Franz Galich
Prolegómenos para una Historia
de las Literaturas Centroamericanas
Universidad Politechnica (Managua)

fgalich@yahoo.es

 

II Prolegómenos*III Desarollo*IIIa Prolego 2*IIIb Prolego 3*IIIc Prolego 4*IIId Prolego 5*Bibliografia 

Resumen

En este trabajo el autor plantea la necesidad y posibilidad de escribir una Historia de las literaturas centoramericanas. Para ello aborda cinco aspectos a manera de introducción. Argumenta que la región presenta características semejantes, tanto en lo cultural, en lo histórico y sociales, que hacen posible pensar en una literatura con un sello distintivo.

 

I - Introducción
Contribuir a desarrollar la idea de la necesidad de escribir una historia de las literaturas centroamericanas, es el objetivo de este trabajo. Por ello considero que es necesario hacer algunas reflexiones previas acerca de esta necesidad, para después, exponer algunos prolegómenos. Parafraseando a Roberto Fernández Retamar en su ensayo Calibán (1974), diremos que interrogarse por la existencia de una cultura centroamericana, equivale a preguntarse si existimos, nosotros, los que vivimos en esta porción de tierra ístmica y sísmica.
"Los estudios culturales -y, muy en especial, los nuevos teóricos culturales- han puesto en duda la legitimidad de los escritores para hablar sobre los problemas de América Latina y el lugar central que tradicionalmente había sido reservado a la literatura dentro del sistema cultural del subcontinente." (Ette, 1996)
Pero si no son ellos, quiénes, preguntamos.

Bastaría echarle una mirada a la hipotética "Historia de la literatura de América Central", para darnos cuenta de que han sido los escritores quienes se han encargado de narrar la verdadera historia, la de los hechos del pueblo, y no sólo los de las clases en el poder. La literatura centroamericana, salvo

"algunas excepciones notables, es prácticamente algo desconocido fuera de las fronteras regionales y hasta nacionales. Las excepciones confirman la regla. Resulta sintomático que los autores centroamericanos más conocidos, como Darío y Asturias, hayan publicado la mayor parte de su obra fuera de Centroamérica, y hayan sido consagrados por críticos extranjeros. Otros casos muy reveladores, son aquellos donde sólo se conoce la parte, de la extensa producción de un autor, que ha sido consagrada por la crítica y difundida por editoriales extranjeras. A Rafael Arévalo Martínez, por ejemplo, se le conoce casi exclusivamente por sus cuentos psicozoológicos, como 'La signatura de la esfinge' y 'El hombre que parecía un caballo', reproducidos en la mayor parte de las antologías del cuento hispanoamericano; pero se desconocen sus siete novelas, todas ellas publicadas exclusivamente en Guatemala.

La escasa atención crítica que ha recibido la literatura centroamericana en general no se puede justificar como un resultado de su supuesta falta de valor literario. Se debe simplemente al desconocimiento. Basta arañar un poco la superficie para percatarse de la extraordinaria riqueza y variedad de la literatura producida en Centroamérica. Además, abundan las obras y autores que sin ser de primerísima categoría, merecen nuestra atención porque son representativos, aportan algún elemento de interés o simplemente constituyen parte del contexto dentro del cual se ubican las obras más sobresalientes y los autores más destacados. De todas maneras, es necesario conocer para poder valorar.

El desconocimiento de la literatura centroamericana se debe principalmente a factores extraliterarios de naturaleza social, económica y política." (Acevedo, 1982: 9s.)

De manera que creemos justificada y necesaria una Historia de las Literaturas Centroamericanas. Pero si revisamos la bibliografía sobre Centroamérica, encontraremos que se ha escrito una respetable cantidad de estudios y trabajos sobre ésta, mas no de su literatura. Mencionemos algunos de los más curiosos, y útiles, según mi opinión: Historia de las ideas en Centro América (Láscaris, 1982), donde por cierto hay una muy buena descripción geográfica de nuestro hábitat; Culturas de la América Indígena, Mesoamérica y América Central (Haberland, 1974); Mirada sobre América Latina (Monteforte Toledo, 1975), donde hay un interesante ensayo sobre el papel de los intelectuales en Centroamérica; Caciques heróicos de Centroamérica (Guerrero/Soriano de Guerrero, 1982); Protestantismo y procesos sociales en Centroamérica (Samandú, 1990); uno de los más curiosos: Neurosis en la literatura centroamericana (Córdoba, 1942); En los caminos de la unidad centroamericana (Bonilla, 1973), además de una cantidad bastante amplia de artículos, antologías de la poesía y la narrativa corta, así como un Diccionario de escritores centroamericanos (Arellano, 1997). Igualmente revistas y publicaciones de diferente índole, especializadas o no. Pienso en Centroamericana, por ejemplo, revista especializada en literatura centroamericana, editada en Milán, bajo la dirección de Dante Liano. De manera, pues, que tenemos una intensa vida cultural y literaria.

Así que si alguien quisiera saber acerca del alma de los centroamericanos, muy seguramente recurriría a su literatura y artes, antes que a la historia oficial, que como es sabido, la escriben los grupos hegemónicos, o los vencedores (que en Centroamérica han sido lo mismo, salvo contadísimas excepciones).

Ahora bien, dentro de la producción artística, lo que ha alcanzado un mayor desarrollo es la literatura, por lo que creo existen suficientes razones para emprender la tarea ya señalada. Así que pasaré a exponer cinco prolegómenos, en los que trato de contribuir al trabajo que otros colegas centroamericanos y centroamericanistas están desarrollando en otros lugares, con la intención de llegar al mismo punto.

II - Prolegómenos   Arriba
  1. Conceptualizar Centroamérica. Esto es, determinar sus límites geográficos e históricos.
  2. Definir el concepto de literatura, es decir, qué es lo que se va a considerar como literatura. Ello, obviamente tendrá que ver con el cuestionamiento del canon, los géneros, y el concepto de historia literaria.
  3. Delimitación temporal, es decir, desde cuándo y hasta dónde.
  4. El problema de los productores o autores de literatura y la recepción. ¿Literatura culta o literatura popular?
  5. La metodología. ¿Se puede escribir una historia literaria desde una perspectiva centroamericana?
III - Desarrollo  Arriba

Prolegómeno primero: conceptualizar Centroamérica
En muchas ocasiones, por no decir siempre, cuando se habla de Centroamérica, se hace como si se estuviera claro de qué se trata. Pero la realidad es bien diferente. Mucha gente no tiene noción de lo que significa, ni de sus límites. Además, se hace necesario establecer el fenómeno de la mirada del otro, es decir, cómo nos ven de fuera y cómo nos vemos nosotros: "Bajo este nombre - dice Menéndez Pelayo en su "Historia de la poesía en América Central" - se incluyen, como es sabido, las cinco repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, y Costa Rica, cuyo territorio corresponde a la antigua Audiencia y Capitanía General de Guatemala, separada de la Madre Patria sin violenta escisión ni lucha en 1821." (Menéndez Pelayo, 1975)

Por su parte, Giuseppe Bellini, en la Historia de la literatura hispanoamericana, presupone a Centroamérica como las cinco repúblicas ya señaladas, más Panamá (Bellini, 1985). Mientras que Anderson Imbert (1962), en otra Historia de la literatura hispanoamericana, no conceptualiza a Centroamérica como región independiente, mientras que sí lo hace con países como México, Argentina, Chile, etc. Esto debido quizás a la periodización en que se basa para organizar la información, la cual consiste en largos períodos generacionales.

Por su lado, Jorge Eduardo Arellano, en su Diccionario de escritores centroamericanos (Arellano, 1997) dice que esta obra se formó "a través de amistades y viajes a cada uno de los cinco países, que con el nuestro, integran el área centroamericana". Sin embargo incluye a Panamá. Mientras que Ramón Luis Acevedo en La novela centroamericana (1982), menciona a seis países del istmo. Francisco Albizúrez Palma en su Poesía centroamericana postmodernista y de vanguardia (1988) dice que Centroamérica se haya constituida por "cinco países con fuertes acentos diferenciadores, la inclusión de Panamá (sic) en este contexto no deberá extrañar". Y, finalmente, en un librito escolar titulado Geografía visualizada de Centroamérica, aparece Belice, ampliando la problemática aquí esbozada (Piedrasanta, 1993).

No se crea que es innecesaria esta puntualización, ya que, por ejemplo, en un artículo de Ottmar Ette, el teórico alemán, se hace alusión a escritos del mexicano Gustavo Esteva que fueron traducidos al alemán "en el contexto de un proyecto científico austríaco sobre América Central" (Ette, 1996), donde nos cuenta una historia referida a las poblaciones urbanas marginadas de la gran metrópoli azteca. De aquí se infiere que para los austríacos, o para los europeos en general, o para los mexicanos mismos, Centroamérica incluye a México. Dicho de otra forma, debemos tener claro cómo se ve Centroamérica desde adentro y desde afuera.

Este puede parecer un problema más bien político que literario, si se quiere, pero trasciende la problemática meramente política dado que a lo largo de más de ciento cincuenta años de vida independiente para el istmo, y del continuado colonialismo en Belice, y sus dieciséis años de vida independiente, se han formado culturas propias y voces originales, literariamente hablando. Con respecto a Belice puede decirse que posee raíces y vasos comunicantes que lo hace ser similar al resto de países de la Costa del Caribe centroamericano. Como ejemplo citemos el caso del escritor David Ruiz Puga, quien hace unos tres o cuatro años publicó su novela Got seif de cuin!, escrita en español y publicada en Guatemala, la cual representa "una verdadera revelación que consiste en develarnos ese desconocido destino de nuestra hermana separada que es hoy la República de Belice", según el escritor y crítico Carlos René García Escobar (1996).

Pero el problema no termina ahí. Debido al giro que ha tomado la historia centroamericana en los últimos treinta años, en los que las luchas políticas llegaron a lo militar, y los actores fueron, en gran parte, los pueblos indígenas, sobre todo en Guatemala y Nicaragua, ha sido planteado por unas 35-40 etnias, el derecho a su propia cultura en su creación, práctica y difusión. Es en Guatemala donde, tal vez, ha cobrado mayor fuerza este movimiento reivindicativo, y muchos escritores indígenas escriben y publican textos (libros) bilingües. Similar cosa puede decirse de Honduras y Nicaragua, donde la música de la Costa Caribe, en sus respectivos idiomas, ha invadido el dial de las radioemisoras.

Podría decirse también que Centroamérica no ha sido una ficción de unos cuantos alucinados en nuestra historia: José Cecilio del Valle, Morazán, Barrios, etc. Ocioso resultaría enumerar los diferentes personajes que han estado a favor o en contra del unionismo. Lo cierto del caso es que, desde la época precolombina, el istmo ha presentado ciertas características que lo hacen concebirse como un todo en su diversidad; similar o igual al caso de América Latina. Así lo han comprendido los diversos estudiosos de la historia, la antropología, la arqueología, la etnología y varias otras disciplinas.

Por ejemplo, el concepto de Mesoamérica, según Kirchhoff, abarca el istmo desde el río Pánuco, en México, hasta el río San Juan, en Nicaragua. El concepto de Reino de Guatemala, va de Chiapas a Costa Rica. (Gavidia Mata, 1969) Pero con todo y esta unidad histórica-política, se nos presenta otro problema: Centroamérica ha sido, en la práctica, un puente y punto de encuentro entre los pueblos y culturas del norte y del sur. 

Según los americanistas Brinton y Sapper, existe una línea divisoria (ideal, por supuesto), entre los pueblos que descendieron del norte, de origen nahuatl y los que ascendieron del sur, de origen chibcha. Iníciase esta línea a la altura del golfo de Panamá, subiendo por Costa Rica, bordeando los grandes lagos nicaragüenses, hasta llegar al vértice de Honduras y Guatemala. (Galich, 1979; Chávez Alfaro, 1998) Y si a esto agregamos la cantidad de idiomas que se hablan en Centroamérica, podremos dimensionar la complejidad linguística y cultural que nos envuelve. (Krickeberg, 1946; Pottier, 1983)

Una cosa sí parece quedar clara, por lo menos para nosotros: actualmente Centroamérica la conforman siete países, a saber: Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, incluyendo, por supuesto, todas las regiones y áreas que presentan conflictos étnicos. Pienso en la costa Caribe nicaragüense que reclama su autonomía, los Garifunas de Honduras, los Cunas de Panamá, etc.

Prolegómeno segundo: ¿Qué se va a considerar literatura en Centroamérica?   Arriba
Esto tiene que ver, por un lado, con los materiales a historiar y, por otro, con la revisión o el cuestionamiento, según lo amerite, del canon y la teoría de los géneros. En relación al canon, es decir, el o los modelos a seguir, no es que deban ser cambiados por decreto, ya que es la práctica la que en estos casos induce los cambios. Sí creo, que debe estarse anuente a ampliar la concepción de estos modelos.

Sólo a manera de ejemplo sirva el término "testinovela", recientemente acuñado por el novelista guatemalteco Mario Roberto Morales para su novela Señores bajo los árboles, donde define el término de la siguiente manera: "La testinovela es un tipo específico de novela que se estructura a base de testimonios y que constituye una creación colectiva en la que el escritor profesional actúa como facilitador y ordenador -deliberado e interesado- de las voces y de sus verdades." (Morales, 1994)

O el caso de Luis Cardoza y Aragón en El Río. Novelas de caballería (1986), donde a lo largo de 898 páginas, cuenta su vida, la de Guatemala, partes de la de México, América Latina y Europa. Quedando la duda de si se trata de un discurso histórico, autobiográfico, memorias, ensayos o qué. En todo caso se trata de un viejo principio de renovación: la transgresión de los límites, pero no un cambio o propuesta de género. Indudablemente, en Centroamérica o fuera de ella, en estos precisos momentos, los escritores centroamericanos estarán escribiendo cuentos, novelas, poemas u obras de teatro que romperán los cánones establecidos, pero la creación de nuevos géneros resulta algo que no es materia de nuestra atención, ahora. En todo caso será la práctica quien dilucide este problema.

Sin embargo, la problematización existe desde ya. Víctor Manuel de Aguiar e Silva a propósito de los géneros dice que: "En el propio lenguaje crítico, el vocablo 'género' se refiere tanto a las grandes categorías de la lírica, de la narrativa y del drama, como a las diferentes especies englobadas en estas categorías -tragedia, comedia, novela, etc. Por eso proponen algunos críticos, a fin de evitar ambiguedades, la designación de 'formas naturales' de la literatura para la lírica, la narrativa y la dramática, reservando la designación géneros literarios para las especies históricas determinadas dentro de aquellas formas naturales. Estas representarían un concepto muy amplio, obtenido a partir de caracteres comunes extremadamente genéricos, mientras que los géneros constituirían un concepto más restringido, basado en elementos comunes, ya de forma interna, y de la forma externa, verificables en las obras abarcadas por cada una de las formas naturales. Estaríamos así ante dos conceptos obtenidos a partir de dos niveles diferentes de abstracción. Esta distinción puede ser ventajosa, pues evita una confusión conceptual y una ambiguedad en las palabras." (Aguiar e Silva, 1986)

Sin embargo, notamos que pese al esfuerzo de ampliar y flexibilizar los términos, la concepción y la visión quedan aún enmarcadas dentro de la tradición establecida en la Europa central. Es lo que Jorge R. Rogachevsky aborda en su ensayo "El reto multicultural de la literatura guatemalteca", a propósito del desarrollo de la teoría de la multiculturalidad en los Estados Unidos de Norteamérica y la pugna entre "tradicionalistas" y "multiculturalistas". Para Rogachevsky lo literario forma parte de las ideas hegemónicas, es decir, las ideas de los grupos que ostentan cuotas de poder social importantes, o que tienen la capacidad para moverse en búsqueda del mismo. Y agrega: "Si la literatura en verdad es la valorización que se adhiere a un texto por parte de varias instituciones sociales, entonces los que otorgan el título son los que están vinculados con tales instituciones, o sea los editores, los profesores, los periodistas y los funcionarios. Y cabe decir que nadie llega a ocupar uno de estos cargos sin tener relaciones de clase que los vincule a lo hegemónico dentro de la sociedad. Esta relación puede darse como lo indiqué anteriormente, en función de un poder ya establecido, o como parte de un grupo que se encuentra en posición de competir al menos por parte del terreno hegemónico." (Rogachevsky, 1994)

Y para terminar de problematizar el asunto Rogachevsky afirma: "De por sí no hay literatura de sectores oprimidos, la literatura proviene de las capas altas o medias, y esto no tiene nada que ver con talento (sic), porque como ya quedó dicho, lo literario no se establece al momento de producción de un texto, sino al momento de su valorización, y por parte de los que controlan los mecanismos sociales que están autorizados para hacer tales valorizaciones." (Rogachevsky, 1994)

Como se podrá notar, las opiniones son sumamente discutibles, sobre todo cuando afirma que no hay literatura de sectores oprimidos, ya que esta tesis echaría por la borda toda una serie de construcciones teóricas en cuanto a la producción literaria del subalterno. El mismo efecto tendría la tesis que dice que lo que se escribe no tiene estatus  per se de literatura, y que éste se lo proporcionan los grupos hegemónicos o aquellos que están en capacidad de pelear por colarse en las estructuras del o los grupos de poder.

Estas reflexiones tienen mucha importancia a la hora de concebir una historia literaria, ya que pese a los prejuicios, hay cantidad de literatura escrita por grupos que no están en capacidad o no tienen la intención de disputar el poder. Sin embargo, al avanzar en la lectura de Rogachevsky notamos que se contradice de manera intencional, pues lo que él quiere hacer es provocar la discusión.

Desde el título de su artículo notamos la contradicción: "El reto multicultural de la literatura guatemalteca", que bien podríamos variar por centroamericana en vez de guatemalteca. Y confirma la intencionada contradicción cuando dice qué es para él lo literario: "Mi punto de vista operativo sobre la definición de lo literario es que dentro de este concepto se incluye toda creación de tipo lingüuístico que una sociedad determinada, o en verdad que ciertos grupos dentro de ésta elevan a un puesto privilegiado que sirve para expresar los ideales de un proyecto social que se resuelve en torno a las estructuras hegemónicas. En otras palabras, lo literario puede incluir tanto lo que da voz a los ideales de un grupo que ya es dominante, como las expresiones de grupos que están lidiando para encontrar un espacio dentro de lo hegemónico." (Rogachevsky, 1994)

Con esta contradicción provocadora, Rogachevsky amplía mucho más el horizonte de los conceptos de género y formas naturales que la teoría eurocéntrica ha venido manejando durante muchos años. Además, con el concepto de literatura y lo literario, y el traslado de la discusión teórica de los Estados Unidos a Centroamérica, abre la puerta de par en par, para la discusión en torno a una historia de la literatura centroamericana.

En relación al canon, creo que es inevitable que en todas las historias escritas de la literatura, existan textos canónicos, los cuales van o han ido ganando su derecho o autoridad dentro del espectro cultural, tanto en la literatura académica como en la subalterna; diacrónica o sincrónicamente hablando. Pienso en autores como el guatemalteco Luis de Lión, cuya novela El tiempo principia en Xibalbá (1996) ha venido conquistando el lugar que debe tener en la literatura guatemalteca. No está demás anotar que este autor era de origen indígena, su madre lo era, y que además fue desaparecido por las fuerzas paramilitares combinadas de El Salvador y Guatemala. Lo mismo podemos decir de Me llamo Rigoberta Menchú, un texto verdaderamente canónico, ya no sólo en Centroamérica, sino a nivel mundial. Y qué decir de las voces femeninas que día a día han ido conquistando el lugar que una vez fuera privilegio exclusivo de los hombres.

Quiere decir esto que en la medida que se vayan valorando los distintos autores centroamericanos se irán determinando los valores intrínsecos y extrínsecos de su obra. Pienso en un Salomón de la Selva o un Cardoza y Aragón, como iniciador el primero y co-fundador el segundo de las vanguardias latinoamericanas, pero no sólo entre los especialistas, sino entre la población, a la par de Neruda, Vallejo, Borges, Huidobro y tantos otros menos conocidos.
A Salarrué debe conocérsele allende las fronteras salvadoreñas, lo mismo que a Carlos Luis Fallas en Costa Rica o a Ramón Amaya-Amador y a Rafael Heliodoro Valle en Honduras. Lo mismo que a Rogelio Sinán y a Gloria Guardia en Panamá. ¿Y qué decir de las voces que han sido silenciadas durante años? Indiscutiblemente, un trabajo de esta envergadura arrojaría muchas sorpresas.

Prolegómeno tercero: delimitación temporal, es decir, desde dónde y hasta cuándo  Arriba
Este tema tiene que ver con la metodología, necesariamente, pues conlleva el problema de la periodización de la literatura centroamericana, la cual acusa un desarrollo desigual en tiempo, espacio y producción. Dos tiempos y dos espacios tenemos más o menos claros: existe una literatura altamente desarrollado desde antes de la llegada de los invasores europeos, la cual se produjo en áreas concretas.

También debe reconocerse, sin posibilidad alguna de obviarse bajo ninguna razón, una literatura que produjeron los nuevos inquilinos del continente. Así como también hubo una literatura que crearon los hijos de aquellos inquilinos y que adquirieron carta de ciudadanía, ignorando a los dueños originales de casa. Estos a su vez, conservaron su cultura, incluyendo su literatura y fueron rumiando nuevas formas literarias, las que a su vez entraron en contradicción con los cánones euroccidentales.

A este esquema generalizador, habría que agregarle las voces femeninas las cuales, como ya dije anteriormente, han ido adquiriendo notoriedad en todo el istmo y más alla de las fronteras. Pienso en Yolanda Oreamuno, Clementina Suárez, Alaide Foppa (asesinada por paramilitares guatemaltecos), Claribel Alegría, Rosario Aguilar y tantas otras que han sabido calar hondo en su propia problemática conectada a la problemática de nuestros países.

Una historia literaria centroamericana deberá abarcar desde los tiempos inmemoriales que aporten documentos de alguna clase, hasta la producción de los contemporáneos, por lo menos, la década de los noventa. Porque si la del ochenta fue la década de la lucha y la esperanza, habiéndose producido gran cantidad de textos subalternos que le disputaron la hegemonía a otros discursos, como apunta Rogachevsky, la del noventa es la del desencanto y desilusión de la democracia neoliberal que con cantos de sirena atrajo a las masas agotadas tras el esfuerzo titánico de treinta años de tenaz lucha. Ella también está siendo madre de textos de extraordinario valor documental y literario.

Dentro de la producción de los textos literarios subalternos indígenas deberá tomarse en cuenta la división que se ha establecido para América Latina: prehispánica, colonial indígena temprana, colonial indígena tardía, indígena moderna, folklore indígena contemporáneo, y literatura indigenista hispanoamericana contemporánea: "Esta clasificación sigue aproximadamente la secuencia de los períodos históricos. Sería fácil establecer subdivisiones. Otros criterios podrían ser las áreas culturales, o géneros literarios, por ejemplo: poesía, mitología narrativa histórica, novelas o ensayos indigenistas modernos, etc." (Vázquez, s.f.)

Todo esto con el afán de democratizar la concepción de la literatura y que no siga funcionando la vieja idea de que la

"gran diferencia entre el mundo letrado e iletrado, la escritura y la voz formaba una parte central de la construcción del discurso tanto imperial como estatal de la historia de Latinoamérica. (...)

No sólo se pensaba que los grupos subalternos carecían de escritura sino que únicamente se les reconocía tener voz en cuanto que dicha voz podía ser recogida. El resto se reducía a ruidos, disonancias y chismes." (Franco, 1991)

De manera que la periodización se presentará como un problema a solucionar de manera amplia, donde la solución deberá tomar en cuenta el criterio de que "las literaturas no consisten en escritos sino mas bien en palabras. El arte de usar palabras en las composiciones orales precede al arte de escribir y no ha sido totalmente remplazado." (Franco, 1991)

Prolegómeno cuarto: el problema de los productores y la recepción. ¿Literatura culta o popular?  Arriba
Este problema tiene que ver no sólo con la historia de los que producen literatura, en los dos sentidos de producción, los creadores y los que hacen los libros y los promocionan, haciéndolos llegar al público; sino con la historia de los que la recepcionan, pues estos serán los que finalmente confirmen la canonización que dictaminen los miembros de los círculos hegemónicos a los que se refería Rogachevsky.

Pero como podrá notarse, el problema sigue girando en torno a la dicotomía literatura de élite o popular, tradicional o multicultural. Por supuesto que nos percatamos de que estamos trabajando con categorías producto de la teoría europea, pero no se trata de inventar nada. Lo importante es crear nuestro propio sistema de reinterpretación de la historia, haciendo que ésta calce dentro de los marcos universales. Se trata de inclusiones en el devenir mundial, no de exclusiones peligrosamente chauvinistas.

Es por eso que a partir de las teorías culturales de Bajtin y las teorías del acto del lenguaje, donde el discurso oral, de alguna manera, se entiende como un paradigma para géneros de discursos secundarios, "[el] feminismo se ha referido repetidas veces al 'enmudecimiento' o al 'silencio' de las mujeres para señalar su exclusión de la esfera pública. [y] de Certeau habla del silencio de las razas indígenas [y] Gayatri Spivak pregunta irónicamente, ¿Pueden hablar los subalternos? La voz es, de hecho, una metáfora para la gran división socialmente constituida (y quizás imaginaria) entre el mundo letrado e iletrado, el primero y tercer mundo, el mito y la historia." (Franco, 1991)

Ahora bien, ninguno de nosotros está en posibilidades extremas de crear un mundo nuevo, ya que es una condición humana el haber nacido en un mundo ya formado por las decisiones y actos, pero principalmente por las expresiones, de nuestros predecesores; de manera que lo que nos corresponde realizar es la reinterpretación de todos aquellos acontecimientos y hechos que han sido altamente valorizados y por lo tanto valorizados como narraciones.

Si cada época cultural pretende o intenta autodefinirse buscando la redescripción del pasado con el objetivo de explicar el presente, "la nuestra se distingue por su escepticismo radical sobre los valores recibidos. Se ha manifestado por un rechazo completo de la historia oficial, de la narrativa de fundamento." (Valdés, 1996)

Entonces, ¿cómo encarar el problema de escribir una historia literaria centroamericana si estuvieramos dominados por el escepticismo? Si tomamos en cuenta que nada sobrevive del pasado salvo a través de una reinterpretación en el presente, nos daremos cuenta que no tenemos alternativa, excepto que en este intento sean tomados en cuenta todos los actores del drama centroamericano. Como dice Valdés: "La historia en general, y la historia literaria en particular es un proceso de mediación por la cual se supera incesantemente la antinomia del pasado y el presente. La historia literaria presenta un caso ejemplar para realizar nuestro interés en la emancipación de los valores culturales y a la vez nos permite cuestionar la identidad que hemos recibido. (...)

No debe olvidarse que la obra literaria, en contraste al documento de archivo, siempre es actualidad que invita al lector/historiador a revivir las experiencias y acontecimientos figurativos. He aquí el gran valor de la historia literaria como laboratorio de la historiografía." (Valdés, 1996)

Ello nos indica, pues, la gran utilidad que tendría una historia literaria del istmo, en la que se tomarían en cuenta todos los discursos que hasta la fecha han sido subalternizados, por las razones que fuere. No debe olvidarse, como un argumento más, que la "necesidad  perentoria de armar una identidad que partiendo de las diferencias personales se configure en el territorio común de algunas semejanzas; la identidad más que una búsqueda abstracta y trascendental es una voluntad, un deseo de unidad consolidado en los postulados del racionalismo." (Rodríguez Pérsico, s.f.)

Prolegómeno quinto: ¿Se puede escribir una historia literaria con una concepción centroamericanista?  Arriba
Por supuesto, nuestra respuesta es sí, ya que a lo largo de este trabajo hemos venido argumentando en pro de esta idea. Ello no nos impide percatarnos de que teorizar es una cosa y ejecutar otra. Sin embargo, como la intención de este trabajo es, precisamente, despertar la idea, es que todo es a nivel de propuesta. Para ello adelantamos que esta magna tarea debe ser emprendida de manera multidisciplinaria, tomando en cuenta los límites que le corresponderían a la historia, y evitar así caer en una jungla de datos que más bien abrumaría a cualquier equipo de trabajo, ya no se diga a un lector.

El trabajo no podrá ser tarea, nunca, de una sola persona. Esas son concepciones románticas, del siglo XVIII. Esa tarea debe ser emprendida por equipos de personas profundamente conocedoras del tema de cada país, ya que exige una acuciosa y exhaustiva investigación en muchos campos, que irían desde las concepciones tradicionales, hasta las tecnotrónicas postmodernas. Trabajo que llevaría algunos buenos años de labor investigativa, los que por ley deberán contar con un buen apoyo financiero.

Estas investigaciones deberán florecer alrededor de los círculos académicos, únicos lugares donde podrá llevarse a cabo este trabajo de equipos, coordinados en cada uno de los países del área. Pero, sobre todo, además del apoyo financiero, deberá existir voluntad. Voluntad de estructurar esa parte, hasta ahora prácticamente desconocida, de nuestra conformación espiritual. Falta, nada más, que la idea sea acogida con verdadero espíritu centroamericanista, por alguna institución que esté dispuesta a asumir tan magna y prioritaria tarea.

© Franz Galich 

Bibliografía

Arriba

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