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                  Luis Ricardo Dávila
                
              
              
                 
                  Fronteras confusas: impactos sociales de la migración
                
              
              
                 
                  Universidad de Los Andes, Venezuela
                
              
              
                 
                  Universidad de Essex, Inglaterra
                
              
            
               
                davilap@ula.ve              
              
              
               
              
              
              
                Notas*Obras 
                  citadas                              
                              
               
              INTRODUCCIÓN 
               Es bien claro que este fin-de-siglo ha estado dominado por la capacidad de la 
                humanidad para el desplazamiento. Se desplazn los capitales, las mercancías, 
                las imágenes, los sonidos, los hábitos y las costumbres. Pero 
                también continúan desplazándose las personas a ritmos antes 
                nunca vistos. Las migraciones internacionales nunca fueron tan masivas. Se calcula 
                que 120 millones de personas viven fuera de sus países de origen (United 
                Nations, 1998).1 
               Pero a medida que estos flujos migratorios aumentan indeteniblemente, los obstáculos 
                para frenarlos también se multiplican. Las motivaciones para partir siguen 
                siendo las mismas: diferencia en los niveles de vida entre países, pobreza, 
                búsqueda de mejores condiciones económicas y sociales, inestabilidad 
                política, persecución religiosa, guerras, desastres naturales 
                (Straubhaar, 1993). Sin embargo, se observa que los países de destino 
                o receptores se muestran cada vez menos dispuestos a acoger a los trabajadores 
                inmigrantes. Las fronteras se cierran y la fuerza pública interviene 
                con mayor rigor. A menudo el desempleo creciente o las pobres expectativas sociales 
                sirven de pretexto. Pero la condición de migrante (homo migrans) sigue 
                siendo lo característico del ser humano. 
               Desde una perspectiva más amplia, las Américas --como fenómeno 
                histórico-- estarían ubicadas dentro de este fenómeno humano 
                que es la migración. Este es un continente de inmigrantes, porque acá 
                no hubo hominización, vinieron los indios, luego los europeos como inmigrantes, 
                los africanos como esclavos, y construyeron esta vasta zona del mundo. Así, 
                las sociedades de las Américas se han convertido en un complejo mosaico 
                étnico construido a lo largo de cinco siglos de inmigración (Portes 
                y Rumbaut, 1990). A pesar de este fenómeno tan significante, en realidad 
                en torno a la migración se forman imágenes falsas, estereotipos 
                animados por mecanismos que no dejan de ser perversos. En las Américas 
                --como en tantas otras partes del mundo-- suele ocurrir que la justificación 
                de las debilidades internas exige encontrar culpables que el inmigrante, es 
                decir, el extranjero, por ser diferente y vulnerable, encarna a la perfección. 
                Sin embargo, día a día se producen grandes migraciones. Innumerables 
                familias, hombres, mujeres y niños se desplazan de un lugar a otro en 
                condiciones de gran miseria, en algunos casos, y de gran dolor. El impacto de 
                estas migraciones sobre la estructura social de países receptores es 
                el objetivo del material que presentamos a continuación. 
                
               A.- EL CONCEPTO DE INTEGRACIÓN DEL INMIGRANTE 
              Uno de los presupuestos básicos en relación a 
                las consecuencias sociales de la migración es el de la capacidad y condiciones 
                del inmigrante para integrarse a la sociedad receptora. Y la capacidad de recepción 
                estará en relación a las políticas tomadas. Queda por dilucidar 
                las fronteras, por veces confusas, entre las políticas migratorias y 
                las políticas sociales. Es decir, ¿hasta qué punto políticas 
                migratorias coyunturales que propicien la integración2 del inmigrante 
                implican o necesitan complementarse con políticas sociales y demográficas 
                de más largo alcance? En la medida en que exista un cuerpo de políticas 
                que integre al inmigrante, su impacto sobre la estructura de la sociedad receptora 
                será más racional, es decir, más adaptado a sus posibilidades. 
                Lo más importante para nuestros propósitos es que la integración 
                no se restringe en sí misma a las políticas oficiales, sino que 
                se conecta con una amplia gama de procesos sociales: 1- La incorporación 
                dentro de la estructura económica, política y social; 2- La naturaleza 
                y alcance de la participación del migrante en las instituciones de la 
                sociedad; 3- La emergencia de varias formas de desigualdad y exclusión 
                a que conlleva la integración misma. 
               Desde esta perspectiva es importante examinar aquellas condiciones sociales 
                que facilitan o impiden la completa incorporación de los inmigrantes 
                dentro del proceso social. El resultado de este proceso podría no ser 
                su completa absorción sino la formación de grupos étnicos 
                o de ghettos de inmigrantes (Rex y Mason, 1986). Según Castles es posible 
                diferenciar cuatro enfoques distintos sobre la incorporación del inmigrante, 
                cada uno de los cuales implica diferentes resultados:  
               Asimilación: Es vista como un proceso de adaptación individual 
                a los valores, normas y formas de conducta prevalecientes. Presupone la buena 
                voluntad y habilidad de los inmigrantes para dejar a un lado sus características 
                distintivas, así como la disposición de los grupos nacionales 
                para aceptar a los nuevos miembros;  
               Integración: Refiere un proceso de mutuo acomodo 
                que envuelve tanto a los inmigrantes como a la mayoría de la población3;  
                
               Exclusión: Se refiere a la situación 
                en la cual los inmigrantes son incorporados sólo a ciertas áreas 
                de la sociedad --el mercado de trabajo-- pero se les niega el acceso a otras 
                --la ciudadanía, participación política, seguridad social4; 
               Multiculturalismo: Refiere el desarrollo de las comunidades 
                de inmigrantes dentro de comunidades étnicas que se distinguen de la 
                mayor parte de la población en cuanto a la lengua, la cultura y el comportamiento 
                social. 
              B.- PROBLEMAS SOCIO-ECONÓMICOS DE LAS MIGRACIONES 
               Nuestro interés es considerar el tema desde una perspectiva global americana, 
                si bien la experiencia de Venezuela en tanto país altamente receptor 
                de migración constituye el material de nuestra exposición. El 
                relativo largo período cubierto (1950-1990) ofrece la oportunidad de 
                mirar más de cerca, y en perspectiva histórica, el impacto que 
                las nuevas condiciones económicas han tenido sobre la migración 
                y el desarrollo económico y social de ese país. Sin embargo, es 
                necesario insistir en las dificultades con las que se topa el investigador a 
                la hora de intentar hacer una evaluación realista del impacto de la migración 
                sobre las estructuras sociales de los países receptores. Si bien es posible 
                identificar variables tales como: las demandas educativa y de trabajo, la presión 
                sobre el alojamiento o algunos aspectos psico-sociales, su evaluación 
                exacta encuentra ciertas dificultades originadas en la ausencia de estadísticas 
                o de información desglosada sobre las mismas. Nuestra investigación 
                presenta más bien ciertas tendencias cualitativas, con un particular 
                enfásis colocado sobre la necesidad de establecer un conjunto apropiado 
                de índices que permitan medir tales impactos. 
               Se han considerado distintos patrones migratorios observables desde la década 
                de 1950, con sus respectivos cambios a partir de 1974 cuando algunas modificaciones 
                ocurrieron en la naturaleza y composición de la migración. No 
                hemos perdido de vista la importancia que la integración de los inmigrantes 
                en las sociedades de los países receptores ha tenido en tanto componente 
                importante de las políticas públicas5, con efectos significantes 
                sobre variables tales como el mercado de trabajo, provisión de viviendas, 
                educación y seguridad social, al mismo tiempo que sobre las instituciones 
                políticas y sobre aquellas instituciones culturales relacionadas con 
                temas tales como la identidad nacional.  
               Las recientes migraciones, de larga escala entre los diferentes países 
                de las Américas, han sido provocadas básicamente por factores 
                económicos y/o en reacción a los peligros que representan los 
                conflictos políticos, incluidas las guerras o la violación de 
                los derechos humanos (Mármora, 1990; CELAM, 1994). Las situaciones causadas 
                por esas migraciones requieren de la intervención y supervisión 
                a niveles nacional e internacional. Acciones semejantes son requeridas en la 
                medida en que los migrantes inducen eventualmente problemas políticos, 
                sociales y económicos en los países receptores. Algunos problemas 
                con efectos sobre las estructuras sociales de los países receptores incluyen:  
              
                 - El incremento de la población con consecuentes efectos adversos 
                  sobre las instituciones sociales existentes; 
                 - Incremento en la demanda de bienes y servicios; 
                 - Desplazamiento del empleo de los nacionales; 
                 - Incremento del sector informal; 
                 - Deterioro de las estructuras salariales en los sectores informal, rural 
                  y urbano; 
                 - Cambios en las costumbres y tradiciones mantenidas por las poblaciones 
                  locales; 
                 - La transculturización; 
                 - La presión causada por el ingreso de los hijos de inmigrantes en 
                  el sistema educativo; 
                 - La introducción de enfermedades endémicas y otros problemas 
                  sociales (Bello Isaias, 1989: 225-226 ; Ohndorf, 1989). 
               
               No obstante, la migración conlleva a un conjunto de patrones específicos 
                en las relaciones e interacciones del migrante, distintos a los prevalecientes 
                en sus países de origen. El paso abrupto de un ambiente social y cultural 
                a otro plantea serios problemas sobre la capacidad de adaptación tanto 
                individual como colectiva del migrante. Al indagar específicamente sobre 
                los problemas sociales causados por la migración, se encuentra que las 
                medidas de integración adoptadas por los países receptores cumplen 
                un papel básico. Pero estas medidas variarán sus resultados dependiendo 
                de las circunstancias de cada país y del volumen y tipo de los flujos 
                migratorios: si son masculinos o femeninos, si la migración es temporal 
                o permanente, legal o ilegal, laboral o no. 
               Nuestro argumento es que el fenómeno de la migración, por razones 
                de empleo temporal o de residencia permanente, despliega impactos complejos 
                y, por veces, contradictorios sobre la estructura social de los países 
                emisores y receptores. Al evaluar el impacto social de las migraciones en los 
                países de origen, es importante distinguir entre migración permanente 
                y no-permanente. De la misma manera, el efecto de la migración de retorno 
                difiere considerablemente en relación a:  
              
                 - El tiempo de la estadía en el extranjero;  
                 - El tipo de contacto general con la vida cultural y política del 
                  país receptor  
                 - Las condiciones de trabajo, incluyendo si el migrante vivía con 
                  compatriotas o si estuvo completamente integrado a la cultura del país 
                  receptor. 
               
              C.- LA DINÁMICA DE LAS MIGRACIONES EN VENEZUELA 
               De los anteriores criterios se desprende que la explicación de los factores 
                que concurren en la dinámica migratoria, incluidos sus impactos sociales, 
                requiere el examen del contexto histórico de cada situación. Tal 
                como lo han sugerido Zolberg y sus colegas (1989), las fuerzas sociales identificables 
                han de ser vistas como acontecimientos estructurados resultantes de un proceso 
                histórico más amplio. Tanto más cuando sabemos que el paisaje 
                migratorio en la región ha sido muy complejo y diverso en muchos aspectos. 
                Es necesario, por lo tanto, establecer cómo la estructura económica, 
                política, demográfica y cultural de las migraciones ha evolucionado 
                en Venezuela hasta llegar a la estructura presente. 
               El legado migratorio 
               Venezuela ha sido siempre un país abierto a la inmigración. Desde 
                el comienzo del período republicano, y durante todo el siglo XIX, ha 
                sido una sociedad permeable. Las oleadas inmigratorias no fueron nunca un problema 
                social mientras estuvieran sujetas y controladas por una política coherente. 
                Entre 1810 y 1936 fueron promulgadas 13 leyes de inmigración, acompañadas 
                de sus respectivos reglamentos, contratos para traer inmigrantes, y se organizaron 
                comisiones de política inmigratoria (Berglund, 1982: 951). Venezuela 
                disponía de un territorio grande y una población pequeña. 
                Se pensaba en ese entonces que todos los males del país se iban a solucionar 
                con la traida de inmigrantes. Pero aún con estas intenciones, acompañadas 
                de leyes y decretos frecuentes, los inmigrantes fueron pocos. Uslar Pietri --uno 
                de los ideólogos de la inmigración moderna en el país-- 
                señalaba en 1944 que entre 1852 y 1888, entraron al país 26.090 
                inmigrantes; entre 1904 y 1935, llegaron otros 29.000. Es decir, esta cifra 
                correspondía a un 1.5% de la población total. Y concluía 
                en términos optimistas: "la inmigración es una de las claves 
                fundamentales para el destino de la nación venezolana. Tan solo la inmigración 
                puede colmar nuestro déficit de capital humano" (Uslar Pietri, 1944). 
               Es sólo a partir de la década entre 1949 y 1958 cuando se produce 
                una inmigración masiva de carácter legal. Desde entonces la entrada 
                de extranjeros se presenta por primera vez como un factor demográfico 
                y social significativo (para el estudio de este período: Páez 
                Celis, 1973: 41ss; Chi-Yi-Chen, 1973; Kritz, 1975; Pellegrino, 1989). Hasta 
                el final de los años 1950's, el país tuvo una política 
                de inmigración abierta: la llamada "política de puertas abiertas". 
                Al extranjero le era muy fácil el ingreso, la obtención del permiso 
                de residencia permanente y de trabajo, así como la legalización 
                de su status en caso de ingreso ilegal. De allí que el impacto social 
                de estas migraciones fuese minimizado por las políticas existentes. Para 
                1956 se registró en el país una fuerte corriente migratoria, acompañada 
                de un auge en las naturalizaciones de extranjeros. Según la Constitución 
                Nacional de 1953 el derecho a ser venezolano por naturalización incluía: 
                1- a aquellas personas nacidas en el exterior, "si se domicilian en el 
                país y manifiestan su voluntad de ser venezolanos"; 2- a los naturales 
                de España o de los países latinoamericanos "que estén 
                domiciliados en el país y manifiesten y les sea aceptada su voluntad 
                de ser venezolanos"; 3- a los extranjeros que obtengan carta de Naturaleza 
                (Brewer Carías, 1985: 939). En relación a los "Deberes y 
                Derechos individuales y sociales" el texto constitucional disponía 
                los mismos deberes y derechos tanto a venezolanos como a extranjeros. Estas 
                circunstancias de legalidad migratoria y de facilidades dadas al inmigrante 
                extranjero minimizarían el impacto social de las inmigraciones sobre 
                las estructuras nacionales. 
               A la fase de inmigración masiva 1949-1958 le siguió un registro 
                con balance migratorio negativo para la primera mitad de la década de 
                1960. Con el final de la dictadura militar de Pérez Jiménez, a 
                comienzos de 1958, se cierra la inmigración para volver a mostrar un 
                nuevo auge a partir de 1973 (Venezuela: Dirección Nacional de Estadística 
                y Censos Nacionales, IV: 93-95; Sassen-Koob, 1980: 65ss; Berglund y Hernández, 
                1985: 47ss; Pellegrino, 1989: 241ss).  
               Migraciones durante la década de 1960 
               El nuevo régimen político, dominado por una alianza entre sectores 
                democráticos y el movimiento popular, implementó el cierre de 
                la inmigración que habría de durar a lo largo de la década 
                de 1960's. Las razones fueron de dos tipos: 1- Político, oponerse 
                a la estrategia de "puertas abiertas" mantenida por la dictadura durante 
                los 50's, restringiendo el acceso de extranjeros, a quienes se les habían 
                dado grandes prerrogativas políticas y sociales (e.g., el derecho del 
                voto en el referendum de 1957 o su igualación jurídica con los 
                nacionales) ; 2- Económico, la recesión que vivió el país, 
                luego de 1958, produjo un alto porcentaje de desempleo lo que obligó 
                a la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), órgano 
                que agrupaba la mano de obra del país, a solicitar al Presidente de aquel 
                momento (Rómulo Betancourt) el cierre de las fronteras a los inmigrantes, 
                principalmente a los europeos. Ante la presión que la mano de obra extranjera 
                ejercía sobre el mercado de trabajo interno, el propio Presidente de 
                la República describía la situación laboral del país 
                en 1959 en términos que revelan el impacto de la política de puertas 
                abiertas: "Hay en el país un desempleo generalizado y el número 
                de personas sin trabajo alcanza una impresionante cifra" (Mensajes Presidenciales, 
                V, 1971: 358). 
               La Constitución Nacional de 1961 reflejó la restricción 
                hacia el extranjero en las condiciones para la naturalización. Contrario 
                a la Constitución de 1953, que otorgaba la nacionalidad casi automáticamente 
                a los naturales de España o de cualquiera de los Estados latinoamericanos, 
                la de 1961 señalaba que estos nacionales sólo "gozarán 
                de facilidades especiales para la obtención de carta de naturaleza" 
                (Brewer Carías, 1985: 967). Aún cuando los deberes y derechos 
                de nacionales y extranjeros eran los mismos, esta Constitución privaba 
                a los últimos de uno de los derechos políticos más importantes: 
                el derecho al voto. El artículo 111 contenía la norma correspondiente: 
                "son electores todos los venezolanos que hayan cumplido dieciocho años 
                de edad" (Brewer Carías, 1985: 974); pudiendo hacerse extensivo 
                a los extranjeros este derecho pero sólo para elecciones municipales.  
               En consecuencia, la política inmigratoria del nuevo gobierno democrático 
                se orientó hacia la selección de la entrada de aquella mano de 
                obra calificada y necesaria con el objeto de disminuir la presión de 
                las migraciones sobre el mercado de trabajo. Esto ocasionó una disminución 
                en el número de personas que entraron al país: De 150.361 (1957) 
                se pasó a 103.876 personas (1963). El saldo migratorio bajó de 
                75.542 en 1955 a un saldo negativo de -1.433 personas en 1963 (Venezuela: Consejo 
                Nacional de Recursos Humanos, 1977; Berglund y Hernández, 1977: 50). 
                Sin embargo, restringiendo el acceso al extranjero ocurrió, como era 
                de esperar, un incremento de la inmigración y empleo ilegal de mano de 
                obra foránea, con sus consecuentes repercusiones sociales. 
               Migraciones de 1970's y 1980's 
               A fines de la década de 1960, dada la condición de Venezuela de 
                principal país receptor de trabajadores legales (e ilegales) de la región, 
                el caso del empleo de inmigrantes en situación irregular se convirtió 
                en un hecho de particular importancia. Esto agravó el impacto social 
                de las migraciones, al mismo tiempo que cambió el patrón migratorio 
                existente. Vista en perspectiva histórica, aquella política que 
                cerró las puertas a los inmigrantes españoles, italianos y portugueses, 
                reblandeció las fronteras a los vecinos latinoamericanos, fundamentalmente 
                colombianos, ecuatorianos, peruanos, bolivianos y dominicanos, deprimidos por 
                sus críticas condiciones económicas y sociales6. A quienes se 
                añadieron posteriormente chilenos, argentinos y uruguayos debido a razones 
                de persecución política en sus respectivos países. Puesto 
                en otros términos, se evitó el ingreso legal de unos 200 mil europeos 
                pero a cambio ingresaron al país en los años siguientes (1970-1979), 
                por la vía legal e ilegal, cerca de tres millones de inmigrantes (Chi-Yi-Chen 
                y Picouet, M., 1980: 51, 61; Pellegrino, 1989: 371). 
               Esta ola inmigratoria comenzó siendo silenciosa, pero 
                fue poco a poco en aumento en la segunda mitad de la década de 1960 y 
                durante los 70's. Al final de estos años, la inmigración extranjera 
                llegó a ser de tal magnitud que se convirtió en un grave problema 
                nacional. Para afrontarlo el gobierno, sólo disponía de dos instrumentos 
                jurídicos: la Ley de Inmigración y Colonización de 19367 y 
                la Ley de Extranjeros de 1937, con su Reglamento de 1942. Es necesario señalar 
                que esta última no puede ser considerada como una Ley de Inmigración, 
                pues no contempla ninguna previsión en términos de política 
                migratoria. Básicamente, la Ley de Extranjeros es una ley de control 
                que establece los deberes y derechos de todos los extranjeros en el país, 
                los cuales, en términos generales, no difieren en lo básico de 
                aquellos concernientes a los venezolanos, excepción hecha de algunos 
                derechos políticos. 
               Bajo ambos instrumentos la política inmigratoria había sido concebida 
                en función de tres elementos: 1- Como factor contribuyente al crecimiento 
                poblacional, especial-men-te en las zonas rurales; 2- Como ayuda a mejorar los 
                valores culturales y la organización social mediante la inserción 
                de inmigrantes europeos; 3- Como factor de estímulo y expansión 
                de la economía, principalmente del sector agrícola colonizando 
                algunas áreas del país con portugueses, españoles e italianos 
                (Kritz, 1975: 517-519; Chi-Yi-Chen y Urquijo: 1974; Sassen-Koob, 1980: 63-65; 
                Berglund y Hernández, 1985).  
               Ya para fines de la década de 1970 con la llamada "segunda 
                onda expansiva" de migración internacional hacia Venezuela (Torrealba 
                y Oropeza, 1988:110ss; Pellegrino, 1989: 241ss) lo que distinguió el 
                proceso de inmigración --sobre todo luego de 1973-- no fue tanto el nivel 
                cuantitativo, si bien este fue significativo, sino la redefinición de 
                la política oficial en cuanto al lugar del inmigrante como factor de 
                producción. En este contexto, la inmigración fue vista por el 
                gobierno y diversos sectores privados de la industria y la agricultura como 
                importación de mano de obra. El crecimiento de la producción agrícola 
                y la alta tasa de urbanización crearon las condiciones durante esta década 
                para una escasez de mano de obra sobre todo en el sector de la agricultura y, 
                por consiguiente, surgió la necesidad de absorción de trabajadores 
                extranjeros en condiciones legales o no. 
              D.- CARACTERÍSTICAS DE LAS INMIGRACIONES 
               Las principales migraciones eran aquellas de carácter laboral. Estas 
                fueron --en un primer momento-- de carácter estacional, para suplir las 
                necesidades de mano de obra agrícola. Y la presencia de inmigrantes, 
                aún cuando fuesen ilegales, era aceptada por los distintos sectores nacionales, 
                incluidos los empleadores, debido a su habilidad y capacidad para el trabajo. 
                Además, su empleo era estimulado por aquellos patronos que veían 
                como favorable, para sus propios intereses económicos, las precarias 
                condiciones jurídicas del migrante ilegal. Pero, luego, estas migraciones 
                fueron tomando un aspecto permanente. Los distintos migrantes laborales, principalmente 
                colombianos, se fueron moviendo de las áreas rurales a las urbanas, donde 
                encontraban mejores condiciones de empleo y salario. Ya para la primera mitad 
                de la década de 1970, el empleo ilegal de inmigrantes comenzaban a convertirse 
                --desde el punto de vista de su impacto sobre las instituciones sociales-- en 
                fenómeno crítico. Un estudioso de esta problemática, Norman 
                Gall, señalaba: "La inmigración procedente de Colombia parece 
                haberse convertido en la migración más grande en la historia de 
                la América del Sur" (cit. en Berglund y Hernández, 1985: 
                63). Por su parte, el Presidente del Congreso de Venezuela, para aquel momento, 
                Godofredo González, declaraba al respecto: "La inmigración 
                clandestina masiva es nuestro problema social más apremiante" (El 
                Nacional, 11.4.1980). 
               Una de las aristas del problema reconocido oficialmente era, precisamente, la 
                presión sobre la estructura social interna. La presencia de extranjeros, 
                en su gran mayoría latinoamericanos, ingresados y/o establecidos al margen 
                de las leyes y políticas migratorias vigentes, en una proporción 
                que a mediados de 1980's --según algunos autores-- no era inferior 
                al 10% del total de la población (esta se situaba en 13 millones; Didoné, 
                1983: 407)8, fue configurando en Venezuela una realidad económica, social 
                y cultural todavía no lo suficientemente evaluada. 
               Composición de la inmigración y su presión 
                social 
               En cuanto a su composición tenemos lo siguiente. De la información 
                contenida en algunos estudios sobre deportaciones, realizados en la época 
                de la explosión demográfica clandestina --entre 1974 y 1982-- 
                es posible derivar ciertas características de esta inmigración 
                conexas con la materia que exponemos.9 
               1- Más del 80% de la inmigración clandestina eran hombres en edad 
                productiva. La mayor parte de ellos (70%) eran solteros con bajo nivel educativo. 
                El 60% de los entrevistados eran analfabetos o con educación primaria 
                incompleta; 2- La mayoría de entre ellos vinieron solos a Venezuela. 
                El 90% tenía sus familias en Colombia, lo que aminoraba la presión 
                sobre las instituciones educativas; 3- El 80% de los encuestados señaló 
                el desempleo y las expectativas de mejor salario como motivos para emigrar; 
                4- El 73% era empleado como trabajador asalariado. Un 70% logró conseguir 
                empleo en un lapso comprendido entre 1 y 8 días. De éstos, el 
                40% afirmó haber conseguido trabajo por medio de amigos o familiares 
                establecidos legal o clandestinamente en el país. El 73% de los encuestados 
                se colocó en pequeñas empresas ubicadas en el sector informal 
                de la economía, de manera de escapar más fácilmente a los 
                controles oficiales; 5- Finalmente, la distribución sectorial de la ocupación 
                fue la siguiente: 
              
                 Construcción ..... 21.5% 
                 Industria y Manufactura ..... 19.5% 
                 Servicios ..... 19.5% 
                 Comercio ..... 15.5% 
                 Agricultura ..... 15.0% 
               
               La mayor parte de esta población estaba asentada en las áreas 
                urbanas, donde se expresaba más críticamente su impacto social. 
                En 1981, se calculaba que un 82.89% de los inmigrantes colombianos vivían 
                en ciudades, mientras que un 15.80% lo hacía en áreas rurales 
                y urbanas fronterizas (O.C.E.I., 1981; Bidegain y Freitez, 1989). La remuneración 
                percibida podía ser en salario pagado semanal o quincenalmente; o bien 
                como parte de un paquete que incluía salario, comida y/o vivienda. El 
                promedio salarial mensual fue de US$ 345 en 1982, con valores máximos 
                de US$ 408 en el grupo de comerciantes, y mínimos de US$ 166 entre los 
                trabajadores agrarios (Torrealba y Oropeza, 1988: 125-126). 
               La numerosa comunidad colombiana establecida legalmente (227.000 personas para 
                mediados de 1979) operaba, al mismo tiempo, como un factor de atracción 
                de inmigrantes al país bajo la modalidad de "reunificación 
                familiar". Adicionalmente, se hizo evidente un flujo turístico de 
                familiares, parientes y amigos de migrantes ya legalizados, sobre todo colombianos, 
                dadas las facilidades de acceso por la condición de países vecinos, 
                de los cuales un alto porcentaje entraban con la finalidad de residir entre 
                el resto de la población colombiana con residencia y empleo ilegales 
                en Venezuela (Resumen, vol. XXV, No 309, 7.10.1979, p. 19). Las reacciones oficiales 
                ponían en evidencia la gravedad del asunto, sobre todo en lo que se refiere 
                a la presión ejercida sobre las estructuras sociales. Por veces los términos 
                que expresaban el problema eran bastante extremos: "Dos millones de indocumentados. 
                Estamos importando subdesarrollo y escoria. Esos millones de inmigrantes ilegales 
                y 'turistas' que se quedan son un problema tan grave que tiene implicaciones 
                de política interna e internacional" (Entrevista con el Director 
                de Control y Extranjería de la DIEX, El Nacional, 22.7.1979). La magnitud 
                del problema sobrepasaba las capacidades administrativas en materia inmigratoria 
                del Estado. Este mismo alto funcionario lo reconocía: "Me siento 
                impotente ante el problema de las migraciones clandestinas" (Resumen, vol. 
                XXVI, No 330, 2.3.1980). 
               Por lo general, los destinos finales de los inmigrantes eran las zonas bananeras 
                de la Costa Sur del Lago de Maracaibo, las haciendas ganaderas del Distrito 
                Perijá en el Zulia, las distintas regiones productoras de caña 
                de azúcar, los prostíbulos de las distintas zonas rurales o urbanas, 
                las fincas de café del Táchira, los asentamientos de la reforma 
                agraria, las zonas boscosas donde trabajaban en el tratamiento de la madera, 
                la economía informal en los principales núcleos urbanos, o bien 
                las zonas industriales donde se desempeñaban como obreros. Otras formas 
                de empleo en las grandes ciudades podían ser las de jardinero, chofer 
                o empleado doméstico en casas de políticos y hombres de negocios: 
                "El 99% de las familias pudientes tienen domésticas extranjeras 
                mayormente ilegales" (Resumen, vol. XXV, No 306, 16.9.79, p. 35 Sylva, 
                R. " 'Xenofobia' ¿o un 'ya basta'?" 
               Es dentro de este contexto que analizaremos el impacto social de la migración. 
                Veamos, por ejemplo, algunos indicadores de la presión sobre el mercado 
                de trabajo, sobre el sistema de salud y en lo referente a los servicios públicos. 
               Mercado de Trabajo: A aquel millón de inmigrantes 
                legales que el gobierno estaba dispuesto a ingresar, se le sumaron dos millones 
                de inmigrantes ilegales atraídos por la fiebre del petróleo y 
                la riqueza fácil, además de las precarias condiciones económicas 
                y sociales de sus países de origen. Con estos flujos migratorios se agravaron 
                los problemas sociales de Venezuela y, lo que es peor, el gobierno se mostró 
                carente de una política social y demográfica coherente para afrontarlos. 
                Al problema ecónomico se le añadían consecuen-cias de carácter 
                social que tendían a agravarse por la existencia en el país de 
                un gran número de empleadores para los inmigrantes ilegales.10 La presión 
                sobre el mercado de trabajo interno era inevitable. Se calculaba la siguiente 
                proporción: "por cada tres extranjeros en el país hay dos 
                ilegales; por cada siete venezolanos hay un indocumentado (Cárdenas, 
                1979a:19). Toda esta inmigración ilegal pertenecía a la población 
                económicamente activa. Un informe de la O.I.T., que examinó la 
                inserción laboral de ilegales, reveló que de 200 encuestados, 
                el 91% estaba entre los 16 y 35 años (SIC,1980: 153). 
               Sistema nacional de salud: Este fue otro de los sectores 
                que recibió más presión. Algunas cifras indican que entre 
                1978 y 1983 un alto porcentaje de inmigrantes recibieron tratamiento en centros 
                de salud. Según información suministrada por el Ministerio de 
                Salud y Asistencia Social y la Oficina de Recursos Humanos, un 17% de las camas 
                de un importante hospital de Caracas (Maternidad Concepción Palacios) 
                fueron ocupadas por inmigrantes. Mientras que durante el mismo período, 
                en otras ciudades importantes del país (Maracaibo y Puerto Ordaz), la 
                ocupación fue del 39%. También se encontraron los siguientes porcentajes: 
                el 15% de los casos de malaria registrados en el país, el 20% de casos 
                de fiebre amarilla, el 20% de las enfermedades venéreas, 40% de la prostitución, 
                100% de casos de tuberculosis y 13% de los casos de lepra correspondieron a 
                inmigrantes (Ministerio de Salud y Asistencia Social, 1984; Pinto, 1981: 243). 
               Servicios públicos: Según la encuesta 
                de hogares por muestreo que registra algunas de las características de 
                vida de las casas en que habitan los colombianos en áreas urbanas, el 
                agua llegaba prácticamente a la totalidad de las viviendas. En 1981 recibían 
                el servicio el 87% de la población colombiana y en 1986 el 87.5% (O.C.E.I., 
                1981, 1986). Y este acceso al servicio no correspondía sólo a 
                los apartamentos o casas de vecindad, sino que era también extensivo 
                a los ranchos "donde prácticamente la recibían ocho de cada 
                diez (78.7%) en 1986" (Bidegain y Freitez, 1989: 41). 
               Pero el mayor aumento en el acceso a los servicios se daba en las cloacas o 
                eliminación de excretas. En 1981, el 74.6% tenía acceso a este 
                servicio a través de cloacas o pozos sépticos, frente al 85.1% 
                en 1986. 
               En relación al alumbrado eléctrico, en 1986 sólo un 5% 
                de las viviendas ocupadas por colombianos no tenía acceso al alumbrado 
                eléctrico. Más aún, en los ranchos "nueve de cada 
                diez poseen luz eléctrica" (Bidegain y Freitez, 1989: 42). Es importante 
                señalar que en el quinquenio 1981-1986 se produce un aumento importante 
                de ranchos. Quedaría por saber si esto responde a la presión de 
                la migración internacional o al movimiento interno de la población. 
                Lo cual es díficil saberlo con instrumentos estadísticos del tipo 
                Encuesta de Hogares por Muestreo, sólo una encuesta específica 
                podría dar respuesta a este punto. Estos indicadores dan, por tanto, 
                una idea de la presión que la población inmigrante ejercía 
                sobre los servicios públicos. 
               Pero, entre estas masas de migrantes también se generaban profundas presiones 
                sociales en la medida en que la mayoría era sometida a duras condiciones 
                de trabajo: para su propia manutención, para recuperar lo pagado a los 
                intermediarios y para ayudar a su familia, que por lo general dejaban en el 
                país de origen. Los sueldos percibidos eran muy bajos, porque los empleadores 
                (dueños de fincas, industriales, constructores, dueños de bares 
                y prostíbulos o amas de casa) aprovechaban la condición de ilegal 
                del trabajador y su desamparo jurídico. No tenían ante quien quejarse 
                pues temían ser deportados del país. Una vez bajo el dominio del 
                "patrón explotador", comenzarían a trabajar "como 
                esclavos por sueldos inferiores a los venezolanos", mecanismo clásico 
                de exclusión. Luego los patrones dirían sin ningún escrúpulo: 
                "sin la mano de obra ilegal se paralizaría la agricultura" 
                (Resumen, Vol. XXVI, No 326, 3.2.80, p. 25). A lo que se añade la evasión, 
                por parte de los empleadores, del pago de impuestos al no declarar al trabajador 
                ilegal; o la no protección del seguro social a éstos, así 
                como de otras prerrogativas sociales que la ley otorga a la mano de obra nacional 
                (Delgado, 1982: 58-59; Gómez y Díaz, 1983: 106ss). 
               Las condiciones socio-económicas de esta forma de empleo eran --en consecuencia-- 
                precarias. Dado su carácter de irregular e inestable, esta modalidad 
                de empleo magnificaba el impacto social de las migraciones. Por lo general se 
                recibía un pago a destajo, es decir, por cantidad de trabajo realizada. 
                Esto permitía a los agricultores, constructores, comerciantes e industriales 
                venezolanos apropiarse de la mayor cantidad de trabajo posible. Igualmente, 
                tampoco se incurría en gastos de seguridad social u otras normativas 
                legales amparadas por la Ley del Trabajo, lo que hace casi inexistentes los 
                mecanismos de integración a la sociedad de los países receptores. 
                En el estudio realizado por la O.I.T. en 1979, referido anteriormente, se entrevistaron 
                al azar 200 deportados colombianos. Se descubrió que el 83% trabajó 
                en pequeñas empresas, las cuales evadían, a través del 
                empleo de migrantes ilegales, el pago de horas extras y de prestaciones sociales 
                (cit. en Berglund y Hernández, 1985: 66). 
               Tratamiento oficial del proceso migratorio 
               Luego del acelerado incremento de las inmigraciones y el empleo ilegal durante 
                los 70's, comienza a hacerse manifiesta la preocupación oficial 
                por los problemas relacionados con las migraciones laborales. Ya en el IV Plan 
                de la Nación (1970-1974), al definirse la política de empleo, 
                se proponen algunos puntos que reflejan la posición oficial: "por 
                los agudos problemas sociales que entraña, un aspecto que merece especial 
                tratamiento en la política de empleo es el relativo a la inmigración 
                fronteriza". El problema ocupacional existente no podría sino agravarse 
                de continuar "el aumento indiscriminado e incontrolado" de la inmigración 
                y el empleo de extranjeros. Algunas de las consecuencias sociales eran ante 
                los ojos del gobierno: el desplazamiento de la mano de obra nacional, deterioro 
                del nivel de salarios y la agudización del desempleo y el subempleo. 
                La política oficial apuntaría, por lo tanto, hacia lo siguiente: 
                "los trabajadores provenientes del exterior, podrán incorporarse 
                al mercado de trabajo del país sólo para cubrir --vía inmigración 
                selectiva-- las necesidades de personal que no pueden satisfacer los recursos 
                humanos nacionales" (CORDIPLAN, 1971:190; Torrealba y Oropeza, 1988:112). 
               Se adopta de nuevo el esquema de una política migratoria selectiva y 
                gradual. Pero ésta se vió afectada muy rápidamente, en 
                especial a partir de 1974, con el incremento de los precios del petróleo 
                en el mercado internacional. En esta coyuntura se produjo un cambio radical 
                en el funcionamiento del aparato económico nacional. El ingreso fiscal 
                se incrementó de US$ 3.821 millones en 1973, a US$ 9.961 millones en 
                1974. Las inversiones estatales crecieron --por lo tanto-- en un 300% entre 
                1973 y 1976. De éstas, la parte que se destinó al sector industrial 
                aumentó 10 veces en el mismo período, y más de 4 veces 
                en el caso del sector agrícola (Venezuela. Dirección Nacional 
                de Presupuesto, 1977; Banco Central de Venezuela, Informe Económico, 
                1977; Sassen-Koob, 1980: 70; Torrealba y Oropeza, 1988: 110). 
               Una consecuencia inmediata del contexto anterior fue la discusión entre 
                distintos sectores gubernamentales, sobre los problemas económicos y 
                sociales que el ingreso y empleo ilegal de migrantes estaba causando. El resultado 
                se sintetizó en el surgimiento de dos corrientes de opinión: Una 
                defendía la tesis de tomar medidas inmediatas para controlar los ingresos 
                masivos, tales como el cierre de fronteras, control de entradas al país, 
                persecución a la corrupción en la expedición de visas, 
                vigilancia de los "caminos verdes" y regularización de los 
                trabajadores clandestinos. En fin, se proponía diseñar y poner 
                en ejecución una política de migración restrictiva coherente 
                con los planes de desarrollo nacional, así como aplicar estrictamente 
                la Ley de Extranjeros. 
               La segunda corriente, era partidaria de incluir el problema de las migraciones 
                y el empleo clandestino en la agenda de los problemas internacionales que estaban 
                debatiendo Colombia y Venezuela en aquel momento (El Universal, 22.1.80; Motta 
                y Antequera, 1983: 81; Torrealba y Oropeza, 1988: 172) A ambas posiciones se 
                sumarían las del sector empresarial quienes veían en la escasez 
                de mano de obra uno de los principales obstáculos para el crecimiento 
                económico y la expansión del capital. De allí, entonces, 
                su apoyo a la inmigración y empleo de extranjeros así fuese en 
                condiciones irregulares, sin importar el impacto social que esto pudiese acarrear 
                consigo. Igualmente, los sindicatos consideraban la "inmigración 
                selectiva", a la cual se habían opuesto durante los 60's, como 
                un factor importante de crecimiento económico y eficiencia laboral (Sassen-Koob, 
                1980: 71-72). Estos tres sectores --gobierno, empresarios y trabajadores-- conformaban 
                la llamada "Comisión Tripartita de Inmigración Selectiva", 
                creada por disposición oficial en octubre de 1976 (Torrealba y Oropeza, 
                1988: 114). Como resultado, se impusieron algunos de los criterios de la primera 
                corriente de opinión y se comenzaron a implementar distintas medidas 
                restrictivas. 
               En complemento a las medidas consideradas anteriormente, el gobierno aprobó 
                entre 1977 y 1979 algunos instrumentos jurídicos que tenían que 
                ver directamente con el problema de las inmigraciones y empleo de no nacionales, 
                así como con su protección social. El primero de ellos fue el 
                "Instrumento Andino de Seguridad Social" (Decisión 113 de la 
                Junta del Acuerdo de Cartagena, 14.2.1977), convertido en Ley de la República 
                en diciembre del mismo año. Con éste se buscaba amparar integralmente 
                al trabajador migrante y su familia bajo el régimen de seguridad social 
                extendiendo "los beneficios de los que goza un trabajador en su país 
                de origen, a toda la subregión. Se aplica en casos de accidentes de trabajo, 
                enfermedades profesionales, maternidad, prestaciones de invalidez, vejez y muerte, 
                amparando integralmente al trabajador inmigrante y a su familia" (Torrealba 
                y Oropeza, 1988: 115; Pellegrino, 1989: 247; Sassen-Koob, 1980: 78-79). 
               El segundo cuerpo jurídico --firmado en 1977-- fue el "Instrumento 
                Andino de Migración Laboral" (Decisión 116 de la Junta del 
                Acuerdo de Cartagena), el cual se convirtió también en Ley Nacional 
                el 20 de septiembre de 1978. Este estaba destinado a definir la normativa concerniente 
                a las migraciones laborales entre países del área andina. Se definían 
                tres categorías de trabajadores migrantes: "trabajador calificado", 
                "trabajador fronterizo" y "trabajador temporal". Al ratificar 
                este Instrumento, el gobierno venezolano se comprometía a crear una oficina 
                de migración laboral y a "adoptar las previsiones tendientes a regularizar 
                la situación de los trabajadores ilegales que probaran haber ingresado 
                al país antes que el Instrumento entrara en vigencia" (Torrealba 
                y Oropeza, 1988: 115; Pellegrino, 1989: 247; Sassen-Koob, 1980: 84). 
               Matriz socio-económica de los inmigrantes 
               Como consecuencia del anterior acuerdo, el gobierno venezolano asumía 
                el compromiso de regularizar la situación de aquellos inmigrantes que 
                se encontrasen en situación irregular. Es de esta manera que en 1980, 
                por decreto de la Presidencia de la República, y según estaba 
                previsto en la Ley de Extranjeros, se decide llevar a cabo un censo de extranjeros, 
                mejor conocida como la "Matrícula General de Extranjeros". 
                De la misma puede extraerse cierta información útil a los propósitos 
                del presente trabajo (Van Roy, 1983). 
               La composición por sexo de la población ilegal matriculada indica 
                que el elemento masculino era predominante. Esto es válido en especial 
                para los colombianos (54.4% varones y 45.6% hembras), ya que en otras nacionalidades 
                predominaba la población femenina (ecuatorianos 55.3%, chilenos 55.7%, 
                dominicanos 58.4%). De igual manera, se trataba de una población joven, 
                el 77.1% de la Matrícula total estaba comprendido en los grupos de edades 
                de 15 a 40 años (DIEX, 1981). 
               En relación con algunos indicadores socio-económicos, se tiene 
                lo siguiente: 
               -Educación y empleo: El 16% de la población 
                registrada resultó ser analfabeta, el 65% tenía algún grado 
                de instrucción de nivel de primaria y el 18% de nivel de secundaria. 
                Menos del 1% tenía alguna instrucción de nivel técnico 
                o superior. 
               La población en edad de trabajar (15 años y más) concentraba 
                el 86.2% del total de los matriculados. La tasa bruta de participación 
                de esta población en el trabajo era de 63%, ubicándose por encima 
                de la de los nacidos en el exterior, la cual era de 59.1% (Michelena et al., 
                1984: 38). Desde el punto de vista del empleo, esto indica que la población 
                ilegal estaba orientada fundamentalmente hacia el trabajo, aún cuando 
                la población económicamente activa de los matriculados fuese bastante 
                joven. 
               - Población legalizada y estructura laboral: En relación con la inserción laboral, esta no puede ser claramente 
                establecida a partir de la información recogida en la Matrícula. 
                Se puede, sin embargo, establecer la profesión de los extranjeros censados. 
                Entre la población inscrita se declararon casi 300 tipos de empleo u 
                ocupaciones distintas, de los cuales cinco resultaron los más comunes, 
                representando un 71.6% de la población económicamente activa ilegal 
                (Berglund y Hernández, 1985: 69-70). En orden de importancia, los trabajos 
                más frecuentes fueron: obrero, servicio doméstico, agricultor, 
                albañil y mecánico. Si analizamos la tasa de desempleo entre los 
                indocumentados, se encuentra que esta fue de 1.5% siendo mayor entre las mujeres 
                (2.0%) que entre los hombres (1.3%). Estos valores de desocupación eran 
                menores que los de la población extranjera legal (2.1%) y los de la población 
                nacional (6.1%) (Cifras para el segundo semestre de 1980, CORDIPLAN, 1983: 210; 
                Torrealba y Oropeza, 1988: 128). 
               Resumiendo, se podrían adelantar varias cosas: 1- Un cuarto de los ocupados entre los inmigrantes irregulares son, o bien trabajadores 
                por cuenta propia, o bien del servicio doméstico; 2- Algunos estudios 
                revelan que un quinto de los indocumentados eran trabajadores por cuenta propia; 
                del resto, más de tres cuartos trabajaban en pequeñas empresas 
                de menos de 20 empleados (Michelena et al., 1984: 41); 3- A lo anterior podemos 
                añadir que la mitad de estos trabajadores por cuenta propia vivían 
                en el mismo sitio de trabajo, e igual proporción no recibía prestaciones 
                ni tampoco era amparado por la seguridad social. Casi un cuarto de éstos 
                no percibían salario fijo (Michelena, et al., 1984: 41-42). De lo anterior 
                puede deducirse que un alto porcentaje de indocumentados se ubicó en 
                el sector informal de la economía. Esta forma de inserción laboral 
                es más segura para el trabajador irregular porque las pequeñas 
                empresas están sometidas a un menor control y vigilancia por parte de 
                los organismos laborales y de seguridad. Lo que al mismo tiempo hace más 
                difícil el registro exacto del impacto social de este tipo de migración. 
                Además, en las empresas pequeñas existe mayor propensión 
                a contratar mano de obra ilegal en condiciones precarias --con sus respectivas 
                consecuencias sociales-- como una manera de abaratar los costos de mano de obra 
                (Torrealba, 1985: 29). 
              E.- IMPÁCTO SOCIAL RECIENTE DE LA MIGRACIÓN 
                INTERNACIONAL 
               La problemática de la migración y su impacto social en Venezuela 
                no quedó de ninguna manera resuelta con los distintos mecanismos institucionales 
                (tratamiento administrativo, reformas parciales a la política migratoria, 
                cambio en los regímenes legales o el intento por censar y legalizar la 
                población inmigrante) que fueron adoptados entre 1976 y 1983. Es innegable 
                la importancia y la participación de los inmigrantes en el desarrollo 
                del país, a pesar de los problemas generados por su presencia, principalmente 
                su impacto social. En términos de empleo, esos casi 300.000 clandestinos 
                legalizados a comienzos de 1980 tendrían el derecho a reclamar igualdad 
                de condiciones con los venezolanos: salarios justos, prestaciones sociales, 
                seguridad social. Esto generó, además de la obvia competencia 
                por los cada vez más escasos puestos de trabajo, una presión sobre 
                el sistema educativo y sobre la capacidad de alojamiento, lo que trajo la concentración 
                de migrantes en ciertas regiones o en suburbios urbanos, con el consiguiente 
                incremento de la marginalidad social y de la presión sobre los diferentes 
                --y por veces escasos-- servicios públicos (electricidad, agua, transporte, 
                aseo urbano, teléfono, etc.). 
               Esta inmigración --al menos la registrada legalmente-- presentó 
                una tendencia negativa durante la segunda mitad de los 80's y comienzos 
                de los 90's. Durante este período se observó más bien 
                una migración de retorno. Entre 1991 y 1995 los saldos migratorios anuales 
                de la población extranjera (tanto de colombianos como de europeos) siguió 
                registrando signo negativo. De esta manera, persiste en nuestros días 
                la tendencia al retorno iniciada desde mediados de la década anterior. 
              
               TABLA 1  
                 
              
                
                  Población nacida en el exterior 
                    (según Censos 
                    Nacionales)   | 
                  1971 | 
                  1981 | 
                  1990 | 
                 
                
                  |   | 
                  5.5% | 
                  7.4% | 
                  5.7% | 
                 
                
                  | Saldos migratorios registrados | 
                   1990  | 
                  1991 | 
                  1992  | 
                  1993 | 
                  1994  | 
                  1995  | 
                 
                
                  |   | 
                  - 1.987 | 
                   - 46.200 | 
                  - 11.752  | 
                  6.965 | 
                  - 90.670 | 
                   6.961 | 
                 
               
                 
               FUENTE: - Población..., OCEI, "Venezuela: 
                Situación Demográfica", Caracas, 1994. 
               - Saldos..., Minist. de Relaciones Interiores, Dirección de Extranjería, 
                1995. 
               Esta caída de los valores inmigratorios, y en consecuencia del impacto 
                social del inmigrante, está relacionada con dos factores: 1- El proceso 
                de crisis reciente de la economía nacional, altas tasas de desempleo 
                y la progresiva devaluación de la moneda nacional; 2- La recuperación 
                de la economía colombiana, lo que hace menos atractivo emigrar a Venezuela 
                por razones económicas. Aún cuando en la composición de 
                los inmigrantes se mantiene la preeminencia de los colombianos, es necesario 
                destacar el incremento de la presencia de dominicanos, peruanos y ecuatorianos.11 Por su parte, entre los emigrantes del Cono Sur se observó a fines de 
                los 80's un regreso a sus países tras el inicio del proceso de democratización 
                en Chile, Uruguay y Argentina. Igual ocurre con los europeos de mayor presencia 
                en el país (españoles, italianos y portugueses), para quienes 
                el retorno encuentra justificación dadas las mejores condiciones en sus 
                naciones de origen, ahora organizadas alrededor de la Unión Europea. 
               El círculo vicioso de la ilegalidad 
               De esta manera, en Venezuela el impacto social de las migraciones durante los 
                períodos descritos es necesario inscribirlo dentro de una estructura 
                migratoria de ilegalidad, con una principal repercusión sobre el mercado 
                de trabajo y el empleo, así como una presión sobre los principales 
                sistemas sociales (educación, vivienda, seguridad social, salud) y servicios 
                públicos. A partir de los años ochenta se cerró el ciclo 
                de las dos "olas migratorias" legal e ilegal. El sostenido decrecimiento 
                económico y el evidente deterioro de la calidad de vida, unido a los 
                últimos desarrollos políticos en el país, a partir de diciembre 
                de 1998, han dado inicio a un nuevo período de contracción inmigratoria 
                y empleo ilegal de extranjeros cuyos efectos sociales se mantienen hasta nuestros 
                días. Muchos de los inmigrantes han comenzado a convertirse en emigrantes. 
                A pesar de lo cual, el problema de la magnitud de la población extranjera 
                en condición ilegal --y su impacto social-- continúa siendo objeto 
                de especulación por parte de algunos líderes de opinión 
                y medios de comunicación. Precisamente, las propias autoridades migratorias 
                señalan la imposibilidad de cuantificar ilegales en Venezuela. Así 
                lo confirmó la ex-Directora de la Oficina Nacional de Identificación 
                y Extranjería (ONI-DEX), Delia Da Silva, al señalar: "no 
                hay manera de determinar cuantos extranjeros ilegales residen y laboran en Venezuela" 
                (El Globo, 1.3.98: 3). En consecuencia, mientras persista tal imposibilidad 
                se hace bastante difícil cuantificar y deslindar el impacto social de 
                los inmigrantes. 
               No obstante, la imposibilidad de conocer exactamente el número de trabajadores 
                ilegales, es necesario tomar en cuenta que normalmente la inmigración 
                ilegal sigue el comportamiento global de los flujos migratorios. Si éstos 
                se han desacelerado en Venezuela en la última década, porque el 
                país ha perdido su carácter atractivo, cabe esperar el mismo efecto 
                en relación al impacto social de la inmigación y empleo de ilegales 
                (SIC, año LX, No 600, diciembre 1997: 477). De manera que hoy día 
                continúa la presencia de extranjeros en el mercado de trabajo venezolano, 
                pero con un impacto social sensiblemente inferior al registrado en el pasado. 
                Lo cual ha contribuido a amortiguar algunos efectos indeseables de la migración. 
                Sin embargo, esto no ha sido óbice para detener la presión social 
                que origina la inmigración ilegal. Por el contrario, ésta se ha 
                convertido, según los propios voceros oficiales, en "un círculo 
                vicioso díficil de resolver" (El Globo, 1.3.98: 3).  
               Aspectos sociales generales de la inmigración en 
                Venezuela 
               A estas alturas de nuestra argumentación queda claro que si bien el país 
                siempre ha requerido, para el cumplimiento de sus programas de desarrollo, de 
                la mano de obra calificada extranjera, su realidad inmigratoria ha sido de mano 
                de obra no calificada y contratada en condiciones de irregularidad. Esto es 
                consecuencia de haber prevalecido una política de admisión de 
                extranjeros sin estrategia y sin objetivos definidos, los cuales terminan distorsionando 
                la esencia de la sana política inmigratoria que se ha requerido, generando, 
                por el contrario, indeseables efectos sociales. El gran problema es, en consecuencia, 
                que la inmigración no ha sido del todo planificada. En lugar de instaurar 
                mecanismos reales --y no sólo en el espíritu de las políticas 
                deseadas, como aquella de la "inmigración selectiva" de los 
                años 60-- que permitan el ingreso de aquella mano de obra especializada 
                que las actividades económicas del país reclaman, lo que se observa 
                son las calles de las principales ciudades llenas de inmigrantes (no sólo 
                colombianos, sino también ecuatorianos, peruanos, haitianos y trinitarios) 
                realizando actividades del sector informal. Inmigrantes que, a su vez, compiten 
                desde el punto de vista social con los nacionales por los limitados espacios 
                en materia de empleo, de salud, de educación y de servicios, particularmente 
                en las zonas fronterizas. 
               Esta realidad ha sido reconocida oficialmente. En marzo de 1992, en un Foro 
                auspiciado por la Academia Nacional de Ciencias Económicas, donde participaron 
                relevantes figuras de la política nacional, una de ellas, Pompeyo Márquez, 
                Presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos de la Cámara 
                del Senado, comenzaba su intervención con las palabras siguientes: "Las 
                migraciones se han convertido en un gran problema nacional... Se ha llegado 
                a esta situación por la desidia, por la irresponsabilidad con que se 
                ha tratado a lo largo de todas estas décadas todo el tema migratorio 
                con sus derivaciones sociales, laborales, y en especial en lo atinente a Colombia 
                y a los países andinos" (Sequera y Crazut, 1992: 29). De esta manera, 
                la respuesta a la pregunta que servía de base a esta jornada: "¿Existe 
                una política inmigratoria?", era un rotundo NO. Por supuesto, nos 
                referimos a aquellas migraciones determinadas por razones estrictamente económicas 
                y sociales, que son las que han adquirido características de "gran 
                problema nacional". 
               El corazón del asunto se encuentra en el hecho de que toda la estructura 
                jurídica que rige la materia responde a realidades pasadas; de allí 
                que toda la normativa legal vigente se presenta con un marco jurídico 
                contradictorio con el presente que vive Venezuela y con las circunstancias que 
                caracterizan la realidad regional e internacional que la rodea. En efecto, mientras 
                la Ley de Inmigración y Colonización vigente desde 1936 impone 
                al Ejecutivo Nacional la obligación de promover por todos los medios 
                la inmigración, especialmente en el área agrícola, la Ley 
                de Extranjeros está dirigida a restringir los derechos de éstos 
                en el país. Si bien los recursos humanos provenientes del extranjero 
                se orientarían hacia el proceso agro-industrial, la realidad presentó 
                un cuadro diferente: la concentración tanto de los inmigrantes como de 
                los nativos en los centros urbanos con mayor volumen de población, dando 
                origen al perfil urbano-regional de la Venezuela actual con todos los problemas 
                económicos y sociales que el mismo acarrea. Uno de ellos: la creación 
                y acrecentamiento de los cinturones de miseria de las grandes ciudades. Algunos 
                indicadores nos muestran la cuestión: 
              
                 - Para 1971, el número de ranchos en las áreas marginales 
                  de las principales ciudades era de 169.000. En 1981, la cifra había 
                  aumentado en todo el país a 1.300.000 ranchos. Y para 1991, según 
                  las cifras que maneja la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad 
                  (FUNDACOMUN, 1991), el número de ranchos en áreas marginales 
                  se incrementó a una tasa interanual de 1.65%, es decir, en 136.000 
                  ranchos por año; 
                 - Consecuencia de la anterior explosión demográfica marginal, 
                  se presentó una insostenible presión sobre los servicios públicos 
                  del país; 
                 - Pero otras consecuencias se refirieron al desplazamiento de la mano de 
                  obra nacional de las áreas rurales, especialmente las fronterizas, 
                  donde se prefería emplear mano de obra inmigrante e ilegal, por sus 
                  niveles de eficiencia y por los bajos sueldos devengados; 
                 - Se ha registrado una demanda en hospitales y centros de salud rurales 
                  que han desbordado su capacidad de atención a la población; 
                 - De la misma manera se ha registrado el retorno de ciertas enfermedades 
                  que se consideraban erradicadas, por cuanto la población que ingresa 
                  en condiciones de ilegalidad no se somete, ni es sometida, a controles de 
                  salud por su propia situación jurídica irregular; 
                 - Aumento de la demanda del servicio educativo y de la matrícula 
                  escolar; 
                 - Invasión de terrenos municipales y privados en forma ilegal; 
                 - Incontrolada y masiva fuga de divisas hacia los países de origen 
                  --por lo general vecinos-- de los inmigrantes; 
                 - Proliferación de una serie de actividades ligadas a la economía 
                  informal, al juego de azar y la prostitución (un alto porcentaje de 
                  inmigrantes femeninas se dedican a la prostitución) que no contribuyen 
                  en nada al desarrollo nacional; 
                 - Explosivo incremento en el tráfico y consumo de drogas. 
               
                
               CONCLUSIÓN 
               He aquí, en breve, la paradoja que resume el caso venezolano: la inmigración 
                y empleo de extranjeros ha pasado a convertirse de panacea, para resolver los 
                problemas del desarrollo, en un problema acumulado históricamente y aún 
                no resuelto, con graves efectos sociales. Lo cual implicará en un futuro 
                inmediato mayores esfuerzos y seriedad en el diseño de una política 
                poblacional integral capaz de integrar coherentemente al inmigrante (en el sentido 
                de asimilarlo sin excluirlo) de manera de amortiguar el impacto social de la 
                migración. La fusión de una política migratoria con una 
                política social que, sin perjudicar al país, preserve la contribución 
                de los migrantes al desarrollo económico y social venezolano, sería 
                la base de la integración del extranjero. La solución a la problemática 
                de la inmigración, a la luz de las presentes realidades económicas, 
                sociales y demográficas internas, implica tomar en cuenta las necesidades 
                de crecimiento y diversificación de la economía, la racionalización 
                de los incrementos de población y, sobre todo, la corrección de 
                su acentuada tendencia a la concentración en medios urbanos, así 
                como la situación de desempleo y desajustes sociales planteados en las 
                páginas anteriores. 
               Pero, todo esto implica abarcar distintas esferas. Una esfera legal que se refiere 
                a la necesidad de poner a la legislación existente a tono con las nuevas 
                realidades. Particularmente, en todo lo que tiene que ver con los desarrollos 
                económicos y sociales de la zona fronteriza, ubicándolos dentro 
                del marco de la integración regional y más específicamente 
                de la integración colombo-venezolana. Objetivo semejante conlleva a otra 
                esfera que es la correspondiente a la estructura institucional, que comienza 
                con la reorganización de las instancias existentes. Esto permitiría 
                el seguimiento y control de todo extranjero que ingresa al país. Si no 
                se tiene este control mal podría amortiguarse todo el problema social 
                que las inmigraciones tienden a generar. Sólo de esta manera es posible 
                discutir con los gobiernos de los países emisores de población 
                --Colombia en primera instancia-- la elaboración de convenios muy claros 
                en materia de servicios. De allí, entonces, una tercera esfera de acción 
                que es la esfera social que ha de contemplar aquellas leyes sociales que protegan 
                a los migrantes y a sus derechos extensivos para su familia. 
               Sin embargo, hasta ahora, podría señalarse, que las gestiones 
                inmigratorias del Estado venezolano no han pasado de ser letra muerta en el 
                esfuerzo de ejercer algún tipo de canalización en la movilidad 
                de las personas a través de las fronteras. De la misma manera no se observa, 
                en tanto país receptor, el desarrollo de políticas coherentes 
                de integración del inmigrante, a pesar de que podría contarse 
                --como de hecho se cuenta-- con la asistencia internacional. En suma, tal como 
                ya ha sido señalado, en los movimientos migratorios internacionales hacia 
                Venezuela más han pesado las circunstancias históricas y coyunturales 
                que los esfuerzos estructurales (jurídicos, legislativos e institucionales) 
                para regularlos (Bolívar Chollet, 1994: 217) 
                
              
              
                ©Luis Ricardo Dávila  
                 
              
              
                Notas 
              
              Arriba 
              vuelve 1. Lo cual representa 
                aproximadamente un 2.5% de la población mundial. United Nations (1998). 
              vuelve 2. Este término 
                refiere aquellos procesos a través de los cuales los inmigrantes se incorporan 
                a las sociedades de los países receptores. Sin embargo, algunos autores 
                (Castles, 1998: 247ss) consideran más correcto hablar de diversas formas 
                de incorpo-ra-ción de los inmigrantes, entre las cuales la integración 
                es sólo una posible variante. 
              vuelve 3. El enfoque integracionista 
                responde a tres cuestiones básicas: 1- La percepción de que los 
                inmigrantes no se asimilaban simplemente como individuos, sino que tendían 
                a formar asociaciones políticas, sociales y culturales, así como 
                a mantener hábitos y conductas de sus lugares de origen; 2- Se hacía 
                claro que los inmigrantes tendían a concentrarse en ocupaciones particulares 
                y áreas residenciales de manera que los elementos cultural y clasista 
                se vinculaban; 3- Al formar los inmigrantes grupos y asociaciones, éstos 
                se convertían en críticos del carácter marginal de sus 
                culturas y conductas. 
              vuelve 4. La exclusión 
                puede tomar lugar a través de mecanismos legales (rechazo a la naturalización 
                o distinciones entre los derechos de los nacionales y de los no-nacionales) 
                o a través de prácticas informales (xenofobia y discriminación). 
                En este sentido, los inmigrantes se convierten en minorías sin derechos, 
                formando parte de la sociedad pero excluidos del Estado y la nación. 
                Esta condición coloca al inmigrante en términos de debilidad. 
                Sin embargo, algunos empleadores se aprovechan de tal condición e incluso 
                propician este tipo de modelo excluyente. 
              vuelve 5. Incluída la 
                política internacional, tal como fue señalado en una importante 
                reunión de expertos en inmigración --auspiciada por la American 
                Assembly-- a comienzos de 1996: "International migration is rising to the 
                top of the foreign policy agenda" (Teitlebaum y Weiner, 1996: 299). 
              vuelve 6. En el caso colombiano, 
                por ejemplo, las razones económicas para emigrar eran evidentes. Algunos 
                resultados de las investigaciones presentadas en el Sexto Seminario del C.I.M., 
                en 1983, sobre migración de indocumentados, demostraron "that the 
                main factor determining migration was a decline in incomes in the country of 
                origin vis-à-vis the attraction of a stronger currency in the country 
                of destination", (Cely ). 
              vuelve 7. El artículo 
                primero de esa Ley señalaba: "El Ejecutivo Federal propenderá, 
                por todos los medios directos e indirectos, al fomento de la inmigración 
                y colonización en Venezuela", (Venezuela, 1942: 2004). 
              vuelve 8. Mateo Didoné 
                fue director durante los años 80s del Centro de Estudios de Migración 
                en Caracas (C.E.P.A.M.). Sin embargo, sus cálculos sobre el porcentaje 
                de población extranjera ilegal lucen conservadores. Si se toma en cuenta 
                que según el Censo General de 1980, la población del país 
                era de 13.913.218 personas, y que se estimaba la presencia de unos dos millones 
                de ilegales, esto arroja un porcentaje del 14% (Suárez Nuñez, 
                1980: 20-21 y "Entrevista con Director de Extranjería", ambos 
                documentos en Resumen, vol. XXVI, No 330, Caracas, 2.3.1980). 
              vuelve 9. Véanse los 
                trabajos de Bérmudez, 1979; Murillo, 1979; Mansilla, 1980; Mármora, 
                1982; Delgado, 1982; Didoné, 1983; Torrelaba, 1985; Pellegrino, 1989; 
                Torrealba y Oropeza, 1988.  
              vuelve 10. Se estimaba que 
                en cada restaurant de Caracas y las principales ciudades del país (Maracaibo, 
                Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal) había por lo menos un trabajador 
                inmigrante ilegal; los hospitales y maternidades eran frecuentados muy a menudo 
                por grupos de ilegales; en algunos barrios de estas ciudades se fueron formando 
                ghettos de inmigración ilegal, donde "de cada diez personas, ocho 
                son colombianos indocumentados" (Cardona, 1980: 235); en casi todas las 
                casas de familias ricas y de clase media trabajaban uno o dos ilegales (Cárdenas, 
                1979a: 19). 
              vuelve 11. "El problema 
                migratorio en Venezuela no solamente es con Colombia. Aquí hay masas 
                de peruanos, dominicanos y ecuatorianos que bien trabajan ilegalmente o bien 
                utilizan el país como trampolín para luego viajar hacia los Estados 
                Unidos", declaraba el Canciller de Venezuela en conferencia sobre Política 
                Internacional (Frontera, 28.1.98, p. 2-B). 
               
              
                Obras citadas
              
              
              
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                -  El Nacional, diversos años
 
                -  El Universal, diversos años
 
                -  Frontera, 1998-1999
 
                -  Resumen, 1976-1977
 
                -  SIC, diversos años.
 
               
              
                
              
                 
                  *Istmo*                  
                
              
              
                 
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                *Dirección: Associate Professor Mary Addis* 
              *Realización: Cheryl Johnson* 
              *Istmo@acs.wooster.edu* 
              *Modificado 10/20/02* 
              *? Istmo, 2001* 
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