Luis Ricardo Dávila
Fronteras confusas: impactos sociales de la migración
Universidad de Los Andes, Venezuela
Universidad de Essex, Inglaterra
davilap@ula.ve
Notas*Obras
citadas
INTRODUCCIÓN
Es bien claro que este fin-de-siglo ha estado dominado por la capacidad de la
humanidad para el desplazamiento. Se desplazn los capitales, las mercancías,
las imágenes, los sonidos, los hábitos y las costumbres. Pero
también continúan desplazándose las personas a ritmos antes
nunca vistos. Las migraciones internacionales nunca fueron tan masivas. Se calcula
que 120 millones de personas viven fuera de sus países de origen (United
Nations, 1998).1
Pero a medida que estos flujos migratorios aumentan indeteniblemente, los obstáculos
para frenarlos también se multiplican. Las motivaciones para partir siguen
siendo las mismas: diferencia en los niveles de vida entre países, pobreza,
búsqueda de mejores condiciones económicas y sociales, inestabilidad
política, persecución religiosa, guerras, desastres naturales
(Straubhaar, 1993). Sin embargo, se observa que los países de destino
o receptores se muestran cada vez menos dispuestos a acoger a los trabajadores
inmigrantes. Las fronteras se cierran y la fuerza pública interviene
con mayor rigor. A menudo el desempleo creciente o las pobres expectativas sociales
sirven de pretexto. Pero la condición de migrante (homo migrans) sigue
siendo lo característico del ser humano.
Desde una perspectiva más amplia, las Américas --como fenómeno
histórico-- estarían ubicadas dentro de este fenómeno humano
que es la migración. Este es un continente de inmigrantes, porque acá
no hubo hominización, vinieron los indios, luego los europeos como inmigrantes,
los africanos como esclavos, y construyeron esta vasta zona del mundo. Así,
las sociedades de las Américas se han convertido en un complejo mosaico
étnico construido a lo largo de cinco siglos de inmigración (Portes
y Rumbaut, 1990). A pesar de este fenómeno tan significante, en realidad
en torno a la migración se forman imágenes falsas, estereotipos
animados por mecanismos que no dejan de ser perversos. En las Américas
--como en tantas otras partes del mundo-- suele ocurrir que la justificación
de las debilidades internas exige encontrar culpables que el inmigrante, es
decir, el extranjero, por ser diferente y vulnerable, encarna a la perfección.
Sin embargo, día a día se producen grandes migraciones. Innumerables
familias, hombres, mujeres y niños se desplazan de un lugar a otro en
condiciones de gran miseria, en algunos casos, y de gran dolor. El impacto de
estas migraciones sobre la estructura social de países receptores es
el objetivo del material que presentamos a continuación.
A.- EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN DEL INMIGRANTE
Uno de los presupuestos básicos en relación a
las consecuencias sociales de la migración es el de la capacidad y condiciones
del inmigrante para integrarse a la sociedad receptora. Y la capacidad de recepción
estará en relación a las políticas tomadas. Queda por dilucidar
las fronteras, por veces confusas, entre las políticas migratorias y
las políticas sociales. Es decir, ¿hasta qué punto políticas
migratorias coyunturales que propicien la integración2 del inmigrante
implican o necesitan complementarse con políticas sociales y demográficas
de más largo alcance? En la medida en que exista un cuerpo de políticas
que integre al inmigrante, su impacto sobre la estructura de la sociedad receptora
será más racional, es decir, más adaptado a sus posibilidades.
Lo más importante para nuestros propósitos es que la integración
no se restringe en sí misma a las políticas oficiales, sino que
se conecta con una amplia gama de procesos sociales: 1- La incorporación
dentro de la estructura económica, política y social; 2- La naturaleza
y alcance de la participación del migrante en las instituciones de la
sociedad; 3- La emergencia de varias formas de desigualdad y exclusión
a que conlleva la integración misma.
Desde esta perspectiva es importante examinar aquellas condiciones sociales
que facilitan o impiden la completa incorporación de los inmigrantes
dentro del proceso social. El resultado de este proceso podría no ser
su completa absorción sino la formación de grupos étnicos
o de ghettos de inmigrantes (Rex y Mason, 1986). Según Castles es posible
diferenciar cuatro enfoques distintos sobre la incorporación del inmigrante,
cada uno de los cuales implica diferentes resultados:
Asimilación: Es vista como un proceso de adaptación individual
a los valores, normas y formas de conducta prevalecientes. Presupone la buena
voluntad y habilidad de los inmigrantes para dejar a un lado sus características
distintivas, así como la disposición de los grupos nacionales
para aceptar a los nuevos miembros;
Integración: Refiere un proceso de mutuo acomodo
que envuelve tanto a los inmigrantes como a la mayoría de la población3;
Exclusión: Se refiere a la situación
en la cual los inmigrantes son incorporados sólo a ciertas áreas
de la sociedad --el mercado de trabajo-- pero se les niega el acceso a otras
--la ciudadanía, participación política, seguridad social4;
Multiculturalismo: Refiere el desarrollo de las comunidades
de inmigrantes dentro de comunidades étnicas que se distinguen de la
mayor parte de la población en cuanto a la lengua, la cultura y el comportamiento
social.
B.- PROBLEMAS SOCIO-ECONÓMICOS DE LAS MIGRACIONES
Nuestro interés es considerar el tema desde una perspectiva global americana,
si bien la experiencia de Venezuela en tanto país altamente receptor
de migración constituye el material de nuestra exposición. El
relativo largo período cubierto (1950-1990) ofrece la oportunidad de
mirar más de cerca, y en perspectiva histórica, el impacto que
las nuevas condiciones económicas han tenido sobre la migración
y el desarrollo económico y social de ese país. Sin embargo, es
necesario insistir en las dificultades con las que se topa el investigador a
la hora de intentar hacer una evaluación realista del impacto de la migración
sobre las estructuras sociales de los países receptores. Si bien es posible
identificar variables tales como: las demandas educativa y de trabajo, la presión
sobre el alojamiento o algunos aspectos psico-sociales, su evaluación
exacta encuentra ciertas dificultades originadas en la ausencia de estadísticas
o de información desglosada sobre las mismas. Nuestra investigación
presenta más bien ciertas tendencias cualitativas, con un particular
enfásis colocado sobre la necesidad de establecer un conjunto apropiado
de índices que permitan medir tales impactos.
Se han considerado distintos patrones migratorios observables desde la década
de 1950, con sus respectivos cambios a partir de 1974 cuando algunas modificaciones
ocurrieron en la naturaleza y composición de la migración. No
hemos perdido de vista la importancia que la integración de los inmigrantes
en las sociedades de los países receptores ha tenido en tanto componente
importante de las políticas públicas5, con efectos significantes
sobre variables tales como el mercado de trabajo, provisión de viviendas,
educación y seguridad social, al mismo tiempo que sobre las instituciones
políticas y sobre aquellas instituciones culturales relacionadas con
temas tales como la identidad nacional.
Las recientes migraciones, de larga escala entre los diferentes países
de las Américas, han sido provocadas básicamente por factores
económicos y/o en reacción a los peligros que representan los
conflictos políticos, incluidas las guerras o la violación de
los derechos humanos (Mármora, 1990; CELAM, 1994). Las situaciones causadas
por esas migraciones requieren de la intervención y supervisión
a niveles nacional e internacional. Acciones semejantes son requeridas en la
medida en que los migrantes inducen eventualmente problemas políticos,
sociales y económicos en los países receptores. Algunos problemas
con efectos sobre las estructuras sociales de los países receptores incluyen:
- El incremento de la población con consecuentes efectos adversos
sobre las instituciones sociales existentes;
- Incremento en la demanda de bienes y servicios;
- Desplazamiento del empleo de los nacionales;
- Incremento del sector informal;
- Deterioro de las estructuras salariales en los sectores informal, rural
y urbano;
- Cambios en las costumbres y tradiciones mantenidas por las poblaciones
locales;
- La transculturización;
- La presión causada por el ingreso de los hijos de inmigrantes en
el sistema educativo;
- La introducción de enfermedades endémicas y otros problemas
sociales (Bello Isaias, 1989: 225-226 ; Ohndorf, 1989).
No obstante, la migración conlleva a un conjunto de patrones específicos
en las relaciones e interacciones del migrante, distintos a los prevalecientes
en sus países de origen. El paso abrupto de un ambiente social y cultural
a otro plantea serios problemas sobre la capacidad de adaptación tanto
individual como colectiva del migrante. Al indagar específicamente sobre
los problemas sociales causados por la migración, se encuentra que las
medidas de integración adoptadas por los países receptores cumplen
un papel básico. Pero estas medidas variarán sus resultados dependiendo
de las circunstancias de cada país y del volumen y tipo de los flujos
migratorios: si son masculinos o femeninos, si la migración es temporal
o permanente, legal o ilegal, laboral o no.
Nuestro argumento es que el fenómeno de la migración, por razones
de empleo temporal o de residencia permanente, despliega impactos complejos
y, por veces, contradictorios sobre la estructura social de los países
emisores y receptores. Al evaluar el impacto social de las migraciones en los
países de origen, es importante distinguir entre migración permanente
y no-permanente. De la misma manera, el efecto de la migración de retorno
difiere considerablemente en relación a:
- El tiempo de la estadía en el extranjero;
- El tipo de contacto general con la vida cultural y política del
país receptor
- Las condiciones de trabajo, incluyendo si el migrante vivía con
compatriotas o si estuvo completamente integrado a la cultura del país
receptor.
C.- LA DINÁMICA DE LAS MIGRACIONES EN VENEZUELA
De los anteriores criterios se desprende que la explicación de los factores
que concurren en la dinámica migratoria, incluidos sus impactos sociales,
requiere el examen del contexto histórico de cada situación. Tal
como lo han sugerido Zolberg y sus colegas (1989), las fuerzas sociales identificables
han de ser vistas como acontecimientos estructurados resultantes de un proceso
histórico más amplio. Tanto más cuando sabemos que el paisaje
migratorio en la región ha sido muy complejo y diverso en muchos aspectos.
Es necesario, por lo tanto, establecer cómo la estructura económica,
política, demográfica y cultural de las migraciones ha evolucionado
en Venezuela hasta llegar a la estructura presente.
El legado migratorio
Venezuela ha sido siempre un país abierto a la inmigración. Desde
el comienzo del período republicano, y durante todo el siglo XIX, ha
sido una sociedad permeable. Las oleadas inmigratorias no fueron nunca un problema
social mientras estuvieran sujetas y controladas por una política coherente.
Entre 1810 y 1936 fueron promulgadas 13 leyes de inmigración, acompañadas
de sus respectivos reglamentos, contratos para traer inmigrantes, y se organizaron
comisiones de política inmigratoria (Berglund, 1982: 951). Venezuela
disponía de un territorio grande y una población pequeña.
Se pensaba en ese entonces que todos los males del país se iban a solucionar
con la traida de inmigrantes. Pero aún con estas intenciones, acompañadas
de leyes y decretos frecuentes, los inmigrantes fueron pocos. Uslar Pietri --uno
de los ideólogos de la inmigración moderna en el país--
señalaba en 1944 que entre 1852 y 1888, entraron al país 26.090
inmigrantes; entre 1904 y 1935, llegaron otros 29.000. Es decir, esta cifra
correspondía a un 1.5% de la población total. Y concluía
en términos optimistas: "la inmigración es una de las claves
fundamentales para el destino de la nación venezolana. Tan solo la inmigración
puede colmar nuestro déficit de capital humano" (Uslar Pietri, 1944).
Es sólo a partir de la década entre 1949 y 1958 cuando se produce
una inmigración masiva de carácter legal. Desde entonces la entrada
de extranjeros se presenta por primera vez como un factor demográfico
y social significativo (para el estudio de este período: Páez
Celis, 1973: 41ss; Chi-Yi-Chen, 1973; Kritz, 1975; Pellegrino, 1989). Hasta
el final de los años 1950's, el país tuvo una política
de inmigración abierta: la llamada "política de puertas abiertas".
Al extranjero le era muy fácil el ingreso, la obtención del permiso
de residencia permanente y de trabajo, así como la legalización
de su status en caso de ingreso ilegal. De allí que el impacto social
de estas migraciones fuese minimizado por las políticas existentes. Para
1956 se registró en el país una fuerte corriente migratoria, acompañada
de un auge en las naturalizaciones de extranjeros. Según la Constitución
Nacional de 1953 el derecho a ser venezolano por naturalización incluía:
1- a aquellas personas nacidas en el exterior, "si se domicilian en el
país y manifiestan su voluntad de ser venezolanos"; 2- a los naturales
de España o de los países latinoamericanos "que estén
domiciliados en el país y manifiesten y les sea aceptada su voluntad
de ser venezolanos"; 3- a los extranjeros que obtengan carta de Naturaleza
(Brewer Carías, 1985: 939). En relación a los "Deberes y
Derechos individuales y sociales" el texto constitucional disponía
los mismos deberes y derechos tanto a venezolanos como a extranjeros. Estas
circunstancias de legalidad migratoria y de facilidades dadas al inmigrante
extranjero minimizarían el impacto social de las inmigraciones sobre
las estructuras nacionales.
A la fase de inmigración masiva 1949-1958 le siguió un registro
con balance migratorio negativo para la primera mitad de la década de
1960. Con el final de la dictadura militar de Pérez Jiménez, a
comienzos de 1958, se cierra la inmigración para volver a mostrar un
nuevo auge a partir de 1973 (Venezuela: Dirección Nacional de Estadística
y Censos Nacionales, IV: 93-95; Sassen-Koob, 1980: 65ss; Berglund y Hernández,
1985: 47ss; Pellegrino, 1989: 241ss).
Migraciones durante la década de 1960
El nuevo régimen político, dominado por una alianza entre sectores
democráticos y el movimiento popular, implementó el cierre de
la inmigración que habría de durar a lo largo de la década
de 1960's. Las razones fueron de dos tipos: 1- Político, oponerse
a la estrategia de "puertas abiertas" mantenida por la dictadura durante
los 50's, restringiendo el acceso de extranjeros, a quienes se les habían
dado grandes prerrogativas políticas y sociales (e.g., el derecho del
voto en el referendum de 1957 o su igualación jurídica con los
nacionales) ; 2- Económico, la recesión que vivió el país,
luego de 1958, produjo un alto porcentaje de desempleo lo que obligó
a la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), órgano
que agrupaba la mano de obra del país, a solicitar al Presidente de aquel
momento (Rómulo Betancourt) el cierre de las fronteras a los inmigrantes,
principalmente a los europeos. Ante la presión que la mano de obra extranjera
ejercía sobre el mercado de trabajo interno, el propio Presidente de
la República describía la situación laboral del país
en 1959 en términos que revelan el impacto de la política de puertas
abiertas: "Hay en el país un desempleo generalizado y el número
de personas sin trabajo alcanza una impresionante cifra" (Mensajes Presidenciales,
V, 1971: 358).
La Constitución Nacional de 1961 reflejó la restricción
hacia el extranjero en las condiciones para la naturalización. Contrario
a la Constitución de 1953, que otorgaba la nacionalidad casi automáticamente
a los naturales de España o de cualquiera de los Estados latinoamericanos,
la de 1961 señalaba que estos nacionales sólo "gozarán
de facilidades especiales para la obtención de carta de naturaleza"
(Brewer Carías, 1985: 967). Aún cuando los deberes y derechos
de nacionales y extranjeros eran los mismos, esta Constitución privaba
a los últimos de uno de los derechos políticos más importantes:
el derecho al voto. El artículo 111 contenía la norma correspondiente:
"son electores todos los venezolanos que hayan cumplido dieciocho años
de edad" (Brewer Carías, 1985: 974); pudiendo hacerse extensivo
a los extranjeros este derecho pero sólo para elecciones municipales.
En consecuencia, la política inmigratoria del nuevo gobierno democrático
se orientó hacia la selección de la entrada de aquella mano de
obra calificada y necesaria con el objeto de disminuir la presión de
las migraciones sobre el mercado de trabajo. Esto ocasionó una disminución
en el número de personas que entraron al país: De 150.361 (1957)
se pasó a 103.876 personas (1963). El saldo migratorio bajó de
75.542 en 1955 a un saldo negativo de -1.433 personas en 1963 (Venezuela: Consejo
Nacional de Recursos Humanos, 1977; Berglund y Hernández, 1977: 50).
Sin embargo, restringiendo el acceso al extranjero ocurrió, como era
de esperar, un incremento de la inmigración y empleo ilegal de mano de
obra foránea, con sus consecuentes repercusiones sociales.
Migraciones de 1970's y 1980's
A fines de la década de 1960, dada la condición de Venezuela de
principal país receptor de trabajadores legales (e ilegales) de la región,
el caso del empleo de inmigrantes en situación irregular se convirtió
en un hecho de particular importancia. Esto agravó el impacto social
de las migraciones, al mismo tiempo que cambió el patrón migratorio
existente. Vista en perspectiva histórica, aquella política que
cerró las puertas a los inmigrantes españoles, italianos y portugueses,
reblandeció las fronteras a los vecinos latinoamericanos, fundamentalmente
colombianos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos y dominicanos, deprimidos por
sus críticas condiciones económicas y sociales6. A quienes se
añadieron posteriormente chilenos, argentinos y uruguayos debido a razones
de persecución política en sus respectivos países. Puesto
en otros términos, se evitó el ingreso legal de unos 200 mil europeos
pero a cambio ingresaron al país en los años siguientes (1970-1979),
por la vía legal e ilegal, cerca de tres millones de inmigrantes (Chi-Yi-Chen
y Picouet, M., 1980: 51, 61; Pellegrino, 1989: 371).
Esta ola inmigratoria comenzó siendo silenciosa, pero
fue poco a poco en aumento en la segunda mitad de la década de 1960 y
durante los 70's. Al final de estos años, la inmigración extranjera
llegó a ser de tal magnitud que se convirtió en un grave problema
nacional. Para afrontarlo el gobierno, sólo disponía de dos instrumentos
jurídicos: la Ley de Inmigración y Colonización de 19367 y
la Ley de Extranjeros de 1937, con su Reglamento de 1942. Es necesario señalar
que esta última no puede ser considerada como una Ley de Inmigración,
pues no contempla ninguna previsión en términos de política
migratoria. Básicamente, la Ley de Extranjeros es una ley de control
que establece los deberes y derechos de todos los extranjeros en el país,
los cuales, en términos generales, no difieren en lo básico de
aquellos concernientes a los venezolanos, excepción hecha de algunos
derechos políticos.
Bajo ambos instrumentos la política inmigratoria había sido concebida
en función de tres elementos: 1- Como factor contribuyente al crecimiento
poblacional, especial-men-te en las zonas rurales; 2- Como ayuda a mejorar los
valores culturales y la organización social mediante la inserción
de inmigrantes europeos; 3- Como factor de estímulo y expansión
de la economía, principalmente del sector agrícola colonizando
algunas áreas del país con portugueses, españoles e italianos
(Kritz, 1975: 517-519; Chi-Yi-Chen y Urquijo: 1974; Sassen-Koob, 1980: 63-65;
Berglund y Hernández, 1985).
Ya para fines de la década de 1970 con la llamada "segunda
onda expansiva" de migración internacional hacia Venezuela (Torrealba
y Oropeza, 1988:110ss; Pellegrino, 1989: 241ss) lo que distinguió el
proceso de inmigración --sobre todo luego de 1973-- no fue tanto el nivel
cuantitativo, si bien este fue significativo, sino la redefinición de
la política oficial en cuanto al lugar del inmigrante como factor de
producción. En este contexto, la inmigración fue vista por el
gobierno y diversos sectores privados de la industria y la agricultura como
importación de mano de obra. El crecimiento de la producción agrícola
y la alta tasa de urbanización crearon las condiciones durante esta década
para una escasez de mano de obra sobre todo en el sector de la agricultura y,
por consiguiente, surgió la necesidad de absorción de trabajadores
extranjeros en condiciones legales o no.
D.- CARACTERÍSTICAS DE LAS INMIGRACIONES
Las principales migraciones eran aquellas de carácter laboral. Estas
fueron --en un primer momento-- de carácter estacional, para suplir las
necesidades de mano de obra agrícola. Y la presencia de inmigrantes,
aún cuando fuesen ilegales, era aceptada por los distintos sectores nacionales,
incluidos los empleadores, debido a su habilidad y capacidad para el trabajo.
Además, su empleo era estimulado por aquellos patronos que veían
como favorable, para sus propios intereses económicos, las precarias
condiciones jurídicas del migrante ilegal. Pero, luego, estas migraciones
fueron tomando un aspecto permanente. Los distintos migrantes laborales, principalmente
colombianos, se fueron moviendo de las áreas rurales a las urbanas, donde
encontraban mejores condiciones de empleo y salario. Ya para la primera mitad
de la década de 1970, el empleo ilegal de inmigrantes comenzaban a convertirse
--desde el punto de vista de su impacto sobre las instituciones sociales-- en
fenómeno crítico. Un estudioso de esta problemática, Norman
Gall, señalaba: "La inmigración procedente de Colombia parece
haberse convertido en la migración más grande en la historia de
la América del Sur" (cit. en Berglund y Hernández, 1985:
63). Por su parte, el Presidente del Congreso de Venezuela, para aquel momento,
Godofredo González, declaraba al respecto: "La inmigración
clandestina masiva es nuestro problema social más apremiante" (El
Nacional, 11.4.1980).
Una de las aristas del problema reconocido oficialmente era, precisamente, la
presión sobre la estructura social interna. La presencia de extranjeros,
en su gran mayoría latinoamericanos, ingresados y/o establecidos al margen
de las leyes y políticas migratorias vigentes, en una proporción
que a mediados de 1980's --según algunos autores-- no era inferior
al 10% del total de la población (esta se situaba en 13 millones; Didoné,
1983: 407)8, fue configurando en Venezuela una realidad económica, social
y cultural todavía no lo suficientemente evaluada.
Composición de la inmigración y su presión
social
En cuanto a su composición tenemos lo siguiente. De la información
contenida en algunos estudios sobre deportaciones, realizados en la época
de la explosión demográfica clandestina --entre 1974 y 1982--
es posible derivar ciertas características de esta inmigración
conexas con la materia que exponemos.9
1- Más del 80% de la inmigración clandestina eran hombres en edad
productiva. La mayor parte de ellos (70%) eran solteros con bajo nivel educativo.
El 60% de los entrevistados eran analfabetos o con educación primaria
incompleta; 2- La mayoría de entre ellos vinieron solos a Venezuela.
El 90% tenía sus familias en Colombia, lo que aminoraba la presión
sobre las instituciones educativas; 3- El 80% de los encuestados señaló
el desempleo y las expectativas de mejor salario como motivos para emigrar;
4- El 73% era empleado como trabajador asalariado. Un 70% logró conseguir
empleo en un lapso comprendido entre 1 y 8 días. De éstos, el
40% afirmó haber conseguido trabajo por medio de amigos o familiares
establecidos legal o clandestinamente en el país. El 73% de los encuestados
se colocó en pequeñas empresas ubicadas en el sector informal
de la economía, de manera de escapar más fácilmente a los
controles oficiales; 5- Finalmente, la distribución sectorial de la ocupación
fue la siguiente:
Construcción ..... 21.5%
Industria y Manufactura ..... 19.5%
Servicios ..... 19.5%
Comercio ..... 15.5%
Agricultura ..... 15.0%
La mayor parte de esta población estaba asentada en las áreas
urbanas, donde se expresaba más críticamente su impacto social.
En 1981, se calculaba que un 82.89% de los inmigrantes colombianos vivían
en ciudades, mientras que un 15.80% lo hacía en áreas rurales
y urbanas fronterizas (O.C.E.I., 1981; Bidegain y Freitez, 1989). La remuneración
percibida podía ser en salario pagado semanal o quincenalmente; o bien
como parte de un paquete que incluía salario, comida y/o vivienda. El
promedio salarial mensual fue de US$ 345 en 1982, con valores máximos
de US$ 408 en el grupo de comerciantes, y mínimos de US$ 166 entre los
trabajadores agrarios (Torrealba y Oropeza, 1988: 125-126).
La numerosa comunidad colombiana establecida legalmente (227.000 personas para
mediados de 1979) operaba, al mismo tiempo, como un factor de atracción
de inmigrantes al país bajo la modalidad de "reunificación
familiar". Adicionalmente, se hizo evidente un flujo turístico de
familiares, parientes y amigos de migrantes ya legalizados, sobre todo colombianos,
dadas las facilidades de acceso por la condición de países vecinos,
de los cuales un alto porcentaje entraban con la finalidad de residir entre
el resto de la población colombiana con residencia y empleo ilegales
en Venezuela (Resumen, vol. XXV, No 309, 7.10.1979, p. 19). Las reacciones oficiales
ponían en evidencia la gravedad del asunto, sobre todo en lo que se refiere
a la presión ejercida sobre las estructuras sociales. Por veces los términos
que expresaban el problema eran bastante extremos: "Dos millones de indocumentados.
Estamos importando subdesarrollo y escoria. Esos millones de inmigrantes ilegales
y 'turistas' que se quedan son un problema tan grave que tiene implicaciones
de política interna e internacional" (Entrevista con el Director
de Control y Extranjería de la DIEX, El Nacional, 22.7.1979). La magnitud
del problema sobrepasaba las capacidades administrativas en materia inmigratoria
del Estado. Este mismo alto funcionario lo reconocía: "Me siento
impotente ante el problema de las migraciones clandestinas" (Resumen, vol.
XXVI, No 330, 2.3.1980).
Por lo general, los destinos finales de los inmigrantes eran las zonas bananeras
de la Costa Sur del Lago de Maracaibo, las haciendas ganaderas del Distrito
Perijá en el Zulia, las distintas regiones productoras de caña
de azúcar, los prostíbulos de las distintas zonas rurales o urbanas,
las fincas de café del Táchira, los asentamientos de la reforma
agraria, las zonas boscosas donde trabajaban en el tratamiento de la madera,
la economía informal en los principales núcleos urbanos, o bien
las zonas industriales donde se desempeñaban como obreros. Otras formas
de empleo en las grandes ciudades podían ser las de jardinero, chofer
o empleado doméstico en casas de políticos y hombres de negocios:
"El 99% de las familias pudientes tienen domésticas extranjeras
mayormente ilegales" (Resumen, vol. XXV, No 306, 16.9.79, p. 35 Sylva,
R. " 'Xenofobia' ¿o un 'ya basta'?"
Es dentro de este contexto que analizaremos el impacto social de la migración.
Veamos, por ejemplo, algunos indicadores de la presión sobre el mercado
de trabajo, sobre el sistema de salud y en lo referente a los servicios públicos.
Mercado de Trabajo: A aquel millón de inmigrantes
legales que el gobierno estaba dispuesto a ingresar, se le sumaron dos millones
de inmigrantes ilegales atraídos por la fiebre del petróleo y
la riqueza fácil, además de las precarias condiciones económicas
y sociales de sus países de origen. Con estos flujos migratorios se agravaron
los problemas sociales de Venezuela y, lo que es peor, el gobierno se mostró
carente de una política social y demográfica coherente para afrontarlos.
Al problema ecónomico se le añadían consecuen-cias de carácter
social que tendían a agravarse por la existencia en el país de
un gran número de empleadores para los inmigrantes ilegales.10 La presión
sobre el mercado de trabajo interno era inevitable. Se calculaba la siguiente
proporción: "por cada tres extranjeros en el país hay dos
ilegales; por cada siete venezolanos hay un indocumentado (Cárdenas,
1979a:19). Toda esta inmigración ilegal pertenecía a la población
económicamente activa. Un informe de la O.I.T., que examinó la
inserción laboral de ilegales, reveló que de 200 encuestados,
el 91% estaba entre los 16 y 35 años (SIC,1980: 153).
Sistema nacional de salud: Este fue otro de los sectores
que recibió más presión. Algunas cifras indican que entre
1978 y 1983 un alto porcentaje de inmigrantes recibieron tratamiento en centros
de salud. Según información suministrada por el Ministerio de
Salud y Asistencia Social y la Oficina de Recursos Humanos, un 17% de las camas
de un importante hospital de Caracas (Maternidad Concepción Palacios)
fueron ocupadas por inmigrantes. Mientras que durante el mismo período,
en otras ciudades importantes del país (Maracaibo y Puerto Ordaz), la
ocupación fue del 39%. También se encontraron los siguientes porcentajes:
el 15% de los casos de malaria registrados en el país, el 20% de casos
de fiebre amarilla, el 20% de las enfermedades venéreas, 40% de la prostitución,
100% de casos de tuberculosis y 13% de los casos de lepra correspondieron a
inmigrantes (Ministerio de Salud y Asistencia Social, 1984; Pinto, 1981: 243).
Servicios públicos: Según la encuesta
de hogares por muestreo que registra algunas de las características de
vida de las casas en que habitan los colombianos en áreas urbanas, el
agua llegaba prácticamente a la totalidad de las viviendas. En 1981 recibían
el servicio el 87% de la población colombiana y en 1986 el 87.5% (O.C.E.I.,
1981, 1986). Y este acceso al servicio no correspondía sólo a
los apartamentos o casas de vecindad, sino que era también extensivo
a los ranchos "donde prácticamente la recibían ocho de cada
diez (78.7%) en 1986" (Bidegain y Freitez, 1989: 41).
Pero el mayor aumento en el acceso a los servicios se daba en las cloacas o
eliminación de excretas. En 1981, el 74.6% tenía acceso a este
servicio a través de cloacas o pozos sépticos, frente al 85.1%
en 1986.
En relación al alumbrado eléctrico, en 1986 sólo un 5%
de las viviendas ocupadas por colombianos no tenía acceso al alumbrado
eléctrico. Más aún, en los ranchos "nueve de cada
diez poseen luz eléctrica" (Bidegain y Freitez, 1989: 42). Es importante
señalar que en el quinquenio 1981-1986 se produce un aumento importante
de ranchos. Quedaría por saber si esto responde a la presión de
la migración internacional o al movimiento interno de la población.
Lo cual es díficil saberlo con instrumentos estadísticos del tipo
Encuesta de Hogares por Muestreo, sólo una encuesta específica
podría dar respuesta a este punto. Estos indicadores dan, por tanto,
una idea de la presión que la población inmigrante ejercía
sobre los servicios públicos.
Pero, entre estas masas de migrantes también se generaban profundas presiones
sociales en la medida en que la mayoría era sometida a duras condiciones
de trabajo: para su propia manutención, para recuperar lo pagado a los
intermediarios y para ayudar a su familia, que por lo general dejaban en el
país de origen. Los sueldos percibidos eran muy bajos, porque los empleadores
(dueños de fincas, industriales, constructores, dueños de bares
y prostíbulos o amas de casa) aprovechaban la condición de ilegal
del trabajador y su desamparo jurídico. No tenían ante quien quejarse
pues temían ser deportados del país. Una vez bajo el dominio del
"patrón explotador", comenzarían a trabajar "como
esclavos por sueldos inferiores a los venezolanos", mecanismo clásico
de exclusión. Luego los patrones dirían sin ningún escrúpulo:
"sin la mano de obra ilegal se paralizaría la agricultura"
(Resumen, Vol. XXVI, No 326, 3.2.80, p. 25). A lo que se añade la evasión,
por parte de los empleadores, del pago de impuestos al no declarar al trabajador
ilegal; o la no protección del seguro social a éstos, así
como de otras prerrogativas sociales que la ley otorga a la mano de obra nacional
(Delgado, 1982: 58-59; Gómez y Díaz, 1983: 106ss).
Las condiciones socio-económicas de esta forma de empleo eran --en consecuencia--
precarias. Dado su carácter de irregular e inestable, esta modalidad
de empleo magnificaba el impacto social de las migraciones. Por lo general se
recibía un pago a destajo, es decir, por cantidad de trabajo realizada.
Esto permitía a los agricultores, constructores, comerciantes e industriales
venezolanos apropiarse de la mayor cantidad de trabajo posible. Igualmente,
tampoco se incurría en gastos de seguridad social u otras normativas
legales amparadas por la Ley del Trabajo, lo que hace casi inexistentes los
mecanismos de integración a la sociedad de los países receptores.
En el estudio realizado por la O.I.T. en 1979, referido anteriormente, se entrevistaron
al azar 200 deportados colombianos. Se descubrió que el 83% trabajó
en pequeñas empresas, las cuales evadían, a través del
empleo de migrantes ilegales, el pago de horas extras y de prestaciones sociales
(cit. en Berglund y Hernández, 1985: 66).
Tratamiento oficial del proceso migratorio
Luego del acelerado incremento de las inmigraciones y el empleo ilegal durante
los 70's, comienza a hacerse manifiesta la preocupación oficial
por los problemas relacionados con las migraciones laborales. Ya en el IV Plan
de la Nación (1970-1974), al definirse la política de empleo,
se proponen algunos puntos que reflejan la posición oficial: "por
los agudos problemas sociales que entraña, un aspecto que merece especial
tratamiento en la política de empleo es el relativo a la inmigración
fronteriza". El problema ocupacional existente no podría sino agravarse
de continuar "el aumento indiscriminado e incontrolado" de la inmigración
y el empleo de extranjeros. Algunas de las consecuencias sociales eran ante
los ojos del gobierno: el desplazamiento de la mano de obra nacional, deterioro
del nivel de salarios y la agudización del desempleo y el subempleo.
La política oficial apuntaría, por lo tanto, hacia lo siguiente:
"los trabajadores provenientes del exterior, podrán incorporarse
al mercado de trabajo del país sólo para cubrir --vía inmigración
selectiva-- las necesidades de personal que no pueden satisfacer los recursos
humanos nacionales" (CORDIPLAN, 1971:190; Torrealba y Oropeza, 1988:112).
Se adopta de nuevo el esquema de una política migratoria selectiva y
gradual. Pero ésta se vió afectada muy rápidamente, en
especial a partir de 1974, con el incremento de los precios del petróleo
en el mercado internacional. En esta coyuntura se produjo un cambio radical
en el funcionamiento del aparato económico nacional. El ingreso fiscal
se incrementó de US$ 3.821 millones en 1973, a US$ 9.961 millones en
1974. Las inversiones estatales crecieron --por lo tanto-- en un 300% entre
1973 y 1976. De éstas, la parte que se destinó al sector industrial
aumentó 10 veces en el mismo período, y más de 4 veces
en el caso del sector agrícola (Venezuela. Dirección Nacional
de Presupuesto, 1977; Banco Central de Venezuela, Informe Económico,
1977; Sassen-Koob, 1980: 70; Torrealba y Oropeza, 1988: 110).
Una consecuencia inmediata del contexto anterior fue la discusión entre
distintos sectores gubernamentales, sobre los problemas económicos y
sociales que el ingreso y empleo ilegal de migrantes estaba causando. El resultado
se sintetizó en el surgimiento de dos corrientes de opinión: Una
defendía la tesis de tomar medidas inmediatas para controlar los ingresos
masivos, tales como el cierre de fronteras, control de entradas al país,
persecución a la corrupción en la expedición de visas,
vigilancia de los "caminos verdes" y regularización de los
trabajadores clandestinos. En fin, se proponía diseñar y poner
en ejecución una política de migración restrictiva coherente
con los planes de desarrollo nacional, así como aplicar estrictamente
la Ley de Extranjeros.
La segunda corriente, era partidaria de incluir el problema de las migraciones
y el empleo clandestino en la agenda de los problemas internacionales que estaban
debatiendo Colombia y Venezuela en aquel momento (El Universal, 22.1.80; Motta
y Antequera, 1983: 81; Torrealba y Oropeza, 1988: 172) A ambas posiciones se
sumarían las del sector empresarial quienes veían en la escasez
de mano de obra uno de los principales obstáculos para el crecimiento
económico y la expansión del capital. De allí, entonces,
su apoyo a la inmigración y empleo de extranjeros así fuese en
condiciones irregulares, sin importar el impacto social que esto pudiese acarrear
consigo. Igualmente, los sindicatos consideraban la "inmigración
selectiva", a la cual se habían opuesto durante los 60's, como
un factor importante de crecimiento económico y eficiencia laboral (Sassen-Koob,
1980: 71-72). Estos tres sectores --gobierno, empresarios y trabajadores-- conformaban
la llamada "Comisión Tripartita de Inmigración Selectiva",
creada por disposición oficial en octubre de 1976 (Torrealba y Oropeza,
1988: 114). Como resultado, se impusieron algunos de los criterios de la primera
corriente de opinión y se comenzaron a implementar distintas medidas
restrictivas.
En complemento a las medidas consideradas anteriormente, el gobierno aprobó
entre 1977 y 1979 algunos instrumentos jurídicos que tenían que
ver directamente con el problema de las inmigraciones y empleo de no nacionales,
así como con su protección social. El primero de ellos fue el
"Instrumento Andino de Seguridad Social" (Decisión 113 de la
Junta del Acuerdo de Cartagena, 14.2.1977), convertido en Ley de la República
en diciembre del mismo año. Con éste se buscaba amparar integralmente
al trabajador migrante y su familia bajo el régimen de seguridad social
extendiendo "los beneficios de los que goza un trabajador en su país
de origen, a toda la subregión. Se aplica en casos de accidentes de trabajo,
enfermedades profesionales, maternidad, prestaciones de invalidez, vejez y muerte,
amparando integralmente al trabajador inmigrante y a su familia" (Torrealba
y Oropeza, 1988: 115; Pellegrino, 1989: 247; Sassen-Koob, 1980: 78-79).
El segundo cuerpo jurídico --firmado en 1977-- fue el "Instrumento
Andino de Migración Laboral" (Decisión 116 de la Junta del
Acuerdo de Cartagena), el cual se convirtió también en Ley Nacional
el 20 de septiembre de 1978. Este estaba destinado a definir la normativa concerniente
a las migraciones laborales entre países del área andina. Se definían
tres categorías de trabajadores migrantes: "trabajador calificado",
"trabajador fronterizo" y "trabajador temporal". Al ratificar
este Instrumento, el gobierno venezolano se comprometía a crear una oficina
de migración laboral y a "adoptar las previsiones tendientes a regularizar
la situación de los trabajadores ilegales que probaran haber ingresado
al país antes que el Instrumento entrara en vigencia" (Torrealba
y Oropeza, 1988: 115; Pellegrino, 1989: 247; Sassen-Koob, 1980: 84).
Matriz socio-económica de los inmigrantes
Como consecuencia del anterior acuerdo, el gobierno venezolano asumía
el compromiso de regularizar la situación de aquellos inmigrantes que
se encontrasen en situación irregular. Es de esta manera que en 1980,
por decreto de la Presidencia de la República, y según estaba
previsto en la Ley de Extranjeros, se decide llevar a cabo un censo de extranjeros,
mejor conocida como la "Matrícula General de Extranjeros".
De la misma puede extraerse cierta información útil a los propósitos
del presente trabajo (Van Roy, 1983).
La composición por sexo de la población ilegal matriculada indica
que el elemento masculino era predominante. Esto es válido en especial
para los colombianos (54.4% varones y 45.6% hembras), ya que en otras nacionalidades
predominaba la población femenina (ecuatorianos 55.3%, chilenos 55.7%,
dominicanos 58.4%). De igual manera, se trataba de una población joven,
el 77.1% de la Matrícula total estaba comprendido en los grupos de edades
de 15 a 40 años (DIEX, 1981).
En relación con algunos indicadores socio-económicos, se tiene
lo siguiente:
-Educación y empleo: El 16% de la población
registrada resultó ser analfabeta, el 65% tenía algún grado
de instrucción de nivel de primaria y el 18% de nivel de secundaria.
Menos del 1% tenía alguna instrucción de nivel técnico
o superior.
La población en edad de trabajar (15 años y más) concentraba
el 86.2% del total de los matriculados. La tasa bruta de participación
de esta población en el trabajo era de 63%, ubicándose por encima
de la de los nacidos en el exterior, la cual era de 59.1% (Michelena et al.,
1984: 38). Desde el punto de vista del empleo, esto indica que la población
ilegal estaba orientada fundamentalmente hacia el trabajo, aún cuando
la población económicamente activa de los matriculados fuese bastante
joven.
- Población legalizada y estructura laboral: En relación con la inserción laboral, esta no puede ser claramente
establecida a partir de la información recogida en la Matrícula.
Se puede, sin embargo, establecer la profesión de los extranjeros censados.
Entre la población inscrita se declararon casi 300 tipos de empleo u
ocupaciones distintas, de los cuales cinco resultaron los más comunes,
representando un 71.6% de la población económicamente activa ilegal
(Berglund y Hernández, 1985: 69-70). En orden de importancia, los trabajos
más frecuentes fueron: obrero, servicio doméstico, agricultor,
albañil y mecánico. Si analizamos la tasa de desempleo entre los
indocumentados, se encuentra que esta fue de 1.5% siendo mayor entre las mujeres
(2.0%) que entre los hombres (1.3%). Estos valores de desocupación eran
menores que los de la población extranjera legal (2.1%) y los de la población
nacional (6.1%) (Cifras para el segundo semestre de 1980, CORDIPLAN, 1983: 210;
Torrealba y Oropeza, 1988: 128).
Resumiendo, se podrían adelantar varias cosas: 1- Un cuarto de los ocupados entre los inmigrantes irregulares son, o bien trabajadores
por cuenta propia, o bien del servicio doméstico; 2- Algunos estudios
revelan que un quinto de los indocumentados eran trabajadores por cuenta propia;
del resto, más de tres cuartos trabajaban en pequeñas empresas
de menos de 20 empleados (Michelena et al., 1984: 41); 3- A lo anterior podemos
añadir que la mitad de estos trabajadores por cuenta propia vivían
en el mismo sitio de trabajo, e igual proporción no recibía prestaciones
ni tampoco era amparado por la seguridad social. Casi un cuarto de éstos
no percibían salario fijo (Michelena, et al., 1984: 41-42). De lo anterior
puede deducirse que un alto porcentaje de indocumentados se ubicó en
el sector informal de la economía. Esta forma de inserción laboral
es más segura para el trabajador irregular porque las pequeñas
empresas están sometidas a un menor control y vigilancia por parte de
los organismos laborales y de seguridad. Lo que al mismo tiempo hace más
difícil el registro exacto del impacto social de este tipo de migración.
Además, en las empresas pequeñas existe mayor propensión
a contratar mano de obra ilegal en condiciones precarias --con sus respectivas
consecuencias sociales-- como una manera de abaratar los costos de mano de obra
(Torrealba, 1985: 29).
E.- IMPÁCTO SOCIAL RECIENTE DE LA MIGRACIÓN
INTERNACIONAL
La problemática de la migración y su impacto social en Venezuela
no quedó de ninguna manera resuelta con los distintos mecanismos institucionales
(tratamiento administrativo, reformas parciales a la política migratoria,
cambio en los regímenes legales o el intento por censar y legalizar la
población inmigrante) que fueron adoptados entre 1976 y 1983. Es innegable
la importancia y la participación de los inmigrantes en el desarrollo
del país, a pesar de los problemas generados por su presencia, principalmente
su impacto social. En términos de empleo, esos casi 300.000 clandestinos
legalizados a comienzos de 1980 tendrían el derecho a reclamar igualdad
de condiciones con los venezolanos: salarios justos, prestaciones sociales,
seguridad social. Esto generó, además de la obvia competencia
por los cada vez más escasos puestos de trabajo, una presión sobre
el sistema educativo y sobre la capacidad de alojamiento, lo que trajo la concentración
de migrantes en ciertas regiones o en suburbios urbanos, con el consiguiente
incremento de la marginalidad social y de la presión sobre los diferentes
--y por veces escasos-- servicios públicos (electricidad, agua, transporte,
aseo urbano, teléfono, etc.).
Esta inmigración --al menos la registrada legalmente-- presentó
una tendencia negativa durante la segunda mitad de los 80's y comienzos
de los 90's. Durante este período se observó más bien
una migración de retorno. Entre 1991 y 1995 los saldos migratorios anuales
de la población extranjera (tanto de colombianos como de europeos) siguió
registrando signo negativo. De esta manera, persiste en nuestros días
la tendencia al retorno iniciada desde mediados de la década anterior.
TABLA 1
Población nacida en el exterior
(según Censos
Nacionales) |
1971 |
1981 |
1990 |
|
5.5% |
7.4% |
5.7% |
Saldos migratorios registrados |
1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
1995 |
|
- 1.987 |
- 46.200 |
- 11.752 |
6.965 |
- 90.670 |
6.961 |
FUENTE: - Población..., OCEI, "Venezuela:
Situación Demográfica", Caracas, 1994.
- Saldos..., Minist. de Relaciones Interiores, Dirección de Extranjería,
1995.
Esta caída de los valores inmigratorios, y en consecuencia del impacto
social del inmigrante, está relacionada con dos factores: 1- El proceso
de crisis reciente de la economía nacional, altas tasas de desempleo
y la progresiva devaluación de la moneda nacional; 2- La recuperación
de la economía colombiana, lo que hace menos atractivo emigrar a Venezuela
por razones económicas. Aún cuando en la composición de
los inmigrantes se mantiene la preeminencia de los colombianos, es necesario
destacar el incremento de la presencia de dominicanos, peruanos y ecuatorianos.11 Por su parte, entre los emigrantes del Cono Sur se observó a fines de
los 80's un regreso a sus países tras el inicio del proceso de democratización
en Chile, Uruguay y Argentina. Igual ocurre con los europeos de mayor presencia
en el país (españoles, italianos y portugueses), para quienes
el retorno encuentra justificación dadas las mejores condiciones en sus
naciones de origen, ahora organizadas alrededor de la Unión Europea.
El círculo vicioso de la ilegalidad
De esta manera, en Venezuela el impacto social de las migraciones durante los
períodos descritos es necesario inscribirlo dentro de una estructura
migratoria de ilegalidad, con una principal repercusión sobre el mercado
de trabajo y el empleo, así como una presión sobre los principales
sistemas sociales (educación, vivienda, seguridad social, salud) y servicios
públicos. A partir de los años ochenta se cerró el ciclo
de las dos "olas migratorias" legal e ilegal. El sostenido decrecimiento
económico y el evidente deterioro de la calidad de vida, unido a los
últimos desarrollos políticos en el país, a partir de diciembre
de 1998, han dado inicio a un nuevo período de contracción inmigratoria
y empleo ilegal de extranjeros cuyos efectos sociales se mantienen hasta nuestros
días. Muchos de los inmigrantes han comenzado a convertirse en emigrantes.
A pesar de lo cual, el problema de la magnitud de la población extranjera
en condición ilegal --y su impacto social-- continúa siendo objeto
de especulación por parte de algunos líderes de opinión
y medios de comunicación. Precisamente, las propias autoridades migratorias
señalan la imposibilidad de cuantificar ilegales en Venezuela. Así
lo confirmó la ex-Directora de la Oficina Nacional de Identificación
y Extranjería (ONI-DEX), Delia Da Silva, al señalar: "no
hay manera de determinar cuantos extranjeros ilegales residen y laboran en Venezuela"
(El Globo, 1.3.98: 3). En consecuencia, mientras persista tal imposibilidad
se hace bastante difícil cuantificar y deslindar el impacto social de
los inmigrantes.
No obstante, la imposibilidad de conocer exactamente el número de trabajadores
ilegales, es necesario tomar en cuenta que normalmente la inmigración
ilegal sigue el comportamiento global de los flujos migratorios. Si éstos
se han desacelerado en Venezuela en la última década, porque el
país ha perdido su carácter atractivo, cabe esperar el mismo efecto
en relación al impacto social de la inmigación y empleo de ilegales
(SIC, año LX, No 600, diciembre 1997: 477). De manera que hoy día
continúa la presencia de extranjeros en el mercado de trabajo venezolano,
pero con un impacto social sensiblemente inferior al registrado en el pasado.
Lo cual ha contribuido a amortiguar algunos efectos indeseables de la migración.
Sin embargo, esto no ha sido óbice para detener la presión social
que origina la inmigración ilegal. Por el contrario, ésta se ha
convertido, según los propios voceros oficiales, en "un círculo
vicioso díficil de resolver" (El Globo, 1.3.98: 3).
Aspectos sociales generales de la inmigración en
Venezuela
A estas alturas de nuestra argumentación queda claro que si bien el país
siempre ha requerido, para el cumplimiento de sus programas de desarrollo, de
la mano de obra calificada extranjera, su realidad inmigratoria ha sido de mano
de obra no calificada y contratada en condiciones de irregularidad. Esto es
consecuencia de haber prevalecido una política de admisión de
extranjeros sin estrategia y sin objetivos definidos, los cuales terminan distorsionando
la esencia de la sana política inmigratoria que se ha requerido, generando,
por el contrario, indeseables efectos sociales. El gran problema es, en consecuencia,
que la inmigración no ha sido del todo planificada. En lugar de instaurar
mecanismos reales --y no sólo en el espíritu de las políticas
deseadas, como aquella de la "inmigración selectiva" de los
años 60-- que permitan el ingreso de aquella mano de obra especializada
que las actividades económicas del país reclaman, lo que se observa
son las calles de las principales ciudades llenas de inmigrantes (no sólo
colombianos, sino también ecuatorianos, peruanos, haitianos y trinitarios)
realizando actividades del sector informal. Inmigrantes que, a su vez, compiten
desde el punto de vista social con los nacionales por los limitados espacios
en materia de empleo, de salud, de educación y de servicios, particularmente
en las zonas fronterizas.
Esta realidad ha sido reconocida oficialmente. En marzo de 1992, en un Foro
auspiciado por la Academia Nacional de Ciencias Económicas, donde participaron
relevantes figuras de la política nacional, una de ellas, Pompeyo Márquez,
Presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos de la Cámara
del Senado, comenzaba su intervención con las palabras siguientes: "Las
migraciones se han convertido en un gran problema nacional... Se ha llegado
a esta situación por la desidia, por la irresponsabilidad con que se
ha tratado a lo largo de todas estas décadas todo el tema migratorio
con sus derivaciones sociales, laborales, y en especial en lo atinente a Colombia
y a los países andinos" (Sequera y Crazut, 1992: 29). De esta manera,
la respuesta a la pregunta que servía de base a esta jornada: "¿Existe
una política inmigratoria?", era un rotundo NO. Por supuesto, nos
referimos a aquellas migraciones determinadas por razones estrictamente económicas
y sociales, que son las que han adquirido características de "gran
problema nacional".
El corazón del asunto se encuentra en el hecho de que toda la estructura
jurídica que rige la materia responde a realidades pasadas; de allí
que toda la normativa legal vigente se presenta con un marco jurídico
contradictorio con el presente que vive Venezuela y con las circunstancias que
caracterizan la realidad regional e internacional que la rodea. En efecto, mientras
la Ley de Inmigración y Colonización vigente desde 1936 impone
al Ejecutivo Nacional la obligación de promover por todos los medios
la inmigración, especialmente en el área agrícola, la Ley
de Extranjeros está dirigida a restringir los derechos de éstos
en el país. Si bien los recursos humanos provenientes del extranjero
se orientarían hacia el proceso agro-industrial, la realidad presentó
un cuadro diferente: la concentración tanto de los inmigrantes como de
los nativos en los centros urbanos con mayor volumen de población, dando
origen al perfil urbano-regional de la Venezuela actual con todos los problemas
económicos y sociales que el mismo acarrea. Uno de ellos: la creación
y acrecentamiento de los cinturones de miseria de las grandes ciudades. Algunos
indicadores nos muestran la cuestión:
- Para 1971, el número de ranchos en las áreas marginales
de las principales ciudades era de 169.000. En 1981, la cifra había
aumentado en todo el país a 1.300.000 ranchos. Y para 1991, según
las cifras que maneja la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad
(FUNDACOMUN, 1991), el número de ranchos en áreas marginales
se incrementó a una tasa interanual de 1.65%, es decir, en 136.000
ranchos por año;
- Consecuencia de la anterior explosión demográfica marginal,
se presentó una insostenible presión sobre los servicios públicos
del país;
- Pero otras consecuencias se refirieron al desplazamiento de la mano de
obra nacional de las áreas rurales, especialmente las fronterizas,
donde se prefería emplear mano de obra inmigrante e ilegal, por sus
niveles de eficiencia y por los bajos sueldos devengados;
- Se ha registrado una demanda en hospitales y centros de salud rurales
que han desbordado su capacidad de atención a la población;
- De la misma manera se ha registrado el retorno de ciertas enfermedades
que se consideraban erradicadas, por cuanto la población que ingresa
en condiciones de ilegalidad no se somete, ni es sometida, a controles de
salud por su propia situación jurídica irregular;
- Aumento de la demanda del servicio educativo y de la matrícula
escolar;
- Invasión de terrenos municipales y privados en forma ilegal;
- Incontrolada y masiva fuga de divisas hacia los países de origen
--por lo general vecinos-- de los inmigrantes;
- Proliferación de una serie de actividades ligadas a la economía
informal, al juego de azar y la prostitución (un alto porcentaje de
inmigrantes femeninas se dedican a la prostitución) que no contribuyen
en nada al desarrollo nacional;
- Explosivo incremento en el tráfico y consumo de drogas.
CONCLUSIÓN
He aquí, en breve, la paradoja que resume el caso venezolano: la inmigración
y empleo de extranjeros ha pasado a convertirse de panacea, para resolver los
problemas del desarrollo, en un problema acumulado históricamente y aún
no resuelto, con graves efectos sociales. Lo cual implicará en un futuro
inmediato mayores esfuerzos y seriedad en el diseño de una política
poblacional integral capaz de integrar coherentemente al inmigrante (en el sentido
de asimilarlo sin excluirlo) de manera de amortiguar el impacto social de la
migración. La fusión de una política migratoria con una
política social que, sin perjudicar al país, preserve la contribución
de los migrantes al desarrollo económico y social venezolano, sería
la base de la integración del extranjero. La solución a la problemática
de la inmigración, a la luz de las presentes realidades económicas,
sociales y demográficas internas, implica tomar en cuenta las necesidades
de crecimiento y diversificación de la economía, la racionalización
de los incrementos de población y, sobre todo, la corrección de
su acentuada tendencia a la concentración en medios urbanos, así
como la situación de desempleo y desajustes sociales planteados en las
páginas anteriores.
Pero, todo esto implica abarcar distintas esferas. Una esfera legal que se refiere
a la necesidad de poner a la legislación existente a tono con las nuevas
realidades. Particularmente, en todo lo que tiene que ver con los desarrollos
económicos y sociales de la zona fronteriza, ubicándolos dentro
del marco de la integración regional y más específicamente
de la integración colombo-venezolana. Objetivo semejante conlleva a otra
esfera que es la correspondiente a la estructura institucional, que comienza
con la reorganización de las instancias existentes. Esto permitiría
el seguimiento y control de todo extranjero que ingresa al país. Si no
se tiene este control mal podría amortiguarse todo el problema social
que las inmigraciones tienden a generar. Sólo de esta manera es posible
discutir con los gobiernos de los países emisores de población
--Colombia en primera instancia-- la elaboración de convenios muy claros
en materia de servicios. De allí, entonces, una tercera esfera de acción
que es la esfera social que ha de contemplar aquellas leyes sociales que protegan
a los migrantes y a sus derechos extensivos para su familia.
Sin embargo, hasta ahora, podría señalarse, que las gestiones
inmigratorias del Estado venezolano no han pasado de ser letra muerta en el
esfuerzo de ejercer algún tipo de canalización en la movilidad
de las personas a través de las fronteras. De la misma manera no se observa,
en tanto país receptor, el desarrollo de políticas coherentes
de integración del inmigrante, a pesar de que podría contarse
--como de hecho se cuenta-- con la asistencia internacional. En suma, tal como
ya ha sido señalado, en los movimientos migratorios internacionales hacia
Venezuela más han pesado las circunstancias históricas y coyunturales
que los esfuerzos estructurales (jurídicos, legislativos e institucionales)
para regularlos (Bolívar Chollet, 1994: 217)
©Luis Ricardo Dávila
Notas
Arriba
vuelve 1. Lo cual representa
aproximadamente un 2.5% de la población mundial. United Nations (1998).
vuelve 2. Este término
refiere aquellos procesos a través de los cuales los inmigrantes se incorporan
a las sociedades de los países receptores. Sin embargo, algunos autores
(Castles, 1998: 247ss) consideran más correcto hablar de diversas formas
de incorpo-ra-ción de los inmigrantes, entre las cuales la integración
es sólo una posible variante.
vuelve 3. El enfoque integracionista
responde a tres cuestiones básicas: 1- La percepción de que los
inmigrantes no se asimilaban simplemente como individuos, sino que tendían
a formar asociaciones políticas, sociales y culturales, así como
a mantener hábitos y conductas de sus lugares de origen; 2- Se hacía
claro que los inmigrantes tendían a concentrarse en ocupaciones particulares
y áreas residenciales de manera que los elementos cultural y clasista
se vinculaban; 3- Al formar los inmigrantes grupos y asociaciones, éstos
se convertían en críticos del carácter marginal de sus
culturas y conductas.
vuelve 4. La exclusión
puede tomar lugar a través de mecanismos legales (rechazo a la naturalización
o distinciones entre los derechos de los nacionales y de los no-nacionales)
o a través de prácticas informales (xenofobia y discriminación).
En este sentido, los inmigrantes se convierten en minorías sin derechos,
formando parte de la sociedad pero excluidos del Estado y la nación.
Esta condición coloca al inmigrante en términos de debilidad.
Sin embargo, algunos empleadores se aprovechan de tal condición e incluso
propician este tipo de modelo excluyente.
vuelve 5. Incluída la
política internacional, tal como fue señalado en una importante
reunión de expertos en inmigración --auspiciada por la American
Assembly-- a comienzos de 1996: "International migration is rising to the
top of the foreign policy agenda" (Teitlebaum y Weiner, 1996: 299).
vuelve 6. En el caso colombiano,
por ejemplo, las razones económicas para emigrar eran evidentes. Algunos
resultados de las investigaciones presentadas en el Sexto Seminario del C.I.M.,
en 1983, sobre migración de indocumentados, demostraron "that the
main factor determining migration was a decline in incomes in the country of
origin vis-à-vis the attraction of a stronger currency in the country
of destination", (Cely ).
vuelve 7. El artículo
primero de esa Ley señalaba: "El Ejecutivo Federal propenderá,
por todos los medios directos e indirectos, al fomento de la inmigración
y colonización en Venezuela", (Venezuela, 1942: 2004).
vuelve 8. Mateo Didoné
fue director durante los años 80s del Centro de Estudios de Migración
en Caracas (C.E.P.A.M.). Sin embargo, sus cálculos sobre el porcentaje
de población extranjera ilegal lucen conservadores. Si se toma en cuenta
que según el Censo General de 1980, la población del país
era de 13.913.218 personas, y que se estimaba la presencia de unos dos millones
de ilegales, esto arroja un porcentaje del 14% (Suárez Nuñez,
1980: 20-21 y "Entrevista con Director de Extranjería", ambos
documentos en Resumen, vol. XXVI, No 330, Caracas, 2.3.1980).
vuelve 9. Véanse los
trabajos de Bérmudez, 1979; Murillo, 1979; Mansilla, 1980; Mármora,
1982; Delgado, 1982; Didoné, 1983; Torrelaba, 1985; Pellegrino, 1989;
Torrealba y Oropeza, 1988.
vuelve 10. Se estimaba que
en cada restaurant de Caracas y las principales ciudades del país (Maracaibo,
Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal) había por lo menos un trabajador
inmigrante ilegal; los hospitales y maternidades eran frecuentados muy a menudo
por grupos de ilegales; en algunos barrios de estas ciudades se fueron formando
ghettos de inmigración ilegal, donde "de cada diez personas, ocho
son colombianos indocumentados" (Cardona, 1980: 235); en casi todas las
casas de familias ricas y de clase media trabajaban uno o dos ilegales (Cárdenas,
1979a: 19).
vuelve 11. "El problema
migratorio en Venezuela no solamente es con Colombia. Aquí hay masas
de peruanos, dominicanos y ecuatorianos que bien trabajan ilegalmente o bien
utilizan el país como trampolín para luego viajar hacia los Estados
Unidos", declaraba el Canciller de Venezuela en conferencia sobre Política
Internacional (Frontera, 28.1.98, p. 2-B).
Obras citadas
- Bello, I. (1989). Social effects of group migration between developing
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- El Universal, diversos años
- Frontera, 1998-1999
- Resumen, 1976-1977
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