María José
Marcogliese
Bajo un cielo austral
Refugiados latinoamericanos en Argentina
Universidad de Buenos Aires
Notas* Obras
citadas
INTRODUCCIÓN
La República Argentina se caracterizó, desde
su constitución como Estado Nación, por ser un país
de inmigración.
Los grandes flujos migratorios de ultramar llegados a partir de mediados del
siglo XIX, fueron el resultado de un esfuerzo consciente de la élite
gobernante por transformar sustancialmente el tamaño y la composición
de la población, que consideraban indispensable para la constitución
de una Nación moderna. Con el objetivo de "poblar el desierto"
y "europeizar" la población, la inmigración comenzó
a llegar masivamente a partir de 1850, registrándose los picos máximos
entre 1880 y 1914 y, posteriormente, en la década del 1920. A partir
de la década de 1930 la inmigración de ultramar cede y sólo
alcanzará niveles importantes recién entre 1947 y 1952.
Con la crisis mundial de 1929 se inicia un cambio en la legislación,
la concepción y las prácticas administrativas migratorias desde
un esquema promocional a uno de control.1 Simultáneamente, en las primeras
décadas del siglo XX, tal como lo evidenciaron los censos nacionales,
la composición de la inmigración va a ir cambiando, incrementándose
la presencia de los inmigrantes limítrofes.
Ya en las décadas posteriores, como producto del acelerado desarrollo
económico que se da en Argentina, se va a intensificar este movimiento
migratorio desde países vecinos, cobrando mayor peso relativo en relación
a la población inmigrante europea, que envejecía y se conformaba
con los sobrevivientes de las oleadas migratorias de antaño.
En las últimas dos décadas, además de esta tradicional
migración constituida fundamentalmente por paraguayos, bolivianos, uruguayos
y chilenos, han arribado al país contingentes de asiáticos, principalmente
coreanos, chinos y taiwaneses, de europeos del Este (ucranianos y rusos que
se beneficiaron con un programa inmigratorio especial) y de peruanos, cuyo patrón
migratorio se asemeja al de los migrantes de países vecinos.
Pero además de estas corrientes migratorias voluntarias y motivadas fundamentalmente
por mejores oportunidades laborales, Argentina recibe migraciones forzadas de
muy diversos orígenes. Guerras, otras situaciones de conflicto armado
y violaciones a los derechos humanos en el mundo actual, traen como consecuencia
el abandono involuntario de su país de millones de personas en busca
de refugio. Dentro de este contexto, y en buena medida por su ubicación
geográfica, Argentina recibe un número pequeño pero creciente
de refugiados de más de cuarenta países de distintos continentes;
mayoritariamente se trata de latinoamericanos.
En la década de 1990, el flujo de refugiados cambió en cuanto
a su composición de origen y su volumen, incrementándose los provenientes
de Africa, Europa Central y, en el plano americano pasando a recibir refugiados
peruanos, cubanos, colombianos y haitianos.
La problemática de los refugiados en el país, en particular, es
una cuestión poco conocida y no considerada, debido a sus pequeñas
dimensiones actuales. Los solicitantes de refugio y refugiados constituyen un
porcentaje pequeño de la población extranjera en Argentina, constituida
principalmente por migrantes laborales limítrofes. Pero sin duda, la
cuestión de los refugiados resulta de vital importancia, por tratarse
de personas en una situación de extrema vulnerabilidad y con limitaciones
de distinta índole a la hora de integrarse a la sociedad.
El presente artículo presenta el fenómeno de los solicitantes
de refugio y refugiados latinoamericanos en Argentina, explora el complejo proceso
de integración a la sociedad, en los planos económico, social
y cultural y plantea algunos aspectos de la política migratoria para
con esta población.
Buscando refugio en Argentina
Con anterioridad a que se aprobaran las normas internacionales relativas al
estatuto de refugiado, en América Latina existía ya la figura
del asilo. Diversos instrumentos regionales contemplaban la figura del asilado,
fundamentalmente motivado en razones políticas.
El sistema internacional de protección de refugiados2 nace posteriormente,
para brindar una respuesta a la necesidad de brindar atención a aquellos
que pudieran ser perseguidos como resultado de las guerras ocurridas en Europa.
El refugio no alcanzó en América Latina niveles de relevancia
similares a los del asilo, sino hasta la década de 1980, cuando la problemática
adquirió especial importancia como consecuencia de la existencia de serias
situaciones de conflicto armado interno y violencia en varios países
de Centroamérica, que motivaron grandes flujos de población desplazada,
que cruzaban las fronteras internacionales en busca de protección y seguridad,
y para las cuales el sistema interamericano no acertaba a dar respuesta.
Pero, en particular en el caso argentino, la recepción de refugiados
en su sentido moderno comienza con la adhesión de la Argentina a la Convención
de Ginebra de 1951 (recién en 1961) y al Protocolo de Nueva York, en
1967. Desde entonces y hasta 1984, la elegibilidad, es decir la determinación
de quiénes son considerados refugiados dentro del territorio argentino,
corrió por cuenta del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados,
al no existir una oficina gubernamental encargada de resolver las peticiones
presentadas por los extranjeros.
Tras el golpe militar de septiembre de 1973, un considerable flujo de ciudadanos
chilenos se vieron obligados a abandonar su país. Entre 1973 y 1975 fueron
reconocidos como refugiados un total de 11.299 personas, de las cuales un 84.5%
fueron chilenos, un 11% uruguayos, un 2.2% bolivianos, un 1.3% brasileros y
el resto de otras nacionalidades.3
La dictadura argentina impuesta en 1976 significó no sólo un obstáculo
para el asentamiento de refugiados latinoamericanos en territorio argentino,
sino que generó un considerable flujo de argentinos perseguidos, que
se diseminaron por el mundo. Recién con el retorno de la democracia,
en 1984, Argentina reasumió sus compromisos internacionales en la materia
y creó el Comité de Elegibilidad para Refugiados.
Pero año con año y como consecuencia de la continuación
de conflictos generadores de crisis de refugiados, el número de solicitudes
se ha estado incrementando: mientras que en 1997 se recibieron 322 solicitudes
de refugio, en el año 2000 esta cifra llegó a 1324. A esto se
le suma una compleja normativa y procedimientos migratorios que obstaculizan
la residencia legal y llevan a los migrantes que llamaríamos "voluntarios"
a querer beneficiarse del sistema de protección de refugiados como una
vía para regularizar su situación en el territorio argentino.
En el último quinquenio, las solicitudes de refugio recibidas por las
autoridades han sido presentadas por ciudadanos de más de cuarenta países.
Pero en el plano latinoamericano, cuatro son las principales nacionalidades
de origen:
Por un lado, los peruanos resultan el contingente más numeroso. La ola
de violencia iniciada en ese país en los 80 dejó un saldo
de 30.000 muertos y causó daños por 25 mil millones de dólares,
según estimaciones de organismos internacionales. La década de
1990 implicó la paulatina desactivación de los movimientos guerrilleros,
pero fue acompañada a su vez de numerosas denuncias por parte de las
organizaciones de Derechos Humanos respecto a la existencia de torturas y ejecuciones
por parte de las fuerzas de seguridad.
La situación descripta trajo como consecuencia, desde fines de la década
de 1980, un éxodo masivo de población, en su mayoría campesina,
hacia los pueblos aledaños y las grandes ciudades. Se trata de más
de 600.000 personas que huyeron dejando sus hogares. Muchos de ellos, como consecuencia
de la prosecución de la violencia política y al ver agudizada
su situación por la pobreza, deciden traspasar las fronteras internacionales,
fundamentalmente hacia Chile y Argentina, debido a su proximidad geográfica
y la relativa estabilidad económica vivida a principios de los noventa.
Posteriormente, y si bien el conflicto fue cediendo, el flujo de migrantes y
refugiados peruanos continuó estable, lo que se explica por el rol cumplido
por las redes de migración, el conjunto de contactos familiares o de
amistades que brindan la información, ayuda y contención necesaria
para que el flujo continúe.
En la actualidad, la mayoría de las solicitudes de refugio presentadas
por ciudadanos peruanos resultan extemporáneas, ya que se estima que
la situación que motivó el traslado ha cesado. Por ese motivo
es posible suponer que un alto porcentaje de las solicitudes están carentes
de fundamento.
Incluso, la recesión que aqueja a Argentina desde hace cuatro años,
la crisis social, política e institucional que estalló en el mes
de diciembre de 2001, sumada a la devaluación de la moneda nacional que
afectó el monto de las remesas de los trabajadores migrantes hacia sus
países de origen, han llevado a gran parte de esta población a
emprender una migración de retorno hacia Perú, lo que permite
suponer la ausencia de temor de ser perseguida.
Los refugiados y solicitantes de refugio peruanos son mayoritariamente de origen
urbano y con mediana calificación. Hay una leve predominancia masculina
y se agrupan en las edades productivas.
En segundo término, los ciudadanos cubanos que abandonan la isla por
sus diferencias con el régimen castrista, tienen una cultura del asilo
político que los lleva a solicitarlo ni bien arriban al país.
Se trata de población adulta, de ambos sexos, entre 20 y 45 años,
y con un alto nivel de instrucción formal o capacitación técnica.
En muchos casos, son profesionales universitarios que sólo podrán
ejercer su profesión luego de sortear una serie interminable de requisitos
burocráticos a fin de obtener la reválida de sus titulaciones.
En el último quinquenio, más de 300 cubanos solicitaron ser reconocidos
como refugiados, aunque sólo un porcentaje lo logró. Su decisión
por Argentina partió, en la mayoría de los casos, de considerar
que como consecuencia de la política argentina hacia Cuba y la condena
a las violaciones a los derechos humanos que el país ha mantenido en
los ámbitos internacionales, los cubanos serían considerados perseguidos
por el régimen. Sin embargo, las autoridades no lo entendieron así,
reconociendo la condición de refugiado en un porcentaje pequeño
de casos que presentaban fuertes fundamentos.
Es creciente también el número de solicitudes de refugio por parte
de ciudadanos colombianos. La situación de Colombia es de público
conocimiento. La población civil se encuentra acorralada por la guerrilla,
los paramilitares y el ejército en esa lucha sin cuartel que se vive
día a día. Las semejanzas culturales resultan la variable determinante
para que algunos ciudadanos colombianos opten por la Argentina como lugar de
refugio. En general, se trata de refugiados urbanos, sectores de clase media
con una calificación media o alta, que ante el temor a perder su vida
o su libertad, opta por migrar al exterior, generalmente en familia.
El resto de los solicitantes de refugio de América Latina y el Caribe
está constituido por haitianos y otros casos aislados de bolivianos o
chilenos.
La presencia de los haitianos en Argentina surge generalmente de la existencia
de algún contacto previo derivado de un trabajo anterior, o la migración
previa de algún familiar o amigo. Raramente los refugiados haitianos
arriban a Argentina sin información previa sobre sus posibilidades de
asentamiento. Tienen una particularidad en relación con el resto de los
solicitantes de refugio del continente que está dada por las diferencias
de lenguaje y raza que repercuten sin duda en su integración a la sociedad.
De todas formas, se trata principalmente de sectores instruidos que hacen uso
del bilingüismo como estrategia de inserción laboral.
Fuente: Secretaría del Comité de Elegibilidad
para Refugiados de la República Argentina.
El proceso de integración
Los teóricos de las migraciones internacionales han estudiado la problemática
de la integración y la convivencia intercultural y han dado cuenta de
las diferentes reacciones de las sociedades o grupos receptores frente a las
migraciones. Empíricamente se han podido constatar una diversidad de
situaciones y patrones de integración en función de una complejidad
de elementos, que involucran todos los actos del individuo y de la sociedad
receptora.
En términos de una definición conceptual, se podría señalar
que la integración se ubicaría en la dicotomía participación
marginalidad, entendiendo la participación como la materialización
de las relaciones sociales, observable a partir del contacto económico,
cultural, ecológico, etc.. A su vez, la marginalidad se definiría
como la no participación.
Es posible pensar, siguiendo esta definición, que existe una participación
activa y una participación pasiva. La participación activa a su
vez, podría derivarse en la conquista o la integración, mientras
que la participación pasiva, en la integración y en la asimilación. 4
A su vez, hay que distinguir los sectores sociales donde puede avanzar la integración.
Muchas veces en forma diferencial o en algunos casos de manera independiente,
en los diversos planos: social, cultural, económico, ecológico
y político.
Portes y Böröcz señalan entre las dimensiones básicas
que inciden en los patrones de asentamiento, los orígenes de clase de
los migrantes, las condiciones particulares de la sociedad de acogida, y las
condiciones de salida, es decir las condiciones específicas bajo las
cuales un grupo inmigratorio particular deja su país de origen.5 Esta
distinción se refiere a los prófugos políticos en oposición
a los migrantes laborales.
Según los autores, las condiciones políticas de salida tienen
una influencia significativa sobre el patrón de asentamiento posterior.
A diferencia de otros inmigrantes, los refugiados suelen recibir una asistencia
para su asentamiento, lo que constituye un componente importante de la primera
experiencia de adaptación. Además, el reconocimiento de la condición
de refugiado impide muchas veces la opción del regreso (tal es el caso
de los ciudadanos cubanos). El bloqueo de la opción de regreso, por largos
períodos o por períodos inciertos, constituye una diferencia fundamental
respecto de otras formas de inmigración, afectando las actitudes de los
refugiados respecto a la sociedad de acogida.
No existe un estudio profundo respecto a la integración de los refugiados
a la sociedad argentina. Las conclusiones que se extraen aquí surgen
de una investigación exploratoria basada en la realización de
entrevistas a un grupo de refugiados de diversas nacionalidades, y a una encuesta
mediante cuestionarios que se llevara adelante en 1997 desde la Secretaría
del Comité de Elegibilidad para Refugiados de la República Argentina.
Es preciso señalar que Argentina no cuenta con una política de
integración de migrantes y refugiados. La protección de éstos
en Argentina corre por cuenta de la comunidad internacional. El A.C.N.U.R.,
a través de una organización no gubernamental, brinda una asistencia
económica mínima, clases de idioma y asesoramiento e información
de distinta índole, en aras de favorecer su inserción. Pero básicamente,
los refugiados deben encarar el proceso en forma individual o familiar.
Las actitudes hacia su integración a la sociedad son diferenciales en
función del tiempo estimado de permanencia en su nuevo ámbito.
Esta depende, en buena medida, de la resolución de su solicitud de refugio
por parte de las autoridades. Pero lamentablemente, a pesar del pequeño
número de solicitudes, las demoras en la resolución resultan desmedidas,
siendo por lo general no inferior a dos años. Mientras el proceso de
elegibilidad se desarrolla, los refugiados cuentan con una documentación
provisoria que les permite residir y trabajar, pero con un futuro francamente
incierto que atenta contra sus posibilidades de integración.
Como es lógico suponer también, su integración en los distintos
planos se realiza en función de sus capacidades, sus posibilidades de
inserción económica, la existencia de una red de asistencia, y
su distancia cultural con el medio receptor.
Respecto a las redes y las organizaciones de la colectividad, éstas cumplen
un rol importante en lo que respecta, especialmente, a la asistencia de emergencia:
la vivienda primera, la búsqueda de un empleo. Esto es así especialmente
en el caso de las corrientes inmigrantes con mayor tradición, como puede
serlo la peruana (que cuenta en el país ya con seis centros sociales
y culturales de residentes, grupos religiosos, cuatro periódicos y un
programa radial). Pero en el caso de los refugiados, en cambio, muchas veces
las motivaciones que los llevaron a migrar resultan un obstáculo a la
hora de contactarse con sus connacionales. Las solicitudes de refugio de parte
de ciudadanos peruanos, por ejemplo, pueden estar motivadas por la persecución
sufrida por personas pertenecientes a las fuerzas de seguridad, a manos de organizaciones
subversivas; o, en forma inversa, la persecución hacia militantes de
izquierda pueden haber partido del aparato represivo del Estado. Simultáneamente,
solicitan refugio campesinos del sur que manifiestan encontrarse entre los dos
bandos en pugna. Difícilmente esta población, según sus
manifestaciones y sea de una extracción o de otra, esté dispuesta
a contactarse con organizaciones de la comunidad por temor a delatar su paradero
y sufrir, en Argentina, el temor de persecución del que escaparon de
Perú.
Las estrategias de integración adoptadas resultan diferenciales de acuerdo
a la nacionalidad de origen. Asimismo, la integración en los distintos
planos es diferencial: en algunos casos parecen avanzar más dinámicamente
en su participación en lo social, es decir a través de la relación
del migrante con los individuos y grupos sociales del medio receptor, que en
lo económico.
En el plano económico, en lo que respecta a la inserción en el
mercado de trabajo, es donde el proceso se desarrolla con mayores dificultades
para el conjunto de la población migrante, debido fundamentalmente a
un contexto sociolaboral adverso en la sociedad argentina. En este plano, es
imposible dejar de señalar la conflictiva situación laboral que
aqueja a la Argentina, siendo de 18.3% la tasa de desocupación a octubre
de 20016 y con una serie de medidas financieras y monetarias que agudizan
la recesión, el estancamiento y el desempleo. Argentina tiene 2.1 millones
de desocupados, otros 2 millones de subocupados y 3 millones de asalariados
en negro. Anualmente además, las empresas se desprenden de unas 200.000
personas mientras que 300.000 ciudadanos ingresan al mercado laboral, tenemos
un potencial de incremento del desempleo de medio millón de personas
al año.
Tradicionalmente, el servicio doméstico para las mujeres y la construcción
para los hombres, han sido los sectores del mercado de trabajo donde se han
concentrado mayoritariamente los inmigrantes latinoamericanos, ya que son las
actividades en las que el acceso exige menores credenciales de experiencia previa
y donde funcionan mejor las redes de contactos. A su vez, la industria manufacturera
y el comercio constituyeron también en décadas pasadas ámbitos
de importante absorción de mano de obra extranjera. Actualmente, la crisis
económica y la recesión golpea con fuerza principalmente estos
sectores. La actividad industrial y la construcción han alcanzado sus
picos históricos más bajos, limitando así las oportunidades
de inserción asalariada no solo de nativos, sino también de migrantes
y refugiados. Asimismo, el proceso de pauperización que afecta a la clase
media restringe también la posibilidad de emplearse como personal doméstico
en casas de familia.
A pesar del grave contexto económico al que se enfrentan, algunos de
los recién llegados parecen realizar una inserción adicional de
la mano de obra local, desarrollando actividades diferentes a las que ésta
desarrolla tradicionalmente y en peores condiciones de lo que los trabajadores
locales aceptarían: como personal de seguridad privada o empleados de
limpieza. Otros, los menos, logran una inserción independiente (autogenerando
su empleo a través de actividades productivas con un ínfimo capital
inicial). Para muchos, la inserción laboral es marginal: la típica
inserción de los movimientos migratorios que se desarrollan fuera del
eje de los requerimientos y disponibilidades del mercado y fuera también
del eje de la oferta y demanda de trabajo.7
Esta situación se presenta fundamentalmente en el caso de los ciudadanos
peruanos, tanto refugiados como migrantes. Un estudio realizado por Ponciano
Torales para la Organización Internacional para las Migraciones, a través
de una muestra de 424 casos, estableció que más del 93% de los
peruanos llegados al país desde octubre de 1992 contaban con estudios
secundarios y terciarios. La mayoría además contaba con experiencia
en trabajos con mediana especialización. Sin embargo, quienes lograron
insertarse laboralmente, lo hicieron en trabajos de menor calificación
o, por el contrario, debieron afrontar una inserción marginal, como vendedores
ambulantes, por ejemplo, con lógicas implicancias en los planos social
y cultural.
En todo proceso de integración de un grupo inmigrante resulta esencial
la actitud de la población nativa para con los recién llegados.
Si bien Argentina ha sido siempre un país de inmigración, precisamente
desde sus orígenes estableció una distinción entre el migrante
europeo supuestamente ilustrado y el latinoamericano considerado inculto. Esta
distinción se evidencia en el discurso oficial,8 en las políticas,
en los medios de comunicación y en el imaginario social, que aun hoy
exalta las virtudes de la inmigración europea y discrimina a la limítrofe
y peruana.
Si bien existe consenso en señalar que los problemas laborales y económicos
que enfrenta el país en la actualidad parten de las políticas
adoptadas en los últimos veinte años, sumado a un estilo corrupto
de dominación, el contexto sociolaboral desfavorable exacerba la situación
de discriminación hacia el trabajador extranjero, bajo el argumento de
la defensa de la mano de obra nacional frente a la extranjera.
La imagen de los extranjeros y su inserción en el mercado laboral, se
vincula a su origen nacional, social y educativo. En particular en el caso de
los cubanos, quizá por su conocido alto nivel de educación, quizá
sencillamente por un fenotipo más europeo, parece no primar la imagen
del extranjero que "roba" el trabajo al argentino. Esta percepción
de parte de la sociedad es muy diferente a la que se tiene del migrante boliviano,
paraguayo o peruano, vinculado insistentemente a la pobreza, la marginalidad
y la delincuencia.
En lo que respecta al acceso a la salud y la educación, hacen uso casi
exclusivamente del deteriorado sistema público. A pesar de las trabas
burocráticas relacionadas con la documentación (los documentos
otorgados a solicitantes de refugio suelen ser desconocidos para la mayoría
de la población) y de la escasez de recursos reinante en los organismos
públicos, los refugiados acceden a escuelas y hospitales públicos.
A pesar de la ausencia de una voluntad estatal integracionista, políticas
y programas acordes, en Argentina los esfuerzos individuales y familiares de
integración por parte de los refugiados los llevan a adquirir hábitos
y costumbres propias de la sociedad de recepción, asumiendo en muchos
casos modalidades de consumo cultural del medio receptor.
A su vez, ya que se trata de población en edad reproductiva, tienen hijos
que nacen en territorio argentino (y por lo tanto son ciudadanos argentinos)
que estrechan los vínculos con la sociedad de recepción.
Algunas consideraciones sobre la política migratoria
argentina
La República Argentina carece actualmente de una política migratoria
y de refugiados claramente establecidas. O bien podríamos decir que en
la ausencia de objetivos e intencionalidad claros reside su política
misma. Las respuestas políticas por parte del poder público respecto
del fenómeno migratorio en general, son descoordinadas e ineficientes
y no se adecuan a los procesos reales.
No parece existir un objetivo claro en cuanto a promover, regular o restringir
los flujos migratorios, ni sobre su distribución espacial, posibilidades
de asentamiento e inserción laboral. En cuanto a la incorporación
de estos nuevos migrantes y refugiados, el Estado no desarrolla ninguna política
activa tendiente a insertarlos en la sociedad. Incluso, por incapacidad o por
falta de voluntad, son notorios los obstáculos para que los migrantes
logren su incorporación legal.
Sistemáticamente, la respuesta estatal frente al fenómeno migratorio
ha sido llevar adelante políticas coyunturales y programas particulares
(de regularización migratoria extraordinaria, de facilitación
migratoria para el otorgamiento de visas, etc.) como reacción a la presión
migratoria de momentos determinados, respondiendo a cuestiones de relaciones
internacionales o bien corrigiendo defectos de la gestión migratoria
previa. Difícilmente en las últimas décadas se ha llevado
adelante una política definida en el contexto de un proceso político,
económico o social, considerando la complejidad de variables del fenómeno
y su correcta caracterización.
Los volúmenes de inmigración recibidos por Argentina en las últimas
décadas, han sido bajos. El censo de 1991 indicaba que el 5% de la población
censada había nacido en un país distinto de Argentina. Y dentro
de ese 5%, la mitad eran inmigrantes europeos arribados al país a mediados
del siglo XX o incluso con anterioridad (ver cuadro n? 2). Estos volúmenes,
sumado al hecho de que Argentina se encuentra inserta en un proceso de integración
regional, resultan incongruentes con una política restrictiva.
Cuadro n? 2:
POBLACIÓN CENSADA EN ARGENTINA Y NACIDA EN OTROS
PAISES, POR PERIODO DE LLEGADA AL PAÍS
País de nacimiento
|
Total |
Italia |
Paraguay |
España |
Chile |
Bolivia |
Uruguay |
Brasil |
Polonia |
Perú |
Alemania |
Portugal |
Yugoslavia |
EE.UU. |
Des. Lim* |
Otros |
|
|
|
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|
|
|
|
|
|
|
|
|
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|
|
1605871 |
328055 |
251130 |
224081 |
218217 |
143735 |
133653 |
33543 |
28819 |
15977 |
15405 |
13229 |
12851 |
9755 |
44152 |
133269 |
|
|
|
|
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Período de llegada |
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|
|
|
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|
|
Antes de 1960 |
744157 |
287314 |
62247 |
181436 |
42746 |
27713 |
12432 |
11256 |
24864 |
1520 |
10956 |
10116 |
11227 |
1253 |
2757 |
56320 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1960 - 1964 |
79300 |
6098 |
23324 |
9562 |
16072 |
11947 |
2466 |
2836 |
289 |
694 |
296 |
1146 |
332 |
307 |
1101 |
2830 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1965 - 1969 |
66245 |
2303 |
27031 |
3130 |
8985 |
9941 |
6760 |
1997 |
132 |
610 |
373 |
339 |
71 |
615 |
1005 |
2953 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1970 - 1974 |
125401 |
1207 |
38314 |
2057 |
27314 |
15654 |
29333 |
3209 |
115 |
1331 |
165 |
205 |
90 |
1198 |
1782 |
3427 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1975 - 1979 |
86910 |
715 |
12725 |
1147 |
36245 |
7082 |
18839 |
1701 |
29 |
1717 |
291 |
62 |
19 |
1035 |
1071 |
4232 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1980 - 1984 |
96426 |
593 |
15064 |
1434 |
22771 |
17061 |
25764 |
2239 |
23 |
1500 |
468 |
40 |
9 |
1050 |
1360 |
7050 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1985 - 1989 |
120041 |
858 |
22854 |
1486 |
31349 |
21793 |
16891 |
2636 |
93 |
4352 |
705 |
74 |
70 |
1662 |
1450 |
13768 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
1990 - 1991 |
26644 |
338 |
4989 |
560 |
3738 |
5004 |
2136 |
1392 |
33 |
2692 |
525 |
2 |
0 |
1203 |
270 |
3762 |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Desconocido |
260747 |
28629 |
44582 |
23269 |
28997 |
27540 |
19032 |
6277 |
3241 |
1561 |
1626 |
1245 |
1033 |
1432 |
33356 |
38927 |
Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población y Vivienda
1991.
Nota: Los datos correspondientes al Censo 2001, que otorgarían un panorama
más acorde con la realidad actual luego de una década de transformaciones
profundas en la estructura económica y social argentina, aún no
están disponibles.
La restricción migratoria es fundamentada por las autoridades en la
supuesta protección de la mano de obra nacional frente a la competitividad
de la inmigración extranjera. Esta fundamentación parte del supuesto
erróneo de la inserción competitiva de los migrantes en los mercados
de trabajo locales. Se ha demostrado empíricamente que la inserción
laboral de los migrantes dista de "robar el trabajo" al nativo y,
en el contexto actual, es evidente que la desocupación y los problemas
laborales de la Argentina resultan de índole estructural y nada tiene
que ver la inserción inmigrante en ellos.
Alejandro Grimson9 señala, la incongruencia entre las afirmaciones
corrientes y los datos empíricos: "en 1991 los inmigrantes limítrofes
no alcanzaban el 3% de la población argentina, mientras el índice
de desocupación superaba el 5%. Para que el incremento de la desocupación
(que en 1996 superó el 17%) se debiera a una ola migratoria, el número
de residentes extranjeros debería haberse triplicado en cinco años,
lo que es absurdo".
Por otro lado, Argentina permite fácilmente el ingreso a los inmigrantes
latinoamericanos, restringiendo posteriormente, y a través de una serie
de procedimientos burocráticos y requisitos documentales y laborales,
la obtención de la residencia legal. Este hecho no hace más que
generar una masa de población en situación irregular, que se ve
sometida a toda una serie de abusos por parte de empleadores inescrupulosos,
u obligada a desempeñar actividades marginales.
A su vez, y específicamente en lo que concierne a la condición
de refugiado, Argentina tampoco tiene una política definida en relación
a esta población. Si bien cuenta con un organismo gubernamental encargado
de resolver los pedidos y el acceso al procedimiento de elegibilidad suele ser
sencillo, la resolución de los pedidos tiene una demora desproporcionada
para un país que recibe un millar de solicitudes en promedio anual. Además,
carece de una política de integración, programas específicos
de inserción o mecanismos que al menos permitan una reubicación
menos traumática.
Consideraciones finales:
A diferencia de casi todas las otras personas que abandonan su país,
los refugiados tratan de conseguir ser admitidos en otro no por elección
sino por necesidad imperiosa, a fin de escapar a las amenazas que pesan sobre
sus derechos humanos más fundamentales, y de la falta o carencia de protección
por parte de las autoridades de su país de origen. Su problemática
es extremadamente compleja e involucra una serie de aspectos sociales, económicos
y psicológicos fundamentales.
Los avatares políticos sufridos por América Latina la han llevado
muy tempranamente a desarrollar mecanismos para brindar protección a
sus ciudadanos perseguidos. Sin embargo, refugiados (y migrantes) han debido
enfrentarse a discursos oficiales, políticas públicas, normativas
complejas y actitudes sociales que muchas veces no hicieron más que agudizar
su problemática.
En Argentina en particular, se reciben refugiados desde hace décadas
pero, sin embargo, la mayor parte de la sociedad lo desconoce. La imagen del
refugiado se asocia en el imaginario a los grandes contingentes de desplazados
en forma forzosa en Africa o en los Balcanes y se desconoce que dentro del territorio,
y oriundos de países cercanos, residen muchos ciudadanos que debieron
huir de sus países para salvar su vida o su libertad.
A su vez, el refugiado que sí reside en el territorio, que en casi un
60% es de origen latinoamericano, es, al igual que el resto de los migrantes,
discriminado en función de un erróneo concepto de competencia
desleal por los escasos puestos de trabajo. Quizá sea más apropiado
entender esta discriminación como consecuencia de la identidad europeizante
que marcó a la sociedad argentina, cierta noción de superioridad
étnica y cultural internalizada por buena parte de la población.
En ese marco, además, los refugiados latinoamericanos deben hacer frente
también a un contexto crítico de desocupación, pobreza
e inseguridad, sin asistencia gubernamental más que el permiso de residencia
y sin posibilidades de aprovechamiento de sus conocimientos y capacidades.
Resulta esencial la definición de una política hacia esta población.
Esta debería partir de interrogarse si se pretende que la protección
a refugiados sea eminentemente temporal, en la medida en que persistan las condiciones
que llevaron al refugiado a abandonar su país de origen, o bien si se
pretende incorporar al refugiado como un migrante más a la sociedad.
En el primer caso, deberían adoptarse medidas tendientes a preparar a
los refugiados para un retorno exitoso, cuando las condiciones así lo
permitan: garantizar su permanencia en el territorio con dignidad, y asegurando
no privar a los refugiados de las estructuras sociales que definan su identidad,
a fin de que sean capaces de retomar su vida en el país de origen.
De lo contrario, si se pretende que el refugiado permanezca en el país,
deben arbitrarse los medios para que alcance una integración plena en
la sociedad, con programas que exalten sus valores culturales y que encaucen
esta población facilitando el arraigo en áreas donde la inserción
socio-ocupacional fuera más sencilla y se conjugase con las necesidades
de desarrollo de la comunidad receptora.
Las acciones públicas hacia la población refugiada, y hacia los
migrantes en general, deben ser producto de un estudio sistemático y
profundo del fenómeno en su complejidad, ya que involucran el respeto
de los derechos humanos de miles y miles de personas que solo buscan un futuro
mejor.
Notas
Arriba
vuelve 1. Mármora, L.
(1974).
vuelve 2. Tal como es definido
por la Convención de 1951 sobre el estatuto de los Refugiados (Artículo
1, sección A, párrafo 2), el término refugiado se refiere
a "toda persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos
de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social
u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad
y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección
de tal país...".
vuelve 3. Letcher, J., Refugiados
latinoamericanos en Argentina, Anexo Migraciones n? 22, Comisión Católica
Argentina de Migraciones, Buenos Aires, 1981, citado por Mármora, Lelio
(1974).
vuelve 4. Mármora, L.
(1997).
vuelve 5. Portes, A. y Böröcz,
J., (1998).
vuelve 6. Datos del Instituto
Nacional de Estadística y Censos.
vuelve 7. Mármora, L.
(1997).
vuelve 8. Al respecto, resulta
fundamental el análisis hecho por Oteiza, Novick y Aruj (2000).
vuelve 9. Grimson, A., (2001).
Obras citadas
- "Conclusiones del seminario sobre Políticas de Refugiados en
el sur de América Latina, organizado por el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados". Buenos Aires, 1995.
- Germani, Gino. Política y sociedad en una época de transición.
Paidós, Buenos Aires, 1968.
- Grimson, Alejandro. Fronteras, migraciones y MERCOSUR, en Apuntes de
investigación del CECYP, Año V, Vol. 7, Buenos Aires, Abril
de 2001.
- Mármora, Lelio. "La amnistía migratoria de 1974 en Argentina".
Documento de trabajo de la Serie Migraciones internacionales con fines de
empleo, Oficina Internacional del Trabajo, Buenos Aires, 1983.
- Mármora, Lelio. Las Políticas de Migraciones Internacionales.
OIM / Alianza Editorial, Madrid / Buenos Aires, 1997.
- Oteiza, Enrique, Novick, Susana y Aruj, Roberto. Inmigración y
discriminación. Políticas y discursos. Trama Editorial /
Prometeo Libros, Buenos Aires, 2000.
- Portes, Alejandro y Böröcz, Josef. Migración contemporánea.
Perspectivas teóricas sobre sus determinantes y sus modalidades de
incorporación. (En Malgesini, Graciela (comp.), Cruzando fronteras.
Migraciones en el sistema mundial. ICARIA: Fundación Hogar del
empleado, Barcelona, 1998).
- Trimarco, Virginia. Aplicación del Derecho de Refugiados en América
Latina. La protección internacional. (En Irigoin Barrenne, Jeannette
(comp.), "Derecho de Refugiados en el Sur de América Latina".
Colección Estudios Internacionales, Instituto de Estudios Internacionales
Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1995).
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