esta forma se evitarían conflictos con los gobiernos vecinos. Finalmente,
esta ley, en el contexto de la crisis, tenía como objetivo detener la
inmigración laboral.
En 1931 se exige a los inmigrantes en general presentar nada menos que 1,000
colones en efectivo. Pero de nuevo quedarán exentos del pago de esta
suma "personas que por sus antecedentes, méritos o condiciones de
honorabilidad comprobada merezca esta atención."46 Esta ley en su
artículo 2 autoriza al Poder Ejecutivo para rechazar, basándose
en informes del exterior o de las autoridades locales, a los inmigrantes "que
considere nocivos al país".
En 1933 el Estado crea un nuevo instrumento jurídico para controlar "a
discreción la inmigración: "el Poder Ejecutivo queda facultado
para exigir, cuando lo creyere conveniente en vez de la simple presentación
de los un mil colones que refiere el artículo 1 de la referida ley [de
inmigración] depósito de aquella suma por el tiempo que tuviere
a bien señalar."47 El artículo siguiente refiere a "los
centroamericanos" señalando, no que queden exentos de mostrar mil
colones en efectivo al arrivar al país, sino que simplemente, quedan
exonerados de hacer el depósito señalado.
En el contexto de la crisis el Estado prácticamente
descarta los proyectos de colonización europea y tiende a fomentar la
auto-inmigración. En 1930 el gobierno funda la colonia agrícola
de Guápiles. En la ley de creación de esta colonia se aprecia
que el Estado se propone ofrecer a los colonos nacionales condiciones aun más
atractivas que las que anteriormente ofreció en los diversos contratos
de colonización europea a los inmigrantes del Viejo Mundo. En efecto,
el gobierno se compromete a suministrar a los colonos el transporte, una buena
parcela de tierra en el área de habitación, casa de habitación,
instrumentos de labranza y durante los primeros seis meses les proveerá
de los artículos necesarios para la subsistencia. La voluntad del Estado
de favorecer la migración interna se aprecia claramente en el artículo
26 de la ley de creación de esta colonia que establece como primer requisito
para obtener tierras en la nueva colonia, ser costarricense cabeza de familia.
Además, estos hombres a quienes se les entregaría la tierra debían
mostrar que no padecían enfermedades infecciosas. En esta forma, se pretendía
poblar, hasta donde fuera posible, las áreas vacías del país,
siguiendo las teorías eugenésicas, con una población sana
que garantizara una descendencia saludable y que, por tanto, pudiese reproducirse
rápidamente.48
Durante la crisis, como lo señalamos anteriormente, hay una clara tendencia
en la legislación a limitar drásticamente las inmigraciones laborales.
Jeffrey Casey Gaspar sostiene que, ya a partir de mediados de la década
de 1920 la compañía bananera enfrentaba una coyuntura difícil
por lo que las oportunidades de empleo disminuyeron significativamente. Ello,
según Casey, fue el elemento generador de un discurso discriminatorio
entre los trabajadores blancos, discurso que adquiere especial virulencia en
el contexto de la crisis de 1930. Llama la atención que los trabajadores
blancos hacen básicamente dos solicitudes en contra de los negros: La
primera es la erradicación, hasta donde sea posible, de la mano de obra
negra impidiendo toda inmigración y realizando deportaciones masivas.
Esta última medida podía ponerse en práctica sin violentar
la legislación pues buena parte de la población negra, aunque
hubiese nacido en Limón, no habían adquirido la nacionalidad costarricense
que no se entregaba automáticamente; por el contrario, requería
de un trámite especial. En efecto, incluso los trabajadores blancos reclamaban
a la United Fruit Company porque esta empresa ayudaba a los negros a adquirir
la nacionalización. En esta forma el Estado se había reservado
el derecho de realizar una deportación masiva en caso de que lo considerara
conveniente. La segunda demanda de los trabajadores giraba en torno a la segmentación
étnica del mercado laboral: los blancos pedían que se impidiera
a los negros realizar labores especializadas. En la coyuntura de la crisis,
cuando se evidencia la agudización de los conflictos étnicos,
un trabajador anónimo se refería en 1932 a la invasión
de negros, chinos, polacos, culíes "y cuanto bicho indeseable se
echa de otros países o no se le permite en otros lados." Para impedir
esta invasión, solicitaba a las autoridades un estricto control migratorio.49 En este contexto una propuesta presentada al Congreso por el diputado Otilio
Ulate para que se prohibiera a los negros participar en los nuevos bananales
del Pacífico, fue aprobada por amplio margen.
Casey nos muestra que a partir de la década de 1920 se evidencia un violento
racismo de los trabajadores blancos contra los negros. Sin embargo nos resulta
difícil creer que este fuese generado simplemente por la competencia
laboral. El Estado desde el siglo pasado había venido elaborando sistemáticamente
discursos discriminatorios contra las "razas inferiores". La misma
construcción de la nación, cuanto más se iba desarrollando,
más claramente iba estableciendo diferencias jerárquicas importantes
entre la población vallecentralina, donde predominaba abrumadoramente
la herencia europea y el resto de las poblaciones centroamericanas y caribeñas.
La abierta discriminación a la población negra, característica
de todos los estados centroamericanos, en Costa Rica de ninguna manera fue excepción.
De tal forma, no creemos que el racismo y la xenofobia surgieran como productos
automáticos de la creciente competencia entre los grupos étnicos
en el mercado laboral. La construcción de las jerarquías étnicas
desde el estado fueron en alguna medida internalizadas por los sectores populares.
Estos decidieron utilizar en defensa de sus intereses el ya clásico discurso
oficial racista, cuando percibieron que "los otros" atentaban contra
sus posibilidades de sobrevivencia.
La documentación indica que, en la década de 1930, la política
inmigratoria costarricense tiende a hacerse cada vez más exigente, incluso
con inmigrantes provenientes de las "razas" superiores. En 1937 se
niegan 147 solicitudes para inmigración, entre las cuales se encuentran
13 de individuos provenientes de Gran Bretaña (que posiblemente la mayoría
eran negros del Caribe) 4 de alemanes, 9 de italianos, 10 de franceses y 13
de españoles, es decir en total se rechazan por lo menos 36 solicitudes
de inmigración de individuos provenientes de la región del mundo
de donde se intentara sistemáticamente atraer nuevas poblaciones.50
La crisis, especialmente al iniciarse la década de 1930, tiene un efecto
negativo sobre el empleo y los salarios tanto en las plantaciones bananeras
como en las cafetaleras.51 En Costa Rica esta década se caracteriza por
la organización sindical y política de los trabajadores. Los nuevos
discursos del movimiento laboral logran "ganar terreno" en las altas
esferas de la vida política, especialmente entre 1932 y 1936, durante
el liberal aunque progresista gobierno de Ricardo Jiménez.52 De tal forma,
en el contexto de la crisis, los trabajadores arrancan importantes garantías
económicas al capital por intermediación del estado. En 1931 un
grupo de diputados manifiestan su preocupación por las condiciones laborales
de los trabajadores cafetaleros pues "los precios del café son bajos,
pero no tanto que justifiquen esos jornales que se pagan tan bajos aprovechando
la desocupación y abundancia de brazos."53 Por tanto proponen crear
una ley que regule los salarios. En este caso el congreso se distancia de los
intereses de los cafetaleros que se oponen a esta medida. Los congresistas sostienen
que pese a la crisis las ganancias de los cafetaleros no han mermado mientras
los salarios han disminuido significativamente debido a que "había
muchos brazos disponibles despedidos por la ruina de la industria bananera y
de otros cultivos. Los cafetaleros fieles a la ley [de la oferta y la demanda]
bajaron los jornales sin tomar en cuenta que detrás de un salario está
un hombre y detrás de este una familia..."54
En efecto, se dicta una ley en 1932 que establece salarios mínimos para
café, caña y tabaco (25 centavos la hora) y banano y cacao (cincuenta
centavos la hora). En 1932 se crea la Comisión de Salarios en todos los
cantones con la finalidad de que cada una de estas fije el salario en el cantón
de su competencia."55 De tal forma, durante la crisis el gobierno costarricense
toma una serie de medidas para proteger a los sectores trabajadores que se enfrentaban
a una situación que había sido poco común en el pasado:
la abundancia relativa de mano de obra. En 1936 por primera vez el Estado se
propone intervenir regulando la migración laboral al interior del país.
El diputado José Manuel Peralta argumentando que hay una mala distribución
geográfica de la fuerza laboral, propone que, a través de los
servicios de la Oficina de Trabajo se trasladen trabajadores de las regiones
donde haya excedente a aquellas donde falten brazos. Esta oficina brindará
información acerca de las oportunidades laborales a los interesados.
Los empresarios reconocerán a los trabajadores parte de los costos del
traslado y el gobierno gestionará rebajas con empresas de transporte.
El proyecto es aprobado.56 En 1936 las abundantes cosechas de café, de
arroz y de banano fueron recolectadas gracias a la movilización que hizo
la Oficina Técnica de 1864 trabajadores a diferentes partes del país
con pasajes del Ferrocarril al Pacífico, de la Northern Railway Company,
Empresa de Transportes Marítimos del Golfo de Nicoya y Lanchas Nacionales.
Este proyecto para movilizar fuerza de trabajo al interior del país permitió
resolver el problema de escasez de brazos que hubo en la zona cafetalera de
Turrialba y en la zona bananera de Boca Naranjo, Parrita y Osa. No es casual
que estas zonas, aun en el escenario de la crisis, presenten problemas de escasez
de fuerza laboral. Turrialba es una zona cafetalera donde predominan las grandes
propiedades agrícolas. De tal forma, si en la Meseta Central todavía
existe una importante complementariedad entre la economía campesina y
la producción cafetalera en mediana y gran escala, Turrialba carece de
esa complementariedad que permite incrementar la fuerza laboral sustantivamente
en épocas de recolección del café. Tampoco es sorprendente
que haya escasez de trabajadores en las nuevas zonas bananeras del Pacífico
pues, como lo señalamos anteriormente, la compañía bananera,
por presiones del gobierno de Costa Rica, tuvo que prescindir de la contratación
de trabajadores negros.57 Sin embargo, esta redistribución de la fuerza
laboral no se hizo sin problemas. La fuerza laboral disponible provenía
de las zonas más pobladas del Valle Central, especialmente de San José
y, se desprende del mismo informe de la Oficina Técnica, los procesos
de adaptación de los trabajadores desempleados a nuevas regiones y a
nuevas actividades, no fueron fáciles. El trabajador capitalino, desacostumbrado
a las labores del campo fue catalogado por los empresarios agrícolas
como "mal trabajador". Por consiguiente, "no es aceptado en labores
de ninguna forma: ni en el Pacífico ni en el Atlántico, ni para
café, ni para bananos, etc., etc."58
En este contexto de intensa promoción de las migraciones
laborales internas, el Estado se propone obtener un mayor control de las condiciones
de vida de los trabajadores especialmente en las zonas bananeras. En ese contexto
la Oficina Técnica del Trabajo solicita a la Agencia de Policía
de la Zona Atlántica un informe sobre las condiciones en las fincas:
si poseen campamentos y si cuentan con medicinas. Además se investigaron
los comisariatos de la zona para determinar los precios y defraudaciones con
pesas alteradas. Fueron inspeccionadas 61 fincas y se ha notificado a los dueños
de aquellas en las que los trabajadores viven en ranchos de paja, en pésimas
condiciones de higiene, advirtiéndoles su obligación de ofrecerles
condiciones aceptables de albergue.59
En síntesis, durante la década del 30 presenciamos importantes
cambios en las políticas inmigratorias. El Estado abandona por completo
los proyectos de promoción de la inmigración europea (que ya habían
perdido su ímpetu en la década anterior) fortalece los controles
hacia la inmigración no deseada y se propone, por primera vez, resolver
el problema del desempleo (especialmente agudo en las áreas urbanas)
redistribuyendo espacialmente la fuerza laboral. En el contexto de las luchas
sindicales de los treinta, pese a la coyuntura crítica de entonces, mejoran
las condiciones laborales de los trabajadores nacionales. No obstante, mientras
los trabajadores se fortalecen políticamente, se hace públicamente
manifiesta la xenofobia entre los sectores subalternos.
Las políticas migratorias en la década
de 1940
En realidad nos parece que es en la década de 1930 cuando el estado costarricense
sienta las bases de la política migratoria de las décadas siguientes:
casi quedan relegados al pasado los proyectos de colonización europea,
se tiende a promover la colonización interna y a fortalecer la política
de "estricta selección" de la migración extranjera.
Además de que, a inicios de la década de 1940 el Estado toma la
iniciativa de restringir la inmigración de individuos de los países
beligerantes, en especial del eje,60 en esta década continúa teniendo
vigencia el violento discurso político de los treinta contra la población
negra.
Para 1941 era evidente que la población negra llegaría a tener
la nacionalidad costarricense pues la gran mayoría de sus integrantes
habían nacido en el país. La ley no ofrecía a estos la
nacionalidad automáticamente sino que para obtenerla debían realizar
un trámite de "opción" que tenía un costo de
5 colones. Solo en 1941 las opciones ascendieron a 878 pues la comunidad negra
no desaprovechó la oportunidad de adquirir la nacionalidad costarricense,
el mejor mecanismo para protegerse contra eventuales deportaciones. Sin embargo,
el Ministro de Gobernación, Trabajo y Previsión Social, Francisco
Calderón Guardia, expresaba su disgusto ante este sistema que "aunque
es muy malo no puede evitarse mientras la constitución permanezca redactada
en la forma que actualmente tiene."61 En efecto, pese a que esta es una de
las coyunturas políticas más progresistas que ha vivido el país,
Francisco Calderón, hermano del caudillo que en su gobierno logró
que se dictaran las garantías sociales, abiertamente expresaba su rechazo
a la minoría negra. En efecto, este fuerte discurso discriminatorio se
entiende en el contexto analizado anteriormente: la violenta reacción
de los trabajadores blancos contra los negros durante la crítica coyuntura
de los años treinta. En este caso, el discurso racista fomentado desde
el Estado fue internalizado por los sectores subalternados e instrumentalizado
cuando estos se sintieron "amenazados" por la existencia de esa otredad
negra. La fuerte reacción de sectores trabajadores que tendrían
una importante presencia en el progresista estado calderonista, retroalimentaron
el discurso discriminatorio oficial.
Como lo comentamos anteriormente la expansión bananera contó con
una importante participación de mano de obra proveniente de Nicaragua.
Además, como lo vimos en páginas anteriores, los nicaragüenses
acostumbraban desplazarse en busca de trabajo hacia regiones de Guanacaste y
de la zona Norte. Francisco Ibarra Mayorga nos habla en la década de
1940 de "la fecunda e impagable labor del peón nicaragüense
en los campos malsanos e inclementes de la Costa Atlántica primero y
el Pacífico después".62 En efecto, explica Philippe Bourgois
que entre los trabajadores llamados "latinos" que participaron en
la explotación bananera, es decir, todos aquellos trabajadores que no
eran ni indígenas ni negros, los nicaragüenses eran los que realizaban
las labores más duras en la plantación como el "volteo"
de la montaña. La UFCO, explica Bourgois, desde principios de siglo acostumbró
"delegar el trabajo de limpiar los territorios nuevos en contratistas nicaragüenses
quienes traían sus propios trabajadores desde su país".63 En
efecto, la subcontratación de nicaragüenses, se generaliza en la
década de 1990 no solo en la actividad bananera64 sino también en
las actividades de recolección de caña y de cítricos. Los
latinos provenientes de Guanacaste constituyeron el otro grupo minoritario al
que le correspondió una posición desventajosa en la división
étnica del mercado laboral: "chapiar" monte.
Según Bourgois, algunos de los supuestos guanacastecos eran nicaragüenses
que se hacían pasar por costarricenses. En efecto, apunta el autor, en
la década de 1940, en el contexto de una fuerte crisis económica
en Nicaragua, hubo una significativa inmigración ilegal de nicaragüenses
que, desesperados por conseguir trabajo, llegaban por su cuenta, a pie, hasta
la división de Bocas del Toro.65 Para 1946 solo en la provincia de Guanacaste
había varias decenas de miles de nicaragüenses buscando empleo.66 Sostiene Ibarra que en 1948 "la siembra del arroz, del maíz y los
frijoles... la hacen en gran parte el trabajador de Nicaragua o de este origen
en el Guanacaste, Upala, Los Chiles y otros lugares del Pacífico".67
Es difícil determinar cuando los costarricenses del Valle Central y los
grupos minoritarios del Atlántico generaron las primeras manifestaciones
xenofóbicas contra los nicaragüenses. Sin embargo, los estereotipos
acerca de este grupo étnico que predominan en la década de 1990,
ya se encontraban bastante generalizados en la década de 1940. Según
Ibarra, existe la "triste creencia del término medio de la población
costarricense de que todos los nicaragüenses somos delincuentes y perniciosos".68 También trabajadores pertenecientes a minorías étnicas
subordinadas del Atlántico como los negros y los bribrís, catalogaban
a los nicaragüenses como gente bárbara y en extremo violenta.69 Según
Ibarra en 1948 los nicaragüenses participaron en la revolución.
Estos tuvieron presencia en ambos bandos pero a partir del triunfo de las tropas
figueristas, fueron catalogados como "comunistas" y, en consecuencia,
cruelmente perseguidos por las autoridades oficiales. Es precisamente en esta
coyuntura que Ibarra escribe su panfleto en defensa de los nicaragüenses
en Costa Rica.
Hacia inicios de la siguiente década se aprecia una tendencia clara hacia
la penalización de los extranjeros que ingresan sin los documentos requeridos.
Por ejemplo, el 22 de octubre de 1950 las autoridades rechazan recursos de hábeas
corpus solicitados por extranjeros (que desdichadamente no sabemos de donde
provienen) que ingresaron ilegalmente al país.70 El 3 de diciembre de ese
mismo año el Ministro de Seguridad Pública consulta a la Procuraduría
General sobre "esas reformas que urgen para expeditar en forma amplia la
expulsión de extranjeros que ingresan sin documentos."71 Nos resulta
evidente que esta "urgencia" por agilizar los mecanismos de expulsión
de indocumentados, está vinculada con la creciente migración de
nicaragüenses y la xenofobia que contra este grupo étnico se desata
especialmente a partir de finales de los cuarenta.
Es en 1950 cuando por última vez se revive el sueño de poblar
los campos con inmigrantes europeos. El gobierno italiano en el contexto de
la dura situación económica de la Italia de la posguerra, ofrece
la inmigración de 3,000 agricultores italianos provenientes de su ex-colonia,
Libia. Para hacer más atractiva la oferta en el mundo de la posguerra
y del inicio de la Guerra
Fría, el gobierno italiano definía políticamente a estos
potenciales inmigrantes en los siguientes términos: "no son fascistas
y son anti-comunistas".72 Este proyecto surge precisamente cuando la expansión
económica genera de nuevo una relativa escasez de mano de obra. Para
entonces se corre el riesgo de que no sea posible recolectar buena parte de
la cosecha de café de la zona de San Carlos pues los braceros están
emigrando a la región bananera del Pacífico Sur.73 También
la bananera en la región caribeña atrae a campesinos del Valle
Central.74
Según Felipe Santacilia una inmigración masiva italiana permitiría
la expansión del cultivo del café a nuevas regiones del país
en el contexto de los buenos precios característicos de la época.
Según Santacilia, si la expansión del cultivo se fundamentara
en la inmigración interna,
"los que se fueran a trabajar a las nuevas fincas de café, serían
brazos que se restarían a las demás actividades agrícolas...
Lo indicado es entonces la traída de inmigrantes".
Pero, asevera Santacilia, no todos los inmigrantes son bienvenidos. Por el contrario,
se trata de atraer solamente a aquellos "extranjeros deseables" que
puedan asimilarse al país y que sean agricultores.75 Por supuesto esos
extranjeros deseables que puedan asimilarse al país son, por antonomasia,
extranjeros europeos. En los proyectos inmigratorios impulsados desde finales
de siglo hasta 1950, sistemáticamente encontramos esa construcción
hegemónica que aleja la cultura costarricense del resto del mundo centroamericano
identificándola con la cultura europea. Los extranjeros deseables son
los europeos porque son los que más se asemejan en términos físicos
y culturales a los costarricenses.
Durante la crisis de 1930 pierden vigencia los proyectos de promoción
de la inmigración europea así como el tradicional discurso que
relacionaba poblamiento con crecimiento económico. En la contracción
de 1930 resultaba difícil establecer una relación directa entre
incremento del número de brazos y crecimiento económico. Pero
en el período de posguerra, los empresarios agrícolas encuentran
en la relativa escasez de brazos una limitante importante para responder ágilmente
a un mercado en expansión. Santacilia, como si el crecimiento fuera a
perdurar por siempre, señala que la solución a los problemas del
país se encuentra en "sembrar cada día más".
Finalmente el gobierno de Costa Rica establece un contrato con una compañía
colonizadora que se haría cargo de la inmigración de unas 300
familias italianas a las que se les entregarían tierras en el sur del
país. En esta forma surge la colonia de San Vito de Java que en realidad
no tuvo mucho éxito. Según Bariatti, en 1959 había en San
Vito 450 italianos pero en la primera mitad de la década siguiente, quedaba
menos de la mitad. Las familias italianas habían regresado a Italia o
habían emigrado a otras regiones de Costa Rica, especialmente a San José.76
A partir del experimento de San Vito de Java muere el sueño de poblar
los campos costarricenses con blancos campesinos importados directamente de
Europa. El rápido crecimiento de la población costarricense en
las décadas siguientes no solo permitirá poblar las áreas
vacías sino que también conducirá hacia la década
de 1970 a un agotamiento de la frontera agrícola. Sin embargo, los problemas
de escasez de trabajadores en las zonas cafetaleras y en general en las grandes
explotaciones agrícolas se convierte en problema permanente, es decir
en problema que recurrentemente amenaza a los productores con ver perder buena
parte de sus cosechas. En las décadas de los ochentas y noventas vendrá
una nueva oleada de inmigrantes extranjeros empujados por la violencia política
y la miseria, entre los que predominan los nicaragüenses. Será gracias
al incremento sustancial de esta inmigración en los últimos años
cuando los cafetaleros logren solucionar el recurrente problema de la escasez
de mano de obra, especialmente durante la recolección del grano. Sin
embargo, esta solución no vino desde el mundo europeo como lo soñaran
los estadistas durante el amplio período analizado. Una inmigración
nicaragüense "no deseada" se ha venido imponiendo durante toda
la centuria.
Conclusiones
En la búsqueda de las nacionalidades más apropiadas para ser integradas
a la sociedad costarricense, los estadistas construyeron este pequeño
mundo como un universo distante culturalmente del resto de Centroamérica
y el Caribe pero, contradictoriamente, cercano a la Europa Occidental. Los representantes
del Estado en este proceso, al crear nuevos proyectos migratorios también
fueron recreando los límites entre las "otredades" que debían
ser incorporadas y las que debían ser rechazadas.
El Estado recurrió a dos instrumentos básicos para promover esta
inmigración selectiva: por una parte, a los contratos, siempre fallidos,
con "importadores de colonos" y, por otra, a la creación de
una legislación que tiende a hacer cada vez más restrictiva la
inmigración no deseada. Los representantes del Estado soñaron
ver las áreas para entonces "vacías" pobladas de colonos
europeos y hasta llegaron a crear proyectos de importación de blancos
jornaleros para impulsar la expansión de la hacienda cafetalera. Ante
el recurrente fracaso de estos proyectos, el Estado ofreció crecientes
incentivos a la colonización interna que encontraba sus límites
en la escasa población y en el dinamismo de la empresa bananera, siempre
ávida, en sus periódos de expansión, de nuevos brazos.
Mientras tanto, migrantes que no habían sido convocados por el Estado
costarricense, contribuyen a poblar áreas vacías y a solucionar
los problemas de escasez de brazos en territorios poco integrados del Valle
Central.
Los proyectos migratorios se propusieron atraer una población eminentemente
campesina. Sin embargo, buena parte de los inmigrantes, especialmente aquellos
provenientes de los países convocados, se establecieron el las ciudades.
Aunque entre los inmigrantes de Nicaragua y Panamá hubo trabajadores
especializados que se establecieron en las áreas urbanas, fueron estos,
junto con los jamaiquinos, quienes realmente contribuyeron a solucionar el crónico
problema de escasez de fuerza laboral.
En la década de 1930, debido a la contracción económica,
se invirtió súbitamente la relación capital-fuerza de trabajo.
Entonces los proyectos de promoción de una masiva inmigración
europea perdieron total vigencia. En esta crítica coyuntura, el temor
al desempleo y el hambre de los trabajadores nacionales, les lleva a incorporar
en sus discursos públicos la xenofóbica ideología que da
cohesión a la construcción nacional y que en buena medida ha sido
tejida en estos proyectos de promoción de la inmigración. De tal
forma, la conflictividad étnica se convierte en factor limitante de la
amplia movilización política de los sectores trabajadores que
tiene lugar para entonces.
No será hasta que se presente una nueva coyuntura: la expansión
económica de la posguerra y la miseria de la Italia destrozada por el
conflicto bélico, cuando se podrá revivir el sueño de la
inmigración europea. Pero esta será la última aventura
colonizadora de inmigrantes blancos promovida y apoyada por el Estado costarricense.
Desde entonces, inmigrantes "no convocados" desde la frontera norte,
han venido imponiendo su presencia en el territorio nacional. Pese a que, en
los últimos años el Estado ha ensayado los más desarrollados
métodos represivos para detener estos inmigrantes, hoy representan un
sector laboral fundamental en el desarrollo de la economía costarricense,
tanto en las provincias marginales como en el Valle Central. .
©Patricia Alvarenga Venutolo
Notas
Arriba
vuelve * Este artículo
es un producto del Programa de Investigación de la Maestría en
Historia de la Escuela de Historia de la Unversidad Nacional, Heredia, Costa
Rica.
vuelve 1. Un análisis
suscinto de los procesos migratorios en América del Sur se encuentra
en: Brian R. Hammett "La Regeneración" Manuel Lucena Salmoral,
coordinador Historia de Iberoamérica Tomo III, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1992, pp.348-352.
vuelve 2. Ver por ejemplo:
Chiara Vangelista "Inmigrantes y caipiras en la división del trabajo
de la hacienda paulista (1850-1930)" en Nicolás Sánchez Albornoz
compilador Población y mano de obra en América Latina Alianza
Editorial, S.A., Madrid, 1985, pp.221-228; José Souza-Martins "Del
esclavo al asalariado en las haciendas de café, 1880-1914. La génesis
del trabajador volante" Idem., pp.229-257.
vuelve 3. Véase: Carmen
Murillo Chaverri Identidades de hierro y humo. La construcción del
Ferrocarril al Atlántico. 1870-1890 Editorial Porvenir, San José,
1995, cap. III.
vuelve 4. Un sugerente estudio
sobre esta temática se encuentra en Estado, poder, nacionalidad y
raza en la historia de Honduras: Ensayos Ediciones Subirana, Choluteca,
1996.
vuelve 5. Véase: Isidoro
Moreno "Etnicidad, estados, migraciones y violencia: el carácter
obsoleto del modelo de Estado-nación" en Raquel Barceló y
Martha Judith Sánchez coordinadoras Diversidad étnica y conflicto
en América Latina vol.III, Plaza y Valdés Editores, Universidad
Nacional Autónoma de México, México, D.F., 1998, pp.27-65.
vuelve 6. ANCR, Serie Congreso,
N.20984, Memoria de Gobernación, Policía y Fomento de 1905 y 1906,
p. 295.
vuelve 7. Ver: Carmen Murillo,
op.cit., p.73.
vuelve 8. Archivo Nacional
de Costa Rica (ANCR) Serie Congreso, N.8803, f.5.
vuelve 9. "Por cada inmigrante
varón mayor de quince años y menor de cincuenta tendrá
en propiedad el contratista diez manzanas de tierra, cinco por cada mujer en
la misma edad, tres por cada niño varón menor de quince años
y dos por cada niña menor de esta edad. Esta adquisición de propiedad
se verificará cuando los inmigrantes hayan residido en la República
tres años al menos o un año en caso de fallecimiento". Idem.,
f.5v.
vuelve 10. Carmen Murillo
Chaverri Identidades de hierro y humo. La construcción del Ferrocarril
al Atlántico. 1870-1890 Editorial Porvenir, San José, 1995,
p.82.
vuelve 11. ANCR, Serie Congreso,
N.2257, f.1v.
vuelve 12. Afirma Lucas Chacón
(conferencista agrícola del circuito 1) que "la emigración
de la población del campo hacia la ciudad disminuiría mucho cuando
los jóvenes se convenzan de que una hectárea de terreno bien cultivado
da más que los sueldos de empleados que ganan de 150 a 200 colones."
ANCR, Serie Congreso, N.21,018, Memoria de Gobernación y Policía
de 1914, p.351.
vuelve 13. Idem., f.2v.
vuelve 14. Idem., f.2v.
vuelve 15. Idem., f.5.
vuelve 16. Idem., f.18.
vuelve 17. Idem.
vuelve 18. ANCR,Serie Congreso,
N.20984, Memoria de Gobernación, Policía y F Fomento, 1905-1906,
p.334.
vuelve 19. ANCR, Serie Congreso,
Memoria de Hacienda y Comercio de 1901, N.21.126, f, VIII.
vuelve 20. Rita Bariatti
"La inmigración italiana en Costa Rica. 1821-1968" Tesis de
licenciatura, Universidad Nacional, 1987, p.75.
vuelve 21. Organización
de los Estados Americanos Diagnóstico Demográfico Costa Rica.
Migraciones Laborales en América Latina Secretaría General
de la OEA, Washington, 1995, p.56.
vuelve 22. ANCR, Serie Congreso,
N.3287, f.1.
vuelve 23. Idem.
vuelve 24. Idem., f.7.
vuelve 25. Idem., f.17.
vuelve 26. "Sobre inmigración", La Prensa Libre 6 de agosto de 1907, p.1.
vuelve 27. Francisco Montero
Barrantes Geografía de Costa Rica Tipografía de José
Cunhill Sala, Barcelona, 1892, p.149. Tomado de Steven Palmer "Racismo
intelectual en Costa Rica y Guatemala. 1980-1920" en Mesoamérica N.31, 1996, p.115.
vuelve 28. ANCR, Serie Congreso,
N.10270, f.9.
vuelve 29. Idem, f.9v.
vuelve 30. Steven Palmer,
op.cit., p.113.
vuelve 31. Asegura Steven
Palmer que Gonzalez Víquez denominaría a esta política
la "auto-inmigración: llevar al máximo la producción
y la reproducción nacional..." op.cit., p.113. En la Memoria de
Gobernación y Fomento de 1905 y 1906, las autoridades se refieren al
problema de la alta mortalidad infantil señalando la ignorancia materna
como una de sus principales causas pues, frecuentemente las mujeres en lugar
de acudir al médico, visitan al curandero. De tal forma, "con tales
hábitos profundamente arraigados en las costrumbres populares... ¿cómo
será posible esperar que Costa Rica Crezca Fecunda por sí misma...?
op.cit., p.295.
vuelve 32. ANCR, Serie Congreso,
N.3287, f.12.
vuelve 33. Ver: Rita Bariatti,
op.cit., p.204.
vuelve 34. ANCR, Sección
Congreso, N.20984, Memoria de Gobernación, Policía y Fomento de
1905 y 1906, pp.334 a 350.
vuelve 35. Dirección
General de Estadística y Censos Censo de Población de Costa
Rica, 1927 San José, Costa Rica, 1960, p.93.
vuelve 36. Diagnóstico
Demográfico Costa Rica. Migraciones Laborales en América Latina op.cit., p.59.
vuelve 37. Carmen Murillo,
op.cit., p.68.
vuelve 38. Los datos para
realizar este análisis histórico de las corrientes inmigratorias
son tomados del cuadro: "Costa Rica: población extranjera censada
por país de nacimiento en los censos y empadronamiento seleccionados
(1864, 1883, 1892, 1927, 1950, 1963, 1973, 1977 y 1984)" que se encuentra
en: Diagnóstico demográfico. Costa Rica. Migraciones Laborales
en América Latina op.cit., p.58.
vuelve 39. Idem., p.66.
vuelve 40. Idem., p.66.
vuelve 41. También
el Estado, en una época de intensas luchas de poder con la Iglesia católica,
descubrió en la legislación inmigratoria un importante instrumento
para enfrentarse a esta. En 1884 y 1894 se dictaron leyes para prohibir el ingreso
al país de órdenes monásticas o corporaciones religiosas.
Ver: Bariatti, p.163.
vuelve 42. ANCR, Sección
Congreso, N.3129, decreto del 24 de noviembre de 1905, artículos 2 t
3, f.9.
vuelve 43. ANCR, Serie Congreso,
N.12711, fs.24-33.
vuelve 44.ANCR, Serie Congreso,
N.13460, f.4.
vuelve 45. "Registro
de identificación inmigratoria" en Leyes y Decretos 3 de
setiembre de 1930.
vuelve 46. Leyes y Decretos,
3 de marzo de 1931, artículo 1. La ley por supuesto exime a turistas
y miembros del cuerpo consular. Ver artículo 3.
vuelve 47. Leyes y Decretos Ley del 17 de marzo de 1933, artículo 2. (el subrayado es nuestro)
vuelve 48. ANCR, Serie Congreso,
N.21.039, Informe de las dependencias de Gobernación y Policía
de 1930, pp.217-222. Ver también, Idem., N.21.002, Memoria de Fomento
y Agricultura de 1934, pp.239-246.
vuelve 49. Tomado de Jeffre
Casey Gaspar Limón 1880-1940. Un estudio de la industria bananera
en Costa Rica Editorial Costa Rica, San José, 1979, p.129.
vuelve 50. El mayor número
de permisos denegados por nacionalidad corresponde a la china y la polaca: en
ambos casos el número asciende a 33. ANCR, Serie Congreso, Memoria de
Gobernación, Policía. Trabajo y Previsión Social de 1937,
p.3.
vuelve 51. En 1932 se efectuó
un censo de desempleo patrocinado por el gobierno que mostró la existencia
de 8863 trabajadores desempleados. La mayoría de ellos eran trabajadores
agrícolas. Tomado de Víctor Bulmer-Thomas "La crisis de la
economía de agroexportación" en Víctor Hugo Acuña
compilador Historia General de Centroamérica. Las repúblicas
agroexportadoras (1870-1945) Flacso, San José, 1994, p.353.
vuelve 52. Víctor
Bulmer-Thomas, op.cit., p.371.
vuelve 53. ANCR, Serie Congreso,
N.16167, 1931-32, fs38-39. Ver también: Idem., N.16167, f.64.
vuelve 54. ANCR, Serie Congreso,
N.17214, 1934, f.113.
vuelve 55. ANCR, Serie Congreso,
N.21,080 "Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Oficina
Técnica. Informe del director. 1936", pp.12-13.
vuelve 56. ANCR, Serie Congreso,
N.17611, 1936, f.1.
vuelve 57. ANCR, Serie Congreso,
N.21,080 "Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Oficina
Técnica. Informe del Director" Imprenta Nacional, 1937, p.13.
vuelve 58. Idem., f.14.
vuelve 59. ANCR, Serie Congreso,
N.21,080, Secretaría de Trabajo y Previsión Social, Informe del
Director, 1936, pp.17-22.
vuelve 60. ANCR, Serie Congreso,
"Memoria de Gobernación, Policía, Trabajo y Previsión
Social. 1940", p.5. En 1942 se prorroga por dos meses el plazo a los extranjeros
de los países amigos para obtener cédula de residencia. De tal
forma, se niega el ingreso a inmigrantes provenientes de los países del
eje. Leyes y Decretos Ley del 1 de mayo de 1942.
vuelve 61. ANCR, Serie Congreso,
Memoria de Gobernación, Policía, Trabajo y Previsión Social.
1941", p.57
vuelve 62. Francisco Ibarra
Mayorga "La tragedia del nicaragüense en Costa Rica" Editorial
Borrasé, San José, 1948, p.9.
vuelve 63. Philippe Bourgois
"Banano, etnia y lucha social en Centro América, Editorial Departamento
Ecuménico de Investigaciones (DEI), San José, Costa Rica, 1994,
p.246.
vuelve 64. Ver: Luis Samandú
y Ricardo Pereira Los nicaragüenses en Costa Rica. Enfoque de una problemática
Consejería en proyectos para refugiados latinoamericanos, San José,
1996, p.18.
vuelve 65. En los datos
censales y de empadronamiento buena parte de la población nicaragüense
que ingresa ilegalmente y se ubica en lejanas plantaciones bananeras y en las
remotas regiones del norte, debe haber quedado excluida. Sin embargo, es interesante
observar que estos datos muestran un considerable aumento de la población
nicaragüense entre 1927, cuando corresponde a 10673 personas, y 1950, año
en que asciende a 16,559. Debido a las fuertes restricciones a la inmigración
extranjera durante la década de 1930, resulta factible suponer que este
incremento corresponde a la década de 1940. Diagnóstico demográfico
Costa Rica. Migraciones laborales en América Latina op.cit., p.58.
vuelve 66. Idem., p.254-256.
vuelve 67. Francisco Ibarra,
op.cit., p.9.
vuelve 68. Ibarra, op.cit.,
p.11.
vuelve 69. Phillippe Bourgois,
op.cit., p.247.
vuelve 70. "Sin lugar
gestiones de extranjeros que van a ser repatriados" en La Nación
22 de octubre de 1950, p.11.
vuelve 71. "Objeto
de reformas al reglamento sobre la cédula de residencia y permanencia
de extranjeros" en La Nación 3 de diciembre de 1950, p.4.
vuelve 72. "3,000 agricultores
italianos vendrán como inmigrantes al país" La Nación
5 de noviembre de 1950, p.1.
vuelve 73. "Por falta
de brazos quedarán sin recolectar cosechas en San Carlos" en La
Nación, 23 de diciembre de 1950, p.17.
vuelve 74. "Numerosos
trabajadores desocupados logran engancharse en el Atlántico" La
Nación 7 de noviembre de 1950, p. 7.
vuelve 75. Felipe Santacilia,
"Inmigración italiana" La Nación 7 de noviembre de 1950,
p.2.
vuelve 76. Rita Bariatti,
op.cit., p.265.
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